MALDIVAS 1, 5 y 8: Maafushi, nuestra base en las islas Maldivas

8, 12 y 15 de enero de 2017 Este post va a ser diferente de los diarios de viaje que solemos hacer ya que en vez de un día os vamos a explicar tres. Y es que de los ocho días que estuvimos en el país, tres lo pasamos en la isla de Maafushi de relax por lo que tienen poca historia. Día 1 - llegada a Maafushi Después de dormir la noche anterior en la capital de Maldivas, Malé, por la mañana cogimos el ferry público que nos llevaría a nuestra base de Maafushi. El resto del día nos dedicamos a explorar la isla y a bañarnos en sus playas.
8, 12 y 15 de enero de 2017
Este post va a ser diferente de los diarios de viaje que solemos hacer ya que en vez de un día os vamos a explicar tres. Y es que de los ocho días que estuvimos en el país, tres lo pasamos en la isla de Maafushi de relax por lo que tienen poca historia.

Día 1 - llegada a Maafushi
Después de dormir la noche anterior en la capital de Maldivas, Malé, por la mañana cogimos el ferry público que nos llevaría a nuestra base de Maafushi. El resto del día nos dedicamos a explorar la isla y a bañarnos en sus playas.
El día anterior habíamos llegado por la noche a Malé provenientes de Colombo, donde acabó nuestro viaje de tres semanas por Sri Lanka. Por la mañana fuimos a desayunar al buffet del hotel que era muy poco variado, con tostadas, fruta y zumos. Además, te servían un plato caliente a base de huevo donde podías pedir tortilla o huevos revueltos o fritos. Enseguida hicimos el check-out, ya que teníamos que coger un ferry a las 10 h. Al salir del hotel paramos un taxi para que nos llevara a la terminal de ferry de Villingili. Pero cuando estábamos dentro del coche vimos que el taxista no ponía el taxímetro, y como no habíamos acordado ningún precio estuvimos todo el viaje temerosos de que luego nos pidiera una fortuna. En Sri Lanka estábamos muy acostumbrados a regatear y acordar precios, pero el llegar a un nuevo país estábamos descolocados. No tardamos mucho en llegar a la terminal, y por suerte el taxista solo nos pidió por la carrera 35 rufiyaa (menos de 2 €), un precio mas que razonable.
En la terminal no había tanta gente como nos esperábamos, puesto que desde allí salen todos los ferrys que van a los atolones que hay al sur y al oeste de Malé. Pero como la mayoría de líneas no circulan todos los días el ambiente era de bastante calma. Fue fácil comprar los billetes para el ferry de Maafushi (53 rufiyaa por persona, unos 3 €). Media hora antes de la salida del barco pudimos empezar a embarcar. El barco era un poco destartalado, con una pequeña bodega donde podías dejar el equipaje y su espacio interior era un solo espacio con bancos de madera en el centro y a los lados. El pasaje era variopinto, mezcla de turistas y de maldivos que carreteaban grandes paquetes.
Ferry público de las Maldivas
El barco partió a las 10 y el trayecto duró una hora y media. En el camino no había mucho que ver, solo la inmensidad del océano. Hay que indicar que tanto Malé como Maafushi pertenecen al mismo atolón, Kaafu, que está salpicado de docenas pequeñas islas. Pero todas ellas están separadas por grandes extensiones de mar. A veces divisábamos a lo lejos alguna pequeña isla, e incluso pasamos cerca de un resort, con las típicas villas sobre pilones que emergían del mar. Así que un viaje entre distintos atolones debe ser mil veces mas aburrido.
Uno de los resorts que vimos durante el viaje en barco
Sobre las 11:30 llegamos al puerto de Maafushi, donde un empleado de nuestro hotel nos vino a recoger con una carretilla para llevar nuestro equipaje. Todas las noches estuvimos en el mismo alojamiento, Zest Cabana, un pequeño hotel con cuatro habitaciones. Su ubicación es buena, a corta distancia del puerto y de la bikini beach. La habitación nos pareció perfecta para lo que buscábamos, con una cama grande y cómoda, con aire acondicionado y un baño bien equipado. El desayuno está incluido, pero es una de las cosas flojas del alojamiento, porque todos los días es el mismo (salchichas, huevos, creps, tostadas y poco mas) y se hace cansino cuando llevas varios días allí. La noche nos salió por 76,5 USD (64,5 €), un precio algo caro para lo que es Maafushi, pero en general estamos satisfechos así que es un sitio que recomendamos. Una de las razones para elegirlo fue la gran variedad de actividades que tienen. Algunas las ofrecen como intermediarios, pero otras como las de snorkeling las hace el mismo propietario (Mohammed) con su barca. Cuando llegamos Mohammed nos estaba esperando para explicarnos las distintas actividades y acordamos la del siguiente día, porque aquel nos lo íbamos a tomar de relax.
Nuestra habitación en el Zest Cabana
Así que salimos a explorar la isla de Maafushi. El pueblo es agradable, formado por sencillas casas de una planta encaladas o pintadas de colores marinos. Las calles no estaban asfaltadas, sino cubiertas por la misma arena blanca que tenían las playas. Tampoco sería necesario el asfalto, ya que casi todos los vehículos eran motos, en toda la isla solo vimos un coche y una furgoneta. Casi en el centro geográfico del pueblo, cerca de nuestro hotel, estaban los equipamientos públicos de la isla. Lo primero era el campo de fútbol, una de las cosas que mas nos sorprendió era la gran afición que había por practicar este deporte, en un país que no destaca precisamente por él. Siempre que pasábamos por delante había gente jugando, vestidos con las camisetas de los grandes clubes europeos. Justo al lado había la gran escuela municipal, quizás el edificio que parecía mas nuevo y en mejores condiciones de toda la isla. Y también estaba la mezquita, donde acudían a rezar buena parte de la gente del pueblo (durante las oraciones las calles se vaciaban literalmente). Todo el pueblo estaba salpicado de negocios locales, entre ellos muchos supermercados donde aprovechamos para aprovisionarnos de comida.
Pueblo de Maafushi
A continuación fuimos hacia al norte, donde están las playas de Maafushi. Se notaba mucho cuando te ibas acercando a ellas, porque empezaban a haber negocios orientados hacia el turista (hoteles, restaurantes, agencias de turismo…). En el extremo noreste está la playa local, una gran extensión de arena blanca prácticamente sin nada que proporcione algo de sombra, solo un triste árbol. En principio esta es la playa que usa la gente local para bañarse y donde está prohibido ir en bikini. Pero solo había un pequeño grupo de extranjeros, y paradójicamente algunas iban en bikini. Justo al noroeste está la bikini beach, un poco “oculta” por una especie de barrera opaca para evitar que los locales miren dentro. En realidad son dos franjas de arena delimitadas por unos diques de hormigón, así que no son precisamente las mas bonitas de Maldivas. La playa mas oriental parecía que estaba monopolizada por las instalaciones de un hotel, uno de los pocos de varias plantas que hay en la isla. Solo había unas pocas palmeras en la zona del hotel, fuera solo había arena sin ninguna sombra, así que si no querías estar todo el rato al sol tenías que ir a la otra playa, la mas occidental. Esa era sin duda la mejor playa de toda la isla, con palmeras, arena blanca y algún chiringuito para comprar alguna bebida (sin alcohol, claro). El único problema es que casi todos los turistas de la isla se concentraban en aquella franja de apenas 100 m de largo, por lo que en algunas ocasiones podía estar bastante saturada.
Playa local de Maafushi
Bikini beach
Después de este primer reconocimiento fuimos al hotel a comer algunas de las cosas que habíamos comprado en el super. Tras una corta siesta nos fuimos a disfrutar un poco de la playa. Nos bañamos en sus aguas turquesas y descansamos en la arena. También hicimos un poco de snorkeling, donde pudimos ver muchos peces de colores, aunque casi todo el coral estaba muerto. Finalmente regresamos al hotel a ducharnos y salimos a cenar. Elegimos el Rocket Café, que pese a su nombre es un restaurante para gente local (éramos los únicos extranjeros). La carta es un poco sencilla, con algunas sopas, kothus (un plato de origen indio que habíamos comido mucho en Sri Lanka), arroces fritos y fideos. Pedimos un kothu de pollo y arroz frito de atún, platos sencillos pero sabrosos. Junto con unas aguas, la cena nos salió por 134 rufiyaa (unos 7 €).
Nuestra cena

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Día 5 - de relax en Maafushi
Aquel día tuvo poca historia, fue una tranquila jornada de relax. Por la mañana fuimos a la playa a bañarnos y a hacer snorkeling. Regresamos al hotel a comer algo y a la tarde Neus se fue a hacer un masaje y aprovechamos para reservar un tour para el día siguiente.
Llevábamos tres días llenos de actividades: empezamos con un tour de snorkeling que incluía un picnic en un banco de arena en medio del mar, continuando con pasar todo un día en un lujoso resort y acabando con otro tour de snorkeling con visita a la bonita isla de Guraidhoo. Así que nos apetecía descansar un poco e improvisar sin estar sujetos a horarios. La hora del desayuno fue muy tranquila, ya que aquel día éramos los únicos huéspedes. Después nos sentíamos tan perezosos que nos tumbamos en la cama y nos quedamos dormidos una buena horita. En un día como aquel teníamos que hacer lo que nos pedía el cuerpo…
Después cogimos las toallas y demás y nos fuimos a la bikini beach. Aquel día había bastante gente y nos costó lo nuestro encontrar un rinconcito con sombra. Nos estuvimos bañando un poco en la playa, haciendo snorkeling y tomando un poco el sol. Después de la impresión inicial de días atrás, la playa no nos parecía tan fea. Tenía palmeras, fina arena blanca y aguas turquesas. Lo malo eran los espigones que había a los lados y las obras del gigantesco hotel que estaban construyendo atrás. Cuando esté listo le quitará el poco encanto que le queda.
Bikini beach de Maafushi
Descansando en la playa
Aspecto de la bikini beach (a la izquierda se aprecia el hotel en construcción)
A primera hora de la tarde regresamos hacia el hotel pasando antes por un súper a comprarnos algo de comida. Después de comer y ducharnos, Neus se fue a hacer un masaje de reflexología podal que había reservado en el Hotel Kaani Village (24 USD). Fue un masaje fuerte durante media hora, combinado con otra media hora con los pies en remojo. La pobre acabó con sus pies doloridos... Para estirar las piernas fuimos a dar un paseo y aprovechamos para ir a la oficina de I-Com a reservar el tour del día siguiente. Queríamos ir al resort de Biyadhoo, del que habíamos leído muy buenas críticas y famoso sobre todo por el buen snorkeling que se puede hacer desde su misma playa. Pero nos dijeron que a aquella hora no se había apuntado nadie, y se requería un número mínimo de personas, así que al final nos decantamos por el Centara Resort (140 USD por persona incluido transporte, comida y bebidas).
Después fuimos a cenar a uno de los restaurantes de comida rápida que hay en la zona del puerto, el Harbour Café. Parecía un sitio muy animado, en la terraza casi todas las mesas estaban ocupadas, por maldivos y por extranjeros por igual. Pedimos un plato de pollo crujiente y una pizza de carne, junto con un zumo y una fanta. Tuvimos un problema con el servicio, ya que el camarero que nos atendió no sabía inglés y no apuntó la pizza y después de esperar mucho tiempo la reclamamos, con lo que tuvimos que esperar aún mas tiempo a que la prepararan. El pollo solo tenía de crujiente el nombre, pero la pizza era muy sabrosa, especiada al estilo local. Al final la cena nos salió por 342 rufiyaa (unos 18 €).
Nuestra pizza y pollo "crujiente"

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Día 8 - regreso a Malé y a casa
Este fue el último día en las islas Maldivas. Por la mañana dimos el último paseo por la isla de Maafushi. A la tarde cogimos una lancha rápida que nos llevaría al aeropuerto de Malé, donde cogeríamos el vuelo de vuelta.
Y llegó el último día de viaje. No solo era el último día en las Maldivas, sino el punto final a un largo viaje que empezó 27 días antes en Sri Lanka. Nos planteamos el día bastante de relax, saliendo a desayunar tarde y después descansando un rato mas en la habitación. A las 17 h habíamos reservado una plaza en una lancha rápida que nos llevaría al aeropuerto (15 USD por persona), con la ventaja que el dueño del hotel nos dijo que podíamos usar la habitación hasta las 16 h. Dejamos las mochilas hechas y nos fuimos un rato a la playa de Maafushi. Por suerte no había mucha gente aquel día, así que pudimos estar un rato tranquilamente en la arena, aunque no nos bañamos.
Playa de Maafushi
Desde Maafushi se podían ver algunas pequeñas islas
Apurando el tiempo en Maafushi
Hacia al mediodía decidimos ir a comer algo, y para cambiar un poco fuimos a un restaurante italiano, el Mamma Mia. Pedimos un solo plato para compartir, unos penne a la boloñesa. Estaban mas buenos de lo que nos pensábamos en un principio. Con las bebidas nos salió por 220 rufiyaa (casi 12 €), un poco caro para ser un solo un plato. Después fuimos a dar un paseo y al pasar por delante del Harbour Café (donde habíamos cenado días atrás), se nos ocurrió sentarnos a pedir un postre. Fue un brownie que también era bastante bueno (70 rufiyaa, unos 4 €).
Un buen brownie de postre
Después regresamos al hotel y nos dimos una reparadora ducha. Cuando eran las 16:15 h nos picaron en la puerta para decirnos que nos acompañarían al puerto con un carrito para que no tuviéramos que carretear el equipaje. Antes le pagamos a Mohammed, el dueño, las dos excursiones de snorkeling que habíamos hecho con él. Habían salido por 30 USD por persona, algo mas caras que las que hacen los tour operadores de la isla, pero hay que tener en cuenta que eran tours privados adaptaros a nosotros, así que fue una buena inversión. La lancha rápida salió a la hora, a las 17 h, rumbo al aeropuerto de Malé. Era una embarcación pequeña y muy muy rápida. Cada vez que topábamos con olas la lancha brincaba violentamente, y hubo gente que se mareó. Pero el trayecto duró muy poco, algo más de media hora. La verdad es que nos pareció muy práctico, comparado con las casi dos horas que tarda el ferry público, a las que había que añadirle el tiempo de atravesar Malé y coger un nuevo ferry al aeropuerto.
La lancha rápida nos dejó en el muelle que hay al lado del aeropuerto, donde salen los ferrys que conectan las islas de Malé y de Hulhumale (donde está el aeropuerto). Habíamos llegado tan pronto que todavía no se habían abierto los mostradores para facturar el equipaje. Estuvimos un par de horas bastante aburridos, ya que en aquella zona del aeropuerto de Malé no hay prácticamente ninguna tienda, menos mal que todavía llevábamos algo de comida. En cuanto pudimos facturamos las mochilas para quedar liberados de ellas y atravesar la zona de los controles, donde había tiendas y restaurantes. Nos entretuvimos un rato en una zona donde había ordenadores gratuitos conectados a internet. Nuestro vuelo de Emirates no salía hasta las 22:55 h, así que la espera se hizo larga.
El vuelo salió a la hora de Malé e inmediatamente después de despegar nos dieron la cena. Luego intentamos dormir un poco, aunque solo teníamos 4 horas de vuelo hasta Dubai. En aquel aeropuerto teníamos mas de 5 horas de escala. Pero como eran las tantas de la madrugada quedaba descartado salir del aeropuerto y hacer una visita rápida a la ciudad. En vez de eso buscamos algún sitio para dar una cabezada. Encontramos unos asientos bastante buenos, donde te podías estirar con las piernas y todo. A las 7:50 h nos tocaba embarcar de nuevo, esta vez ya con destino a Barcelona. El vuelo duraba unas 7 horas y media, y nada mas despegar nos dieron el desayuno que comimos para meter algo en el estómago. Durante el vuelo intentamos dormir con mas o menos fortuna (a Neus siempre se le da mejor). A medio camino pasaron a servir la comida, pero nosotros preferimos dormir (o al menos, intentarlo). Finalmente llegamos a las 12:25 h a Barcelona, poniendo fin a este gran viaje.

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