En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

Cultivar sin usar químicos, la motivación en los páramos

Campesinos adaptaron sistemas agrícolas sin químicos para proteger y conservar zonas ecológicas.

Los hermanos Lázaro y Javier Rodríguez, campesinos del municipio de Sesquilé, están más animados que nunca.
Hace unos meses conocieron una nueva alternativa de siembra que, además de ahorrarles unos cuantos pesos, no requiere de ningún tipo de químicos. Ese fue, precisamente, el impulso que necesitaban para trabajar de nuevo en su tierra, la cual habían abandonado hace años para vivir en Bogotá. (Vea la infografía: Los desechos se convierten en energía renovable)
“En esta zona antes se cultivaban papas con tres fumigadas de químico al mes para prevenir las plagas y enfermedades de los alimentos. Ahora, los grandes agricultores le echan a sus campos hasta 28 fumigadas”, cuenta preocupado Javier, quien vive con su familia en la vereda Tierra Negra y es consciente de que el trabajo agrícola que realiza allí debe ser sostenible para que la tierra que labra no se acabe.
Por eso ahora esta familia, que vive cerca de uno de los complejos del páramo de Chingaza, instaló en su terreno desde hace unos meses una biofábrica en donde se fermentan sustancias hechas con productos naturales como humus líquido (elementos orgánicos que provienen de la descomposición de organismos como hongos y bacterias), urea de animales, entre otros, con el fin de sustituir el abono y pesticidas cargados de químicos. Así hacen más fértil su tierra, evitan que los alimentos sean tóxicos para el consumo humano y protegen los cuerpos de agua que rodean la zona.
Agricultura para proteger el páramo
Su nuevo modo de producción lo aprendieron en las escuelas agroecológicas, una actividad enmarcada en un proyecto creado por la empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAB), que tiene como objetivo proteger, conservar y usar de manera sostenible las zonas de influencia de los páramos Guerrero, Chingaza y Cruz Verde-Sumapaz, que rodean a Bogotá y se sitúan en 22 municipios de la Sabana de la capital del país.
“En esta zona de Sesquilé se fumiga con químicos como randa y gramosón. El último está compuesto por paraquat, una sustancia que usan en los laboratorios para hacer alteraciones genéticas. Eso es gravísimo. Por eso queremos usar sistemas diferentes; ahora tenemos la tranquilidad de sembrar semillas limpias”, asevera Javier.
Uno de los pilares del proyecto es quitarle el estigma al campesino que vive en los páramos de ser un enemigo de ese ecosistema por tener terrenos agrícolas allí y así enseñarle modos de producción amigables con el medioambiente para conservar la zona ecológica.
“Somos más conscientes del impacto ambiental. Ahora no desperdiciamos tanta agua como antes, ya que hace más de 35 años bajaban muchas quebradas, pero en este momento nos abastecemos solo con tres”, menciona Lázaro, quien nació con su hermano en esa zona y heredó la tierra en donde trabajaban sus bisabuelos.
De acuerdo con Jorge Acero, técnico de la alcaldía municipal de Sesquilé, el proceso para mostrarles a los pobladores estas nuevas alternativas no fue fácil. “Al comienzo fue complicado, la gente sentía desconfianza, en parte porque se le ha visto como enemiga del páramo. Pero ahora es diferente y por eso trabajamos desde la agricultura sostenible para mejorar el medioambiente”, explica.
Estiércol sirve como energía
A unos 15 minutos de la finca de los hermanos Rodríguez se encuentra la parcela de Javier, quien decidió desde hace tres meses volver a labrar la tierra en donde vive, pues antes trabajaba para un gran papero de la zona.
Para los promotores de este proyecto de la empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAB), es clave que los campesinos no dejen sus tierras abandonadas o que las arrienden a grandes agricultores que producen los alimentos con químicos. El objetivo es que se empoderen de sus terrenos y los trabajen con estos sistemas que funcionan igual que un campo impulsado a base de sustancias que traen efectos negativos en los alimentos y por ende en la salud de los consumidores.
Por ello, Javier regresó a su finca, en donde tiene cerdos y siembra alimentos. Pero desde hace unos días el paisaje de su terreno cambió, ahora tiene un biodigestor con el que obtiene abono para sus cultivos y gas para cocinar o iluminar su casa.
Los hermanos Javier y Lázaro Rodríguez mezclando biopreparados para sus cultivos.
Antes la porqueriza donde tenía sus cerdos no era adecuada para el tratamiento del estiércol, el cual Javier siempre ha usado para abono, pero esto causaba fuertes olores en su terreno.
Ahora este campesino, quien también es oriundo de Sesquilé, pudo remodelar la porqueriza en la que construyó un ducto que lleva los desechos de sus animales al biodigestor, una gran bolsa que fermenta los desperdicios gracias al calor y así estos se convierten en abono y energía.
“Cuando uno regaba directamente el estiércol el olor era fuerte. Ahora con el biodigestor es mínimo y gracias a este sistema aprovechamos todo el desperdicio y ya no contaminamos”, afirma Javier.
Ahora estos tres campesinos fueron nombrados líderes de la zona y tienen la maratónica tarea de replicar sus conocimientos a los vecinos que viven en otras veredas para expandir estas alternativas agrícolas, debido a que muchos son reacios a los cambios y creen que estas iniciativas no sirven.
“Estamos muy animados con este proceso, comemos alimentos sanos y la idea es que los demás lo hagan porque no solo da beneficios a nuestra salud, sino también al medioambiente y a nuestro páramo”, concluyó Lázaro Rodríguez.
Otros proyectos de la EAB
De acuerdo con la Empresa de Acueducto de Bogotá (EAB), este proyecto tiene más metas en otros municipios. Para la entidad, el objetivo es proteger los páramos al ser ecosistemas donde se produce agua. Por ello, la idea es que los habitantes de esas zonas sean los actores principales en este proceso de conservación.
Los campesinos que entraron al proyecto ahora cosechan alimentos cultivados en suelos limpios de químicos. Fotos: Empresa de Acueducto y Alcantarillado
Por ejemplo, en La Calera, cerca al páramo de Chingaza, restauraron un vivero en donde se plantaron especies nativas de la zona. Ahora los pobladores tienen la oportunidad de tomar las plantas sembradas y llevarlas a los sectores en donde viven.
Hasta el momento, con reforestación se han recuperado 146 hectáreas en los 22 municipios seleccionados para este proyecto. Se han hecho aislamientos en 79 kilómetros para la protección de rondas hídricas y 30 áreas han sido declaradas de protección y conservación.
En total han involucrado a 200 familias para que estas difundan a sus vecinos estos procesos.
CUNDINAMARCA
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO