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¿Son los wearables la receta para una mejor atención sanitaria?

Según un estudio realizado por “Centre Forum”, grupo de discusión con sede en Reino Unido, Europa se encuentra en la cúspide de una revolución demográfica. En las próximas décadas, los cambios en el perfil demográfico van a plantear retos estructurales, sociales y económicos a medida que continúe la actual explosión demográfica, lo que provocará que la población aumente de los 501 millones a los 525 millones en 2035.

09/12/2015

El aumento de población viene acompañado de un rápido envejecimiento de la misma, ya que la esperanza de vida sigue aumentando. Está previsto que los octogenarios representen el 12% de la población europea en 2060, frente al 4% actual. En otras palabras, habrá dos personas en edad de trabajar por ...

El aumento de población viene acompañado de un rápido envejecimiento de la misma, ya que la esperanza de vida sigue aumentando. Está previsto que los octogenarios representen el 12% de la población europea en 2060, frente al 4% actual. En otras palabras, habrá dos personas en edad de trabajar por cada persona mayor de 65 años, mientras que actualmente la relación es de cuatro por cada uno.

Además, la tendencia se agrava aún más porque la mayoría de adultos se sentirán aquejados de, al menos, una enfermedad crónica, muchas de las cuales reciben el nombre de “enfermedades vinculadas al estilo de vida”, aquellas asociadas a las actividades cotidianas y la alimentación. Las enfermedades crónicas, como la obesidad, la diabetes y otros problemas cardiovasculares, suelen desarrollarse como resultado de la inactividad y conducen a es tilos de vida sedentarios y menos saludables. Lo que todo esto significa es que, como región, nos enfrentamos a una creciente tendencia que afectará, de manera inevitable y grave, a nuestros sistemas de atención sanitaria y a nuestra economía.

Las empresas ya están cada vez más concienciadas del efecto que tendrán las enfermedades crónicas en la población trabajadora en cuanto a días de ausencia por enfermedad y reducción de la productividad. Al mismo tiempo, los gobiernos y los organismos nacionales cada vez son más conscientes del coste que supone una mayor esperanza de vida y la creciente presión que  se ejerce sobre las estructuras nacionales de atención sanitaria.

En el Reino Unido, por ejemplo, los mayores de 65 años ya representan en torno al 16% de la población y consumen el 30% de sus recursos sanitarios, una relación que solo puede empeorar con el tiempo. Incluso se plantean cuestiones sobre si los sistemas de atención sanitaria vigentes son adecuados en la actualidad, por no hablar del futuro, ya que la mayoría se crearon principalmente en torno a un modelo de atención episódica que ahora no está bien dimensionada para dar respuesta a las necesidades de quienes tiene problemas de salud crónicos.

La pregunta es quién, y cómo, atenderá a la población mayor y que vive más y a qué precio. A no ser que se encuentren nuevas soluciones para hacer frente a estos retos, los crecientes costes de la atención sanitaria “podrían provocar la quiebra de todo un país”. Según la Comisión Europea, mientras que estas enfermedades crónicas del estilo de vida se sitúan entre los problemas sanitarios más costosos, tanto para las personas como para las empresas, también son las que presentan mayores posibilidades de curación.

Básicamente, las enfermedades del estilo de vida pueden controlarse, tratarse y evitarse introduciendo cambios sostenibles y saludables en el estilo de vida. Los pacientes pueden, y deberían, encargarse de su cuidado siempre que reciban la información, las pautas y los recursos adecuados para controlar su salud. Las tecnologías llevables (o wearable) de última generación fomentarán un estilo de vida más saludable al permitir, tanto a jóvenes como a ancianos, hacer un seguimiento de su actividad, frecuencia cardiaca, calidad del sueño, calorías quemadas e incluso ver cómo su estado de ánimo afecta a su frecuencia cardiaca. Esto debería permitir a las personas que mejorasen sus decisiones sobre sus actividades cotidianas, lo que se traduciría en una reducción de su vulnerabilidad a enfermedades relacionadas con el estilo de vida y un alivio de la presión que se ejerce sobre los sistemas nacionales de atención sanitaria. (…)

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