Identificada la silla más antigua de Barcelona, milenaria y en uso

Sorpresa arqueológica

Una investigación descubre nuevos elementos de procedencia romana en la catedral

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La estructura original de la cátedra de la catedral de Barcelona, mucho más antigua de lo creído y con mármoles de Carrara y Proconnesio.

Xavier Cervera

No se sabe quién fue el primero en sentarse. Ni tan siquiera cuándo. Pero de lo que no cabe duda es que esto sucedió hace casi mil años, mucho antes de lo que siempre se había creído. La cátedra, es decir, el asiento del obispo, de la catedral de Barcelona es la silla más antigua de la ciudad que sigue manteniendo su uso, como mínimo, desde la consagración de 1058. Así lo determina un estudio que se presenta a partir de mañana en el transcurso de la IV Jornada de Basílicas Históricas de Barcelona que organiza la Facultat Antoni Gaudí.

A veces ocurre. Lo que salta a la vista es lo que pasa más desapercibido. “Nunca se había mirado con ojos analíticos la cátedra de Barcelona”, explica la arqueóloga Julia Beltrán de Heredia, autora de la investigación junto a la también arqueóloga Isabel Rodà. “Hay tantos elementos en una catedral...” parece excusarse mientras se acerca al objeto de sus recientes atenciones, ubicado en el altar mayor.

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El asiento de la cátedra contiene seis bloques de mármol reaprovechados del mundo antiguo.

Xavier Cervera

Gracias a este estudio no sólo se ha determinado que la silla del obispo es “como mínimo” románica, del siglo XI, y no gótica, como aparece datada en los libros, sino que además su estructura original está elaborada con seis piezas de mármol procedente del mundo romano. Otro detalle que la remonta en el tiempo.

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La cátedra de la catedral de Barcelona.

Xavier Cervera

Con la autorización y el acompañamiento de un guía oficial de la catedral, Beltrán palpa uno de los bloques marmóreos de la estructura original. “El reaprovechamiento de materiales era normal en el mundo tardo antiguo”, explica. “No sabemos de qué edificios u objetos provienen estas losas, pero el mármol sí, son de las canteras de Carrara y Proconnesio”, ambas muy utilizadas para elaborar grandes obras durante el Imperio Romano.

La estructura original de la cátedra no esconde sus cicatrices, cinceladas por el paso del tiempo y con alguna contribución humana. De hecho, uno de los dos bloques del asiento mantiene dos agujeros, tapados hace siglos con mortero, que recuerdan un uso anterior del material. También hay un par de fragmentos añadidos para reparar roturas, como si se tratase de un zurcido.

El reaprovechamiento de materiales era normal en el mundo tardo antiguo”

Julia BeltránArqueóloga

A pesar de sus imperfecciones, existe una voluntad inequívoca de preservación de la estructura original de la cátedra, lo que hace sospechar que pudiera remontarse todavía a épocas más antiguas de la basílica, incluso a su etapa primigenia paleocristiana del siglo IV.

El expolio de materiales de edificios romanos, muy habitual en esa época, no solo respondía a una necesidad práctica y económica, también tenía una razón simbólica. “Representaba el triunfo del cristianismo frente a la religión pagana”, recuerda Beltrán.

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Uno de los laterales góticos de la cátedra.

Xavier Cervera

Y es así como a lo largo de los siglos, se fue embelleciendo la cátedra sin desprenderse de sus maltrechos elementos romanos. En época gótica, durante el primer cuarto del siglo XIV, se añadieron los bellos laterales actuales.

Atribuidos al italiano Lupo di Francesco, quien lideró la ejecución del sarcófago de Santa Eulalia en la cripta, representan un edificio gótico con arcos, rosetones y dos columnas salomónicas que se integran perfectamente a la estructura original, ennobleciéndola. También esculpió un respaldo en forma de obispo que se encuentra actualmente en el museo de la basílica. Esta primera reforma de la cátedra es la que generó el equívoco de considerarla gótica.

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Un detalle del respaldo añadido a mediados del siglo XX:

Xavier Cervera

Ya en fechas mucho más contemporáneas, durante la restauración de la catedral realizada por el arquitecto Joan Bassegoda a partir de la segunda mitad del siglo XX, se añadió el actual respaldo de madera. El especialista recreó el estilo gótico y se inspiró en la propia silla que aparece en la clave de bóveda de la cripta. Y, precisamente, los pasos de Julia Beltrán se dirigen ahora allí, donde se halla el segundo descubrimiento de la investigación.

La costumbre perdida de las reliquias por contacto

Tras el espectacular sepulcro gótico de Lupo di Francesco, obra maestra de la escultura gótica, se encuentra la urna primitiva donde reposaron antes los restos de santa Eulalia, así como la lápida que explica su traslado, en el siglo IX, de Santa María del Mar a la catedral.

El arca, la placa epigráfica y la tapa de la sepultura, que en realidad es un trozo de cancel, también son piezas de mármol reaprovechadas. Incluso, en el lateral derecho de la urna todavía sobresalen elementos decorativos que formaban parte de su uso anterior: una flor esculpida y una moldura.

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Una flor y una muldura correspondiente al uso anterior que tuvo la urna primitiva de santa Eulalia.

Xavier Cervera

Pero el verdadero descubrimiento se encuentra en algo que a simple vista pasa totalmente desapercibido. El ángulo izquierdo inferior de la placa con las inscripciones muestra una forma redondeada. No es fortuita. Se trata de un fragmento de una apertura que permitía obtener reliquias por contacto de santa Eulalia.

“No sabemos cómo estaba situada, pero debía localizarse muy cercana a los restos”, explica Beltrán, que también revela que el cancel convertido en losa cuenta con una apertura similar.

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La forma redondeada que ervía para obtener reliquias por contacto.

Xavier Cervera

“La gente introducía ropa, incluso bañada en aceite, para que entrase en contacto con el cuerpo del mártir y así obtener una reliquia de protección”, explica la arqueóloga.

Este sistema, al alcance de ricos y pobres, autóctonos y peregrinos, era habitual; pero nunca hasta ahora se había documentado en Barcelona con los restos de Santa Eulalia, lo que demuestra la importancia de la patrona principal de la ciudad antes de la llegada de la Mercè en el siglo XVIII.

Recorrido por los restos romanos

La investigación de las arqueólogas Julia Beltrán e Isabel Rodà se completa con un estudio en profundidad de los otros elementos de procedencia romana y tardo antigua, algo ya más conocidos, que también se encuentran en el interior de la Catedral de Barcelona. El caso más significativo y llamativo cabe buscarlo en el sepulcro de san Ramón de Penyafort, del siglo XIV. Su cabeza, en cambio, pertenece “por la factura y la expresión” a un busto romano del siglo III, data Beltrán.

En concreto, retrata a un hombre de unos 40 años que “no era ni de Barcelona ni de Tarragona, porque en aquella época este tipo de retratos escultóricos, en la península Ibérica, sólo se ejecutaban en la Lusitania, o en otras partes del Imperio”, detalla la investigadora. Lo cierto es que para que el busto romano pasara a representar al santo, pasó por alguna ‘intervención quirúrgica’. En primer lugar, se le amputó el cuello para que pudiera encajar dentro del hábito del dominico. También se le recortaron las orejas para allanarlas y, finalmente, la nariz sufrió algún retoque.

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El sepulcro de sant ramon de Penyafort con la cabeza romana del siglo III.

Xavier Cervera

Otro elemento romano destacado es la pila bautismal que siempre se ha atribuido a la catedral románica, hoy en día en desuso y expuesta en la sala capitular, convertida en una pieza más del museo catedralicio. “En realidad forma parte de una cornisa monumental de un edificio romano que, por su gran dimensión, seguro que no se alzaba ni en Barcelona ni en Tarragona”, especifica Beltrán.

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La pila bautismal de la catedral románica.

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La pieza todavía conserva algunos elementos decorativos, como medallones y vegetales esculpidos en el mármol procedente, como algunas de las piezas de la cátedra del obispo, de las afamadas canteras del Proconnesio. “Seguramente pertenecía a un templo y se vació para darle la forma de pila”, detalla.

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Un detalle de las antiguas decoraciones de la cornisa romana que se utilizó para realizar la pila bautismal.

Xavier Cervera

Todavía hay un par de elementos más, aunque menores, correspondientes al mundo romano y localizados en la puerta románica de acceso a la Catedral desde el claustro. Se trata de dos losas con fragmentos de inscripciones que se debieron reaprovechar, según Beltrán, “de un pedestal epigráfico del foro romano”, ubicado en la actual plaza de Sant Jaume.

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Una inscripción romana en la puerta de acceso del claustro a la catedral.

Xavier Cervera

Cierra el recorrido por los elementos de la antigüedad clásica de la catedral de Barcelona, el más moderno de todos ellos: los dos capiteles tardo antiguos, datados entre los siglos V y VI, correspondientes a la basílica visigótica.

“Son las piezas documentadas más antiguas realizadas ex profeso para la catedral”, apunta la arqueóloga. Hoy sirven de base para el altar mayor, como ya ocurría en época románica y gótica. Por aquel entonces, no obstante, un capitel se encontraba encima del otro y, entre ambos, se ocultaba una lipsanoteca, de unos cinco centímetros, con reliquias de santa Eulalia y un pergamino que indicaba la procedencia. Siglos después, a finales del XVII, se abrió la caja sagrada y se sustituyó por otra lipsanoteca algo mayor que incluía más restos de la santa.

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Los dos capiteles de la basílica visigótica que hoy forman parte del altar mayor.

Xavier Cervera

Durante la Guerra Civil, los capiteles sufrieron un acto vandálico y se trasladaron al Museo Arqueológico de Catalunya, Y no fue hasta la reforma del arquitecto Joan Bassegoda, muy avanzado el siglo XX, que los capiteles regresaron al altar en la posición actual, separados, uno a cada extremo.

La Catedral, recordemos, se alza sobre una antigua e importante domus romana que debió de servir de centro de reunión para los primeros cristianos antes de su reconocimiento como religión del Imperio. Esto, sumado al origen romano de la propia ciudad, más que sorprender los restos de este periodo que se encuentran en la basílica, lo que llama la atención es que existan tan pocos. “Documentados sólo tenemos estos, pero deben haber muchos más”, reconoce Beltrán. Eso sí, “están muy escondidos”. Sin duda, los investigadores seguirán buscando.

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La nave principal de la catedral de Barcelona.

Xavier Cervera

Secretos ocultos bajo tierra

La catedral de Barcelona todavía sigue siendo una gran desconocida para los arqueólogos. Poco se sabe de ella en fechas anteriores al edificio gótico. Sin duda, el subsuelo alberga unas cuantas respuestas, pero casi no se han hecho intervenciones arqueológicas. Solo se conoce el baptisterio de los siglos V-VI, situado frente a la actual capilla de san Marcos, y una parte de la basílica románica.

Para aportar un poco de luz al pasado de la catedral, se han realizado unos estudios de georadar en el subsuelo con una antena de 400MHz, que ha podido llegar hasta los tres metros de profundidad. Los datos han permitido encontrar lo que, presumiblemente, sería uno de los ábsides de la antigua catedral en la zona de sant Iu y otras estructuras que están siendo objeto de debate y que también recogerá la jornada organizada por la Facultat Antoni Gaudí .

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