Liderazgos frágiles

El liderazgo se alcanza y se mantiene si va acompañado de la confianza de los tuyos. Sólo así se consigue la autoridad para tomar decisiones que sean aceptadas ampliamente. Una de las consecuencias de la fragmentación de votos en España es la formación de liderazgos frágiles y discutidos en el seno de los partidos. La soledad de Mariano Rajoy esperando que fracase el empeño de Pedro Sánchez en ser investido con la complicidad directa o indirecta de Ciudadanos y Podemos es un signo de gran debilidad.

Las voces críticas en el seno del PP son contenidas. Pero el dedo de Aznar le señaló al decir en presencia de Rajoy que se necesitan “nuevos liderazgos capaces de ejercer una tracción social, moral y política a la altura de los desafíos”. Si las urnas te castigan severamente, el séquito se distancia.

Pedro Sánchez consiguió 90 escaños, el peor resultado de la historia del PSOE en democracia. Su figura fue discutida en un principio, pero ahora el partido le apoya con la esperanza de que pueda ser investido presidente. Si fracasa en su empeño, también será cuestionado por los suyos. Tras la reunión con Pablo Iglesias afirmó que una prioridad es evitar la celebración anticipada de elecciones. La otra es que el pacto con Ciudadanos es intocable y que un posible gobierno de coalición tiene que contar con el partido de Albert Rivera.

El liderazgo de Rivera no es cuestionado porque no tiene historia ni ha pisado el poder. Los socialistas y Ciudadanos serían bien vistos por Europa a pesar de las diferencias ideológicas que los separan. Rivera y Sánchez se sostienen mutuamente como dos náufragos pegados a un salvavidas en plena tormenta en el mar.

El caso de Iglesias es más complejo. Su liderazgo es cuestionado porque ha cesado fulminantemente a su secretario general que era el hombre de Errejón. No hay paz interna en Podemos. A pesar de la retórica de sus largas intervenciones, tan pronto se postula como vicepresidente como él mismo se excluye. Es la tercera fuerza, con 69 escaños, pero no controla la impetuosidad de un movimiento que se cree en el deber de cambiar la sociedad. El encuentro con Sánchez no le salió bien, aunque si se trata de evitar elecciones es capaz de entrar en un gobierno con Rivera. Él no lo sospecha, pero ya forma parte de la casta.

El liderazgo en Catalunya es también muy frágil. Artur Mas muestra su enfado por perder la presidencia y se afana en la refundación del partido. Carles Puigdemont está de paso y Junts pel Sí parece una fórmula transitoria. Oriol Junqueras ha colocado astutamente sus piezas, pero no se sabe si conservaría los votos si se presenta en solitario. La CUP está dividida, pero insiste en que se cumplan los compromisos de investidura ante la incómoda resistencia de Junts pel Sí. Los líderes sufren las consecuencias de la fragmentación de los votos.

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