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      Las formas y el lenguaje

      “Tambor de arranque”, de Francisco Bitar, y “El mosto y la queresa”, de Mario Castells, son dos propuestas contrapuestas y logradas.

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      Redacción Clarín

      Diferentes en cuanto a sus mundos de referencia, Tambor de arranque y El mosto y la queresa comparten el propósito de experimentar sobre las formas y el lenguaje de la narración. Las obras ganadoras del primer concurso de novela corta de la Editorial Municipal de Rosario (con un jurado formado por Gabriela Cabezón Cámara, Sergio Chejfec y Damián Ríos) proponen así dos versiones a la vez contrapuestas y logradas de un género habitualmente difícil de ceñir en su especificidad.

      El mosto y la queresa , de Mario Castells (Rosario, 1975), expone la historia de Emigdio Rivarola, su amor por una mujer, Reina Irala, y las adversidades que enfrentan en un ambiente de campesinos paraguayos. La acción transcurre entre fines de los años 70 y principios de los 80, en la región del Ñeembucú, limítrofe con la Argentina. Estos datos no son un simple marco, ya que los hitos de la historia y de la naturaleza, como la dictadura de Stroessner y una gran inundación de 1983, se asocian con los hechos en la memoria del narrador. Como en las tradicionales sagas románticas, el cortejo está mediado por formas de sociabilidad restrictivas, que imponen el respeto a los padres y el decoro en la relación; sin embargo, las normas están planteadas sobre un fondo de violencia y machismo, que al estallar arrasa con las convenciones.

      Castells escribe en una lengua donde se cruzan el guaraní, el castellano y el lunfardo rioplatense. El Paraguay, dice, “es una porfía”, y su relato es también una reivindicación del pueblo y la cultura del país, “armados de la risa y de un idioma dulce que pocos entienden”, contra las representaciones difundidas por “los puercos liberales”.

      El mosto y la queresa se presenta como una historia de procedencia oral: la escritura es una síntesis o versión depurada de unos sucesos que circulan a través de “casos”, relatos legados por la transmisión familiar. Al mismo tiempo está situado en la perspectiva de la cultura occidental, a través de citas de autores clásicos y referencias eruditas sobre la situación del destierro, y también por las consideraciones que agrega el autor a propósito de la lengua en el glosario que acompaña al texto. Los epígrafes, con citas de D. H. Lawrence y del poeta Emiliano R. Fernández, condensan la doble inscripción del relato.


      Historia de un fracaso

      Más contenido en la expresión, el relato de Francisco Bitar (Santa Fe, 1981) se potencia por un cuidado trabajo sobre las sugerencias y las elipsis. En el comienzo de Tambor de arranque , Leo e Isabel viajan a un pueblo del interior de Santa Fe con la intención de comprar un auto usado. Ese acto tan anodino significa la última oportunidad de salvar una relación en crisis, y una oportunidad que no se concreta, pero que en su defección compensa a los personajes con un regalo: una perra que vivirá con ellos un mes, el tiempo en que tardan en separarse. La novela propone así la historia de una pareja que fracasa y el modo en que un hombre y una mujer continúan sus vidas después de la pérdida.

      Bitar carga de sentido su relato con pocos elementos y un deliberado despojamiento del paisaje y de las acciones. Alterna entre primera y tercera persona, para focalizar en los distintos personajes, y a la vez va y viene en el tiempo y el espacio, como si la narración fuera una cámara que se desplaza en cada capítulo para enfocar una escena básicamente similar desde un ángulo diverso. Hay además captaciones sutiles del lenguaje hablado, como cuando los protagonistas comparten un porro y traman un diálogo con las reiteraciones y las lagunas típicas de las conversaciones de fumados. De esa manera la historia se arma progresivamente en la lectura, en torno a núcleos que permanecen entredichos, donde el narrador se retira porque “hay que ser cuidadosos en estos casos, actuar con precisión, abandonar la escena en silencio”.

      Tambor de arranque cuenta en definitiva los intentos de dos personajes por comenzar de nuevo, como queda dicho en el comienzo del relato y en las hermosas imágenes de su final, cuando Leo destruye las pertenencias que le quedan arrojándolas al fuego, en un punto de incertidumbre entre la purificación y el derrumbe final.


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