Opinión
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Trump: derrota y desahogo
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or tercera vez en lo que va de su administración, el presidente estadunidense, Donald Trump, fue incapaz de alinear a los senadores de su propio partido, el Republicano, para derogar el sistema de seguridad médica construido por su predecesor, Barack Obama –aprobado en 2010 y conocido popularmente como Obamacare–, pues esa bancada no pudo elaborar una propuesta alternativa que contara con el respaldo de todos sus integrantes y, en consecuencia, estaba destinada al fracaso a la hora de someterla a votación en el pleno senatorial. Dada la estrecha mayoría republicana en el Senado –52 de 100–, bastó con que tres legisladores del partido en el gobierno se manifestaran en contra del anteproyecto que, de aprobarse, habría dejado a millones de personas fuera del sistema de salud.

De esta forma se aleja la posibilidad de que Trump cumpla con una de sus principales amenazas de campaña –la destrucción del Obamacare–, toda vez que a partir del próximo primero de octubre, cuando empieza un nuevo año fiscal, se requeriría de una mayoría de 60 por ciento para conseguirlo, un escenario sumamente lejano, dado que ninguno de los miembros de la minoría demócrata está dispuesto a votar con los republicanos en esa materia. Este nuevo fracaso es significativo para el presidente, pero también para su partido, el cual se propuso la abolición del programa de cobertura médica desde el momento en que entró en vigor, hace ya siete años; exhibe los profundos disensos entre Trump y los republicanos y da muestra de la incapacidad presidencial para alinearlos en una dirección determinada.

En un ámbito que parecería no guardar relación con este episodio legislativo, el magnate neoyorquino subió ayer el tono de sus amenazas en contra de Corea del Norte, al afirmar en una rueda de prensa que su gobierno está totalmente preparado para adoptar una opción militar devastadora para la nación asiática, en algo que no puede ser considerado sino como un ataque con armas nucleares.

Aunque a primera vista la nueva derrota presidencial ante el Obamacare y la escalada de declaraciones belicistas entre Washington y Pyongyang son asuntos distintos, los hábitos declarativos del propio Trump hacen pensar que, más allá de la extremada violencia colonialista que caracteriza su pensamiento, el nuevo amago fue también un intento de minimizar el fracaso republicano en el Capitolio, de desviar la atención de sus bases electorales más chovinistas y de una exhibición de machismo militarista ante el conjunto de la sociedad estadunidense.

Lo anterior no significa, sin embargo, que posicionamientos tan amenazantes y brutales como el formulado ayer por el gobernante del país vecino no degraden el de por sí frágil equilibrio en la península coreana, y es menester, por ello, rechazarlos y repudiarlos sin vacilación. No se debe olvidar que, al final de cuentas, el estadunidense ha sido el único gobierno en la historia humana que ha perpetrado la barbarie máxima de un ataque nuclear.