Los indicadores del Dane dan cuenta de una progresiva y paulatina disminución de la pobreza en Barranquilla, con una reducción de 3,6 puntos porcentuales entre 2013 y 2014, año en que el porcentaje de personas ubicadas en la franja de pobreza según sus ingresos monetarios descendió al 25,5%.

Estos datos pueden ser interpretados como una prueba de que se están dando pasos en la dirección correcta en los programas de atención social. No obstante, tal como lo evidencia un reportaje publicado ayer por EL HERALDO, aún existe una parte de la población que afronta serias dificultades para cubrir sus necesidades básicas, como lo es el tener garantizadas sus tres comidas diarias.

El trabajo saca a la luz historias de familias que encarnan una preocupante realidad de seguridad alimentaria, que suele pasar desapercibida en los dobleces de las estadísticas del Dane, y que fue develada en la encuesta de percepción 2014 de la Red Colombiana de Ciudades Cómo Vamos.

En la comparación de los resultados, si bien Barranquilla se destacó por mostrar notables avances en varios aspectos, también ocupó el primer lugar en cuanto al mayor porcentaje de población que respondió que sí al preguntársele si en las últimas cuatro semanas tuvo que comer menos de tres comidas diarias porque no había suficientes alimentos. Barranquilla, con un 29%, fue además la ciudad, entre las 14 medidas, donde más subió este indicador frente a 2013, pues registró un incremento de 7 puntos porcentuales. Este significativo aumento se trata, sin duda, de un campanazo de alerta que obliga a revisar lo que está sucediendo y las acciones en este frente. Y preguntarse, ¿qué tan mal alimentada está nuestra sociedad?

Una investigación de la Universidad del Atlántico, publicada recientemente, revela otra dimensión de la situación alimentaria: un solo frito de los que se venden en la ciudad llega a exceder el límite de consumo diario de grasas trans recomendado por la OMS. Estas son las grasas asociadas a problemas cardiacos, y estos fritos, por su bajo costo, la única alternativa de alimentación para muchos hogares. Una peligrosa relación causa-efecto para la salud pública.

Se hace necesario sopesar los esfuerzos emprendidos por la Administración distrital para garantizar una mejor seguridad alimentaria, aunque son innegables. Desde 2014 se puso en marcha en Barranquilla el Programa de Alimentación Escolar, mediante el cual son beneficiados más de 66.000 niños de 166 sedes educativas oficiales, con desayunos, almuerzos y meriendas. La Secretaría de Gestión Social atiende, además, a unos 31.000 niños en temas de recuperación nutricional, en 86 Centros de Desarrollo Infantil habilitados en la ciudad.

Las acciones atienden al principio de que una educación efectiva, y un verdadero desarrollo cognitivo y social, exige como condición una buena alimentación. Pero las cifras de la encuesta muestran que es necesario avanzar mucho más. Ampliar, quizá, el rango de acción, porque este principio también aplica para el buen desarrollo de la sociedad en general. Ningún avance como ciudad será suficiente, si una parte de la población sigue perdiéndole batallas diarias al hambre.