lunes, 26 de enero de 2015

Shackleton o el triunfo de la voluntad

En España se calcula que el número de parados supera los seis millones, pero te vamos a hacer una propuesta de trabajo. Atención:  «Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito».
 
 

No te hablamos de irte a Alemania, donde lo del frío y la falta de luz se da por supuesto. Te proponemos irte al Polo Sur (Sí, al culo del mundo). Y como estarás pensando que te estamos proponiendo una locura, una broma de mal gusto o una invitación al suicidio, te decimos que los que leyeron esta propuesta publicada en el Times en 1907 pensaron lo mismo que tú. Pero aun así, respondieron más de 5.000 aspirantes.

El anuncio fue parte de los preparativos de la Expedición Imperial Transantártica, que partió de Londres el 1 de agosto de 1914 a bordo del Endurance y el Aurora, liderada por Sir Ernest Henry Shackleton, explorador irlandés que ya había fracasado en otros tres intentos de conquistar el Polo Sur. Esta vez, la misión consistía en realizar la primera travesía a través de la Antártida. Pocos días antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, Shackleton, junto a otros 26 hombres, formó la tripulación del barco y partió hacia el sur. Todo hacia el sur. Al lugar en el cual ya no puedes ir más al sur. El 19 de enero de 1915 el barco quedó atrapado en una banquisa de hielo. El 24 de febrero, viendo que hasta la siguiente primavera de allí no iban a poder moverse, decidió abandonar la nave y montar una base invernal para, cuando se produjera el deshielo, volver al barco y continuar su ruta. Pero no. El 24 de octubre, el Endurance comenzó a inundarse hasta desaparecer en el fondo del mar.

Ahora ponte en situación: Veintisiete hombres, Shackleton incluido, abandonados a su suerte sobre una plataforma de hielo a la deriva y sin medio de comunicación alguno al estilo de los que a ustedes les pueden venir a la mente y que incluso pueden tener ahora mismo al alcance de su mano. Veintisiete hombres al albur de la naturaleza, de la naturaleza más brutal e inhóspita, intentan llegar a la isla Paulet, a más de 400 kilómetros de donde habían naufragado, a sabiendas de que allí había almacenes de suministros. Fracasaron. Abandonaron la banquisa original para pasar a otra con la esperanza de que la deriva los llevara a tierra. El nuevo campamento recibió en nombre de Paciencia. Fracasaron... y la nueva plataforma se partió en dos, no quedando más remedio a sus ocupantes que subir a los botes salvavidas que habían cogido del Endurance y lanzarse al mar. 

Tras una dramática travesía de cinco días, los hombres llegaron a Isla Elefante, 500 kilómetros más allá de donde el Endurance naufragó, 500 días después de no pisar tierra firme. Isla Elefante, un lugar alejado de cualquier ruta marítima, deshabitado, a 953 km al sur de las islas Malvinas, a 885 km al suroeste del Cabo de Hornos y muy frío. 

La supervivencia en la isla era más que precaria, y aun así, en condiciones inhumanas, todos ellos lo consiguieron por un periodo de dos años. Pero El Jefe, como llamaban en la expedición a Shackleton, sabía que estaban abocados a una muerte segura si no lograban acercarse a las estaciones balleneras del norte, unas bases que se encontraban a más de mil kilómetros de su improvisada casa-isla Elefante. Así, con la decisión del que nada tiene ya que perder, El Jefe construyó una chalupa con los restos de los botes salvavidas del Endurance y se lanzó a la búsqueda de la Isla San Pedro. Más de mil kilómetros a bordo de una nave de apenas seis metros de eslora y bautizada James Caird en honor del principal patrocinador de la expedición.

Estamos ya a mediados de 1916 y casi tres semanas después, la chalupa alcanzó la deshabitada costa sur de la isla. ¿Prueba superada? Pues no. Había que llegar al norte... y en vez de bordear la isla con el James Caird, Shackleton optó por atravesar a pie los 51 km de terreno helado y agreste, con montañas de más de 1200 metros de altura, que los separaban de la estación ballenera que buscaban y que en tan solo 36 horas alcanzaron unos hombres desarrapados y desnutridos. Llegaron a la estación ballenera de Stormness: estaban salvados. Pero Shackleton no se había olvidado del resto de su tripulación, abandonada en la isla Elefante. Así, tras cuatro meses y medio después de haber iniciado una ruta suicida de más de 1000 kilómetros por un mar lleno de placas de hielo, El Jefe, gracias a la colaboración del gobierno chileno, arribó de nuevo a la isla Elefante y rescató a su tripulación, llevándola a Valparaíso, Chile, y de ahí a Inglaterra. Sucedió en mayo de 1917. Toda la tripulación del Endurance sobrevivió para contarlo.


REFERENCIAS

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1 comentario:

  1. Hola, he descubierto hoy vuestro sitio y me gusta la forma que tenéis de contar las historias. Yo también escribí un artículo sobre Shackleton en mi blog, pues es una historia increíble desde cualquier punto de vista que se mire.
    Un saludo.

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