PATRIMONIO NATURAL

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PATRIMONIO NATURAL FRANCISCO DE P. GUTIÉRREZ BONILLA & JOSÉ JAIRO ESCOBAR RAMÍREZ


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FRANCISCO DE P. GUTIÉRREZ BONILLA1 & JOSÉ JAIRO ESCOBAR RAMÍREZ2 Gran Bretaña necesitó la mitad de los recursos del planeta para poder acceder a la prosperidad, ¿Cuántos planetas necesitará la India para desarrollarse? Mahatma Gandhi.

1 Biólogo Marino. M.Sc. Doctor en Ciencias Biológicas. Universidad Jorge Tadeo Lozano. 2 Biólogo Marino. M.Sc. Ex asesor del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

INTRODUCCIÓN La praxis sobre el devenir de la Tierra es un tema que la humanidad no ha querido asumir, pues discute, formula decisiones, signa compromisos internacionales, pero aplaza las decisiones. La ciencia genera conocimiento, información y alertas, que la política global, regional y local desoyen y desconocen, pues su meta es el desarrollo económico a cualquier precio. Como especie tenemos la tendencia a considerarnos eternos y no temporales, pero la naturaleza dice lo contrario, genera señales, da alertas insinuando el cambio de conductas, pero nada ocurre y evidentemente todo está cada día en peores condiciones medioambientales y biológicas. El sueño de la restauración, la recuperación biológica y ecosistémica, es eso, un sueño, pues devolverse a estados anteriores es un imposible, que posee costos socioeconómicos muy altos. En el inmediato

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futuro, deberemos tomar acciones y no hacerlo tendrá consecuencias profundas para las siguientes generaciones. Aunque parece que estamos tarde. La diversidad biológica -biodiversidad- ha evolucionado durante los últimos 3,8 billones de años dentro de los aproximadamente 5 billones de años de historia del planeta. Durante los cinco grandes eventos de extinción de los que se tienen evidencia, todo ha vuelto a resurgir. Al final del Pérmico, de las especies existentes, sólo unas veinticinco dejaron descendencia, derivándose de diez de ellas el 98% de las familias contemporáneas de vertebrados que comprenden más de cuarenta mil especies. La sexta extinción está en marcha y tiene un nuevo agente el Homo sapiens, sin éste, con seguridad todo estaría mejor. Ante cualquier escenario, y frente a lo que sabemos y manejamos, lo siguiente no es una fábula, no es retórica, pero imaginemos“un mundo en el que los cambios del medio ambiente pusiesen en peligro la salud humana y biológica en general, la seguridad física, las necesidades materiales y la cohesión social. Un mundo asolado por temporales cada vez más intensos y frecuentes por la subida del nivel del mar producto del calentamiento global, escenarios cada vez más comunes en donde algunos sufren grandes inundaciones, mientras otros soportan intensas sequías, con un común denominador

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global de extinción de especies a tasas nunca vistas antes en la historia de la Tierra, escasez de alimentos, desertización y desertificación, agua cada vez más escasa y contaminada, superación de las leyes naturales básicas -capacidad de resiliencia, conservación del tamaño de las poblaciones, de la diversidad genética y aprovechamiento insostenible de los recursos-“. Este no es el definitivamente el mundo del mañana, es el de hoy, y los documentos globales al respecto lo han constatado. Y es un contrasentido a lo concluido por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo [Comisión Brundtland] hace 25 años, “la humanidad tiene la capacidad de generar un desarrollo sostenible”, pero a 2012 parece un imposible, lo discursivo impera, la ciencia no permea la política -por ejemplo lo ocurrido con el Protocolo de Kyoto- y los políticos, son a su vez una plaga impensada por la naturaleza que ronda por la Tierra, soportando el discurso del desarrollismo a costa del patrimonio natural del cual unos pocos se sienten dueños, toman decisiones, trazan directrices, haciendo lo que les place sin respetar que son un bien común. Y algunos de los clásicos gobernantes latinoamericanos -que por ignorancia-, intentan sin sentido emular a Simón Bolívar al repetir su equivocada expresión: “Y sí la Naturaleza se opone lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. Así mismo, la expresión: “La supremacía del hombre sobre la Tierra”, es una afirmación que


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no cobra importancia frente a la naturaleza. Donde el hombre aparece, la naturaleza desaparece; la naturaleza es la biología en su forma pura: animal, vegetal y ecosistémica. La aparición del hombre dicen otros: “civiliza la Tierra”, pero al esfumarse el hombre la naturaleza toma de nuevo su lugar, reaparece. Si el H. sapiens se desvanece, la naturaleza y sus leyes naturales se recomponen entrando en equilibrio. La razón de ser de la naturaleza, nunca necesitó al ser humano para funcionar, éste fue un accidente biológico más, que posee la posibilidad de explicarla y explicarse asimismo, pero no más. Los recursos biológicos de la Tierra y sus ecosistemas son vitales para el desarrollo económico y social de la humanidad. Ellos constituyen un “capital natural” que tienen el potencial de proveer bienes y servicios necesarios para las presentes y futuras generaciones. Gran parte de las riquezas que lo conforman, están siendo valoradas conforme al grado de importancia que prestan para el buen vivir, algunas son subestimadas o ignoradas y otras desconocidas, sin embargo, cada vez más se reconocen más funciones, servicios y el rol que desempeñan para mantener la capacidad de vida del planeta. Algunos ecosistemas han sido identificados como estratégicos y prestan servicios ya sea directamente o a través de enlaces ecológicos vitales, otros son ecosistemas subsidiados debido a su dependencia, unos relativamente pequeños y otros muy grandes, pero todos están en mayor o menor grado afectados, disminuidos y otros incluso extintos o en vía de serlo.

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DISTRIBUCIÓN DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA Y ECOSISTÉMICA La biodiversidad ha sido generalmente descrita a partir de la identificación de los diferentes componentes estructurales que representan la vida, los cuales pueden ir desde lo molecular y lo genético hasta los ecosistemas y paisajes. La tierra cubre aproximadamente el 29% de la superficie del planeta y no está simétricamente distribuida. Hay más tierra en el norte que en el Ecuador y que en el sur. Cerca del doble de área terrestre sólida se localiza en el hemisferio oriental. Sí se toma el océano Pacífico como centro de los hemisferios, comparativamente con la mitad del lado opuesto de la Tierra, la inigualdad es grande. Con excepción de la Antártida, todos los continentes están conectados por archipiélagos o se localizan cerca de ellos. El principal sistema de continentes está arreglado de forma tal, que al norte de los trópicos, existen grandes masas de tierra que están conectadas muy cerca, y en los trópicos separadas entre sí. Al sur de los trópicos, las masas terrestres pequeñas, están ampliamente aisladas [Darlington 1957]. Debido a estas cercanías y a estos aislamientos, la diversidad biológica y ecosistémica se distribuye conforme a esos arreglos y a patrones ambientales definidos -clima, temperatura, salinidad, etc.-, donde actúan mecanismos y medios de dispersión -entre ellos las corrientes marinas- muy com-


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plejos, variados y limitados por barreras ecológicas y físicas. Dentro de estos límites en que se mueve la biodiversidad, existen factores intrínsecos o bióticos, como la abundancia, la dinámica y las variaciones funcionales entre sus componentes que regulan dentro de los ecosistemas la magnitud y variabilidad de los procesos ecosistémicos, que unidos a los factores extrínsecos determinan las propiedades específicas de los ecosistemas, su estabilidad, fertilidad y susceptibilidad a la invasión, definiendo el tipo de ecosistema -tierras secas, aguas interiores, bosques, costas, estuarios, litorales, tierras costeras etc.-. El gradiente de la diversidad biológica declina a medida que se avanza en latitud, desde el Ecuador hacia los polos y desde las costas hacia el océano y disminuye desde la plataforma continental a los fondos oceánicos, razón por la cual, no se encuentra regularmente distribuida y algunos con amplios rangos de dispersión [Chown et al. 1958; Mace et al. 2005]. Los ecosistemas acuáticos son los más productivos y diversos del planeta con una productividad primaria comparable con la del bosque húmedo [Gattuso et al. 2006]. En los océanos y mares tanto la distribución de los organismos vivos como la producción biológica distan de ser uniformes. La mayor parte de la producción pesquera mundial ocurre dentro de las 200 millas, principalmente sobre la plataforma continental [Hoggarth et al. 2001]. Los peces de agua dulce se presentan aun en climas adversos, como en islas más remotas. Tienen

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distribución muy variada a causa de su tolerancia a la salinidad y a su comportamiento, existiendo familias de peces marinos que migran o frecuentan aguas dulces y estuarinas. En las costas, los ecosistemas, se extienden globalmente desde 300.000 a 1.000.000 de km de longitud [McCain et al. 2003], ocupando el 30% del área global de la plataforma continental. Incluyen marismas, lagunas y pantanos costeros, deltas, manglares, arrecifes de coral, praderas marinas, lechos de algas etc. Hay más de 255.000 km2 de superficie marina con corales, y rangos de productividad y diversidad de especies de la más alta conocidas. La gran barrera de coral en Australia tiene más de 700 especies de coral, 1.500 especies de peces y 4.000 especies de moluscos, de las que dependen entre uno y tres millones de especies. La productividad primaria de los corales es tan alta, que supera la de los bosques tropicales y es 20% más alta que la del océano abierto. De los 177 países del mundo, menos de la mitad [44%] tienen coral y la mitad de estos, manglares. Australia e Indonesia tienen cada uno cerca de 50.000 km2 de cubierta coralina, con cerca del 35% de los arrecifes de coral del mundo e Indonesia tiene entre 35%25%-del bosque global de manglar [UNEP-WMCC 2006]. Seis países contienen más de la mitad de los arrecifes coralinos del mundo: Australia, Indonesia, Filipinas, Papúa y Nueva Guinea, Fiji, y Maldivas. Las praderas marinas presentan una mayor distribución, encontrándose a lo largo de las líneas costeras de todos los continentes, desde las costas de Alaska, donde

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se encuentran creciendo por debajo de la cubierta de hielo a temperaturas menores a los 0oC, hasta las lagunas tropicales con aguas que exceden los 40oC. En algunas zonas son tan abundantes en términos de área y de diversidad de especies como al sur-occidente de Australia, donde se ubica la tercera parte de las especies de fanerógamas marinas conocidas [Carruthers et al. 2007]. Los lechos de macro algas están presentes en todas las costas. Los estuarios -áreas donde los ríos alcanzan el mar- siendo 1.200 los estuarios grandes que abarcan 500.000 km2 y contienen más del 80% del total del agua descargada por los ríos al mar. Algunos ecosistemas y hábitats son propios de los ambientes helados y otros, de regiones distantes como los trópicos, unos son tan raros como las comunidades que habitan las fumarolas volcánicas de los lechos marinos o se encuentran en regiones permanentemente heladas y espacios desérticos y otros ambientes con condiciones extremas [extremófilos]. El Neotrópico y el Afrotrópico ostentan los niveles más altos de riqueza de especies y endemismos [Mace et al. 2005]. La mayoría de los organismos macroscópicos tienen por lo general rangos pequeños de distribución, dando espacio para crear niveles altos de endemismo.

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En las regiones montañosas, la pendiente y la latitud son determinantes para la diversidad biológica. La posición geográfica así como la latitud y la distancia al océano afectan el clima y los patrones locales de tiempo haciendo que unas montañas estén permanentemente húmedas y otras sean secas por lo que su diversidad biológica es diferente, también contribuyen con las variaciones en la diversidad de vida el sustrato geológico y la influencia del tipo de suelos [GEO-3 2010; Secretariat CDB 2010]. En las montañas, los bosques ocupan un poco más de la cuarta parte [26,5% o 95,106 km2] de la extensión global de los bosques cerrados del planeta. Las plantaciones forestales se presentan principalmente en países temperados que tienen el 75% del área global, el resto de las plantaciones se encuentran en los países tropicales [GEO-3 2010]. La mayoría de los bosques se ubican en los trópicos y producen más de dos tercios de la productividad primaria en tierra [conversión de la energía solar en materia vegetal]. El 3% de la flora global y el 2% de la fauna terrestre se encuentran en el Ártico, con un decrecimiento en el número de especies a medida que se avanza hacia el Norte [GEO 3-2010]. Los bosques, ocupan aproximadamente el 31% de la superficie terrestre y contienen más de la mitad de los animales terrestres y de las especies de plantas conocidas.


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Las regiones montañosas son comúnmente más diversas que las tierras bajas, albergando cerca de un cuarto de la biodiversidad terrestre, con cerca de la mitad de los hot spots de la biodiversidad global [GEO-3 2010]. Ocupan una quinta parte de la superficie terrestre, la mayoría de ellas se encuentran en el hemisferio Norte y en las latitudes subtropicales temperadas [Cordilleras de Norte América y Euroasia]. Más de la mitad de la población del planeta depende de las montañas, y el 21% de esa población mundial viven allí o en su piedemonte y la mitad de ellos, dependen de una u otra forma de sus recursos. A nivel global, sólo el 7% de las áreas montañosas están clasificadas como aptas para agricultura, el 25% para silvicultura y pastoreo y el 10% reservada para la conservación. El 78% del área montañosa global es no apta para la agricultura, proporciona a la mitad de un billón de personas medios de subsistencia [GEO 3 2010]. Las tierras secas cubren aproximadamente el 41% de la superficie, abarcando, desiertos, áreas de pastoreo, matorrales desérticos y bosque espinoso y son el resultado de lluvias escasas y alta evaporación. Estas tierras muestran un gradiente en el incremento de la productividad primaria extendiéndose desde tierras hiperáridas, hasta áreas secas sub húmedas [Safriel et al. 2010]. Las desigualdades en la ostentación de biodiversidad han dado origen a que algunos países sean más biodiversos que otros, razón por lo cual han sido catalogados como megadiversos -Colombia hace parte de estos-.

EL CAPITAL NATURAL EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL Por su importancia y calidad, el capital natural, -entendido como la diversidad ecosistémica y la específica- ha llegado a constituirse en objeto de tutela internacional, lo que se refleja, en parte, con la suscripción de la Convención de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica -CDB [Junio 5 de 1992, vigente desde Diciembre 29 de 1993] y en sus acuerdos complementarios, y en otros instrumentos vinculantes de diferente alcance, tales como, en el Programa 21 de la Conferencia de la Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo [Río de Janeiro, junio de 1982], en la Carta Mundial de la Naturaleza -Carta de la Tierra- que es un documento civil internacional, sin fuerza jurídica donde se señala que “la capacidad de recuperación de la comunidad de vida y el bienestar de la humanidad dependen de la preservación de una biosfera saludable, con todos sus sistemas ecológicos, una rica variedad de plantas y animales, tierras fértiles, aguas puras y aire limpio… la capacidad de recuperación de la comunidad de vida y el bienestar de la humanidad dependen de la preservación de una biosfera saludable, con todos sus sistemas ecológicos, una rica variedad de plantas y animales, tierras fértiles, aguas puras y aire limpio..” y en otra legislación blanda, como “Nuestro Futuro Común” o “Informe Brundtland” elaborado en 1987 que introdujo el

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concepto de “desarrollo sostenible” para implicar la necesidad de un cambio en el contexto ecológico y económico-social del desarrollo.

BIENES Y SERVICIOS PROPORCIONADOS POR EL CAPITAL NATURAL

La CDB, representa un paso más allá del aspecto meramente científico de la diversidad biológica al abordar la dimensión social y económica de los ecosistemas, representando un avance importante para su conservación y uso sostenible. La CDB, abarca tres objetivos que se complementan mutuamente: la conservación de la diversidad, la utilización sostenible de sus elementos y la participación justa y equitativa de los beneficios que surjan de la utilización de los recursos genéticos. La CDB es casi universal e internalizada prácticamente por toda la comunidad internacional, siendo adoptada y adaptada en las legislaciones nacionales, con sus correspondientes manifestaciones políticas, jurídicas, económicas e institucionales. A la fecha, el 87% [170] de los Países Parte [190 países] están desarrollando estrategias nacionales para la biodiversidad y planes para su aplicación. Adicionalmente se destaca, la Cumbre del Milenio, en la que representantes de 189 Estados, convocados por Naciones Unidas en septiembre del 2000 en Nueva York reafirmaron a través de la “Declaración del Milenio” los compromisos adquiridos en los 90’s, entre otros “haber reducido y haber ralentizado considerablemente la pérdida de diversidad biológica en 2010” [objetivo 7º].

Todos los ecosistemas proporcionan bienes y servicios fundamentales para el desarrollo humano y en este sentido constituyen parte del capital natural. El Programa “Evaluación de los Ecosistema del Milenio -EMA-”, en el 2005 involucrando a 95 países y más de 1.300 expertos y científicos, reconoció cuatro categorías de servicios: [1] provisión de bienes: alimentos, drogas, material de construcción etc.; [2] protección: mantenimiento de costas, calidad del agua etc.; [3] culturales: ejemplo turismo, esparcimiento y [4] apoyos: mantenimiento básico de la vida. El valor de los servicios ecosistémicos para 16 biomas ha sido estimado en promedio en US$ 33 trillones/ año-1, con un rango entre US$ 16-54 trillones/año-1, valor que dadas las incertidumbre debe ser considerado como un mínimo, pues el producto nacional bruto global está cerca de US$ 18 trillones/año-1. De éste valor estimado, cerca del 63% proviene de los ecosistemas marinos [US$29,9 trillones/año-1], la mayoría aportado por los sistemas costeros [US$ 10,6 trillones/año-1]. El 38% proviene de los sistemas terrestres, principalmente de los bosques [US$ 4,7 trillones/año-1] y US$ 4,9 trillones/año-1 por los humedales [Constanza et al, 1997]. T A B L A 1 .

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VALOR ESTIMADO US$ / año-1 X 109

BIOMA

Mar

20,949

Océano abierto

8,381

Costas

12,568

Estuarios

4,110

Praderas marinas

3,801

Arrecifes de coral

375

Plataforma continental

4,283

Terrestres

12,319

Bosques

4,706

Tropicales

3,813

Temperados/boreales

894

Pastizales/tierras de ganado

906

Humedales

4,879

Marismas/manglares/salinas

1,648

Planos de inundación

3,231

Ríos /lagos

1,700

La pérdida de la biodiversidad hace que los ecosistemas sean más vulnerables y tengan menor capacidad de auto recuperación, resultando menos aptos para suministrar los servicios necesarios a la sociedad. La pérdida afecta a la sociedad en general, pero es crítica para comunidades humanas que tienen marcada dependencia de sus servicios de manera directa, especialmente para las poblaciones rurales, los pescadores artesanales, los colonos etc. Desde este punto de vista, la diversidad biológica es también un asunto de seguridad nacional y estabilidad socioeconómica. Por ejemplo, el deterioro y pérdida de los bosques y humedales costeros protectores, ha permitido el incremento del daño causado por las tormentas e inundaciones. Millennium Ecosystem Assessment - EMA [2005] ha confirmado que “la pérdida de la biodiversidad obstaculiza significativamente que las necesidades de los más pobres sean satisfechas”. De los 24 servicios de los ecosistemas evaluados recientemente por EMA, 15 están decreciendo, e incluyen la provisión de agua potable, la pesca marina, el número y calidad de áreas con valor escénico, paisajístico, religioso y espiritual, la atmósfera limpia, los peligros naturales, la polinización y la capacidad de los ecosistemas agrícolas como control de plagas.

Desiertos TOTAL

33,268

TA B L A 1 .

VALOR ESTIMADO DE L OS SERVICIOS ECOSISTEMAS PARA LOS PRINCIPALES BIOMAS. ADAPTADO DE: CONSTANZA ET AL. [1997].

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Las capturas anuales sostenibles de la pesca de los arrecifes varía entre 0,2 a 30 ton.año-1/km2 con un promedio de 5 ton. año-1/km2 [Jenning & Polunin 1995]. Dependiendo del valor de la pesca, las pesquerías de los arrecifes podrían generar ingresos entre US$ 2,4 billones/año-1. En el Sudeste de Asia, aportan US$ 300 millones/año-1 [Burke et al. 2002; Burke & Maidens 2004]. La pesca deportiva basada en los arrecifes genera cerca de US$ 100 millones anualmente [Cesar et al. 2003]. Similarmente gran cantidad de especies de peces y otros invertebrados marinos del mercado internacional de los acuarios provienen de los arrecifes, en un comercio que conecta cerca de 52 países, que produce ganancias e involucra entre 1,5 a 2 millones de personas, generando por ejemplo en Sri Lanka 50.000 empleos e ingresos de US$ 5,6 millones/año-1. Los servicios ecológicos de las praderas marinas han sido estimados en 32.000 euros/ha/año o US$ 3,81 trillones/año-1 [Bann 1997; Constanza 1997; UNEP-WCMC 2006; Wilkinson 2008]. El valor de los servicios ecosistémicos de los bosques de manglar [incluyendo marismas] han sido estimados en US$ 1,648 trillones/año-1 [Constanza et al. 1997]. En Samoa, los manglares tienen un valor estimado de US$ 104,000 millones/ año-1, o US$ 104,000/km2 [Constanza et al. 1997]. A su vez, los manglares pueden absorber entre un 70 a 89% de la energía de los vientos y olas generadas por los huracanes y tormentas tropicales. En Malasia, el valor de los manglares palustres in-

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tactos como medida de protección contra tormentas y control de inundaciones han sido valorados en US$300.000/km, que sería el costo por sustituirlos parcialmente por piedra [Ramsar 2000]. El valor estimado de la cosecha anual de pesca obtenidas de los manglares oscila en Estados Unidos entre US$6.200/km2; US$ 60.000 /km2 en Indonesia. Se estima que más del 75% de la captura comercial de peces y camarones en Queensland [Australia] depende de los manglares [Bann 1997]. El valor comercial de las pesca proveniente del manglar ha sido estimado entre US$7.500-US$ 167.500/km2 [Millennium Ecosystem Assesstment 2005]. En Matang -occidente de Malasia- los manglares en un aérea de 400km2, soportan una pesquería que produce rendimientos económicos cercanos a los US$100 millones anuales [US$ 250.000/km2/año-1] y en el Golfo de Panamá, la pesca del camarón genera ingresos estimados en US$ 95.000/km de línea de costa [Talbot & Wilkinson 2001]. La conversión de los bosques de mangle en tierras de cultivo y pastoreo para ganado ha aumentado en años recientes. En México y en Centroamérica extensas áreas de manglares han sido convertidas en tierras para ganadería. Además, de la maricultura, la construcción de carreteras, la ampliación de la frontera urbana, la construcción de canales y represas han alterado los manglares, siendo ejemplo de esto Ecuador, Colombia y Panamá. De manera parecida, la construcción de estanques para la producción de sal por evaporación ha contribuido a la degradación de los manglares de Costa


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Rica y El Salvador. En Guatemala y Honduras se usan grandes volúmenes de madera de mangle para evaporar agua y aislar la sal en hornos. El 15% de la leña que se consume en la región sur de Honduras se utiliza para la producción de sal, y la mayoría de esta madera proviene de los manglares.

año-1 [Constanza et al. 1997]. La reducción en la fijación del carbono atmosférico producido por el deterioro ocurrido entre 1980 a 2003 producido por las sabanas se estima en cerca de un billón de toneladas [similar o equivalente a las emisiones anuales de carbono por la Unión Europea] [Secretariat CDB 2010].

Los hábitats costeros son muy eficaces en el secuestro de carbono, especialmente las marismas, los bosques de manglar que secuestran cerca de 111 GT/año en los sedimentos [Duarte 2008] que equivale a cerca del 50% de todo el carbono secuestrado por los sedimentos oceánicos y cubren menos del 2% de la superficie oceánica. Los manglares fijan cantidades significativas de carbono y juegan un papel importante en su secuestro absorbiendo una cantidad estimada de 25,5 x 106 tC/ año-1 [Ong 1993]. Las praderas son igualmente muy eficientes en absorber nutrientes y secuestrar carbono. Posidonia spp, por ejemplo puede absorber hasta 5,8 kg/año-1 de nitrógeno, que equivale a la capacidad de tratamiento de los efluentes de 780 personas y hasta 166 g de carbono por m2/año-1 equivalente a la emisión de CO2 por un automóvil en un viaje de 12.000 km. [Duarte 2008].

A nivel mundial, el turismo muestras cifras sorprendentes impulsando la economía mundial al alcanzar en el 2007 más de un billón de dólares de Estados Unidos en el 2007. Ocupando el cuarto lugar en las exportaciones mundiales por debajo de los combustibles, los productos químicos y los automóviles, ubicándose en los países en desarrollo entre los primeros renglones generadores de divisas. Entre 1950-2007, la cifra de turistas aumentó de 25 millones a 903 millones. En América ha crecido en un 5%, con más de 142 millones de turistas internacionales en 2007. Más de la mitad de las llegadas del turismo global, 456 millones, se deben al ocio, al recreo y a las vacaciones [Organización Mundial del Turismo -OMT 2007; World Travel & Tourism Council -WTTC 2008]. En el Caribe y las Islas Pequeñas el turismo es una industria bien establecida con múltiples actividades, con altos niveles comerciales y una infraestructura sólida. Cerca de un 80% de las motivaciones turísticas es debido a los atractivos naturales que poseen los destinos turísticos. La contribución del turismo al crecimiento del Producto Bruto Mundial para el 2009 se estimó en US$ 5.474 billones de dólares, y llegará a 9.5% más [US$ 10.478 billones de dólares] en el 2019 [OMT 2007; WTTC 2009].

Cerca de l,5 billones de personas dependen directamente de los servicios proporcionados por las sabanas terrestres y el valor económico de sus servicios ecológicos [como áreas de pastoreo y pastizales] ha sido estimado en US$ 109 trillones/

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FOTOGRAFÍA JHONNY VARGAS

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PÉRDIDA DE DIVERSIDAD BIOLÓGICA Y DE ECOSISTEMAS La pérdida de la biodiversidad hace que los ecosistemas sean más vulnerables y tengan menos capacidad de auto recuperación, por lo tanto, resultan menos aptos para suministrar servicios necesarios a la sociedad. En sensu estricto, la pérdida de la diversidad biológica y ecosistémica se traducen en pérdida del patrimonio y capital natural, generando graves amenazas en áreas donde la demanda de recursos ha sido angustiosamente desproporcionada. La extinción de especies, la destrucción de hábitats, el cultivo excesivo, la contaminación, la introducción de especies foráneas y el cambio climático interactúan para producir estas pérdidas. Por ejemplo, en los Estados Unidos más de la mitad de sus estuarios han sido sustancialmente alterados y la mayoría de las costas de Centro América, Sur de Asia e Islas del Caribe, lo son, no sólo por el avance de la frontera urbana, sino por el incremento en la penetración de tormentas, mayor poder de pesca, etc. El deterioro y pérdida de los bosques y humedales costeros protectores ha permitido el incremento del daño causado por las tormentas e inundaciones. Durante las temporadas de huracanes de 2000, 2001 y 2002, los corales de Mesoamérica y del Caribe Oriental resultaron afectados repetitivamente. En

esas ocasiones se observaron destrozos masivos. En Belice, más del 75% de la cubierta de coral se perdió y una situación igual se observó en los corales de otras regiones [PNUMA 2006]. Un estudio en la región del Sudeste de Asia, señaló que cerca 88% de los arrecifes de la región están en riesgo, la mayor parte por acción de las tormentas [Burke et al. 2002; Church et al. 2004; Done 2004]. Los efectos combinados de una mayor frecuencia en los huracanes, y los efectos del calentamiento global el clima, arrojan un futuro crítico de supervivencia para estos ecosistemas. Básicamente la mayor parte de la pérdida de biodiversidad y de los daños a los ecosistemas se desprende del acelerado crecimiento de la población humana. Ahora la Tierra tiene una población que es el doble de la que tenía hace 50 años, -pasó de 1,5 billones en el siglo XX, a cerca de 6 billones en el 2000, y amenaza con incrementarse en un 30% para el 2050, lo que resulta preocupante para los requerimientos ecosistémicos futuros. Se ha afirmado que “la humanidad ya ha superado la capacidad de carga del planeta” [número máximo de individuos que pueden soportar una superficie]. Este crecimiento ha venido siendo acompañado de una demanda desmedida de recursos y en un consumo elevado de servicios ecosistémicos, que se reflejan en un avance, nunca antes visto, de la frontera agrícola y la urbana. Menos de la mitad de la población mundial urbana vive en ciudades menores de un millón de

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habitantes y un 10% vive en ciudades mayores de 10 millones de habitantes, [United Nations 2002; McGranahan et al. 2012]. Los niveles de urbanización son altos en los países con ingresos altos y aun en países con ingresos bajos y medios [ingreso nacional menor de US$ 3.000 per cápita en el 2001], donde vive el 60% de la población urbana global o un tercio de la misma [McGranahan et al. 2012]. A pesar de que el área ocupada por una ciudad representa en términos generales menos del 0,1% de la extensión del ecosistema que esta ocupa, esta fracción significa que en la actualidad no hay ninguna ciudad que haya sido construida en forma tal que pueda autoabastecerse, por esta razón, el incremento de la frontera urbana ha significado un acceso y demanda cada vez mayor a los bienes de los ecosistemas productores. En la actualidad las áreas urbanas representan el 2,8% de la superficie terrestre y albergan el 50% de la población mundial, siendo responsables, por ejemplo del 70% de la contaminación de las aguas del mar que ingresa con las descarga de los ríos y entre el 80%- 90% de pérdida del bosque nativo protector, y del consumo de aproximadamente el 75% de la producción mundial de combustibles fósiles [McGranahan et al. 2012]. Similarmente la agricultura se ha hecho cada vez más mecanizada y dependiente de insumos agrícolas, con impactos negativos sobre el capital natural, afectando su renovabilidad y auto recuperación. Ya es posible hablar de monocultivos, en contra de la diversidad biológica de antaño.

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Globalmente, la reclamación del suelo en la costa para desarrollo urbano es muy alta y conforme a McGranahan et al. [2012], en algunos países es tan alta como el promedio de sus reclamaciones de tierra a su interior para expandir la frontera urbana, como en Norte América y Europa, que tienen sus costas urbanizadas ligeramente más altas que el promedio continental [84% y 90% en las zonas costeras respectivamente, comparado con sus respectivos promedios continentales de 71% y 84%]. Hoy las áreas costeras tienen densidades poblacionales muy altas, siendo casi un 45% más grande que el promedio global de las áreas urbanas. Las predicciones sobre el aumento de la población en las costas sugieren que para el 2025, el 50% de la costa global estará hipotecada y las ciudades costeras incrementarán en más de un cuarto su población, incremento que se elevará sensiblemente debido a un aumento, cada vez mayor del turismo. Benoit & Cameau [2006], pronostican que en el 2025 las costas del Mediterráneo albergarán 90 millones de personas y recibirán más de 300 millones de turistas [GEO-3 2010]. En el Caribe, algunas de las pequeñas islas duplican su población en la temporada de turismo.


FOTOGRAFÍA CAMILO MARTÍNEZ

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El crecimiento de la población en las costas amenaza seriamente el ecosistema de corales, por lo que globalmente el 40% de los arrecifes de coral están en riesgo por sobreexplotación, el 30% por el desarrollo costero, el 20% está afectado por la contaminación costera, por la erosión y un 10% expuesto a la contaminación marina. Cerca del 60% de la cubierta coralina global remanente podrá perderse antes del 2030, sí continúan las actuales tendencias de deterioro [UNEP-WCMC 2006]. De acuerdo con estimativos del programa “The Global Coral Reef Monitoring Network” el 34% de la cubierta coralina global ha sido destruida o está en eminente riesgo de desaparecer y el 20% de los corales están amenazados [Wilkinson 2008]. En Caribe, los estudios muestran que su cubierta coralina se ha reducido en un 57%, y el porcentaje de corales duros en un 90%. Sí la degradación continua, se reducirán los beneficios de la pesca, del turismo submarino y la protección de las costas, pasando de US$ 350 millones estimados para 2030 a US$870 millones en 2050 [Gardener et al. 2003; Burke & Maidens 2004]. El aérea de las marismas ha disminuido entre 1-2%/año y las praderas marinas se han reducido entre el 2 y el 5%/año, con una velocidad de reducción anual media global entre el 3 y 7%/ año y acelerada entre el 5,5 al 8,0%/año. Estos valores sugieren que desde 1980, el área global cubierta por praderas marinas ha disminuido en un 29%, con una reducción anual media de 110 km2/año [Duarte 2009; Dennison 2009]. Todos estos valores exceden la proporción de reducción global del bosque tropical, que ha sido estimado en 0,5%/año [Archad et al. 2002].

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Para el año 2000, el área global del bosque tropical se redujo en un 30% [IPCC, 1990, 1995, 2007] y en el 2007, el 30% de los humedales costeros del planeta se habían perdido [IPCC 2007]. Entre 1950-1990, el bosque tropical y la tundra han perdido sustancialmente su cubierta vegetal para dar paso a la agricultura y al pastoreo. En el bosque Mediterráneo y en los pastizales temperados la conversión ha sido tan acusada que en 1950, sólo tenían un 30% de sus bosques nativos. La pérdida ha continuado, en forma tal que casi todos los biomas presentan perdidas adicionales de su cubierta vegetal, como la floresta seca con l6, 1% de pérdida [Mace et al. 2005]. Las modernas prácticas agrícolas, especialmente la mecanizada ha traído como consecuencia una simplificación y pérdida de biodiversidad y el análisis global de degradación del suelo, citado en GEO-3 [2010], estimó que entre 1980-2003 cerca de un cuarto [24%] de los suelos están en proceso de degradación. Entre 1970-2006 la población de vertebrados silvestres ha disminuido globalmente en cerca de un 31%, con una reducción marcada [59%] en los trópicos y en los ecosistemas de agua dulce [41%]. Las especies de aves y mamíferos utilizados como alimento y medicina tienen riesgo promedio de extinción mayor que otras especies no utilizadas para estos propósitos. En 2009, el 36% de 47.677 especies evaluadas fueron consideradas


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como en riesgo de extinción y el 21% de 25.485 especies completamente evaluadas [mamíferos, aves, anfibios, corales, cangrejos de agua dulce, coníferas], se encontraron amenazadas, además, el 70% de 12,055 especies de plantas se encontraron en riesgo [Secretariat CDB 2010].

COLOMBIA Colombia posee amplia diversidad de clases y tipos ecosistémicos y acorde con el “Mapa de ecosistemas continentales, costeros y marinos de Colombia” [IDEAM et al. 2007], el país posee tres grandes biomas continentales: desierto tropical con cerca de 758.536 ha [0,7%], bosque seco tropical con una extensión de 7.658.131 ha [6,7%] y bosque húmedo tropical con cerca de 105.632.472 ha [92,5%]. Cada uno de estos grandes biomas está constituido por diferentes clases y extensiones de tipos de coberturas, identificándose cerca de 311 ecosistemas continentales y costeros. Contando con 61,2 millones de hectáreas de bosques naturales que corresponden al 53.5% del territorio continental de país. Entre los tipos de bosques nativos más representativos del país están: [i] húmedo tropical [50.873.638 ha]; [ii] Andino y otros sistemas montanos [9.861.097 ha]; [iii] bosques secos tropicales [203.242 ha]. Los páramos representan el 1,7% del territorio

colombiano [1.933.039 ha], cerca de la mitad de los páramos del planeta [Morales et al. 2007]. Adicionalmente, Colombia posee seis masas glaciares. La extensión total de las áreas de glaciares son 47,2 km2, equivalentes a cerca del 2%, de los glaciares tropicales en Suramérica. Los humedales representan el 2,7% del territorio nacional [3.019.965 ha] todos altamente afectados. Los manglares ocupan 294.636,3 ha, de las cuales 62.245,3 ha se encuentran en el Caribe y 232.391 ha en el Pacífico. Las mayores coberturas se encuentran en la ciénaga Grande de Santa Marta, el canal del Dique y los deltas de los ríos Sinú y Atrato [Invemar 2010]. La extensión total de áreas coralinas en Colombia son 2860 km2, de los cuales 1090,8 km2 son de cobertura coralina viva relevante [Díaz et al. 2000]. Otros ecosistemas son los pastos marinos [43.223 ha], los litorales rocosos [1.037 km] y los fondos blandos con 889.400 km2 [IDEAM et al. 2007]. Las zonas secas ocupan el 21,5 % [24.534,200 ha]. Se calcula que la desertificación afecta un 78,9% de las zonas secas del país, amenazando su biodiversidad [MAVDT 2004]. La comunidad vegetal, o tipo de vegetación, como un conjunto de especies vegetales con características bien definidas y constantes en el tiempo, en un lugar dado, pueden ser identificadas a partir de especies características-dominantes, donde se

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utilizan una o varias especies dominantes para identificar un grupo más grande de especies como los presentados en la sintaxonomía [Rangel 2004]. De acuerdo con esta aproximación, en Colombia existen cerca de 366 asociaciones fitosociológicas y comunidades vegetales [Rangel 1997]. Diferentes autores reportan más de 1.188 comunidades vegetales en el país, con algo más de 1500 especies dominantes y 700 especies dominantes principales. De acuerdo con este mismo trabajo, las regiones altoandinas son las que mayor número de comunidades tienen [339 en páramos y 236 en otros ecosistemas andinos], seguidas de la Amazonía y la Orinoquía, Pacífico y Caribe con 193, 164, 129 y 127 comunidades vegetales respectivamente. La riqueza generalmente ha sido el indicador más común para referirse a la biodiversidad a través de la representación del número de especies presentes en un territorio determinado [Groom et al. 2006]. Aunque en Colombia no existen inventarios biológicos detallados y completos para todo el territorio, los estimativos actuales ubican al país en los primeros lugares en cuanto a la diversidad de especies a nivel mundial, siendo por grupo taxonómico el primero en anfibios y aves, el tercero en especies de plantas y reptiles y el cuarto en mamíferos. Dentro de estas cifras cabe resaltar cómo Rangel [1995, 2000] reporta 26.500 especies de plantas con flores [lo que significa el 12% de la riqueza vegetal del globo], 927 especies de

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musgos, 840 especies de hepáticas, 1.515 especies de líquenes, 1.400 especies en helechos y plantas afines. Se destacan grupos como las orquídeas que representadas con cerca de 3500 especies, es decir, el 15% del total de especies de orquídeas del mundo La riqueza en aves es de 1.860 especies [Restall et al. 2007], que representa ser el primer país respecto a éste grupo, con cerca del 19% del total mundial y el 60% de las especies registradas en Suramérica. En ecosistemas acuáticos dulceacuícolas, se registran cerca de 1.357 especies de peces [Maldonado et al. 2008]. En ecosistemas costeros y marinos se calculan 2.500 especies de moluscos, 2.000 de peces, 35 de mamíferos y 82 de aves [Invemar 2008]. Respecto a especies endémicas -especies exclusivas de Colombia- las mejores estimas indican que se poseen: 32 especies de mamíferos, 400 de anfibios, 66 de aves y una tercera parte de las especies de plantas [Gleich et al. 2000; Franco et al. 2006]. En especies migratorias, se han identificado 549 que incluyen insectos, peces marinos y de agua dulce; tortugas marinas, mamíferos marinos y de agua dulce, murciélagos y aves [Naranjo & Amaya 2009; Amaya-Espinel 2009]. Muchas podrían ser las cifras sobre transformación de ecosistemas y en consecuencia pérdida de los servicios ambientales


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y de biodiversidad, ante lo cual se consignarán algunas cifras relevantes esperando que llamen a la reflexión. La intervención de los ecosistemas en el Caribe, los Andes incluidos los valles interandinos, es reportada entre otros autores como Villareal [2006] y Romero et al. [2008] con tasas del 72%, 59 y 67%, siendo en el Caribe el caso más agudo el de los ecosistemas secos [Villareal 2006; Romero et al. 2008]. Estimaciones realizadas por el IDEAM [2010], muestran para los periodos 19902000 y 2000-2005, tasas de deforestación de 322.705 ha/año y 273.334 ha/año, respectivamente. Para este último periodo las regiones que mayor tasa de deforestación presentaron fueron la Amazonía con 109.046 ha/año y la Andina con 73.499 ha/ año [IDEAM 2010]. Morales et al. [2007] calculan que el 24% [463.929 ha] de las áreas de páramo han sido transformadas, debido a actividades agrícolas, pecuarias, mineras, poniendo en riesgo la provisión de servicios ecosistémicos derivados de estos ecosistemas. Los ecosistemas marinos y costeros también han sido ampliamente transformados. En el caso de los manglares, la cobertura total de manglar en 2007 evidenció que en el Pacífico la disminución era de 17.390 ha [Invemar 2009]. El estado de los arrecifes de coral es en términos generales preocupante, ya que tanto en el Caribe como en el Pacífico, la cobertura de corales duros ha disminuido entre 1997 y el 2007, arrojando una cifra del 65% de los arrecifes con algún grado de amenaza.

En el caso pecuario, la relación entre los sistemas de ganadería bovina y la diversidad biológica se ha percibido en general como negativa por los grandes efectos que esta actividad tiene sobre los ecosistemas naturales y el empobrecimiento biológico que se evidencia en los paisajes ganaderos. Según información de diversos institutos, 40 millones de hectáreas se destinan a esta actividad en el país, a pesar de que las áreas con potencial uso para la misma apenas suman 10 millones de hectáreas. En relación con otras actividades productivas con gran impacto en la biodiversidad colombiana, se destaca la transformación y pérdida de biodiversidad que puede haber producido cierto tipo de actividades mineras, en especial aquellas desarrolladas a cielo abierto. El impacto de la minería en los paisajes colombianos no es asunto nuevo, de hecho, entre 1600 y 1850 esta actividad dominó la economía colombiana, con un papel relativamente menor de la agricultura y la ganadería [Etter et al. 2008]. Sin embargo, los impactos sobre la biodiversidad fueron puntuales y relativamente bajos. Caso contrario a lo que ha venido ocurriendo en las últimas décadas. En efecto, la minería es un sector que según la Contraloría General de la República [2008], a partir de datos suministrado por el Ministerio de Minas y Energía, el Instituto Colombiano de Geología y Minería -Ingeominas- y la Unidad de Planeación Minero Energética -UPME-, está experimentando un incremento acelerado. Los

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títulos mineros solicitados y otorgados para actividades como la extracción de carbón aumentaron en un 87% entre los años 2004-2007, concentrados en los departamentos de Antioquia, Boyacá, Cesar, Cundinamarca, Norte de Santander y Santander, trayendo como resultado un aumento del 77 % en la actividad entre los años 2000 y 2007. Para la actividad aurífera el mismo informe reporta que el número de títulos solicitados para oro se quintuplicó entre el año 2003 al año 2007 [UPME 2009]. A mayo 30 de 2011, habían sido tituladas para minería 4,8 millones de hectáreas, a lo que debe sumarse según Ingeominas 3,7 millones de hectáreas como solicitudes ya aprobadas y que están para la firma del titular.

Respecto a las especies marinas y dulce acuáticas el 90% se encuentran en estado de sobreaprovechamiento [Barreto & Borda 2008]. En la cuenca del Magdalena-Cauca, la disminución de la producción desembarcada y registrada entre 1974 y 20109 es de un 85%, estando identificadas 30 especies con algún grado de amenaza.

Los represamientos de agua y su relación con los ciclos de vida de las poblaciones generan impactos, que son superficial y tardíamente analizados. Colombia cuenta con 33 embalses que cubren 56.042 ha, equivalentes al 6% de los cuerpos lénticos del país y un volumen de almacenamiento de agua superior a 9831 Mm3. Están ocurriendo transformaciones y eventuales que son indebidamente cuantificadas y valoradas biológicamente. Estas situaciones deben ser consideradas frente a los desarrollos hidroeléctricos propuestos que contemplan 9 embalses nuevos [Pescadero-Ituango, Quimbo, Sogamoso y Porce IV, que ya cuentan con licencia ambiental; La Miel II, con licencia ambiental en trámite; y Amoyá, y Cucana aún sin licencia ambiental], que buscan aumentar la capacidad energética nacional en aproximadamente 3068 MW [DNP 2010].

En términos de tráfico ilegal, a 2009, las Corporaciones Autónomas Regionales reportaron 211.571 individuos decomisados, siendo los reptiles, aves y mamíferos los grupos biológicos más afectados [MAVDT 2011].

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Adicionalmente, las especies de los litorales rocosos también están sufriendo de sobreexplotación, llevándolas a niveles de amenaza, como es el caso del caracol Cittarium pica en el Caribe colombiano de la langosta espinosa Panulirus spp., pulpos, quitones y peces como meros, chernas y pargos.

Se calcula que cerca de 16.136.983 ha, se encuentran degradadas, en relación con 35.335.870 ha equivalentes a las transformadas; siendo las coberturas de cultivos, pastos y la vegetación secundaria las que representan el mayor grado de perturbación [45,6%]. Por otra parte, las coberturas naturales presentan una degradación del 12,2%, correspondiente a 9.615.845 ha de 78.713.516 ha del total del país.


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Recientemente Colombia, se ha concientizado del problema derivado de las especies exóticas o foráneas, identificando que hay 176, de las cuales 17 se encuentran en el listado de las 100 más invasoras del planeta, según lo señala el Grupo Internacional de especialistas de especies invasoras -ISSGdominando el panorama nacional las introducciones intencionales relacionadas con el comercio [Baptiste et al. 2010; MAVDT 2010]. La contaminación química afecta a todos los ecosistemas con impactos altamente negativos sobre la biodiversidad, incluido el suelo y el aire. Entre las principales causas de este tipo de contaminación pueden citarse los residuos industriales [como metales pesados o petróleo], vertimientos humanos producidos por la actividad doméstica, la navegación que derrama varios tipos de hidrocarburos y en especial los derramamientos de petróleo que causan serios daños ecológicos. En relación con la presencia de metales pesados, en la cuenca media del río Bogotá, a la salida de Bogotá, se midió una carga de cerca de 900 kilogramos-día, siendo los principales metales cromo [430 kg] y zinc [410 kg] [IDEAM 2004]. El uso de plaguicidas es parte integral del proceso de producción de cultivos como el banano, palma africana, pastos, arroz, algodón, caña de azúcar, flores, papa, coca y amapola, los cuales han afectando principalmente las cuencas de los ríos Magdalena y Cauca así como las ciénagas de Zapatosa y Grande de Santa Marta; la

cuenca alta y media del río Meta, las cuencas de los ríos Saldaña y Coello, la cuenca baja y media del río Cesar, humedales del altiplano cundiboyacense y cuerpos de agua del Amazonas. La evaluación de la vulnerabilidad de ecosistemas ante la amenaza climática, muestra que los ecosistemas de alta montaña [bosques altoandinos, páramos, glaciares y humedales], las zonas secas y las áreas marino-costeras e insulares, son los tipos de ecosistemas más vulnerables [IDEAM 2010]. En tal sentido, la evaluación de vulnerabilidad 2011-2040 muestró que en los ecosistemas de montaña las áreas potencialmente más afectadas por el cambio climático abarcarían cerca del 70% [4.300.000 ha], impactando las áreas en Boyacá, Nariño, Tolima, Cauca y Cundinamarca [IDEAM 2010]. De otro lado, la vulnerabilidad de los ecosistemas boscosos será mayor en los departamentos de Boyacá, Valle del Cauca, Bolívar, Magdalena y Antioquia. Respecto a las áreas marino costeras e insulares, el aumento del nivel del mar de un metro, inundaría de manera permanente cerca de 4.900 km2 de costas bajas y causaría el anegamiento de 5.100 km2 en las áreas costeras continentales. En la isla de San Andrés, la situación puede ser crítica ya que con el ascenso de un metro en el nivel del mar, se podría causar una inundación mayor del 10% de la isla y 3,8% en las islas de Providencia y Santa Catalina [IDEAM 2010]. Estas inundaciones

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afectarían una población del orden de 1,4 a 1,7 millones de habitantes. En zonas nivales, superpáramos y páramos, por el aumento de la temperatura, podría ocurrir la extinción de un número importante de especies propias de esos ecosistemas, en especial en zonas por encima de los 4.000 m.s.n.m. La desertificación es un problema de deterioro de los suelos que se acentúa por el cambio climático y que afecta principalmente a las zonas secas del país, las cuales representan el 21,5% del territorio. Actualmente, el 78,9 % de las zonas secas presentan desertificación derivada, principalmente, de fenómenos como erosión, salinización, compactación y contaminación. El 42% de las zonas con procesos de desertificación en marcha se localizan en la región Caribe, el 32% en la Orinoquia [sabanas de Meta, Arauca y Vichada], el 24% en la zona Andina [valles interandinos de los ríos Magdalena y Cauca, los Santanderes y los altiplanos cundiboyacense y nariñense] y el 1% en la Amazonía. Algunas valoraciones sobre los servicios ecosistémicos, se estima que las áreas que conforman el Sistema Nacional de Parques Nacionales -SNPNN-, abastecen de agua de manera directa al 31% de la población colombiana y de manera indirecta al 50%. Igualmente, estas áreas protegidas incluyen cuatro de las seis estrellas hidrográficas más importantes del país y más del 62% de los nacimientos de los acuíferos

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nacionales; también protegen el 7% de las lagunas y ciénagas naturales que contienen el 20% de los recursos hídricos que abastecen de energía eléctrica al país. Por tales motivos la conservación de las coberturas naturales presentes en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas -SINAP-, es estratégica en la regulación hídrica [la regulación de caudales se estima en 700.000 mil millones de pesos al año] y en la disminución de la sedimentación [estimada en dos mil quinientos millones de pesos anuales]. Además de lo anterior, del área total de los distritos de riego de mediana y gran escala del país, 176.745 ha se proveen de fuentes hídricas provenientes de estas áreas del SINAP. Igual sucede con el servicio de captura de carbono, donde los beneficios económicos del SNPNN en este campo pueden oscilar entre $830.000 a $2.500.000 por hectárea protegida [DNP 2010]. De otro lado, la estimación de contenidos o reservas totales de carbono [biomasa aérea] en Colombia, empleando un nivel de detalle intermedio, muestra que los bosques naturales almacenan entre cerca de 7.459.762.323 t de carbono. Los tipos de bosque que mayor contenido de carbono almacenan en su biomasa aérea son, el bosque húmedo tropical [6.239.655.586 tC], el bosque muy húmedo tropical [372.958.761 tC] y el bosque muy húmedo premontano [215.562.351 tC] [IDEAM 2010].


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De acuerdo con el World Travel & Tourism Council - WTTC-, se espera para el periodo 2006-2015 un crecimiento real anual de 4.5% de la demanda de viajes y turismo en Colombia, pasando de US$ 9800 millones a US$ 14300 millones en 2015, superando así el crecimiento esperado de 4.1% para América Latina. El ecoturismo corresponde al 7% de turismo mundial total, el cual se estima en US$ 514 mil millones al año. En este campo, el país presenta una tendencia hacia el crecimiento en la visita de regiones naturales como parques nacionales o dirigidos a la observación de aves. Se estima que tan solo las áreas que conforman el SNPNN, registran un promedio anual de visitas de 411.476 personas y que los beneficios totales anuales por ecoturismo oscilan en un rango entre $2,3 y $6,9 mil millones de pesos. Estos resultados muestran la fuente potencial de ingresos que podría derivarse de estas actividades para pobladores tanto de zonas rurales como de aquellas asentadas en áreas de influencia de parques y reservas naturales.

Respecto a la pérdida de especies, se estima que solamente en los últimos 50 años tres especies se han extinto para el país así como para el mundo: la foca monje [Monachus tropicalis], el zambullidor Andino [Podiceps andinus] y el pez graso [Rhizosomichthys totae]. Respecto al número de especies que pueden considerarse como amenazadas a la extinción se estima que son 1.117, afectando principalmente algunos grupos de plantas así como de mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces [de agua dulce y marinos] y algunos invertebrados [Amaya-Espinel 2009]. Finalmente, en el territorio colombiano se encuentran amenazadas de extinción 377 especies de fauna, de las cuales 43 son mamíferos, 112 aves, 25 reptiles, 48 anfibios, 28 peces marinos, 34 peces dulceacuícolas, 7 corales, 14 moluscos marinos, 7 crustáceos marinos, 1 crustáceo terrestre, 13 mariposas, 3 coleópteros, 31 himenópteros, 6 arañas y 5 alacranes [MAVDT 2010].

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FOTOGRAFÍA CAMILO MARTÍNEZ

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