Es lo Cotidiano

GUÍA DE LECTURA NRO 312

Otelo, de William Shakespeare

Jaime Panqueva

Othelo en Bellas Artes
Otello de Verdi en el Palacio de Bellas Artes
Otelo, de William Shakespeare

La obra de Shakespeare, no sólo extensa sino formidablemente profunda, ha sido a lo largo de los siglos objeto de diversas adaptaciones e interpretaciones y, a mi modo de ver, seguirá produciendo magníficas nuevas obras de arte mientras la humanidad mantenga el interés por sí misma.

De paso por la CDMX, aproveché para asistir a la producción del Otello de Verdi en el Palacio de Bellas Artes. Para muchos, el libreto escrito por Arrigo Boito, es la mejor adaptación realizada para la ópera de una obra de Shakespeare que, no está de más mencionar, ha sido musicalizada en su totalidad con resultados muy diversos. Verdi, por ejemplo, compuso además Macbeth y se despidió de la ópera con un desternillante Falstaff. Durante mucho tiempo pensó musicalizar el Rey Lear, pero nunca pudo materializarlo, así como tampoco autores de la talla de Debussy y Puccini que mostraron interés en este proyecto musical sin éxito.

Otelo, personaje que debido al desborde de sus celos da nombre a un síndrome conocido también como celopatía, es un héroe que no sucumbe ante los designios de los dioses o por sus decisiones, sino ante las maquinaciones de Yago, encarnación del mal, del odio y la venganza. Herido en su amor propio por no recibir de Otelo el cargo de capitán que consideraba merecer, y con sospechas de que su esposa le ha sido infiel con su jefe y con quién usurpa su grado, Yago no escatima esfuerzos para desquiciar al Moro y quitar del camino a Cassio, para ello emplea la principal arma de la guerra: el engaño.

El gran general, orgullo de la República Veneciana y terror de los turcos se desploma al sentirse deshonrado y no duda en sacrificar a la culpable de su desdicha para luego quitarse la vida. Antes, las argucias de Yago habían causado heridas a Cassio y Montano, su espada cobra la vida de Rodrigo, y el villano no abandona la escena sin apuñalar a su esposa, Emilia, que muere junto al cadáver de Desdémona tras revelar las ardides de su asesino. La maldad de Yago, desplegada con formidable maestría por Shakespeare nos obliga a reflexionar sobre los propios abismos, sobre el origen del mal que, en la ópera de Verdi, proviene del barro en que fuimos moldeados como especie.

No sólo recomiendo ver o escuchar la ópera, sino contrastarla con la pieza teatral. Tanto la primera como la segunda pueden descargarse diferentes versiones en línea, pero como libro recomiendo el de Austral con la edición y traducción de Ángel-Luis Pujante.

 

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