23 de enero de 2023

¿SABES POR QUÉ NO CADUCA EL MINIMALISMO?


Al igual que un anarquista no puede decir “nosotros los anarquistas” sin dinamitar la coherencia de un credo que trata de destruir todo tipo de agrupación, no existe el gremio que admita a los “minimalistas” como conjunto organizado. El minimalismo es una religión de seres solitarios y, como tal, no permite la formación de una cofradía, ni siquiera bajo una misma bandera disciplinar. Y debido a que no existe el gremio de los minimalistas, tampoco existen obras minimalistas, ni de pintura, ni de escultura, ni de poesía (cuya razón de ser es, precisamente, el esencialismo). ““Arquitectura minimalista”: de eso no hay” dice, con más razón que un santo, Josep Quetglas
Ad Reinhardt, la orden del Císter, Adolf Loos, Dan Graham, Robert Smithson (el mejor de ellos), John Cage, Marie Kondo y los lemas “menos es suficiente” de Aureli, o el anterior "menos es más" de Mies Van der Rohe, no permiten el gregarismo por mucho que puntualmente las afirmaciones, obras o actitudes que transmitan, hundan sus raices en un mismo fondo espiritual. Sus autores y obras no constituyen un grupo, y menos, un conjunto coherente.
El minimalismo exige la misma soledad que la del anacoreta. Construir una banda de autores o de obras "minimal", significaría construir un contexto, un sistema de relaciones entre todos ellos. En definitiva, supondría realizar un montaje y atribuirle un sistema de significados. Cosa que el minimalismo deplora. Como los toreros, que tras un empellón del astado se levantan y se sacuden el polvo, la obra minimalista grita "¡Dejadme sola!".
La causa de todo ello es que el minimalismo no significa nada. Simplemente nos persigue para dejarnos, precisamente solos. Es, por todo ello, un espejo en el que siempre acabamos retratados. Por eso no caduca y por eso nos inquiere, con esa insoportable medio sonrisa de lado cuando clamamos el consabido “espejito, espejito” del cuento: "No me preguntes. Estás tan solo como yo."

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