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“Silencio. Silencio. Silencio” (Leonardo Haberkorn)

Se avivó otra vez en mi cabeza el recuerdo de aquella carta confesional firmada por la decepción de un profesor de Periodismo de Uruguay. No había olvidado la amarga impresión de saber cómo podría sentirse uno al dedicarse a trabajar entregado para encontrarse enfrente con gente desilusionada.

Casi sin darme cuenta leía en la edición impresa de un periódico viejo la renuncia y el desengaño del profesor Leonardo Haberkorn, molesto ante la desidia y la mala educación de un grupo de alumnos que la universidad había colocado en su clase. Enseguida reconocí el texto, aunque el título fuese otro: «Me cansé …me rindo». A través de un tuit, José Luis Martín Nogales compartía la página del diario. Martín Nogales es profesor de Literatura y escritor. Trajo el artículo del uruguayo a su cuenta de la red social del pájaro azul para dejar constancia de la actualidad de lo que en este se dice. En realidad, el escrito original lo había publicado Haberkorn en su blog el día 3 de diciembre de 2015 bajo el título: «Con mi música y la Fallaci a otra parte». (leonardohaberkorn.blogspot.com/2015/12/con-mi-musica-y-la-fallaci-otra-parte.html.-El informante

Lo que cuenta el profesor sobre determinados comportamientos de algunos alumnos en las aulas, la ignorancia y la falta de curiosidad por las cosas que importan de verdad –la política, la ética, el periodismo, el arte o la literatura– no es nuevo y hoy sigue vigente en el universo educativo. Supone un alivio comprobar que no está solo ni se ha vuelto loco quien pretende impartir su asignatura con seriedad y rigor. No es admisible que  un alumno mire la pantalla del móvil mientras el profesor habla. El profesor no puede consentir en un aula la falta de atención ni la desgana; no obstante, si el alumno no quiere participar, obviamente no participa y la educación pierde sentido.

La carta de Haberkorn refleja la lucha desigual entre la ignorancia y el conocimiento. En esas líneas se muestra la interminable pelea entre la prisa y la calma, la electrónica y la mecánica, la clase hablada y escrita frente a la tendencia moderna de lecciones gamificadas. En esta confesión se aprecia la decepción del predicador en el desierto. El profesor anota sus reflexiones sobre el trabajo en clase. Trata de entender qué necesitan algunos chicos para estar motivados. El profesor se pregunta en voz alta qué ha pasado con ellos, quién les ha quitado la curiosidad por aprender. Piensa en los alumnos que eligen el camino equivocado, el sendero más corto, aquellos que no se complican la vida ni se comprometen con el estudio. Afortunadamente no todos los alumnos son así.

Sé que el autor del escrito no se ha rendido, ni creo que se rinda nunca porque no es lo mismo seguir un patrón de conducta o un método que ser un artista.


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