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Casa de los libros leídos acoge lectores y bibliófilos

Más de 20.000 libros, entre joyas antiguas y modernas, reposan en la librería de Juan Hincapié.

“Las librerías se están acabando porque no tienen libreros y no por falta de lectores, pues los lectores siempre han sido una minoría”.
Quien así se expresa es Juan Hincapié, el bibliófilo de 59 años de edad al que la pasión por los libros lo llevó a montar su propia librería.
En el 2008 se animó a hacerlo. Lo hizo impulsado por su esposa, quien le dijo que hiciera una librería, que los libros eran lo que tanto amaba. Entonces nació la librería en el centro de la ciudad.
En un principio se iba a llamar El Escaparate del Bibliófilo, pero por cosas de la vida, y sugerencia de su esposa, la nombró Los Libros de Juan, pues los libros eran suyos y Juan es un nombre que no se olvida.
Al convertirse en librero, Juan tenía claro que debía desprenderse de ambiciones económicas, que ese no es el objetivo de una librería. El objetivo es “estar por el resto de la vida con algo que uno quiere mucho”.
Y es que los libros siempre estuvieron presentes en su familia y se convirtieron en el paisaje que veía día a día. Es por esto que se transformaron en el sentido de su vida.
Cuando encontró en la biblioteca familiar El Semanario, de Francisco José Caldas, firmado y con correcciones hechas por ‘El Sabio’, conoció el valor de estos libros escasos y ahí inició su carrera de bibliófilo.
El rumbo de la librería estaba muy claro desde sus comienzos. No quería convertirse en la librería que más vendiera, sino llegar a ser una donde la gente se sintiera feliz. Pero, como ha ocurrido con otras librerías, las dinámicas del Centro hicieron que saliera de ese lugar.
“La librería comenzó en el Centro, uno supone que ese es el punto adecuado. Pero son muchos factores que se suman para abandonar el Centro e irse para un barrio. Entre ellos la inseguridad. Además la gente no quería ir allí”, dice.
La librería se trasladó a una casa de La Castellana, que más que una librería es un museo del libro. En el lugar se encuentran joyas bibliográficas desde el año 1538.
Los libros están por todas partes: en la sala, en las habitaciones, en el garaje, en la cocina, en los pasillos.
Esa es la casa de Juan. Y, tal vez por estar la librería allí o quizás porque en medio de libros un lector está cómodo, las personas se sienten como en ella cuando llegan al lugar. Tanto así, que algunas hasta se duermen.
“La gente viene, se sienta, toma café, lee y compra un libro. Aunque no todos vienen a comprar, vienen en búsqueda de un espacio”, comenta Juan.
Hay sillas, hamacas, una máquina de café, plantas, y una buena compañía porque el librero es quien hace la diferencia en una librería. Según Juan, “vos necesitas un librero que te oriente, que te acompañe, que esté ahí”.
Universitarios, investigadores y pensionados son el público más común de Los Libros de Juan. Estos llegan por un libro y terminan en tertulias en torno a ellos, y no importa estrato social, diferencia de edad y nivel intelectual.
La librería se divide en cinco salas: literatura universal y colombiana, historia colombiana y universal, antropología y sociología, economía, ciencias, teología y otros idiomas. El corredor está dedicado a los libros antiguos y algunos mapas originales de Colombia desde el año 1600.
Las personas ayudan a que no se estanque la librería, gracias a la renovación de libros. Los libros llegan gracias a la colaboración de las personas, quienes llaman a Juan y le ofrecen una biblioteca. Él acude al lugar y rescata el material valioso. Lo demás lo dona, para que los libros no terminen en el reciclaje.
En la librería las personas no son acogidas por Juan, son acogidas por los miles de libros que allí se encuentran. Libros que han pasado por muchas manos, pero que están ahí, en la librería de libros leídos lo que no permite que mueran.
En la librería pueden encontrarse textos desde 10.000 pesos, hasta un valor muy significativo que no vale la pena mencionar. Lo importante de estos ejemplares no es lo económico, sino el valor bibliográfico.
MATEO GARCÍA
Para EL TIEMPO
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