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“No sé si en España se han dado cuenta de que el Estado no va a crear trabajos”
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ENTREVISTA CON BILL AULET DEL MIT

“No sé si en España se han dado cuenta de que el Estado no va a crear trabajos”

Bill Aulet es uno de los líderes empresariales más reconocidos, aunque ha sido gracias al MIT como ha conseguido cambiar el panorama del aprendizaje de los negocios y el emprendimiento

Foto: Aulet ayer en Madrid, durante su charla en la Fundación Rafael del Pino.
Aulet ayer en Madrid, durante su charla en la Fundación Rafael del Pino.

Generalmente, todo artículo sobre uno de los grandes profesores y empresarios de Estados Unidos debería empezar con una anécdota que diese idea de la genialidad del retratado, en este caso, Bill Aulet. Por ejemplo, un hábito diario sorprendente o una historia de rebeldía contra la autoridad; quizá alguna anécdota sobre su paso por IBM, o más tarde como director del Martin Trust Center del MIT Entrepreneurship o como profesor de la Sloan School of Management del MIT. Pero ello sería contrariar las tesis del profesor, uno de los emprendedores más aplaudidos de Estados Unidos y un hábil divulgador de las características que conducen al éxito.

Todas estas cualidades aparecen recogidas y desarrolladas en La disciplina de emprender (LID), que divide en 24 los pasos para crear una empresa exitosa. Aulet es un desmitificador nato, y así, recuerda en la introducción que ni los emprendedores son lobos solitarios, ni tienen que ser personas particularmente carismáticas, ni hay ninguna predisposición genética para triunfar. Al contrario, Aulet explica cómo el futuro de los empleos pasa necesariamente por coger las riendas del propio destino, como explicó ayer por la tarde en una conferencia que tuvo lugar en la Fundación Rafael del Pino, después de atender a El Confidencial.

PREGUNTA. ¿Puede resumir qué contará en su conferencia?

RESPUESTA. Daré un mensaje sobre el libro y otro acerca de por qué estoy aquí. El mensaje sobre el libro es que el mundo necesita más emprendimiento, ya que este va a ayudar a resolver los problemas que cada vez van a ser más significativos. La gente se empezará a dar cuenta de que el emprendimiento es la clave, pero no nos lo tomamos en serio como si fuese una profesión. No creemos que sea lo mismo que ser un abogado, un médico o un profesor, y es una equivocación. Debemos pensar que es una profesión que puede ser enseñada y aprendida, que tiene un cuerpo de conocimiento, que los buenos emprendedores tienen ciertas características y, entender eso de forma científica, no como una representación teatral.

La historia dice que es el individuo quien tiene éxito. Pero los datos dicen lo contrario, son los equipos quienes de verdad triunfan

¿Por qué es importante para mí presentar aquí el libro? El español es muy importante. En 2030, será el segundo idioma más hablado como lengua nativa después del chino. Abarca Sudamérica y partes de Estados Unidos, y en lo que trabaja el MIT es en buscar las tendencias escondidas, no en el 1%. El emprendimiento tiene que ver con el mérito: si lo haces bien, ganas; si no, fracasas. Es la meritocracia definitiva. Quería sacar el libro en español, aunque habría ganado más dinero sacándolo sólo en inglés, porque la misión es llevar el emprendimiento a todas partes.

P. Usted ha explicado en otras ocasiones cómo el emprendimiento se ha enseñado muy mal, a través de casos particulares y no de forma rigurosa. ¿Cuáles han sido los principales defectos de esa enseñanza?

R. Las historias no son análisis. Es como hacer un estudio con una muestra de uno. Si cuento mi historia, la estaré interpretando de la forma que quiera. El objetivo de las ciencias sociales es estudiar las causas de que las cosas buenas y malas ocurran. Ese es el papel de las instituciones académicas: ¿cómo analizamos los datos que tenemos para averiguar qué es un buen emprendedor?

Por ejemplo, la historia dice que es el individuo quien tiene éxito. Pero los datos dicen lo contrario, son los equipos quienes de verdad triunfan. La historia dice que los emprendedores son jóvenes. Los datos dicen que no es verdad. Claro que está Mark Zuckerberg, pero es la excepción, no la regla. Otra cosa es que los emprendedores están locos. Pueden parecerlo, pero tienen una gran autodisciplina. Los emprendedores toman riesgos. ¡No! A mí no me gusta ir al casino para perder. Los emprendedores, lo que hacen, es averiguar dónde tienen una ventaja competitiva y explotarla. Puede que no funcione siempre, pero a la larga tienen la posibilidad de triunfar. No se trata de tomar riesgos, sino de manejarlos de forma que te sean provechosos. Las historias no capturan lo que hacemos, sólo lo hacen de forma anecdótica.

P. El libro se llama La disciplina de emprender. ¿Es ese, la disciplina, el factor más importante para triunfar?

R. No, te hacen falta las dos cosas. Debes tener el espíritu para ser diferente, pero también ser consciente que ello puede provocar que pierdas la disciplina si no eres cuidadoso. Debes ser distinto, pero también disciplinado. Ambas cosas son necesarias e insuficientes por sí mismas. Puedes ser sólo disciplinado y trabajar para el Estado, sin cambiar el mundo. Pero es el espíritu y la habilidad lo que provocan que haya compañías que cambian el mundo.

P. Usted señaló que la demanda de educación en emprendimiento ha pasado en unos años de ser casi nula a ser una de las más solicitadas en los centros educativos. ¿Qué ha pasado entre medias?

R. Una respuesta sencilla: trabajos. Cuando me gradué en la universidad, había trabajos, y eran en el Estado o en grandes compañías, o ser un profesor, abogado o médico, y eso es lo que hacías. Hoy no existen esos trabajos. Entre 1980 y 2010, virtualmente el 100% de los puestos de trabajo que se crearon en Estados Unidos, eran en startups. Tengo cuatro hijos, y acabo de hablar con uno de ellos que vive en Londres, y va a abrir su propia compañía, igual que todos sus amigos. Ahí es donde están los trabajos y la oportunidad. No sé si en España está claro que el Estado no va a crear nuevos trabajos. Las grandes compañías no se expanden y, si lo hacen, es comprando otras más pequeñas.

Cuando me gradué en 1980, si hubiese dicho a mis padres que iba a ser emprendedor, aunque creo que ni siquiera conocía el significado de la palabra, me habrían preguntado “¿qué quieres decir, que quieres vivir sin trabajar?” Hoy es algo mucho más legítimo, tenemos programas, damos dinero para enseñarlos, es aceptable socialmente, y no sólo eso, sino que parece algo muy molón. Se considera prestigioso. ¿Qué haces, reduces emisiones CO2, ayudas a los pobres…? Hay gente que dice “es una burbuja”, y yo digo, ¡no! El emprendimiento está para quedarse. Ser un emprendedor es ser dueño del propio destino.

P. Sin embargo, durante los últimos años, muchas personas se han lanzado a emprender en España, pero muchos han fracasado, quizá porque querían hacerlo pero no sabían cómo. ¿Cuál es el camino más corto hacia el fracaso?

R. Cuando hablamos de celebrar los errores, hay que recordar que hay dos clases de fracaso. Con el malo, no aprendes nada. El bueno es intentar algo y aprender de ello. Yo fracasé mucho. Lo que aprendí es que lo más importante no es la idea, que es algo que sorprende a mucha gente. No, no lo es. Las ideas están por todas partes. Es más importante cómo entiendes el proceso y lo ejecutas, y cómo creas el equipo. Mi primera compañía fracasó porque pensé que todo tenía que ver con la idea y la tecnología, no me centré en el proceso ni en cómo construir un buen equipo. Finalmente, la mayor parte de empresas fracasan porque pasan mucho tiempo pensando en su idea, y no en cómo llevarla a cabo.

Otra cosa que la gente aprende rápido es a centrarse en una cosa. No puedes hacer muchas cosas distintas a la vez. Debes pensar en qué eres realmente bueno y concentrarte en ello. No puedes intentar cazar tres conejos, debes centrarte en uno, y eso es lo suficientemente difícil.

P. Usted siempre ha explicado que lo importante no es lo que uno desee, sino lo que quiera aquel al que se está intentando alcanzar. El cliente manda.

R. Lo aprendí de la forma más dura. (Risas) La gente dice ‘Steve Jobs dijo que no había que preguntarle al cliente qué quería’, pero no funciona así. Debes entender muy bien lo que necesita la gente, y si eres tan arrogante que crees que lo sabes… No van a diseñar tu producto, pero debes entender lo que necesitan, y si no, terminarás con algo como el Segway, que salió y la gente dijo “¿qué es esto? ¿Para qué lo queremos?” “Es bueno para ti”. Es al revés: debes ver el mundo a través de los ojos de tu cliente. Es muy difícil para ingenieros, porque crees que sabes lo que es lo mejor, pero tienes que escuchar.

P. ¿Han perdido los MBA importancia durante los últimos años?

R. La empresa consiste en el valor que tú proporcionas, los credenciales no importan. A veces hasta puede ser contraproducente. Imagínate que nosotros dos hemos conseguido los mismos objetivos, y si tú fueses un MBA y yo alguien que abandonó la Universidad, es más probable que me cogiesen a mí, porque hay una especie de inclinación hacia eso. Asumiendo que los dos creásemos el mismo valor, en emprendimiento, da igual de dónde vengas.

Me resulta fastidioso que cuando visité una de las grandes universidades hace 6 años, me dijesen que el 99% de los estudiantes tenían como objetivo ser funcionarios

Las Escuelas de Negocio no deben centrarse en los credenciales, sino en el valor que se traslada a la gente. Hablamos de ello todo el tiempo. Nuestra competencia no es Stanford o Harvard. Nuestra competencia es Y Combinator o Texstars, que crean más valor que nosotros. Es en lo que tenemos que centrarnos: ¿Qué podemos hacer que hagamos mejor que nadie? Hay que centrarse en el mercado global, no en un credencial. Es muy distinto a cuando me gradué, los títulos importan menos. En un mundo de meritocracia perfecta, es así. Si has sido seleccionado por un buen centro, es como una señal de que eres bueno, pero al final, lo importante son los resultados.

P. Volviendo a España, se ha dicho que nuestro problema es que somos conformistas, que no tenemos esa mentalidad. ¿Es cierto?

R. La gente suele decir que los americanos somos emprendedores, pero no es verdad, hace 35 años, nadie sabía qué significaba la palabra. Las cosas han cambiado. También se dice lo mismo de India. Las cosas están cambiando en España. Dicho esto, me resulta fastidioso que cuando visité una de las grandes universidades hace 6 años, me dijesen que el 99% de los estudiantes tenían como objetivo trabajar para el Estado. Eso no es ser emprendedor. Buscan confort y seguridad, en lugar de ser innovadores. Es preocupante, y tiene que cambiar. Si eres un emprendedor, el objetivo es cambiar el mundo. Si eres conformista, no vas a ponerte a prueba. Ese es el reto de la sociedad española, salir de ese confort y entender cómo estar más a gusto con la incertidumbre.

P. ¿Es un problema de educación?

R. Sí, es uno de los grandes retos para las Escuelas de Administración de Empresas. Estas persiguen estabilidad, predictibilidad y optimización. No son términos que utilizaría un emprendedor. Sí lo son la innovación, cómo introduces un cambio en el sistema, cómo conviertes un problema en una oportunidad… Hay que mirar al sistema educativo y pensar en cómo creamos seres humanos antifrágiles, como el libro de Nassim Taleb, esa gente que cuando ocurre algo malo no se rompe. No es que se queden igual, sino que son más fuertes, como Frankenstein, y debemos construir un sistema que dé lugar a esa clase de personas.

Generalmente, todo artículo sobre uno de los grandes profesores y empresarios de Estados Unidos debería empezar con una anécdota que diese idea de la genialidad del retratado, en este caso, Bill Aulet. Por ejemplo, un hábito diario sorprendente o una historia de rebeldía contra la autoridad; quizá alguna anécdota sobre su paso por IBM, o más tarde como director del Martin Trust Center del MIT Entrepreneurship o como profesor de la Sloan School of Management del MIT. Pero ello sería contrariar las tesis del profesor, uno de los emprendedores más aplaudidos de Estados Unidos y un hábil divulgador de las características que conducen al éxito.

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