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1966–2016, Medio siglo de industria maquiladora en México. Origen, Desarrollo e Impacto: Parte 2

El Programa Nacional Fronterizo, bajo la bandera de “hacer una patria libre en lo económico para hacerla libre en lo político” (Pronaf, 1960), y cuyo objetivo principal era el de “aumentar la exportación de productos mexicanos y disminuir la importación de productos extranjeros” (A.J. Bermúdez, 1966), que tomó como base la construcción de una infraestructura humana, física y administrativa súper especializada, paradójicamente nunca consideró dentro de sus planes de desarrollo al más importante convenio mexicano-estadounidense del momento: el Programa Bracero.

Por tal razón, ni al director del Pronaf ni al gobierno federal jamás les pasó por la mente que la conclusión del Programa Bracero podría acarrear serios inconvenientes a las comunidades fronterizas. Así, miles de jornaleros desempleados, ya porque fueron expulsados de Estados Unidos o porque ya no los dejaron ingresar, comenzaron a acampar en plazas y calles, y obligaron a las autoridades municipales y estatales de la frontera a levantar sus reclamos a las instancias federales (V. Garza, 1996).

A tal grado llegó el problema que en Ciudad Juárez el alcalde ordenó evacuar a los braceros que estaban amontonados en los sitios públicos, embarcándolos en autobuses y trenes y enviándolos al sur. Desbordadas las autoridades federales por el problema, se optó por utilizar al Pronaf –que era lo único que tenían a la mano– como instrumento para responder a la emergencia.

De tal manera, combinando el Pronaf, que apenas comenzaba y que ya había invertido cientos de millones de pesos de aquellos años en la frontera, y el Programa Bracero, que aportaba cientos de miles de campesinos desempleados, había que idear algo para salir de la crisis.

Antonio J. Bermúdez, director del Pronaf desde su creación en 1960, coordinó las acciones de la nueva iniciativa y contrató a una compañía consultora internacional, Arthur D. Little, para que evaluara el caso y encontrara alguna salida viable y rápida al asunto. El grupo que dirigió el estudio reportó que algunas compañías manufactureras estadounidenses mostraban un discreto interés por invertir en la frontera (S. Lowery, 1990).

Posteriormente, la consultora recomendó: (1) que para atraer a las compañías debía crearse una zona de manufactura garantizada sobre la franja fronteriza, (2) que las plantas industriales que se instalaran fueran en número de dos –una en el lado mexicano y la otra en el lado estadounidense, por lo cual en un principio se les llamó twin plants o plantas gemelas–, con el propósito de hacerles un seguimiento paralelo y comparativo en su manejo y producción, y (3) que la materia prima o los productos semiprocesados necesarios para la manufactura pudieran ser importados libres de impuestos (V. Garza y B. Thatcher, 2005).

Además, las plantas gemelas tendrían la ventaja de que pagarían salarios más bajos que en Estados Unidos, pocos impuestos, crearían fuentes de trabajo para ambos lados de la frontera, no se permitirían sindicatos, y el control de las operaciones sería exclusivo de los propietarios de las empresas.

En 1966, dos años después de la conclusión del Programa Bracero, se instalaron en Ciudad Juárez las primeras 12 empresas de este tipo. Y aunque todas las ventajas estaban de parte de los inversionistas, fueron diseñadas con el propósito de que las plantas estadounidenses sirvieran para monitorear y controlar a las mexicanas y determinar, de este modo, si les convenía instalarse permanentemente en México.

¿Solucionó la quimera Pronaf–Bracero el desempleo de los jornaleros?

*Escritor de ciencia y ambiente y profesor titular C. UACJ

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DN/I