Ahora sí que parece que el cambio está entrando en los corredores del poder en Chile. Lo más sintomático y reciente: el Colegio de Abogados. Las mayorías de cada lista para integrar el consejo de esta entidad para el período 2019-2023 las obtuvieron mujeres, quienes, incluso, debieron ceder dos cupos a los hombres para conservar los equilibrios.

En Sofofa, la elección de consejeros también marcó un hito: la participación de las mujeres este año se duplicó, tras la elección de seis nuevas integrantes. Tal parece ser que lo que no logramos en los directorios y gobiernos corporativos de las empresas, poco a poco comienza a pasar en otros espacios que, hasta hace poco, eran homogéneamente masculinos.

En el caso del Colegio de Abogados, el factor que gatilló el cambio está claro: se habían establecido cuotas de género y el presidente del colegio apoyó el proceso. Las cuotas operan como puentes para cerrar las brechas y, con el tiempo, probablemente no serán necesarias. Pero ahora lo son. En ese sentido, la aprobación en general en la Cámara de Diputados de la Ley de Cuotas para las elecciones municipales y de gobernadores es un paso fundamental y también va en la dirección correcta.

En el caso de la Sofofa, al parecer, otros factores han producido un cambio respecto de lo que ocurrió en los directorios de las empresas Ipsa hace solo un mes, con un decepcionantemente pequeño aumento de directoras. Probablemente los liderazgos en la gremial contribuyeron y quienes votaron en esta instancia se han ido convenciendo de que el diversificar las sensibilidades que intervienen en la toma de decisiones suma al prestigio del empresariado.

Hoy, el distanciamiento entre las élites y la ciudadanía "de a pie" es un factor de la irritación en muy distintas sociedades en el mundo, que provoca emociones profundas y abre las puertas al populismo. En definitiva, los que tengan el gatillo para el cambio de conducta deben ser los ciudadanos y ciudadanas. Ellos y ellas pueden premiar o castigar las prácticas que van a favor o en contra de una sociedad más abierta y democrática. Y para eso requieren de información.

El Ministerio de la Mujer y Equidad de Género está trabajando para implementar un reporte individual por parte de las empresas respecto de la Norma Chilena 3262, de conciliación de la vida laboral, familiar y personal. Otras sociedades han sido más radicales. Esta semana he podido familiarizarme en Londres con la forma en que el Reino Unido ha logrado transparencia: desde hace dos años es obligatorio para las empresas reportar toda la información relevante para la equidad. Hoy, cualquier persona puede acceder a esos datos. Puede, por ejemplo, saber cuánto ganan sus pares y tener bases para negociar sus condiciones laborales. Los medios de comunicación y las personas pueden conocer en detalle las prácticas de cada empresa respecto de diversidad y no discriminación, decidir en cuáles confía y, si fuese el caso, en cuáles quisiera trabajar o estaría dispuesto a invertir como accionista.

Lo más sorprendente es que cuando esto se implementó no hubo mayor oposición de las empresas. La jefa de la Oficina de Brecha de Género del Departamento Gubernamental de Equidad lo atribuye a que el cambio cultural ya había ocurrido, y así como se exige total transparencia al gobierno en cuanto a los gastos, las empresas privadas han constatado que cumplir con los criterios de transparencia incrementa su prestigio. No se han puesto cuotas, sino metas y recomendaciones. Y a través del análisis de todos estos datos, las empresas están recibiendo información útil de dónde pueden mejorar, no solo sus prácticas, sino también sus resultados, utilizando mejor el talento disponible. Claramente hablamos de un mercado maduro, donde el que no se compromete verdaderamente debe explicar por qué a sus grupos de interés.

Los sesgos en la contratación, la brecha salarial, el acceso de mujeres a cargos de toma de decisión y la participación en directorios son todos aspectos que medimos. Y los datos que se obtienen dicen mucho sobre cuán abiertas están realmente las oportunidades para quienes acrediten tener los méritos. Esa es información relevante para dar el siguiente paso: conseguir subir el estándar de cumplimiento respecto de la equidad de género.

En todo el mundo las personas comienzan a tomar en cuenta factores éticos para poner su confianza en las empresas. Para estas, la relación con sus colaboradores y también con las comunidades comienza a ser vital. En Chile están dadas las condiciones para que, si avanzamos en conciencia y en transparencia, las personas comunes y corrientes seamos las que empujemos las puertas que aún no se abren. Mientras antes lo hagamos, mayores posibilidades hay de que seamos una sociedad saludable, capaz de atravesar las diferencias y reconocer la legitimidad de cada cual.R