‘No quiero dormir sola’: un acercamiento a la nostalgia de la soledad

Amanda tiene una vida aparentemente estable, pero sus noches se han vuelto un problema. La imposibilidad para dormir comienza a hacer estragos en su humor y el sentimiento de soledad se acrecienta. Cuando la joven se entera de que su abuela Dolores se ha puesto mal y ella es la única que puede ayudarla, su percepción sobre algunos aspectos de su vida se verán afectados por la convivencia con una persona en condiciones similares.

No quiero dormir sola, la ópera prima de la cineasta Natalia Beristáin, es el retrato de la soledad que experimentan dos mujeres pertenecientes a diferentes generaciones pero que sufren de igual manera un proceso de insatisfacción con su situación actual de vida.

Uno de los aspectos más interesantes de este filme es el tratamiento con el que la directora representa a sus personajes. La joven Amanda es insegura, ansiosa y solitaria. Pasa sus noches buscando el sueño en compañía de cuanto hombre conoce. Parece insatisfecha con su aspecto e incoforme con la idea de asumir la responsabilidad de cuidar a su abuela. Dolores es madura y contundente. Se acurruca en el alcohol para dormir y vive todos los días la nostalgia de su pasado como actriz. Ambas viven atormentadas por la insatisfacción y la soledad.

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Cuando dos personajes que palidecen ante las mismas carencias se encuentran, la claridad y magnitud real de sus conflictos internos se proyectan tan claramente como un reflejo narcisista en la imagen del otro. En este escenario sólo existen dos posibilidades: enamorarse del reflejo o sucumbir a la conciencia de la realidad.

El filme tiene la virtud de ser un acercamiento muy íntimo a la nostalgia que crea la soledad en dos mujeres y un retrato estético de la convivencia entre dos solitarias que encuentran en el reflejo de la otra un conocimiento trascendente de su propia vida.

No quiero dormir sola tiene un estilo parecido a la película Tiempo de vivir, del director francés François Ozon, en la que la convivencia y el amor de dos parientes pueden llevar al espectador por el aleccionador sendero de la compasión. Sin embargo, la convivencia y la resolución de los personajes en el filme de Natalia Beristáin dejan la puerta abierta a la interpretación en dos sentidos polarizados: la compasión ante la tristeza o la apatía de un camino fácil.

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En términos estéticos, la película cuenta con un manejo muy focalizado de la cámara a través de encuadres íntimos que surgen del contraste entre un cuerpo joven y otro acaecido por el paso del tiempo. Es una película filmada con la intención de transmitir contrastes y conexiones entre los personajes con la sutileza necesaria para retratar la belleza en su sentido natural.

A pesar de que no existe una trama elaborada, de que sus recursos monetarios no son vastos y de que se trata de la visión particular de la directora sobre la soledad, No quiero dormir sola logra mantener una tensión natural en la espectador debido al retrato profundo de dos personajes que se identifican en la nostalgia de un sentimiento muy humano: la soledad.

Por Alejandra Arteaga (@Adelesnails)

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