Crítica: El club de los incomprendidos

Incomprendidos tía saes

No te fíes nunca de una película que empieza con una voz en off diciendo “La adolescencia es…” Lo más seguro es que nadie de esa película sepa realmente lo que es la adolescencia, ni sus personajes, ni mucho menos sus guionistas. Y ese es exactamente el caso de El club de los incomprendidos, terrible adaptación cinematográfica de la saga literaria teen escrita por el español Blue Jeans (pseudónimo de Francisco de Paula Fernández González) que sigue las andanzas de seis chavales supuestamente marginados que forman una pandilla para vivir a su aire sin importar lo que el resto del mundo piense de ellos.

Basada en el primer libro, “Buenos días, princesa” (guiño a La vida es bella, por si no estaba claro), El club de los incomprendidos insiste en hablarnos de la etapa más efímera en la vida de una persona sin tener ni idea de qué va exactamente, y lo que es peor, universalizando americanizando los conflictos de los personajes, de manera que lo que vemos en pantalla no es más que un batiburrillo de ideas y lugares comunes extraídos del audiovisual yanqui, que ni tiene sentido, ni coherencia interna, ni mucho menos verdadera correlación con la realidad que vivimos. El club de los incomprendidos es como Al salir de clase pero con las tramas de Salvados por la campana Gossip Girl. Porque claro, todos hemos escondido una tarjeta de San Valentín en la taquilla de la persona que nos gusta o hemos adquirido un DNI falso para entrar en una fiesta.

La cantidad de tópicos USA que se corta/pegan es inaudita y en consecuencia, el instituto que vemos en la película conforma un universo tan inverosímil que hace que Monster High parezca realismo social. Pero lo más grave es la flagrante apropiación de ideas ajenas, sobre todo del imaginario cinematográfico del inadaptado. En El club de los incomprendidos hay (demasiados) elementos de El club de los cincoel clásico teen que más copian. Veamos, seis chicos problemáticos que arrastran traumas psicológicos y llevan las etiquetas que el resto de estudiantes les ha otorgado (el chulo, la friki, la puta, el pringao…) se reúnen “castigados” en la biblioteca después de clase, donde además de tener tiempo para hacer los deberes y congeniar mazo entre ellos, reciben apoyo por parte del psicólogo de la escuela (pobre Raúl Arévalo metido en esto). ¡¿Hola?! Por si eso no fuera suficiente, tenemos montaje musical con nuestro Club de los seis bailando subidos al mobiliario de la biblioteca, y un discurso final en el que todos se reafirman en sus identidades arquetipadas, como hacía el Breakfast Club en la carta al señor Vernon al final de la mítica película de los 80.

Club de los incomprendidos pósterPero el film también bebe mucho del reciente éxito de culto Las ventajas de ser un marginado, de la que se atreve a calcar su escena más icónica (la del túnel) esperando que no se note demasiado y esforzándose mucho para no soltar un “somos infinitos”, aunque se queden con todas las ganas del mundo. Ellos dirán que se trata de homenajes, pero saben tan poco de lo que es un homenaje como de la adolescencia misma. Esto lo que es es un pastiche, y además uno mal pegado, con Imedio goteando en todas las esquinas. Un bocadillo de chóped vendido como una hamburguesa del Tommy Mel’s.

La amistad entre estos seis chicos está basada en la ilusión de que son diferentes al resto, cuando en realidad son una pandilla artificial de jóvenes de revista de tendencias convertidos en parias porque es lo que ahora mismo mola. Nerds de pega que se quejan constantemente de problemas confeccionados a la ligera, formulados sin pensar demasiado en la plausibilidad que requieren o en la responsabilidad que conlleva un producto de estas características (fenómeno editorial con potencia de convertirse en fenómeno cinematográfico para quinceañeros). En la batidora de El club de los incomprendidos caben conflictos propios de la adolescencia como el bullying, la presión de los padres, la identidad sexual, el Asperger’s, las primeras experiencias sexuales o el suicidio, y se mezclan a toda potencia, de manera temeraria. A pesar del falso halo de dramatismo que nos viene a decir que se toma estos temas en serio, El club de los incomprendidos los utiliza en realidad como accesorio de moda de sus personajes, frivolizando peligrosamente, y lanzando a lo loco (aunque sea de manera involuntaria, porque más luces no tiene) el mensaje de que para vivir la adolescencia a tope hay que estar en contacto con estas experiencias. La insultante caracterización (por llamarlo de alguna manera) de estos seis chicos, tan guapos e ideales que es imposible que nos creamos sus problemas (total, el guión tampoco se molesta en que lo hagamos), no es más que un disfraz, una pobre estrategia comercial que tiene como propósito disimular la verdadera cara de la película, que no es más que otra Tres metros sobre el cielo, pero incluso peor. No hay duda, si John Hughes levantara la cabeza, la usaría para dar un cabezazo a los responsables de este abominable despropósito.

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5 pensamientos en “Crítica: El club de los incomprendidos

  1. GRACIAS!! Empece a ver la peli, llegue como a los 20 min la pare y puse en google the breakfast club y el club de los incomprendidos, me salio este blog que ademas de pensar igual que yo, me evito tener que ver la peli.
    De nuevo Gracias

  2. ¡Exacto! Mejor no lo podrías haber dicho, plasmaste exactamente lo que yo tenía pensado, pero claro con mejores palabras. La verdad no pude ni terminar la película, fue una típica película “wannabe “americana, como dices y demasiados clichés en una. Y el hecho de que la hicieran tan parecida al the breakfast club me resulta increíble, mas por que es una de mis películas favoritas.

  3. Descubrí que era “The Breakfast Club” cuando los seis se reúnen en la biblioteca por segunda vez.

    Un pasarratos prescindible. Tengo que ponerle a mi hija de 14 años “The Breakfast Club” en versión original urgentemente antes de que vea esta mierda. No hay una segunda oportunidad para una primera impresión.

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