16.6.17

provocaciones frontales


La filmografía de Amat Escalante cultiva una misión fascinante: provocar emociones contradictorias en el espectador.

Sin ánimo de agotar sus múltiples interpretaciones y la polémica subyacente, la filmografía de Amat Escalante transita del horror cotidiano a la risa amarga, con la sensación de que México es una fábrica de surrealismo aún activa. Un espejo donde la fiesta trágica nos devuelve una calavera, los buenos momentos son el augurio de pérdidas irreparables y el desencanto generacional prevalece. ¿Qué diría Octavio Paz sobre la mirada cruel y purpúrea que nos propina el director mexicano, sin la menor sutileza? ¿O sobre la dimensión simbólico/mística que ha conseguido su discurso a través de los años? ¿Qué diría Monsiváis sobre los iconos populares trasnochados, la sumisión femenina y el machismo empedernido que forman la constelación desfigurada propuesta por Escalante? 

Se percibe una voluntad implacable de abrir las heridas más dolorosas del país: corrupción, autoritarismo, violencia de género, narcotráfico, disfuncionalidad familiar. Y también, servirnos un banquete de historias insólitas hasta volverlas situaciones límite traumáticas, recuperar figuras marginales mediante actores no profesionales, apelar a un lenguaje crudo, sin retórica, a punta de escopetazos. Es lo que se observa en Los bastardos (2008), que une las miserias de dos inmigrantes con un incidente en el interior de un hogar estadounidense. Y en Sangre (2005), que se desmarca de los cánones comerciales para mostrar la apatía de un vigilante pusilánime involucrado en la muerte de su propia hija adolescente, producto de un divorcio.

 
Las raíces fílmicas de Amat son notorias. De Carlos Reygadas le viene la austeridad formal y la actitud de resistencia; de Michael Haneke, el análisis sociológico virulento; de Luis Buñuel, la honda simpatía por los humildes y desprotegidos. Lo mismo habla de prostitución, como en Esclava (2014), que de un sacerdote enfrentándose al cambio civilizatorio—El cura Nicolás Colgado (2010). Remite a ciertos directores que confrontan a su público, como Ulrich Seidl o Thomas Vinterberg. Y lleva su lenguaje a niveles de subversión verdaderamente sublimes. No faltó quien calificara Heli (2013) como traición a la patria. Es entonces cuando entendemos que la escena frontal de unos genitales ardiendo ofende más que la crisis del México reciente.

A modo de epílogo: En septiembre de 2016, durante el Festival de Cine de Venecia, Escalante recibió el León de Plata como mejor director por La región salvaje, una exploración del deseo que rinde homenaje a La posesión de Andrzej Zulawski. La cinta, que ha suscitado tanto elogios como juicios flamígeros, promete causar más de un disgusto. De hecho, ya lo está logrando.