Ficha técnica
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Título original: La peste
País: Argentina, Francia y Gran Bretaña
Año: 1992
Director: Luis Puenzo
Música: Vangelis
Guión: Luis Puenzo, basado en el libro
homónimo de Albert Camus
Intérpretes: William Hurt, Sandrine
Bonnaire, Jean-Marc Barr, Robert Duvall, Raúl
Julia, Jorge Luz, Victoria Tennant, Atilio
Veronelli, Francisco Cocuzza, Laura Palmucci,
Norman Erlich, Marcos Woinsky, Duilio Marzio,
Pancho Ibáñez y Horacio Fontova.
Color: color
Duración: 104 minutos
Género: drama
Productora: Compagnie Française
Cinématographique, The Pepper Prince Company Ltd.,
Oscar Kramer S. A., en asociación con Cinemania
y con la participación de Canal+
Sinopsis: una epidemia de peste asola
Oran. La ciudad es sometida a cuarentena y
diversos colectivos reaccionan de forma muy
diversa ante ella y ante esta situación. |
La peste (1992) de Luis Puenzo es la primera
adaptación de la novela homónima de Albert Camus. Desde
un punto de vista cinematográfico fue un fracaso y a
pesar del elenco de actores que la protagonizaron ni tan
siquiera se estrenó en Estados Unidos, país en el que se
distribuyó directamente en video. Es una adaptación
decepcionante, la mayoría de los conocedores de la obra
literaria la deben considerar un fiasco. Es una película
opresiva, tediosa, lenta, deprimente, oscura y difícil
de seguir. Aunque la peste en la obra de Camus es una
alegoría y así podría entenderse también en la obra de
Puenzo. En ambos se muestran tantos aspectos de esta
enfermedad infecciosa que justifican su análisis desde
un punto de vista sanitario.
La película
La trama comienza durante los créditos. La primera
imagen muestra a un enfermo jadeante, tendido sobre una
cama. A continuación aparece el doctor Bernard Rieux
(William Hurt), el protagonista y narrador de la
película, redactando la crónica de lo que ocurrirá a
continuación (foto 1). Está asistiendo a un paciente, el
portero del edificio donde vive.
La acción se sitúa en la última década del siglo XX, en
una ciudad llamada Orán, de aspecto europeo pero
localizada en el sur de Sudamérica.
Tras los créditos entran en juego dos nuevos personajes,
Jean Tarrou (Jean-Marc Barr), un cámara francés, y
Martine Rambert (Sandrine Bonnaire), una periodista de
la misma nacionalidad. Ambos trabajan para una
televisión de su país. Están en la habitación de su
hotel.
Después aparecen, sorteando una manifestación, camino
del aeropuerto en un automóvil conducido por Cottard (Raúl
Julia), un lugareño que se ha ocupado de ellos durante
su estancia en la ciudad.
En el aeropuerto, Alice (Victoria Tennant), la mujer del
doctor Rieux, también va a tomar un vuelo, ya que
necesita someterse a unas pruebas médicas que no se
realizan en Orán (foto 2). Pero tanto los reporteros
como Alice se encuentran con la sorpresa de que sus
plazas ya han sido vendidas. La esposa del médico
finalmente consigue embarcar aduciendo sus compromisos
sanitarios. Nadie podría imaginar que éste sería el
último vuelo que saldría de la ciudad en las siguientes
semanas.
Cottard, que es paciente de Bernard, ha presentado a los
dos franceses al doctor, que se ofrece a llevarlos de
vuelta a su hotel. Durante el trayecto charlan sobre sus
respectivos trabajos. Mientras conversan la radio ofrece
una curiosa entrevista: preguntan a un responsable
sanitario a cerca de la aparición de ratas muertas en
los despachos del edificio del Departamento de la
Sanidad Pública, a lo que contesta, como no podría ser
de otra forma, que no hay motivo de preocupación.
El doctor Rieux sigue desconcertado por la enfermedad de
su portero, que sufre un empeoramiento repentino, por lo
que decide avisar a una ambulancia para que lo traslade
a un hospital. En el trayecto fallece y más tarde, con
la ayuda de un colega, el doctor Castel (Norman Erlich),
le practica la autopsia (foto 3). Cuando están
examinando al microscopio algunas de las muestras que
han tomado en la necropsia, son sorprendidos por un juez
y por el responsable de la sanidad pública. Este último
les recrimina que hayan realizado la autopsia sin tener
su autorización. Ante esta actitud, arguyen que más grave
es que no hayan sido informados sobre la aparición de
esta enfermedad. El responsable de Sanidad aduce que no
son más que unos casos de una fiebre tifoidea que se
acompaña de adenopatías y vómitos, y que ya se han
mandado muestras a la capital para su estudio. El doctor Rieux le pide que mire al microscopio y ante su negativa
le reprocha su actitud. El juez se interesa por la
conversación y pregunta de qué enfermedad se trata.
Bernard le informa que ratas y porteros mueren por el
mismo motivo, pero el responsable de Sanidad se niega a
ratificar ese diagnóstico.
La historia prosigue con los periodistas. Están en su
hotel y de repente centran su atención en la televisión.
Están informando sobre una reunión extraordinaria
mantenida entre el gobernador y las autoridades
militares por motivos sanitarios (foto 4). Aparecen dos
médicos y, para su sorpresa, uno es el que conocieron en
el aeropuerto. Los facultativos exponen que las ratas
salen para deshacerse de sus pulgas, que no soportan la
luz del día. Pero que el problema no radica en las ratas
muertas, sino en los millones de pulgas que buscan un
nuevo huésped. Y que estas pulgas también están
enfermas, ya que tienen el tubo digestivo obstruido por
unos bacilos y el hambre las enloquece. Una reportera
pregunta si es la pulga la que al picar inyecta el
bacilo desconocido, a lo que el doctor Castel contesta
que no es desconocido que, aunque cambie de forma, sigue
siendo el mismo.
La epidemia de peste se hace oficial y se declara el
estado de emergencia en la ciudad, Orán quedará aislada
a media noche. Pese a estar sumido en enormes dudas, el
doctor Rieux decide, como muchos otros, abandonar la
ciudad para reunirse con su esposa (foto 5). Ya en la
carretera de salida, acompañado de Martine que a partir
de este momento hará lo que sea para escapar de la
ciudad, se arrepiente y, para desconcierto de la
periodista, decide quedarse en la ciudad. Puede más su
sentimiento del deber, el saber que debe quedarse, que
el anhelo por reunirse con su mujer. Esta capacidad de
sacrificio será uno de los rasgos del protagonista.
Rieux dedica todo su tiempo a trabajar incansablemente
intentando controlar la epidemia. En una casa examina a
una niña (foto 6) y, pese a la desesperada oposición de
la madre, decide llamar a una ambulancia para que la
lleve al hospital. En las proximidades, un nutrido grupo
de gente escucha a un predicador que expone un
extravagante mensaje, dice que tanto en las cartas como
en la peste hay unas reglas que determinan quién y
cuándo será condenado. Añade que puede profetizar estas
condenas basándose en las matemáticas y en la política.
Habrá más gente como él que intente sacar provecho del
miedo y de la desgracia colectiva. Mientras esto ocurre,
llega la ambulancia y sacan a la niña ante el revuelo
del público. Un operario se encarga de marcar con una
gran equis roja la puerta de la casa de la enferma.
El doctor Rieux recibe una sorpresa, ha llegado su
madre, viene a pasar con él la Navidad. El bloqueo
impide que la gente salga de la ciudad, pero no que
entre. Trae consigo los resultados del escáner de Alice.
Al verlos, se da cuenta de que su mujer se está muriendo.
En estos primeros días de la epidemia, el cámara francés
se presenta como voluntario en el hospital que dirige Rieux. El doctor, tras proporcionarle la pertinente
mascarilla (foto 7), le hace ver lo duro que es el
trabajo, pero Jean persiste en su intención. Ambos salen
a dar un paseo por los alrededores y tras ellos se puede
ver a unos operarios fumigando la cubierta de un barco.
Siguen caminando y se cruzan con una procesión de fieles
que llevan a un santo en rogativa para que ponga fin a
la epidemia. Queda claro que para una población asustada
cualquier esperanza a la que asirse es buena. El paseo
termina al llegar al lugar donde el doctor había quedado
con un amigo, al que presenta a Jean. Se trata de Joseph
Grand (Robert Duvall), que trabaja en la sección de
cementerio de la oficina del censo y estadística, un
hombre que tiene vocación de artista y escritor.
Llega la Nochebuena y el toque de queda se levanta para
permitir su celebración (foto 8). El doctor y los
periodistas se reúnen para cenar, como otras muchas
personas, en un gran local donde una pareja baila un
tango. El médico charla con el juez y ambos comentan que
esta semana han fallecido trescientas personas, la
mayoría a causa de la peste, pero algunas de los disparos
que recibieron cuando intentaban saquear algunos
inmuebles o por otros delitos.
La escena siguiente discurre en una iglesia abarrotada
de fieles, a la que han acudido desesperados. Pero no
encuentran consuelo en el padre Paneloux (Lautaro Murúa),
que les dirige un sermón retrógrado, en el que señala a
la peste como un designio divino, una forma de alcanzar
la eternidad. Tras finalizar, el doctor Rieux le critica
duramente y le expone su falta de fe. Si creyera en un
Dios todopoderoso, dejaría de practicar la medicina.
El doctor y Jean acuden al estadio, lugar donde se
conduce a los que tienen que ser sometidos a cuarentena.
Observan las deplorables condiciones en las que se
encuentran los internados. Además Rieux sabe que existe
una mala gestión, la madre de la niña que ingresó y que
murió de la enfermedad continúa en cuarentena un mes más
tarde (foto 9). Hablan de ello con el responsable de
Sanidad y le reprochan la situación. El hecho es que el
número de familias sometidas a aislamiento aumenta en
progresión geométrica. El médico le recuerda que fue él
quien aconsejó el aislamiento, pero en el domicilio. Se
marcha muy indignado, tras conseguir que la mujer
abandone la cuarentena, afirmando que el tema está
claro, se ha aprovechado la situación para encerrar a
los ciudadanos en los más diversos sitios.
Martine tiene una sensación extraña y se explora las
axilas, el cuello y la ingle sospechando que pueda tener
bubones. Acude al doctor Rieux que no encuentra nada
(foto 10), pero la joven aprovecha la situación para
confesarle la pasión que siente por él, en ningún modo
correspondida. El doctor lo achaca a un vulgar capricho,
mientras ella atribuye la negativa a la situación
generada por la peste.
El padre Paneloux se ofrece para dirigir un centro de
cuarentena en el hotel. El doctor Castel, que ha
desarrollado un suero antipestoso, desea probarlo. Grand,
el empleado de la oficina del Censo y Estadística,
amigo de Rieux, cae enfermo y es conducido al hospital.
Cuando Martine conoce la noticia, va a cuidarlo y acaba
ofreciéndose voluntaria pese a la oposición del doctor.
Felipe (Bruno Chmelik), el hijo del juez, un niño al que
le enseñaron a cantar la esposa y la madre de Rieux y
que canta en la iglesia, cae enfermo. El médico solicita
a su padre que le autorice administrarle el suero
desarrollado por el doctor Castel. El padre accede. Se lo
aplican junto con una transfusión, pero el niño no
mejora, tiene fiebre, respira con dificultad, presenta
escalofríos, balbucea y, tras un gran grito de dolor,
muere, para desesperación de los presentes, en especial
del doctor Rieux, que no puede comprender esta matanza
de inocentes (foto 11). Éste es el período más crítico
para el médico, pues, además, recibe la noticia de la
muerte de su esposa. Cuando entierran al niño, en una de
las fosas comunes, el padre Paneloux se tiende a su lado
y deja que la excavadora le entierre vivo. Al tiempo, la
periodista intenta marcharse, pero engañada por unos
compinches de Cottard acaba en el estadio.
Al poco tiempo la televisión anuncia que la epidemia
está controlada. La noticia es acogida con júbilo por la
población. Pese a ello, la ciudad seguirá dos semanas más
bajo aislamiento y las medidas preventivas perdurarán un
mes más. Pero Jean no se alegra tanto al pensar que
todo volverá a empezar pasado un tiempo. Se encuentra
con Cottard que considera que nadie ha aprendido nada de
la peste, todos seguirán viviendo bajo las mismas
reglas.
Al día siguiente Jean despierta con fiebre, sed y los
demás síntomas de la peste. Pese a ello, Rieux le trata
en casa y le administra suero. La epidemia en las dos
semanas siguientes pierde intensidad. Grand acaba
recuperándose. La gente acude en masa al estadio y
consigue liberar a los que están retenidos allí. Martine
también encuentra la libertad y es atendida por Grand
que retoma su novela. Jean se recupera milagrosamente
deprisa.
De pronto, en las cercanías del estadio, se oyen
disparos. El autor es Cottard, que dice ser el ángel de
la peste y que dispara a cualquiera que se ponga a tiro.
Cree que nadie ha aprendido nada de la epidemia. El
doctor Rieux y Jean intentan tranquilizarle desde la
calle y el último recibe un impacto en el pecho. Rieux
no puede hacer nada y así se lo hace saber al herido.
Ambos son abrazados por Martine (foto 12) que desde la
casa de Grand ha observado lo ocurrido. Cuando Jean es
conducido moribundo a la ambulancia, sonríe. Cottard es
reducido por la Policía que lo lleva detenido.
La película termina como comenzó. El doctor Rieux acaba
de redactar sus memorias sobre la epidemia de peste
bubónica que él mismo sufrió en la ciudad de Orán. El
último comentario es que la felicidad general siempre
estará amenazada, el bacilo de la peste no muere, ni
desaparece jamás, permanece acantonado.
La última escena presenta una cita textual de la obra de
Camus ...Y llegará un día en que para desgracia y
aleccionamiento del hombre, la peste despertará a sus
ratas y las mandará a morir a una ciudad feliz.
La película y su fuente
La película es una adaptación libre de La peste, novela
que Albert Camus publicó en 1947. En las películas
basadas en adaptaciones literarias siempre es un
ejercicio mental interesante comparar la cinta con la
obra en que se inspiró.
Resulta curioso comprobar cómo Camus fijó la acción en
una ciudad de su Argelia natal, entonces francesa, en
concreto en Orán, mientras que Luis Puenzo conservando
el nombre de la ciudad, la sitúa en un país del sur de
Sudamérica, ¿la coloca en la Argentina de sus raíces?,
¿Es el Buenos Aires que lo vio nacer? Sin duda pues, ésta
es la más europea de las ciudades sudamericanas.
El director trastoca el marco temporal en que trascurre
la acción, ha querido modernizar el momento, la epidemia
no se produce en la década de los 40, sino en la de los
90. Este hecho hace chirriar los engranajes de la peste
bubónica, en concreto los referentes a su tratamiento,
pues desde la comercialización de la estreptomicina se
dispone de un tratamiento eficaz de la enfermedad. La
película se ve vieja, no es posible que una cinta
estrenada en 1992 y cuya acción trascurre en la última
década del siglo pasado se muestre una ambientación tan
anacrónica, ¡qué ambulancias!, ¡qué hospital!, y para
remate el uso de una tienda de oxígeno.
Yendo más allá de las referencias espacio-temporales y
basándose en las ideas que sugiere la lectura de la
novela, la película, aun conservando las líneas
generales de la historia, pierde la fuerza y simbolismo
que Camus plasmó en su obra.
“...en su novela La Peste (1947) Camus todavía se
interesa por el absurdo fundamental de la existencia,
reconoce el valor de los seres humanos ante los
desastres”1.
“En La peste (1947), novela filosófica, la
vivencia de lo absurdo llega al máximo bajo la figura
del sufrimiento del inocente; la peste es símbolo de la
misma vida humana y, en ésta como en aquélla, en
cualquier momento puede saltar agazapada la enfermedad
fatídica y horrorosa, como el absurdo”2.
Otros aspectos de la novela, sin embargo, se han
conservando como es el pesimismo existencialista de
Camus. La peste es una alegoría del nazismo y de
la actitud e impotencia ante él. Puenzo bien pudiera
haber elegido esta obra para su adaptación
cinematográfica, considerando la situación de la que
acababa de salir su país. Cuando la población va a
liberar a los retenidos en el estadio, que las
autoridades a pesar de acabar la epidemia no liberan,
las insultan y grita ¡libertad¡, ¡libertad!, …
Algunos aspectos sanitarios
Dejando a parte estas consideraciones y teniendo en
cuenta que la justificación de la película es la peste y
un médico su protagonista, las referencias sanitarias a
lo largo de la acción son continuas.
La mujer de Rieux debe ir a la capital a someterse a
unas pruebas médicas imposibles de realizar en Orán, un
escáner cerebral. En tiempo de Camus no había escáner.
La presencia de gran número de ratas, muchas de ellas
muertas, hace sospechar a las autoridades sanitarias que
algo raro ocurre. No hace falta tener gran perspicacia
sanitaria para asociar la presencia manifiesta de ratas
con una epidemia con peste.
Los doctores Rieux y Castel tras practicar la primera
autopsia con el fin de conocer la etiología de la
enfermedad, hablan de ganglios linfáticos y emplean un
microscopio para observar las muestras. Este recurso y
en una necropsia ya había sido visto en la pantalla,
baste recordar Pánico en las calles / Panic in the
Streets (1950) de Elia Kazan.
La prudencia es esencial en las autoridades sanitarias,
nunca hay que alarmar innecesariamente, pero los
ciudadanos tienen derecho a estar informados. La actitud
del responsable de Salud Pública es un ejemplo de lo que
nunca debe hacerse y menos en las relaciones entre
profesionales. Intenta falsear la situación diciendo que
los casos no son más que fiebre tifoidea, con
adenopatías y vómitos.
Rieux y Castel informan a los periodistas sobre las
formas por las que se transmite la peste. Las pulgas de
las ratas la trasfieren de roedores infectados a sanos.
Cuando la rata muere las pulgas buscan un nuevo huésped,
que puede ser perfectamente el hombre, para alimentarse
y lo infectan.
Se menciona la potencial mutabilidad de los agentes
patógenos. Tanto virus, como bacterias pueden sufrir
modificaciones en su genoma y así conseguir burlar al
sistema inmune. Se comenta que el agente etiológico de
la enfermedad es un bacilo, aunque no se llega a
mencionar que es Yersinia pestis.
Cuando se declara oficialmente que existe una epidemia
de peste bubónica hay muchas repercusiones. Una de ellas
es la puesta en marcha de una serie de medidas
preventivas, como el aislamiento de la ciudad para
impedir su expansión a otros territorios. Aparecen
operarios fumigando en un intento de acabar con
eventuales focos de infección. Las casas en las que ha
habido enfermos se marcan con una cruz roja. Los
contactos se concentran en un estadio para ser sometidos
a cuarentena. El personal sanitario emplea mascarilla y
en ocasiones guantes para mayor seguridad. Esta
mascarilla podría ser útil para evitar contagios de
peste neumónica, que no se menciona en la película. Se
excavan fosas comunes para enterrar a los fallecidos
rápidamente y así evitar que los cadáveres sean un foco
de contagio. Las ciudades portuarias son las más
susceptibles a sufrir epidemias de peste vehiculadas por
los barcos, éste es el ambiente que se observa en la
película en Oran.
Se refleja el cuadro clínico de la peste bubónica,
aparición brusca de fiebre, dolor de cabeza,
escalofríos, debilidad general y aparición de bubones en
la ingle, las axilas o el cuello. La periodista
francesa, Martine, se autoexplora ante la sospecha de
que pueda tener bubones, más tarde lo hace Rieux. No es de
extrañar que tuviera miedo pues anteriormente, en un
ascensor, le subió una rata por la pierna.
El doctor Castel crea un nuevo suero para luchar contra
el bacilo. Es el único “tratamiento” al que se hace
mención, ya que en ningún momento se comenta nada del
empleo de antibióticos. El suero antipestoso también es
mostrado en otras películas, como en la mencionada
Pánico en las calles o El doctor Arrowsmith/
Arrowsmith (1931) de John Ford.
El doctor Rieux muestra muchas de las virtudes que deben
adornar a un buen médico y además tiene claro lo que
implica su profesión, “soy médico, la enfermedad es mi
enemigo natural”.
La película, con sus cosas buenas y malas, intenta
trasmitir cómo sería la realidad en una ciudad en la que
se ha declarado una epidemia de peste. Dejando al margen
cualquier simbolismo, es una película en la que la
medicina aparece casi en cada escena y sirve como
soporte a toda la trama.
La peste de la novela de Camus podría haber sido
sustituida por Luis Puenzo, dada la época en que
ambientó su obra, por alguna de las nuevas plagas
mortales con las que la medicina se ha enfrentado en los
últimos años del siglo XX. Y llegará un día en que
para desgracia y aleccionamiento del hombre,… las
pestes despertarán y harán morir a los ciudadanos
…de una ciudad feliz.
Referencias
1.- El
Poder de la Palabra [Página Web en Internet] Barcelona:
Albert Camus [Citado 12 Octubre 2004]; [alrededor de 1
página]. Disponible en:
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1537
2.-
Nietzsche en castellano [Página Web en Internet] Buenos
Aires: Camus, Albert (1913-1960) [Citado 12 Octubre 2004];
[alrededor de 1 página]. Disponible en:
http://www.nietzscheana.com.ar/sobre_camus.htm
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