El Magazín Cultural

Guillermo Cano y Mike Forero y su alianza deportiva

Este año que termina lleva la ausencia de Forero, el periodista que se inventó el periodismo deportivo de El Espectador. Su mentor y amigo fue Cano, a quien cada 17 de diciembre es un deber recordar. Semblanza de sus días de periodismo, amistad y fútbol.

El Espectador
17 de diciembre de 2019 - 03:00 a. m.
Guillermo Cano Isaza, un periodista deportivo que fue director del diario. / Archivo
Guillermo Cano Isaza, un periodista deportivo que fue director del diario. / Archivo

Además de El Espectador, el periodismo, la familia, los viajes y los amigos, la actividad que aglutinó a unos y otros en la vida de Guillermo Cano Isaza fue el deporte. Esa fue su divisa aparte. De esa faceta quedaron muchos recuerdos y vivencias, de alguna forma resumidos en el fútbol y dibujados con el rojo de Independiente Santa Fe. Desde joven estuvo atento a las competencias deportivas y practicó el tenis al tiempo que ofició como delantero rebuscador, probado en la Dienorme, el torneo que se inventaron los jóvenes del norte de Bogotá a principios de los años 50, y en cuya primera edición su equipo Churros perdió la final con El Nogal. Él terminó ganando porque la madrina del equipo rival, Ana María Busquets, fue después su esposa.

Había comenzado su oficio como periodista a los 18 años, en 1943, cuando terminó su bachillerato en el Gimnasio Moderno. Primero lo hizo en la calle, aprendiendo a buscar noticias, como todos, y después dándole forma a su columna “Templando y mandando”, donde sacó a relucir su interés por la lidia de toros. Pero cuando llegó la hora de los cubrimientos y en diciembre de 1946 le correspondió los V Juegos Centroamericanos y del Caribe que se celebraron en Barranquilla, en medio de las cinco medallas de oro, ocho de plata y tres de bronce para Colombia, entendió que el periodismo deportivo era su predilecto. Sin embargo, desde la óptica de sus mayores en el diario, el camino pasaba primero por entender el laberinto del país.

Sin embargo, llegaron tres sucesos que cambiaron el aire de la nación cuando la violencia política parecía llevarla al abismo: el campeonato profesional de fútbol en 1948, pocos meses después del asesinato de Gaitán; la Vuelta a Colombia en bicicleta en 1951 en plena violencia partidista; y las carreras de caballos en el hipódromo de Techo. Para encararlos llegaron al periódico los primeros refuerzos con Carlos Arturo Rueda a la cabeza, hasta que Guillermo Cano, entrevistando al jefe de Educación Física del Ministerio de Educación Nacional y vocal del Comité Olímpico Colombiano (COC), Mike Forero Nougués, encontró al periodista que necesitaba en el diario para ponerse a tono con los espectáculos que movían multitudes.

Por algunos años Mike Forero fue colaborador y, a partir de 1953, jefe de la sección de deportes. La voz de El Espectador en la cobertura de El Dorado del fútbol que trajo de Argentina, Perú o Uruguay a los mejores jugadores del momento en Suramérica. Cuando llegó la Vuelta a Colombia, no se quedó en la redacción y desde las carreteras fue testigo de la transición entre los triunfos de Ramón Hoyos Vallejo en los años 50 a los de Martín Emilio “Cochise” Rodríguez en los 60.  Guillermo Cano asumió la dirección del diario en 1952, a sus 27 años, y aunque su prioridad fue el timonel del barco, también admiró a los futbolistas de El Dorado y estuvo atento al recorrido de las etapas, con familia a bordo para recibir a la caravana ciclística.

Entre Guillermo Cano y Mike Forero surgió una relación de colegas y amigos que benefició al diario. “Se entendieron muy bien”, ratifica Ana María Busquets. A finales de 1960, Mike Forero promovió una consulta nacional para elegir al deportista de ese año. El elegido fue el ciclista pereirano Rubén Darío Gómez, ganador de la Vuelta a Colombia. Ese fue el comienzo de la gala de El Espectador, respaldada por Guillermo Cano, el Deportista del Año. En 1967, El diario patrocinó también la Vuelta a la Juventud, y fue el semillero de los ciclistas campeones, como se probó en 1970, cuando un ganador de novatos se llevó también la Vuelta a Colombia, Rafael Antonio Niño. “Un niño con dos pañales”, tituló el periódico saludando al doble ganador.

Entre Guillermo Cano y Mike Forero titulaban, leían y compartían información sobre otras ligas de fútbol, así que, entre sus conversaciones e intercambio de datos, le dieron forma a la redacción deportiva. La lista de los que pasaron es larga, pero entre los pioneros están Carlos Flórez, Isaías González, Carlos Tapias y Fernando Tovar. Junto a ellos, probado como corresponsal deportivo en 1964, llegó de Santa Marta un año después Rufino Acosta. Al principio haciendo turnos y después en la sala de redacción, y por tanto testigo del trabajo diario entre Guillermo Cano y Mike Forero. “Se trataban como buenos amigos, se respetaban mucho, cuando tenían algún desencuentro, se mandaban razones con nosotros, y volvían a amistarse”, relata.

Rufino Acosta terminó siendo el polo a tierra. Mike Forero se demoraba para regresar cuando se ausentaba, y dado su reconocimiento comenzó a suceder con mayor frecuencia, en la redacción circulaba el cuento de que se iba por Chile y regresaba por Checoeslovaquia. Por eso, cuando Guillermo Cano empezaba a desesperarse, Rufino Acosta respondía. Él aprendió a calibrar las cargas deportivas de sus jefes. “Ambos eran cultos, leídos, sabían cómo resolver sus dudas. Mike Forero, como buen santandereano, era un hombre tozudo. En fútbol apoyaba al Bucaramanga, pero tenía corazón de santafereño. Guillermo Cano era sin filtros. Una vez el loco Arroyave le dijo que si debía ser neutral frente a Santa Fe y contestó: “Que voy a ser objetivo con Santa Fe, tampoco”.

Los Juegos Panamericanos de Cali en 1971 fueron un grado deportivo para el país, incluyendo el periodismo. Por la alianza entre Mike Forero y Guillermo Cano, El Espectador abrió sus puertas a Germán Pinzón, Óscar Restrepo Pérez, Jaime Ortiz Alvear y Carlos Lajud Catalán, entre otros. Se lucieron en la reportería gráfica Sánchez Puentes o Guillermo Sánchez. La veta santandereana llegó con Alberto Galvis y Rafael Mendoza. Y entre ese ir y venir de reporteros, de Cartagena apareció Antonio Andraus, a hacerle la segunda a Rufino Acosta. Lo suyo sigue siendo el beisbol, pero en ese tiempo ganaron Pambelé y Rocky Valdez, lo hacían en Estados Unidos Mohamed Alí o Joe Frazier, y Andrauss ganó su espacio y también fue testigo del dúo Mike Forero-Guillermo Cano.

“Eran confidentes en muchas cosas. Se querían y ayudaban. Su camaradería irradiaba a la redacción deportiva. Guillermo Cano lo llamaba “Maicol”. Él lo trataba de “don Guiller””, recalca Andraus. En 1972, junto a Ana María Busquets, viajaron juntos a cubrir los Juegos Olímpicos de Munich. En plena competición, un grupo terrorista asaltó la Villa Olímpica y tomó como rehén a un grupo de deportistas israelíes que luego murieron.  “Los juegos de Munich ya no son juegos. La medalla de hierro la ganó la violencia”, escribió Cano. Con Mike Forero fueron también los portavoces de las tres primeras medallas olímpicas para el tirador Helmuth Bellingrodt y los boxeadores Clemente Rojas y Alfonso Pérez.

En 1978, Mike Forero aceptó ser el director de Coldeportes y durante cuatro años El Espectador lo esperó. “La partida fue dura”, admite Andraus. Pero Mike Forero lo había advertido en la entrevista que concedió a sus colegas antes de dar el salto a Coldeportes: “Me voy solo en calidad de préstamo”. Volvió, pero no a estar pendiente de los deportes porque Rufino y Toño ya administraban el trajín, sino a redactar reportajes y a escribir su columna de opinión “Sermones laicos”. La oportunidad para que Guillermo Cano y Mike Forero ahora hablaran más de política y de deporte mientras jugaban ajedrez o veían un partido de fútbol. Hijos de periodistas -Gabriel Cano y Guillermo Forero-, les sobraban temas para tejer su amistad.

Una relación que siguió firme en nuevos encuentros, como el Mundial de Fútbol de 1982 en España, que, en Barcelona, por la raíz catalana de Ana María Busquets, Guillermo Cano y su familia oficiaron como corresponsales y anfitriones. Con la columna “Tiros Libres 82” y desde el seudónimo de Analítico, el director de El Espectador documentó esa justa mundialista en la que todos creían que la selección Brasil de Tele Santana, con Zico, Falcao, Junior, Toninho Cerezo y demás, debía rotularse campeón. Pero apareció la Italia de Gentile sin gentilezas, o Paolo Rossi con su varita mágica, y todo terminó en “una final equivocada”, como escribió después Guillermo Cano, y compartió su colega Mike Forero.

Son las reglas del deporte, se gana o se pierde y al día siguiente sale el sol fue la resignación mundial. Claro que a Guillermo Cano los disgustos cuando perdía Santa Fe le duraban hasta 48 horas. “Dejaba de saludar”, resalta Andraus. En cambio, Mike Forero piloteaba las derrotas como flemático inglés. Su forma de cobrar era sacando al Aire Libre su pluma crítica. Los dos entendieron la gravedad de las denuncias del ministro de justicia Rodrigo Lara, cuando se atrevió a decir en el Congreso en 1983 lo que todos sabían, que el narcotráfico había penetrado a los principales equipos de fútbol. Poco a poco dejaron los estadios, nunca dejaron de cuestionar a los dirigentes que incluso alentaron la cacareada propuesta de un mundial de fútbol en Colombia.

Eran otros tiempos y apenas empezaba a disolverse el tiempo en que acudir a los estadios era un plan sin barras bravas y aficiones contiguas dispuestas a seguir hablando de fútbol alrededor de unas viandas o unas cervezas. Y por fortuna, quedaron recuerdos de su constancia como gestor de muchas otras apuestas por el deporte. Como las olimpiadas familiares en Fidelena con regreso a casa en el carro oyendo la narración del equipo visitante en la voz de Alberto “El Patico” Ríos. O en el refugio del hogar, Guillermo Cano tratando de sintonizar en su radio de bandas, la estación de España para enterarse sobre el desarrollo de los juegos del Barcelona. Es el deporte en la travesía de la vida de Mike Forero y Guillermo Cano, ahora con los hijos grandes.

Cuando Guillermo Cano empezó a escribir su columna Libreta de Apuntes a finales de los 70, al compás de sus comentarios sobre la realidad nacional, dejó correr sus recuerdos. Su vida quedó escrita en las palabras de gratitud que incluyó para sus amigos y Mike Forero lo fue en la redacción de El Espectador. Él lo entendió y obró en correspondencia. Se buscaban para conversar, se evitaban para no debatir, lo importante era sacar tiempo para escucharse. Y así fue siempre. Desde los días en que sólo él entendía porque Cano defendía a Héctor Javier Céspedes como delantero titular frente al parecer de todos, o se desbordaba en elogios por “el divino negro” Víctor Campaz. Mike Forero aprendió a llevarle la corriente sin comprar la idea.

No quedó escrito cuál fue la última vez que conversaron. Después de lo que hizo Diego Armando Maradona en Méjico en 1986, quién podía hablar de otro tema en alusión al fútbol. Pero lo vivo en diciembre eran las finales del campeonato colombiano, y el miércoles 17 de diciembre jugaban América y Deportivo Cali por el título. Antes de escribir su última Libreta de Apuntes que tituló Navidades Negras, Guillermo Cano le compró al redactor judicial Héctor Hernández su cupo en la polla futbolística. Le salió un marcador inverosímil, pero salió del diario recomendando ver el juego y recibiendo alentadoras cortesías por el marcador que le tocó en suerte. América ganó 3-1 ese día y fue campeón. Guillermo Cano nunca lo supo.

O de pronto sí y ahora puede conversarlo con su amigo Mike Forero que hace seis meses, a sus 99 años, lo acompaña en la eternidad. Y sí que tiene Mike que contarle porque lo sobrevivió 33 años. Que su Santa Fe rompió el hechizo hasta 2012, y su Barcelona empezó a ganar desde 1992 con Johan Cruyff como director técnico, y a la vuelta del siglo XXI, más allá de las cuentas mundialistas, lo ganó todo porque llegó a sus filas el mejor futbolista de todos los tiempos: Lionel Messi. Obvio, hablarán de política pensando en que su sacrificio no fue inútil. Pero tendrá que reconocerle lo que él advirtió en su escrito de las cintas del Congreso en su Libreta de Apuntes, que el narcotráfico ganó y sigue postergando su poder para corromperlo todo.

Por El Espectador

 

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