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María de la Luz Padua, secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO). Foto por Patricia Ramírez.

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Cultură

“En el mundo, no todos somos iguales”: Empleadas del hogar nos dicen qué piensan de 'Roma'

“Me despidieron por unos lápices perdidos”.

Este año, Roma tiene la posibilidad de ser la primera ganadora a mejor película y mejor película extranjera en los premios Oscar. La historia dirigida por Alfonso Cuarón ha recibido 10 nominaciones. Basada en recuerdos de infancia del director, se retrata la vida de Cleo, una trabajadora del hogar en los años 70.

La película es un breve vistazo a la realidad de las 2.3 millones de empleadas del hogar en México registradas por el INEGI en 2016. Cleo es una más de las mujeres que laboran hasta 12 horas al día, en la mayoría de las ocasiones, sin prestaciones de ley, bajo malos tratos, salarios insuficientes, discriminación, acoso y calumnias de robo.

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Hablamos con algunas empleadas del hogar sobre Roma y sus años de trabajo en la Ciudad de México.


“¿Necesitas tu dinero? Regresa más tarde”

Vengo de una familia donde las mujeres son trabajadoras del hogar. Yo también lo soy desde hace ocho años. Y si algo me identifica con Roma es que nunca se acaba la labor del hogar, nunca se acaba el lavar los trastos, nunca se acaba recoger la suciedad de una mascota… Te haces cargo desde el más chiquito hasta el más grande de la casa.

Roma me recordó a mi mamá y las historias que nos contaba sobre su trabajo de planta que inició cuando tenía nueve años. Cuando la vi imaginaba que ella había pasado por esas situaciones. Es una película que refleja una realidad actual. He trabajado en las colonias Narvarte, Condesa, Roma y Coyoacán. Siempre son pocas las experiencias buenas, las difíciles son más.

Una vez se perdieron unos lápices y me despidieron por eso. Fue cuando estaba embarazada de mi segundo hijo, les pedí mi incapacidad y al poco tiempo se empezaron a perder cosas, pero aparecían y no me avisaban. Primero fue un reloj, después una computadora, lo último fueron los lápices.

En otra ocasión, una de mis empleadoras me regañó porque salía un poco más temprano los miércoles debido a un taller de padres en el kínder, me dijo que debía elegir entre mi hijo o el trabajo. Escogí quedarme sin trabajo.

Varias veces tuve que ir a cobrar a la casa de los empleadores, al llegar me preguntaban: “¿Sí necesitas tu dinero? Regresa más tarde”. Y así son las situaciones, te llaman por nombres despectivos. Hay escasos salarios. No te permiten salir. Te dejan encerrada con llave. La situación sigue siendo vigente porque no existen leyes que permitan la inspección laboral.

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Actualmente soy secretaria general del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO), asesoro y oriento a las compañeras. Debemos capacitarnos para ver la relación laboral como lo que es. Todas las personas tenemos que ser tratadas con dignidad.

— María de la Luz Padua.

Sobre la comida que se desperdicia antes de que la toquemos nosotras

“Ni tan bien, ni tan mal, más o menos”, es así como resumo mis 25 años como trabajadora del hogar.

Soy originaria de Veracruz y empecé a los 14 años cuando me dijeron que si quería salir adelante tenía que trabajar. Un par de años después me embaracé de mi hija, pero el padre no se hizo cargo, así que me mudé a la Ciudad de México.

Inicié en Coyoacán como trabajadora de planta con un matrimonio de doctores, es decir, vivía con ellos. Eran judíos y tenían una alimentación variada, comían pescado, pollo, carne de res, pero todas las porciones estaban medidas para evitar que comiéramos mis dos compañeras y yo. Sólo cocinábamos esos alimentos, pero jamás los probamos. Tuvimos que comprar un refrigerador pequeño, colocarlo en nuestro cuarto de servicio y allí guardar nuestra propia despensa.

Los gatos comían jamón y plátanos que muchas veces sobraban, pero preferían que se pudrieran a darnos. También recuerdo que utilizábamos uniforme, el cual siempre me resultó incómodo y cuando pregunté por qué utilizarlo, la señora de la casa me respondió que era para evitar que “las muchachas del servicio se ligaran a los maridos y los hijos”.

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Estuve un par de años en esa casa porque me dijeron que podía tener a mi hija conmigo. Ella era muy inquieta, lloraba mucho y apenas empezaba a caminar cuando me di cuenta de que la doctora le pegaba. Lo noté por sus bracitos con muchos moretones. En un inicio no podía creerlo pero cuando me despidieron por pedir permiso para asistir al funeral de mi papá, accedí.

Desde hace 19 años trabajo en la colonia Roma Sur con la misma familia, mi trabajo es “de entrada por salida”. La señora que me empleó en un inicio ya falleció, sin embargo, yo la cuidé en sus últimos momentos. Después empecé a trabajar con los hermanos de la señora.

Primero con la mujer pero ella me acusó de robarle. Nunca tomé nada. Cuando me corrió, a pesar de los años de trabajar con su familia y la confianza que creí tener, me quedó a deber dinero. Sé que lo gastaba en juegos, porque en repetidas ocasiones al llegar la quincena me decía “no te voy a pagar porque con ese dinero es con lo que voy a jugar”.

Actualmente trabajo con su hermano, nos llevamos bien, pero me ha dejado claro que no me dará nada más allá de mi salario. Cuando vi que sacaron lo del seguro para trabajadoras del hogar le dije que ahora tendría que cumplirme, su respuesta fue “estás loca, si quieres te lo doy pero te pagaré lo mínimo que son 100 pesos” y yo sé que no me conviene.

Me tomarán como una persona conformista, lo reconozco, pero no me gustan los problemas. Imagino cambiar de trabajo, llegar a un lugar donde no sabes cómo están las cosas, si te van a acusar por algo, no saber cómo te van a tratar… Imagínate.

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—Luisa* Ortiz (sobrenombre por petición de anonimato)

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Patricia Larrea. Foto por Patricia Ramírez.

En el mundo no todos somos iguales

Ser indígena y sobresalir de dónde somos es difícil. Tengo 71 años y soy trabajadora del hogar desde 1961. Como Cleo, la protagonista de Roma, yo también vengo de un pueblo: San Juan Colorado, Oaxaca, y hablo mixteco.

El trabajo del hogar es mucho: cocinar, lavar, planchar y todo lo que las personas piden. Ellos mandan, nosotras tenemos que hacer. Es como cualquier trabajo, pero mucho más pesado. Algunas veces tuve que emplearme doble, laboré como tortera, costurera y hasta tamalera al mismo tiempo que trabajaba en las casas. Todo para salir adelante, siempre lo repito.

En Roma falta mostrar eso. A mí nunca me trataron como si fuera de la familia. Al contrario, siempre ha habido discriminación, pero trato de no hablar de eso. Cuando mi nieta me pide que repita la historia sobre las ocasiones en las que mis jefes me decían que yo debía comer en otra mesa, prefiero decirle que no porque no quiero contar eso, en el mundo no todos somos iguales.

Tras tantos años de trabajo me concentro en las cosas buenas, en las experiencias que he aprendido. La gente es un poco más educada con nosotras de lo que era antes. La labor del hogar sirve para vernos como personas.

—Patricia Larrea.

La interminable tarea de que los pisos brillen

Empecé a trabajar a los 15 años cuando mi mamá me dijo que debía hacerlo. No recuerdo bien el porqué, pero así inicio mi labor como empleada del hogar. Soy de Pachuca, Hidalgo, desde los 10 años vivo en la Ciudad de México, actualmente tengo 42.

Las zonas donde principalmente he trabajado son las colonias Polanco, Condesa y Narvarte. He conocido gente linda que son las personas que te dan de comer y valoran tu trabajo; las personas malas son las que no te permiten el alimento o te dan de comer las sobras, te pagan poquito y no reconocen todos los deberes que haces.

Recuerdo que hace varios años sólo me pagaban 100 o 150 pesos por limpiar, cocinar, lavar y planchar. Una señora me hizo tallar un piso hasta que brillara. Tardé mucho. Fue imposible.

Hay gente que vilmente te trata como esclava, que quiere abusar de mis compañeras. En la actualidad la situación de las trabajadoras ha cambiado, hay información y organizaciones que se preocupan por nuestros derechos. Aquí en la capital ya no nos dejamos y nos defendemos, sin embargo, todavía hay mucha gente que busca trabajadoras que desconocen, que son sumisas. Yo les digo que no se dejen, que se defiendan, que se informen.

—Gregoria Hernández.

@NoSoyPatty