martes. 16.04.2024
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FUMADORES [XLVIII]

Amanda Marie Ellison

José Luis Justes Amador

Fumadores - Amanda Marie Ellison
Fumadores - Amanda Marie Ellison
Amanda Marie Ellison

La niña gorda mira sorprendida a la cámara. Está refrescándose aunque puede que sea día de escuela y nadie se haya preocupado de si va o no va. La otra niña, retadora, desafiante, parece enfrentarse a la lente. Ella, al menos, lleva algo que parece un bikini aunque quizá sea su propia ropa interior, una que contrasta en su sensualidad con las planas bragas blancas de la niña sentada. Lo que más desentona son las largas uñas postizas y la naturalidad con la que sostiene el cigarrillo.

La fotografía no podía titularse de otra manera. “Amanda y su prima Amy”. Amanda Marie Ellison, en primer plano, fumando, tenía nueve años; su prima Amy Minton Ellison, ocho. Mary Ellen Mark la tomó en Valdese, en Carolina del Norte, en algún momento del año 1990.

Como todas las fotografías, ésta no puede existir sin un antes y un después. Una buena fotografía captura, sí, un momento, pero, y sobre todo, cuenta una historia, una que aconteció antes de lo que vemos, que llevó a aquello que vemos, una que continuó después de que el fotógrafo, y con él o ella nosotros, apartó la mirada.

La revista LIFE había enviado a Mary Ellen a los pueblos más perdidos de Carolina del Norte para que tomara las fotografías que acompañarían un artículo sobre “niños problemáticos”. De todas las fotografías y de todos los modelos que posaron para ella, Amanda fue su favorita. “Era tan mala que resultaba maravillosa. Era realmente vulgar y malhablada. Era brillante”. Y tal vez la conexión llegó porque la propia fotógrafa se identificaba con su sujeto. “Yo fui una niña problemática. Emocional, salvaje, rebelde en la escuela. Me emociono con los niños que no han tenido ventajas. Son más interesantes que los que lo han tenido todo. Tienen pasión y emoción, un voluntad de hierro”.

La comunidad que la fotógrafa eligió no podía tener mejor nombre: Sin City, la ciudad del pecado. La retratada vivía en una casa que casi no merecía ese nombre. Sin City era un refugio de pobreza y adictos a distintas sustancias, de las que la menos peligrosa era la nicotina; Amanda comenzó a fumar a los ocho años. “Si no podía conseguir cigarrillos, si nadie me ofrecía, robaba un paquete y me largaba. Me iba al bosque y allí me sentaba y fumaba hasta que me los acababa”.

A los once, Amanda, requerida por los servicios sociales tras la muerte de su tía, fue a vivir con una familia adoptiva. En la que, por supuesto, no encajó y pasó de familia a familia hasta que a los dieciséis, ya sola, era adicta a las drogas más duras. Y de esa adicción paso, más que lógico, a la cárcel.

 “En cualquier encuentro fotográfico, la única persona que se beneficia siempre y siempre está en una posición de poder y siempre tiene más información es el fotógrafo”. O, al menos, eso dice Jeff Jacobson, un fotógrafo íntimo de Mary Ellen Mark. Puede que tenga razón, pero mientras, Amanda sigue fumando para siempre en la fotografía.

Cuando falleció la fotógrafa una radio se molestó en buscar a Amanda, quien resumió su sentimiento en una sola frase. “Nunca la he olvidado. Nunca en mi vida la he olvidado”.

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