Revista de Medicina y Cine

Vol. 2, Nº 1, enero 2006

 

RMC

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La peste (1992). De Albert Camus

a Luis Puenzo
David Ontoso Picón
Facultad de Biología. Universidad de Salamanca (España).
Correspondencia: David Ontoso Picón. Facultad de Biología. 37007 Salamanca (España).
e-mail: davidontoso@hotmail.com



Recibido el 28 de enero de 2005; aceptado el 22 de septiembre de 2005

Resumen
            La peste muestra cómo se afecta la vida en una ciudad tras ser declarada una epidemia de peste. Pero va mucho más allá y refleja como el desastre y la desgracia pueden hacer aflorar los mejores sentimientos y actitudes de las personas para luchar y lograr sobreponerse ante lo que consideran injusto. El protagonista, el doctor  Rieux, se queda en la ciudad porque marcharse sería desertar, siente la necesidad de combatir para acabar con el mal, que tiene la forma de la temible peste bubónica. Esta enfermedad da al traste con las vidas e ilusiones de cientos de inocentes. El miedo inunda las calles, y, además del doctor Rieux, hay otras personas dispuestas a ayudar y conseguir terminar con el horror. El esfuerzo común logra que la peste acabe desapareciendo ante el júbilo de todos. Pero queda planteada la duda sobre si no es posible que la amenaza siga vigente y algún día regrese.

Palabras clave: peste bubónica, epidemia, cuarentena, suero, adaptación literaria.

 

Ficha técnica

 

Título original: La peste
País: Argentina,  Francia y Gran Bretaña
Año: 1992
Director: Luis Puenzo
Música: Vangelis
Guión: Luis Puenzo, basado en el libro homónimo de Albert Camus

Intérpretes: William Hurt, Sandrine Bonnaire, Jean-Marc Barr, Robert Duvall, Raúl Julia, Jorge Luz, Victoria Tennant, Atilio Veronelli, Francisco Cocuzza, Laura Palmucci, Norman Erlich, Marcos Woinsky, Duilio Marzio, Pancho Ibáñez y Horacio Fontova.
Color: color
Duración: 104 minutos
Género: drama
Productora: Compagnie Française Cinématographique, The Pepper Prince Company Ltd., Oscar Kramer S. A., en asociación con Cinemania  y con la participación de Canal+ 
Sinopsis: una epidemia de peste asola Oran. La ciudad es sometida a cuarentena y diversos colectivos reaccionan de forma muy diversa ante ella y ante esta situación.

            La peste (1992) de Luis Puenzo es la primera adaptación de la novela homónima de Albert Camus. Desde un punto de vista cinematográfico fue un fracaso y a pesar del elenco de actores que la protagonizaron ni tan siquiera se estrenó en Estados Unidos, país en el que se distribuyó directamente en video. Es una adaptación decepcionante, la mayoría de los conocedores de la obra literaria la deben considerar un fiasco. Es una película opresiva, tediosa, lenta, deprimente, oscura y difícil de seguir. Aunque la peste en la obra de Camus es una alegoría y así podría entenderse también en la obra de Puenzo. En ambos se muestran tantos aspectos de esta enfermedad infecciosa que justifican su análisis desde un punto de vista sanitario.

La película

            La trama comienza durante los créditos. La primera imagen muestra a un enfermo jadeante, tendido sobre una cama. A continuación aparece el doctor Bernard Rieux (William Hurt), el protagonista y narrador de la película, redactando la crónica de lo que ocurrirá a continuación (foto 1). Está asistiendo a un paciente, el portero del  edificio donde vive.

            La acción se sitúa en la última década del siglo XX, en una ciudad llamada Orán, de aspecto europeo pero localizada en el sur de Sudamérica.

            Tras los créditos entran en juego dos nuevos personajes, Jean Tarrou (Jean-Marc Barr), un cámara francés, y  Martine Rambert (Sandrine Bonnaire), una periodista de la misma nacionalidad. Ambos trabajan para una televisión de su país. Están en la habitación de su hotel.

            Después aparecen, sorteando una manifestación, camino del aeropuerto en un automóvil conducido por Cottard (Raúl Julia), un lugareño que se ha ocupado de ellos durante su estancia en la ciudad.

            En el aeropuerto, Alice (Victoria Tennant), la mujer del doctor Rieux, también va a tomar un vuelo, ya que necesita someterse a unas pruebas médicas que no se realizan en Orán (foto 2). Pero tanto los reporteros como Alice se encuentran con la sorpresa de que sus plazas ya han sido vendidas. La esposa del médico finalmente consigue embarcar aduciendo sus compromisos sanitarios. Nadie podría imaginar que éste sería el último vuelo que saldría de la ciudad en las siguientes semanas.

            Cottard, que es paciente de Bernard, ha presentado a los dos franceses al doctor, que se ofrece a llevarlos de vuelta a su hotel. Durante el trayecto charlan sobre sus respectivos trabajos. Mientras conversan la radio ofrece una curiosa entrevista: preguntan a un responsable sanitario a cerca de la aparición de ratas muertas en los despachos del edificio del Departamento de la Sanidad Pública, a lo que contesta, como no podría ser de otra forma, que no hay motivo de preocupación.

            El doctor Rieux sigue desconcertado por la enfermedad de su portero, que sufre un empeoramiento repentino, por lo que decide avisar a una ambulancia para que lo traslade a un hospital. En el trayecto fallece y más tarde, con la ayuda de un colega, el doctor Castel (Norman Erlich), le practica la autopsia (foto 3). Cuando están examinando al microscopio algunas de las muestras que han tomado en la necropsia, son sorprendidos por un juez y por el responsable de la sanidad pública. Este último les recrimina que hayan realizado la autopsia sin tener su autorización. Ante esta actitud, arguyen que más grave es que no hayan sido informados sobre la aparición de esta enfermedad. El responsable de Sanidad aduce que no son más que unos casos de una fiebre tifoidea que se acompaña de adenopatías y vómitos, y que ya se han mandado muestras a la capital para su estudio. El doctor Rieux le pide que mire al microscopio y ante su negativa le reprocha su actitud. El juez se interesa por la conversación y pregunta de qué enfermedad se trata. Bernard le informa que ratas y porteros mueren por el mismo motivo, pero el responsable de Sanidad se niega a ratificar ese diagnóstico.

            La historia prosigue con los periodistas. Están en su hotel y de repente centran su atención en la televisión. Están informando sobre una reunión extraordinaria mantenida entre el gobernador y las autoridades militares por motivos sanitarios (foto 4). Aparecen dos médicos y, para su sorpresa, uno es el que conocieron en el aeropuerto. Los facultativos exponen que las ratas salen para deshacerse de sus pulgas, que no soportan la luz del día. Pero que el problema no radica en las ratas muertas, sino en los millones de pulgas que buscan un nuevo huésped. Y que estas pulgas también están enfermas, ya que tienen el tubo digestivo obstruido por unos bacilos y el hambre las enloquece. Una reportera pregunta si es la pulga la que al picar inyecta el bacilo desconocido, a lo que el doctor Castel contesta que no es desconocido que, aunque cambie de forma, sigue siendo el mismo.

            La epidemia de peste se hace oficial y se declara el estado de emergencia en la ciudad, Orán quedará aislada a media noche. Pese a estar sumido en enormes dudas, el doctor Rieux decide, como muchos otros, abandonar la ciudad para reunirse con su esposa (foto 5). Ya en la carretera de salida, acompañado de Martine que a partir de este momento hará lo que sea para escapar de la ciudad, se arrepiente y, para desconcierto de la periodista, decide quedarse en la ciudad. Puede más su sentimiento del deber, el saber que debe quedarse, que el anhelo por reunirse con su mujer. Esta capacidad de sacrificio será uno de los rasgos del protagonista.

            Rieux dedica todo su tiempo a trabajar incansablemente intentando controlar la epidemia. En una casa examina a una niña (foto 6) y, pese a la desesperada oposición de la madre, decide llamar a una ambulancia para que la lleve al hospital. En las proximidades, un nutrido grupo de gente escucha a un predicador que expone un extravagante mensaje, dice que tanto en las cartas como en la peste hay unas reglas que determinan quién y cuándo será condenado. Añade que puede profetizar estas condenas basándose en las matemáticas y en la política. Habrá más gente como él que intente sacar provecho del miedo y de la desgracia colectiva. Mientras esto ocurre, llega la ambulancia y sacan a la niña ante el revuelo del público. Un operario se encarga de marcar con una gran equis roja la puerta de la casa de la enferma.

            El doctor Rieux recibe una sorpresa, ha llegado su madre, viene a pasar con él la Navidad. El bloqueo impide que la gente salga de la ciudad, pero no que entre. Trae consigo los resultados del escáner de Alice. Al verlos, se da cuenta de que su mujer se está muriendo.

            En estos primeros días de la epidemia, el cámara francés se presenta como voluntario en el hospital que dirige Rieux. El doctor, tras proporcionarle la pertinente mascarilla (foto 7), le hace ver lo duro que es el trabajo, pero Jean persiste en su intención. Ambos salen a dar un paseo por los alrededores y tras ellos se puede ver a unos operarios fumigando la cubierta de un barco. Siguen caminando y se cruzan con una procesión de fieles que llevan a un santo en rogativa para que ponga fin a la epidemia. Queda claro que para una población asustada cualquier esperanza a la que asirse es buena. El paseo termina al llegar al lugar donde el doctor había quedado con un amigo, al que presenta a Jean. Se trata de Joseph Grand (Robert Duvall), que trabaja en la sección de cementerio de la oficina del censo y estadística, un hombre que tiene vocación de artista y escritor.  

            Llega la Nochebuena y el toque de queda se levanta para permitir su celebración (foto 8). El doctor y los periodistas se reúnen para cenar, como otras muchas personas, en un gran local donde una pareja baila un tango. El médico charla con el juez y ambos comentan que esta semana han fallecido trescientas personas, la mayoría a causa de la peste, pero algunas de los disparos que recibieron cuando intentaban saquear algunos inmuebles o por otros delitos. 

            La escena siguiente discurre en una iglesia abarrotada de fieles, a la que han acudido desesperados. Pero no encuentran consuelo en el padre Paneloux (Lautaro Murúa), que les dirige un sermón retrógrado, en el que señala a la peste como un designio divino, una forma de alcanzar la eternidad. Tras finalizar, el doctor Rieux le critica duramente y le expone su falta de fe. Si creyera en un Dios todopoderoso, dejaría de practicar la medicina.

            El doctor y Jean acuden al estadio, lugar donde se conduce a los que tienen que ser sometidos a cuarentena. Observan las deplorables condiciones en las que se encuentran los internados. Además Rieux sabe que existe una mala gestión, la madre de la niña que ingresó y que murió de la enfermedad continúa en cuarentena un mes más tarde (foto 9). Hablan de ello con el responsable de Sanidad y le reprochan la situación. El hecho es que el número de familias sometidas a aislamiento aumenta en progresión geométrica. El médico le recuerda que fue él quien aconsejó el aislamiento, pero en el domicilio. Se marcha muy indignado, tras conseguir que la mujer abandone la cuarentena, afirmando que el tema está claro, se ha aprovechado la situación para encerrar a los ciudadanos en los más diversos sitios.

            Martine tiene una sensación extraña y se explora las axilas, el cuello y la ingle sospechando que pueda tener bubones. Acude al doctor Rieux que no encuentra nada (foto 10),  pero la joven aprovecha la situación para confesarle la pasión que siente por él, en ningún modo correspondida. El doctor lo achaca a un vulgar capricho, mientras ella atribuye la negativa a la situación generada por la peste.

            El padre Paneloux se ofrece para dirigir un centro de cuarentena en el hotel. El doctor Castel, que ha desarrollado un suero antipestoso, desea probarlo. Grand, el empleado de la oficina del Censo y Estadística, amigo de Rieux, cae enfermo y es conducido al hospital. Cuando Martine conoce la noticia, va a cuidarlo y acaba ofreciéndose voluntaria pese a la oposición del doctor.

            Felipe (Bruno Chmelik), el hijo del juez, un niño al que le enseñaron a cantar la esposa y la madre de Rieux y que canta en la iglesia, cae enfermo. El médico solicita a su padre que le autorice administrarle el suero desarrollado por el doctor Castel. El padre accede. Se lo aplican junto con una transfusión, pero el niño no mejora, tiene fiebre, respira con dificultad, presenta escalofríos, balbucea y, tras un gran grito de dolor, muere, para desesperación de los presentes, en especial del doctor Rieux, que no puede comprender esta matanza de inocentes (foto 11). Éste es el período más crítico para el médico, pues, además, recibe la noticia de la muerte de su esposa. Cuando entierran al niño, en una de las fosas comunes, el padre Paneloux se tiende a su lado y deja que la excavadora le entierre vivo. Al tiempo, la periodista intenta marcharse, pero engañada por unos compinches de Cottard acaba en el estadio.

            Al poco tiempo la televisión anuncia que la epidemia está controlada. La noticia es acogida con júbilo por la población. Pese a ello, la ciudad seguirá dos semanas más bajo aislamiento y las medidas preventivas perdurarán un mes más.  Pero Jean no se alegra tanto al pensar que todo volverá a empezar pasado un tiempo. Se encuentra con Cottard que considera que nadie ha aprendido nada de la peste, todos seguirán viviendo bajo las mismas reglas.

            Al día siguiente Jean despierta con fiebre, sed y los demás síntomas de la peste. Pese a ello, Rieux le trata en casa y le administra suero. La epidemia en las dos semanas siguientes pierde intensidad. Grand acaba recuperándose. La gente acude en masa al estadio y consigue liberar a los que están retenidos allí. Martine también encuentra la libertad y es atendida por Grand que retoma su novela. Jean se recupera milagrosamente deprisa.

            De pronto, en las cercanías del estadio, se oyen disparos. El autor es Cottard, que dice ser el ángel de la peste y que dispara a cualquiera que se ponga a tiro. Cree que nadie ha aprendido nada de la epidemia. El doctor Rieux y Jean intentan tranquilizarle desde la calle y el último recibe un impacto en el pecho. Rieux no puede hacer nada y así se lo hace saber al herido. Ambos son abrazados por Martine (foto 12) que desde la casa de Grand ha observado lo ocurrido. Cuando Jean es conducido moribundo a la ambulancia, sonríe. Cottard es reducido por la Policía que lo lleva detenido.

           La película termina como comenzó. El doctor Rieux acaba de redactar sus memorias sobre la epidemia de peste bubónica que él mismo sufrió en la ciudad de Orán. El último comentario es que la felicidad general siempre estará amenazada, el bacilo de la peste no muere, ni desaparece jamás, permanece acantonado.

            La última escena presenta una cita textual de la obra de Camus ...Y llegará un día en que para desgracia y aleccionamiento del hombre, la peste despertará a sus ratas y las mandará a morir a una ciudad feliz.

La película y su fuente

            La película es una adaptación libre de La peste, novela que Albert Camus publicó en 1947. En las películas basadas en adaptaciones literarias siempre es un ejercicio mental interesante comparar la cinta con la obra en que se inspiró.

            Resulta curioso comprobar cómo Camus fijó la acción en una ciudad de su Argelia natal, entonces francesa, en concreto en Orán, mientras que Luis Puenzo conservando el nombre de la ciudad, la sitúa en un país del sur de Sudamérica, ¿la coloca en la Argentina de sus raíces?, ¿Es el Buenos Aires que lo vio nacer? Sin duda pues, ésta es la más europea de las ciudades sudamericanas.

            El director trastoca el marco temporal en que trascurre la acción, ha querido modernizar el momento, la epidemia no se produce en la década de los 40, sino en la de los 90. Este hecho hace chirriar los engranajes de la peste bubónica, en concreto los referentes a su tratamiento, pues desde la comercialización de la estreptomicina se dispone de un tratamiento eficaz de la enfermedad. La película se ve vieja, no es posible que una cinta estrenada en 1992 y cuya acción trascurre en la última década del siglo pasado se muestre una ambientación tan anacrónica, ¡qué ambulancias!, ¡qué hospital!, y para remate el uso de una tienda de oxígeno.

            Yendo más allá de las referencias espacio-temporales y basándose en las ideas que sugiere la lectura de la novela, la película, aun conservando las líneas generales de la historia, pierde la fuerza y simbolismo que Camus plasmó en su obra.

            “...en su novela La Peste (1947) Camus todavía se interesa por el absurdo fundamental de la existencia, reconoce el valor de los seres humanos ante los desastres”1.

            “En La peste (1947), novela filosófica, la vivencia de lo absurdo llega al máximo bajo la figura del sufrimiento del inocente; la peste es símbolo de la misma vida humana y, en ésta como en aquélla, en cualquier momento puede saltar agazapada la enfermedad fatídica y horrorosa, como el absurdo”2.

            Otros aspectos de la novela, sin embargo, se han conservando como es el pesimismo existencialista de Camus. La peste es una alegoría del nazismo y de la actitud e impotencia ante él. Puenzo bien pudiera haber elegido esta obra para su adaptación cinematográfica, considerando la situación de la que acababa de salir su país. Cuando la población va a liberar a los retenidos en el estadio, que las autoridades a pesar de acabar la epidemia no liberan, las insultan y grita ¡libertad¡, ¡libertad!, …

Algunos aspectos sanitarios

            Dejando a parte estas consideraciones y teniendo  en cuenta que la justificación de la película es la peste y un médico su protagonista, las referencias sanitarias a lo largo de la acción son continuas.

            La mujer de Rieux debe ir a la capital a someterse a unas pruebas médicas imposibles de realizar en Orán, un escáner cerebral. En tiempo de Camus no había escáner. La presencia de gran número de ratas, muchas de ellas muertas, hace sospechar a las autoridades sanitarias que algo raro ocurre. No hace falta tener gran perspicacia sanitaria para asociar la presencia manifiesta de ratas con una epidemia con peste.

            Los doctores Rieux y Castel tras practicar la primera autopsia con el fin de conocer la etiología  de la enfermedad, hablan de ganglios linfáticos y emplean un microscopio para observar las muestras. Este recurso y en una necropsia ya había sido visto en la pantalla, baste recordar Pánico en las calles / Panic in the Streets (1950) de Elia Kazan.

            La prudencia es esencial en las autoridades sanitarias, nunca hay que alarmar innecesariamente, pero los ciudadanos tienen derecho a estar informados. La actitud del responsable de Salud Pública es un ejemplo de lo que nunca debe hacerse y menos en las relaciones entre profesionales. Intenta falsear la situación diciendo que los casos no son más que fiebre tifoidea, con adenopatías y vómitos.

            Rieux y Castel informan a los periodistas sobre las formas por las que se transmite la peste. Las pulgas de las ratas la trasfieren de roedores infectados a sanos. Cuando la rata muere las pulgas buscan un nuevo huésped, que puede ser perfectamente el hombre, para alimentarse y lo infectan.

            Se menciona la potencial mutabilidad de los agentes patógenos. Tanto virus, como bacterias pueden sufrir modificaciones en su genoma y así conseguir burlar al sistema inmune. Se comenta que el agente etiológico de la enfermedad es un bacilo, aunque no se llega a mencionar que es Yersinia pestis.

            Cuando se declara oficialmente que existe una epidemia de peste bubónica hay muchas repercusiones. Una de ellas es la puesta en marcha de una serie de medidas preventivas, como el aislamiento de la ciudad para impedir su expansión a otros territorios. Aparecen operarios fumigando en un intento de acabar con eventuales focos de infección. Las casas en las que ha habido enfermos se marcan con una cruz roja. Los contactos se concentran en un estadio para ser sometidos a cuarentena. El personal sanitario emplea mascarilla y en ocasiones guantes para mayor seguridad. Esta mascarilla podría ser útil para evitar contagios de peste neumónica, que no se menciona en la película. Se excavan fosas comunes para enterrar a los fallecidos rápidamente y así evitar que los cadáveres sean un foco de contagio. Las ciudades portuarias son las más susceptibles a sufrir epidemias de peste vehiculadas por los barcos, éste es el ambiente que se observa en la película en Oran.

            Se refleja el cuadro clínico de la peste bubónica, aparición brusca de fiebre, dolor de cabeza, escalofríos, debilidad general y aparición de bubones en la ingle, las axilas o el cuello. La periodista francesa, Martine, se autoexplora ante la sospecha de que pueda tener bubones, más tarde lo hace Rieux. No es de extrañar que tuviera miedo pues anteriormente, en un ascensor, le subió una rata por la pierna.

            El doctor Castel crea un nuevo suero para luchar contra el bacilo. Es el único “tratamiento” al que se hace mención, ya que en ningún momento se comenta nada del empleo de antibióticos. El suero antipestoso también es mostrado en otras películas, como en la mencionada Pánico en las calles o El doctor Arrowsmith/ Arrowsmith (1931) de John Ford.

            El doctor Rieux muestra muchas de las virtudes que deben adornar a un buen médico y además tiene claro lo que implica su profesión, “soy médico, la enfermedad es mi enemigo natural”.

            La película, con sus cosas buenas y malas, intenta trasmitir cómo sería la realidad en una ciudad en la que se ha declarado una epidemia de peste. Dejando al margen cualquier simbolismo, es una película en la que la medicina aparece casi en cada escena y sirve como soporte a toda la trama.

            La peste de la novela de Camus podría haber sido sustituida por Luis Puenzo, dada la época en que ambientó su obra, por alguna de las nuevas plagas mortales con las que la medicina se ha enfrentado en los últimos años del siglo XX. Y llegará un día en que para desgracia y aleccionamiento del hombre,… las pestes despertarán y harán morir a los ciudadanos …de una ciudad feliz.

Referencias

1.- El Poder de la Palabra [Página Web en Internet] Barcelona: Albert Camus  [Citado 12 Octubre 2004]; [alrededor de 1 página].  Disponible en:  http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1537

2.- Nietzsche en castellano [Página Web en Internet] Buenos Aires: Camus, Albert (1913-1960) [Citado 12 Octubre 2004]; [alrededor de 1 página].  Disponible en: http://www.nietzscheana.com.ar/sobre_camus.htm

Foto 1: el doctor Rieux redacta la crónica de la epidemia

Foto 2: el doctor Rieux despide a su esposa enferma

Foto 3: realizando la autopsia del primer caso de peste

Foto 4: las autoridades informan a la población

Foto 5: huyendo de la ciudad por la amenaza de la peste

Foto 6: la peste afecta a todos, incluso a los niños

Foto 7: mascarillas contra la peste

Foto 8: diversión en la adversidad

Foto 9: cuarentena en el estadio

Foto 10: buscando bubones

Foto 11: muere otro niño para desesperación del doctor Rieux

Foto 12: amistad, los protagonistas juntos por última vez