Eres otra Venecia más fría y más gris» (Charles Aznavour)

Llevo unos ocho o nueve años, más o menos, esperando que llegue el 15 de agosto para tachar el día en el calendario de pared de la cocina. Aguanto pensativo y triste unos días antes del aviso mudo del verano ya empezado y, según se mire, a medias consumido o a punto de terminar. Unos vemos el vaso casi siempre medio lleno mientras que otros lo ven medio vacío.

Enciendo el televisor a las 3:00 de la tarde todos los años el día 15 de agosto para verme envuelto después en una nube de melancolía por culpa de lo que dice Carlos del Amor. Esos días reflexiono sobre el paso del tiempo. Pienso en las cosas que me propuse hacer y no hice.

Espero la llegada del 15 de agosto todos los veranos para darme cuenta de la soledad de quienes vivimos el parsimonioso exilio de la ciudad sin coches, sin ruido y sin gente. Todos los años por estas fechas siento la nostalgia de una vida plagada de dejá vù, recuerdos de una infancia que no me deja. Todos los años por estas fechas oigo a solas la voz de Charles Aznavour que llora a una mujer en una Venecia desolada como él.

 

 


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