Los niños son los principales protagonistas de las celebraciones de dos fiestas hoy y mañana que, si bien son antagónicas tanto en su origen como en su forma, han encontrado un lugar en los hogares de la Costa arropadas bajo una misma finalidad: premiar y estimular la imaginación de los más pequeños.

De un lado estarán hoy las calabazas, el maquillaje, las máscaras, pelucas y capas, en la popular noche de las brujitas, o Halloween. Del otro, estarán mañana las aureolas doradas, las alas celestiales y los atuendos blancos en el tradicional Día de los Angelitos. En el medio, indistintamente, brillarán las sonrisas de los niños felices ante un recaudo de dulces que excede sus expectativas cotidianas. Eso sí, todo mientras se cumpla algo más que ambos escenarios tienen en común: la imperativa necesidad de que los padres ejerzan un cuidado especialmente responsable en estas fechas, cuya naturaleza incrementa exponencialmente la exposición y la vulnerabilidad de los niños, según han advertido las autoridades.

Si bien para muchos es legítima la discusión que plantea reivindicar la tradición local frente a la creciente influencia del mundo anglosajón, lo realmente importante en estos dos días es que los niños disfruten, y que lo hagan de manera segura. Frente al estímulo del libre desarrollo de la personalidad y el ejercicio pleno de las libertades de cada individuo y familia, en una sociedad moderna pasa a un segundo plano la controversia sobre el significado que cada quien les atribuya a los disfraces, y el disentimiento sobre las creencias y costumbres. Los niños solo quieren divertirse y disfrutar golosinas hasta la indigestión.

El importado cántico del triki triki de hoy ha sido ‘satanizado’ por muchos, en razón de su origen. La tradición en un principio conmemoraba la víspera de Todos los Santos, y se remite a los antiguos pobladores de Europa. Creían en la inmortalidad de las almas y asumían que regresaban a sus antiguos hogares cada 31 de octubre. Así se convirtió en la noche del terror y los fantasmas. La celebración, hoy muy lejos de su origen, hace parte de un festejo sólido que ha trascendido fronteras, fuertemente impulsado por el comercio y Hollywood. Por eso hoy no solo se verán niños superhéroes, también muchos adultos zombies y vampiros, pululando en distintas fiestas que tendrán lugar en las principales ciudades.

Pero más allá del viejo mito, el riesgo es real en las calles. La salida de grandes grupos de niños en busca de dulces abre una puerta para que puedan extraviarse, o caer en manos de personas inescrupulosas, monstruos de verdad. Las autoridades de Policía así lo han venido alertando, y anunciaron que redoblarán los controles con retenes en sitios estratégicos y vigilancia especial en sitios de gran aglomeración.

Las precauciones deben comenzar en casa. Los niños deben estar siempre acompañados por adultos, tanto hoy como mañana. Y el consejo de no hablar con extraños cobra especial vigencia.

Lo primordial es que los niños sean los reyes. Conviene ocuparse de tomar medidas para garantizarlo y desproveer la fiesta de connotaciones metafísicas maléficas, como se llama uno de los personajes más populares este año. Aunque se disfracen del Hombre Araña, la princesa de Frozen, o el arcángel Gabriel, lo que perdurará será el recuerdo. Y la oportunidad de soñar, por un ratico, que un mejor mundo es posible. Uno más dulce.