domingo, 27 de julio de 2014

Sabía que si lograba apoderarme de aquella música, me convertiría en el mayor compositor del siglo

Cartas desde Zedelghem
Château Zedelghem, Neerbeke,
Flandes Occidental,

29-VI-1931

Sixsmith:

Soñé que estaba en una tienda repleta, desde el suelo hasta el altísimo techo, de estantes tan atiborrados de antigüedades de porcelana que si movías un solo músculo tirabas unas cuantas al suelo, rompiéndolas en mil pedazos. Que es justamente lo que pasaba, pero en vez de un estropicio lo que se oía era un acorde espléndido, medio violonchelo, medio celesta (¿en re mayor?), durante cuatro compases. Con la muñeca tiraba un jarrón Ming de su pedestal: un mi, para instrumentos de cuerda, fabuloso, trascendental, los ángeles lloraban. Luego ya lo hacía aposta: he roto una figurita de un buey para sacar la nota siguiente, después una pastorcilla: una orgía de metralla llenaba el aire; en mi cabeza, armonías divinas. ¡Qué música! Veía a mi padre calculando el valor de los objetos rotos, la punta de la pluma destellaba, pero yo no podía dejar que la música se interrumpiese. Sabía que si lograba apoderarme de aquella música, me convertiría en el mayor compositor del siglo. Un monstruoso caballero que ríe estrellado contra la pared ha hecho sonar con estrépito todos los instrumentos de percusión.

Fragmento de "El Atlas de las Nubes" de David Mitchell

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