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Presidente: ¿qué sigue, expropiar empresas?

Ángel Verdugo

Ángel Verdugo

Tal cual

 

Lo visto en materia de la gobernación del actual gobierno —desde que entró en funciones el 1 de diciembre del año 2018—, se puede definir como un largo rosario de desatinos y ocurrencias en materia de políticas públicas y decisiones administrativas de diversa índole.

Asimismo, la inclinación absurda de pretender cambiar todo en un instante del que todo desconoce del funcionamiento de un gobierno de la complejidad de nuestro gobierno federal, es lo que nos ha permitido ver aquel rosario y, sin duda, continuaremos viendo y padeciendo desatinos y ocurrencias las cuales, poco tienen que ver con la realidad y las necesidades que el país y su economía presentan en los tiempos que corren.

También, por si faltare algo, debo señalar que la incertidumbre económica y la volatilidad política presentes en no pocas regiones del planeta obligan, se acepte o no, a mantener relaciones estrechas con nuestros principales socios comerciales, y una presencia activa en foros globales y organizaciones multilaterales. Nuestro gobernante, por el contrario, como si fuere presidente municipal de Macuspana, hace gala de su aldeanismo y visión aislacionista dañina para el país.

Hoy pues, con menos de cinco meses, todo indica que el gobierno actual y el que lo encabeza, no serían capaces siquiera de administrar de manera responsable y eficiente el gobierno de un municipio de dimensiones medias. Durante esos meses transcurridos hemos visto de todo, siempre del lado equivocado; ya mencioné ocurrencias y desatinos y ahora debo agregar, la falta de coordinación entre los que integran el gabinete pues para decirlo claro, todos parecen ir por un rumbo distinto al de los demás.

La gobernación que hoy padecemos más parece una película de Los Tres Chiflados que un ejercicio responsable y sensato el cual se mantenía, todavía hace unos días, dentro de los límites que las leyes establecen incluida la Constitución. Sin embargo, a medida que la incapacidad ha mostrado sus efectos negativos, y el peligro de gobernar sin rumbo y sin definición clara de responsabilidades es más que evidente, las promesas de campaña (dada la incapacidad y falta de recursos para sufragarlas de manera sana), se ven hoy como ilusiones sin sustento alguno.

La desesperación que se advierte en el gobernante ante la cruda realidad, se refleja ya en su conducta cotidiana; el contenido de sus monólogos matutinos y los discursos pronunciados en la plaza pública —actividad que lo seduce, pues no entiende que la campaña terminó, que él fue el triunfador y ahora debe gobernar— se ha radicalizado. Como consecuencia de ello, las amenazas a grupos y personas diversas son cada vez más frecuentes y preocupantes.

Es aquí, como consecuencia de la realidad económica y política que le ha sido completamente adversa, cuando las ocurrencias y los desatinos han dado paso a órdenes dadas por escrito a los colaboradores para que, en una decisión incomprensible —salvo que haya sido producto de la pérdida de cordura—, violen la Constitución y varias leyes que de ella emanan, las cuales están vigentes y se aplican.

¿Y qué decir de los más cercanos, defensores que prefieren la ignominia, antes que contradecir al poderoso? Éste, la respuesta que les da en lo privado —según no pocos—, no es tan correcta y comedida como debería ser. Por otra parte, ¿es justificable que legisladores experimentados y conocedores de la Constitución y del papel que ésta asigna al Ejecutivo, lleguen al servilismo extremo y la ignominia para no exhibir la ignorancia del que ordena por escrito violarla?

¿No hay límites a la abyección de los cercanos a López? ¿Es el servilismo y no la dignidad profesional y personal lo que cuenta para ser designado en una u otra posición? ¿Acaso el modelo de servidor público para López son Urzúa y Herrera, Nahle y Romero, Jiménez y Márquez, Sandoval y Ebrard, Moctezuma y Sánchez, y Alcocer y Villalobos entre otros?

Por otra parte, ¿a qué se debe que las órdenes contenidas en el famoso memorándum no hayan suscitado protestas masivas en contra de él y de su autor? ¿Por qué las denuncias de la violación de la Constitución han sido obra de unos cuantos? ¿Acaso porque ya somos, además de un país de cínicos, también de cobardes y agachones ante el poderoso?

¿Qué sigue ahora, Presidente? ¿Expropiar empresas de sus críticos y revivir la política de fijar precios oficiales?

 

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