sábado, 13 de abril de 2024

Tercer Domingo de Pascua – Ciclo B (Reflexión)

 Tercer Domingo de Pascua  – Ciclo B (Lucas 24, 35-48) – Abril 14, 2024
Hechos 3, 13-14.17-19; Salmo 4; 1 Juan 2, 1-5 


La liturgia del Tercer Domingo de Pascua, es un llamado a abrirnos a la paz que nos trae la Resurrección:

Evangelio según san Lucas 24, 35-48

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: "No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo". Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: "¿Tienen aquí algo de comer?" Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.

Después les dijo: "Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos".

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: "Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto".

Reflexión:

¿Cómo ser promotor y testigo de Paz?

Al igual que les sucedió a los apóstoles, después de la muerte de Jesús, quienes tuvieron miedo y se “escondieron” por miedo a que ellos fueran “los siguientes en la lista” (y que, de hecho, así fue), nos puede pasar a nosotros, ante lo que estamos viviendo en la actualidad, con la polarización social e inseguridad desatada a lo largo y ancho del país.

De igual manera, como ellos, tenemos que estar atentos para reconocer la presencia del Resucitado entre nosotros, quien también hoy, nos dice: "La paz esté con ustedes".

Esta paz que nos desea Jesús Resucitado, no es mágica, ni se dará de manera espontánea; hay que ponernos a trabajar, “ser artesanos de paz”, ser testigos del amor fraterno que nos ha enseñado el mismo Jesús. Nos toca, a cada uno y como sociedad, reconocer que, nuestras “fallas” (pecados de obra u omisión) e “ignorancia” (falta de conocimiento), contribuyen a la falta de paz, armonía y justica en la sociedad, por lo que necesitamos “arrepentirnos y convertirnos, para que se les perdonen sus pecados , y así alcanzar la anhelada paz(cfr. Hechos 3, 13-14.17-19).  

La Buena Nueva de Jesús es, que es posible ser felices y tener vida abundante, en cuanto aprendamos a convivir y relacionarnos fraternalmente entre nosotros. Los “mandamientos”, guías de convivencia, que nos da Jesús, son muy simples: “El primero, ‘escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser’. El segundo es este: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay mandamiento mayor que estos” (cfr. Mc 12,28-31).

Como cristianos, seguidores de Jesús, tenemos que ‘poner en práctica’, ‘vivir’ y ‘cumplir’, los mandamientos, y así, nos “reconocerán que estamos unidos a él” (cfr. 1 Juan 2, 1-5). Necesitamos que se nos “abra el entendimiento”, para comprender el mensaje de Jesús, y como los apóstoles, salir y con valor, anunciar y dar testimonio de que “la paz” es posible si “pierdo el miedo” y trabajo para que sea una realidad.

Como ejemplo, el #DialogoNacionalPorLaPaz (https://dialogonacionalporlapaz.org.mx), es un movimiento formado por personas decididas a construir la paz en México; compuesto por jóvenes, mujeres, hombres, víctimas de la violencia, pueblos indígenas, trabajadores, adultos mayores y representantes de comunidades de todo el país, con el propósito común: fortalecer nuestras comunidades desde su propio corazón. En este movimiento participan iglesias, sociedad civil, víctimas, indígenas, migrantes, universidades, empresas y colectivos que se unen para identificar necesidades y recursos locales, desarrollando estrategias conjuntas desde los territorios y comunidades. Súmate al diálogo.

En San Luis Potosí, estamos tejiendo la red estatal por la paz, y hemos comenzado la segunda etapa con los Conversatorios de acción por la paz; para más información de cómo participar, visita la página,  www.dnp-slp.org.

¿Cómo reconocer en mi vida a Jesús Resucitado?... ¿Cómo enfrentar las adversidades de la vida, guiados por el Resucitado? ... ¿Qué hacer para contribuir a la paz que nos desea el Resucitado?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí. 
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Tercer Domingo de Pascua – Ciclo B (Profundizar)

Tercer Domingo de Pascua  – Ciclo B (Lucas 24, 35-48) – Abril 14, 2024
Hechos 3, 13-14.17-19; Salmo 4; 1 Juan 2, 1-5 


Evangelio según san Lucas 24, 35-48

Cuando los dos discípulos regresaron de Emaús y llegaron al sitio donde estaban reunidos los apóstoles, les contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Mientras hablaban de esas cosas, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero él les dijo: "No teman; soy yo. ¿Por qué se espantan? ¿Por qué surgen dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona. Tóquenme y convénzanse: un fantasma no tiene ni carne ni huesos, como ven que tengo yo". Y les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creer de pura alegría y seguían atónitos, les dijo: "¿Tienen aquí algo de comer?" Le ofrecieron un trozo de pescado asado; él lo tomó y se puso a comer delante de ellos.

Después les dijo: "Lo que ha sucedido es aquello de que les hablaba yo, cuando aún estaba con ustedes: que tenía que cumplirse todo lo que estaba escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos".

Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras y les dijo: "Está escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto".

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

De nuevo el miedo, de nuevo el miedo y las dudas interiores, impiden a los discípulos  ver que el Señor está con ellos. Pedro, en la primera lectura, señala como culpable de la acción homicida contra el Inocente a la Ignorancia y Juan, en la 2da lectura, convoca a la coherencia a quienes se van declarando seguidores de Jesús. No basta con enunciar la filiación, sino que esta debe expresarse en acciones, hay que vivir en la ley del Señor: el amor. 

Son estos relatos post pascuales que ilustran la realidad de nuestra vida: contra nosotros el miedo y la ignorancia, a favor de nosotros la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.

Pidamos al Señor este domingo que disipe nuestros miedos, para que lo podamos descubrir a nuestro lado. 

Pidamos que nos provoque inquietud por conocer más de Él para así más amarlo y mejor seguirlo, sólo así podremos decir con el salmista: "En paz, Señor, me acuesto y duermo en paz, pues sólo tú, Señor, eres mi tranquilidad."

#FelizDomingo 

“¿Por qué tienen esas dudas en su corazón?” 

Don Miguel de Unamuno y Jugo, ese vasco universal y rector salmantino, escribió en 1930 una pequeña novela en la que se retrató a sí mismo de cuerpo entero. Don Miguel vivió crucificado entre las dudas que abrigaba su corazón y una fe que se resistía a creer. En la introducción de esta obra, que lleva por título el nombre y las dos cualidades más significativas de su protagonista, San Manuel Bueno, Mártir, dice el mismo Unamuno: «tengo la sensación de haber puesto en ella todo mi sentimiento trágico de la vida».

La novela se desarrolla en un pueblo legendario, Valverde de Lucerna, que vive hundido en el lago de Sanabria, junto a San Martín de Castañeda, en la provincia de Zamora, España. Allí vive y trabaja un cura que tiene fama de santo. Pero don Manuel, el santo cura, por sobrenombre Bueno, abriga en su corazón una tragedia de inmensas proporciones... No cree en la vida eterna. Cuando reza el credo en la misa dominical, se siente como Moisés, que muere poco antes de entrar en la tierra prometida, pues “al llegar a lo de «creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable» la voz de Don Manuel se zambullía, como en un lago, en la del pueblo todo, y era que él se callaba (...). Era como si una caravana en marcha por el desierto, desfallecido el caudillo al acercarse al término de su carrera, le tomaran en hombros los suyos para meter su cuerpo sin vida en la tierra de promisión”.

Junto a este creyente incrédulo, Unamuno presenta a dos hermanos, Ángela y Lázaro, que ofrecen un contraste a la tragedia del pobre cura; la primera, una firme creyente, que anima a su párroco en la esperanza de la resurrección; y el segundo, un ateo convencido, que se deja transformar por la fragilidad de la fe honesta y titubeante de su pastor. De alguna manera, Unamuno se retrató a sí mismo y retrató la verdad de todos nosotros, que caminamos a tientas por este mundo, con una fe vacilante... Nadie, que de verdad se haya arriesgado a creer, puede decir que alguna vez no lo han sorprendido las dudas frente a las verdades que confiesa y por las que vive y muere. El mismo Unamuno, muerto el 31 de diciembre de 1936, quiso que en su sepultura se grabara este epitafio: «Méteme Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar. Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo».

El texto evangélico que se nos propone este domingo está atravesado por estas mismas dudas que habitaron el corazón de don Manuel Bueno, Mártir y de su autor, Miguel de Unamuno: “Pero Jesús les dijo: –¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen estas dudas en su corazón? Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo. Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: «¿tienen aquí algo que comer?» Le dieron un pedazo de pan y pescado asado, y él lo aceptó y lo comió en su presencia”.

También los discípulos dudaron de la resurrección de su maestro. Muchos de nosotros, aún hoy, seguimos creyendo lo que no vimos y, a tientas, entre dudas y búsquedas permanentes, seguimos gritándole a Dios “¡Creo, ayuda a mi poca fe!” (Marcos 9,24).


CON LAS VÍCTIMAS 

Según los relatos evangélicos, el Resucitado se presenta a sus discípulos con las llagas del Crucificado. No es este un detalle banal, de interés secundario, sino una observación de importante contenido teológico. Las primeras tradiciones cristianas insisten sin excepción en un dato que, por lo general, no solemos valorar hoy en su justa medida: Dios no ha resucitado a cualquiera; ha resucitado a un crucificado.
Dicho de manera más concreta, ha resucitado a alguien que ha anunciado a un Padre que ama a los pobres y perdona a los pecadores; alguien que se ha solidarizado con todas las víctimas; alguien que, al encontrarse él mismo con la persecución y el rechazo, ha mantenido hasta el final su confianza total en Dios.
La resurrección de Jesús es, pues, la resurrección de una víctima. Al resucitar a Jesús, Dios no solo libera a un muerto de la destrucción de la muerte. Además «hace justicia» a una víctima de los hombres. Y esto arroja nueva luz sobre el «ser de Dios».

En la resurrección no solo se nos manifiesta la omnipotencia de Dios sobre el poder de la muerte. Se nos revela también el triunfo de su justicia sobre las injusticias que cometieron los seres humanos. Por fin y de manera plena triunfa la justicia sobre la injusticia, la víctima sobre el verdugo.

Esta es la gran noticia. Dios se nos revela en Jesucristo como el «Dios de las víctimas». La resurrección de Cristo es la «reacción» de Dios a lo que los seres humanos han hecho con su Hijo. Así lo subraya la primera predicación de los discípulos: «Vosotros lo matasteis elevándolo a una cruz... pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos». Donde nosotros ponemos muerte y destrucción, Dios pone vida y liberación.
En la cruz, Dios todavía guarda silencio y calla. Ese silencio no es manifestación de su impotencia para salvar al Crucificado. Es expresión de su identificación con el que sufre. Dios está ahí compartiendo hasta el final el destino de las víctimas. Los que sufren han de saber que no están hundidos en la soledad. Dios mismo está en su sufrimiento.

En la resurrección, por el contrario, Dios habla y actúa para desplegar su fuerza creadora a favor del Crucificado. La última palabra la tiene Dios. Y es una palabra de amor resucitador hacia las víctimas. Los que sufren han de saber que su sufrimiento terminará en resurrección.

La historia sigue. Son muchas las víctimas que siguen sufriendo hoy, maltratadas por la vida o crucificadas injustamente. El cristiano sabe que Dios está en ese sufrimiento. Conoce también su última palabra. Por eso su compromiso es claro: defender a las víctimas, luchar contra todo poder que mata y deshumaniza; esperar la victoria final de la justicia de Dios.


NADA HISTÓRICO PUEDE SUCEDER A JESÚS MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Marcos, que es el primero que escribió, no sabe nada de apariciones. Incluso en el final canónico, que es un añadido del s. II, únicamente se mencionan algunas apariciones constatadas ya en otros evangelistas. Mateo tampoco aporta un relato completo. Jesús se aparece a las mujeres que van al sepulcro y les manda anunciar a los discípulos que vayan a galilea y allí le verán. En un monte en Galilea se aparece Jesús y les manda a predicar ya bautizar. Lc y Jn, que son los últimos que escriben, tienen relaciones con todo lujo de detalles. Esto nos indica que los relatos se han ido elaborando por la comunidad a través de los años.
Podemos constatar con toda claridad que los relatos más tardíos son los que tienden a la materialización de la presencia, tal vez para contrarrestar la duda, que se destaca cada vez más. En Mateo se duda que sea el Cristo; en Lucas y Juan se duda de que sea Jesús de Nazaret. La materialización y la duda están relacionadas entre sí. Cuando los testigos de la vida terrena de Jesús van desapareciendo, se siente la necesidad de insistir en la corporeidad de Jesús resucitado para ser más convincentes. Caen en la trampa en la que nosotros seguimos aprisionados: creer que lo real es solamente lo que se puede ver.

En Lucas, todas las apariciones y la subida al cielo, tienen lugar en el mismo día. En el episodio que leemos hoy, Jesús aparece 'a los once ya todos los demás', de improviso, como había desaparecido después de partir del pan en Emaús. Se presenta en medio, no viene de ninguna parte. El relato de Emaús, que precede, había dejado claro que Jesús se hace presente en el camino de la vida, en la Escritura y en la fracción del pan. Aquí se hace presente en medio de la comunidad reunida. Esto lo tenía ya muy clara la comunidad, cincuenta o sesenta años después de la muerte de Jesús, cuando se escribió este evangelio.

Llenos de miedo. No tiene lógica. Los discípulos ya conocieron el anuncio de las mujeres, la confirmación del sepulcro vacío, y una aparición al mismo Pedro que el evangelio menciona, pero no narra. Los de Emaús estaban contando lo que les acababa de pasar. Si a pesar de todo siguen teniendo miedo, quiere decir que fue difícil comprender que pueda haber Vida más allá de la muerte. También nos advierte de que, lo que se narra, no pudo ser una invención de los discípulos, porque no estaban nada predispuestos a esperar lo sucedido. En Juan, los discípulos tienen miedo de los judíos; En Lucas, tienen miedo del mismo Jesús.
Creían ver un fantasma. El texto se empeña en que tomemos conciencia de lo difícil que fue reconocer a Jesús. Los que acaban de llegar de Emaús caminan varios kilómetros con él y cenan con él sin conocerlo.

Incluso Magdalena, que le quería con locura, pensó que se refería al hortelano. ¿Qué nos quieren decir esta insistencia en que eran incapaces de reconocerlo? Nos están advirtiendo de que era Jesús, pero no era el mismo. En relato de hoy se dice: Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros”. ¿Es que en ese momento no estaba con ellos? Estas incongruencias nos tienen que abrir los ojos.

Mirad mis manos y mis pies, palpadme. Las manos y los pies, prueba de su muerte por amor en la cruz y de que es Jesús el mismo que crucificaron quién se deja ver ahora. Se insiste en la materialidad, para demostrar que no se trata de fantasías o ilusiones de los discípulos. En absoluto estaban predispuestos a creer en la resurrección, más bien se les impuso contra el sentir de todos ellos. Esto da plena garantía a lo que nos trasmiten, aunque al envolverlo en una relación, tenemos el peligro de quedarnos en el envoltorio.

¿Tenéis ahí algo que comer? Dice un adagio latino: quod satis probatur nihil probatur. Lo que prueba demasiado no prueba nada. Si el cuerpo de Jesús seguía desarrollando las funciones vitales, necesitaría seguir comiendo y respirando, etc. Sería un absurdo completo que Jesús pudiera comer después de muerto y no tiene ninguna posibilidad de que fuese real esa comida. Lo que intenta es decirnos lo difícil que fue para ellos aceptar que había una Vida después de la muerte. La experiencia pascual de los seguidores sí fue real, pero no hay manera de comunicarla a los que no han tenido esa experiencia. El afán por demostrar lo indemostrable los lleva a estas incongruencias y medidas de pata.

Así estaba escrito. Lucas insiste, siempre que tiene ocasión, en que se tienen que cumplir las Escrituras. En todos los salmos que hablan de siervo doliente, termina con la intervención de Dios que se pone de su parte y lo reivindica. Los primeros cristianos eran todos judíos; no tenían otro universo religioso para interpretar a Jesús que su Escritura. A pesar de que Jesús dio un paso de gigante sobre las Escrituras a la hora de decirnos quién es Dios, ellos siguen echando mano del AT para interpretar su figura. No es que se tengan que cumplir las Escrituras, es que hacen una relación, ad hoc, para que se cumplan.

Mientras estaba con vosotros. Indica con toda claridad que ahora no está con ellos básicamente. Estas son las pistas que nos advierten para no caer en la trampa de una interpretación literal. Jesús está presente en el medio de la comunidad. Su presencia es objeto de experiencia personal, pero no se trata de la misma presencia de la que disfrutaron cuando vivía con ellos. Jesús es el mismo, pero no está con ellos de la misma manera que lo hacía cuando andaba por los caminos de Galilea. Esta presencia de Jesús en medio de la comunidad es mucho más real que antes. Ahora es cuando descubren al verdadero Jesús.
Los discípulos estaban incapacitados para asumir la muerte de Jesús. Ni mientras vivía con ellos, ni después de muerto, podía asumir que el Mesías tuviera que padecer una muerte tan espantosa. Ni la idea de Dios que manejaban, ni la idea de Mesías que podía elaborar desde el AT, los podía llevar a aceptar la destrucción total del hombre Jesús. En ninguna parte del AT se dice que el Mesías tendría que morir y menos de esa manera. Todas las citas que se hacen en los evangelios para explicar su muerte están atraídas por los pelos.

En la primera lectura, Pedro, y en la segunda Juan, nos recuerdan que somos nosotros los que debemos manifestar ese amor de Dios. "Arrepentíos y convertíos para que se perdonen los pecados"; y Juan: "Quien dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él". Somos nosotros los que tenemos que resucitar, haciendo nuestra misma Vida que Jesús alcanzó mientras vivía y que se mantiene después de muerto. Esta es la intención de los evangelios al escribir lo que escribieron.
Para terminar, recuerda la última diferencia notable entre Lucas y Juan. En Juan exhala su aliento sobre ellos y les confiere el Espíritu. En Lucas les promete que se lo enviará. La diferencia es solo aparente, porque el Espíritu, ni tienen que mandarlo, ni tiene que venir de ninguna parte. Es una realidad espiritual que está siempre en nosotros. Podemos decir que llega a nosotros cuando lo descubrimos y dejamos que su presencia renueve todo nuestro ser. Ese Espíritu no es un ser especial, sino la misma Vida que vivió y manifestó Jesús. Dios es Espíritu y está en todas partes sin posibilidad alguna de ausencia.

 


sábado, 6 de abril de 2024

Segundo Domingo de Pascua – La Divina Misericordia – (Reflexión)

 Segundo Domingo de Pascua – La Divina Misericordia – Ciclo B (Juan 20, 19-31) – Abril 7, 2024 
Hechos 4,32-35; Salmo 117; 1 Juan 5, 1-6



En este Segundo Domingo de Pascua, la liturgia nos recuerda como se fueron los encuentros de Jesús Resucitado y como dieron testimonio los apóstoles sobre Él…

Evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar".

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto".

Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

Reflexión:

¿Cómo recibo su Espíritu?

El acontecimiento de la Resurrección marcó nuestra historia y dio paso al Cristianismo, que es el seguimiento de Jesús… desde entonces hasta nuestros días, con el soplo que dio Jesús Resucitado a los discípulos, para que "reciban el Espíritu Santo” (ruah), y por ende nosotros, somos impulsados a dar testimonio de la presencia del Resucitado;.

Jesús Resucitado, también nos desea su paz, la cual tendremos cuando nos dejemos guiar por su Espíritu, de tal manera que entre nosotros construyamos el anhelo de Dios para que vivamos en armonía, venciendo los miedos y procurando el bien de los que sufren, igual o más que nosotros; hoy cada uno podríamos, como los apóstoles “dar testimonio” y procurar que “ninguno pase necesidad”, colaborando y compartiendo en la comunidad, de lo que tenemos y podemos (cfr. Hechos 4,32-35)

Sin embargo, a todos nos puede pasar como a Tomás, que nos dicen y hablan sobre Jesús Resucitado, y no creemos, lo ponemos en duda o bien queremos que nos den pruebas de ello… podríamos vencer esta tentación, al abrirnos al Espíritu, para entender y vivir las enseñanzas de Jesús, cumplir su “mandamientos” (que son para nuestro propio bien), amando a los demás (que son también sus hijos) y así poder ser guiados por el Espíritu, por la verdad.

De igual manera, así como Tomás, podemos acercarnos a Jesús, través de la Palabra y del encuentro de los que sufren, para poder reconocerlo, y así, vuelvo a citar al papa Francisco: “el contacto personal con la amabilidad y la misericordiosa paciencia de Cristo, Tomás comprende el significado profundo de su Resurrección e, íntimamente trasformado, declara su fe plena y total en Él exclamando: «¡Señor mío y Dios mío!» (v. 28). ¡Bonita, bonita expresión, esta de Tomás!” (Regina Coeli, 12 de abril de 2015)

¿Qué necesito hacer para aumentar mi fe en Jesús Resucitado? ... ¿Cómo puedo contribuir para la construcción de la paz?... ¿Cómo ser misericordioso con quien sufre, para dar testimonio del Resucitado?

 

#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Segundo Domingo de Pascua – La Divina Misericordia – (Profundización)

Segundo Domingo de Pascua – La Divina Misericordia – Ciclo B (Juan 20, 19-31) – Abril 7, 2024 
Hechos 4,32-35; Salmo 117; 1 Juan 5, 1-6


Evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar".

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto".

Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hoy el Evangelio nos muestra a los discípulos de Jesús encerrados por miedo ("estando cerradas las puertas") nada entra y nada sale, es un estado de inmovilidad de quien busca protegerse; pero el encierro si se prolonga, como ya lo experimentamos hace poco, nos puede también enfermar y aumentar nuestros miedos. 

Hay miedos que son capaces de hacer transcurrir nuestras vidas en encierros innecesarios, con puertas cerradas, atrancadas con silencios peligroso que nos consumen por dentro. 

El Resucitado, irrumpe estos encierros, disipa nuestros miedos, nos devuelve la paz; mostrándonos sus heridas nos llama a mirar y asumir también nuestras heridas, ahí están, no se fueron, pero ya no deben de causarnos culpa o miedo. Y luego, el Resucitado nos envía, nos envía fuera, nos envía a la misión de la reconciliación y el perdón, a perdonar y a perdonarnos para vivir plenos de nuevo. No vamos solos, vamos con el soplo de su Espíritu fortalecidos y sin miedo. 

Reconozcamos nuestros encierros, reconozcamos al Resucitado pacíficandonos, enviándonos y fortaleciéndonos. Abramos la puerta y vivamos de nuevo. 

#FelizDomingo #Pascua

¡Dichosos los que creen si haber visto!” 

Hace algunos días Seve, comentó en nuestra comunidad que un profesor del Seminario de Planificación pastoral de la Casa de la Juventud, había hecho un halago de uno de nuestros compañeros. Cuando comentó que vivía en la misma comunidad con Gonzalo Castro, el profesor dijo: «¡Ese es el jesuita más coherente que yo conozco!» A lo que Seve respondió: «¡Y yo, que vivo con él, ni me había dado cuenta!»

Este hecho me trajo a la memoria aquella historia del abad de un célebre monasterio que fue a consultar a un famoso gurú en las montañas del Himalaya. El abad le contó al gurú que en otro tiempo, su monasterio había sido famoso en todo el mundo occidental; sus celdas estaban llenas de jóvenes novicios, y en su iglesia resonaba el armonioso canto de los monjes. Pero habían llegado malos tiempo: la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su espíritu, la avalancha de jóvenes candidatos había cesado y la iglesia se hallaba silenciosa. Sólo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y rutinariamente sus obligaciones. Lo que el abad quería saber era lo siguiente: «¿Hemos cometido algún pecado para que el monasterio se vea en esta situación?»

«Sí», respondió el gurú, «un pecado de ignorancia». «¿Y qué pecado es ése?» Preguntó el abad. «Uno de ustedes es el Mesías disfrazado, y ustedes no lo saben». Y, dicho esto, el gurú cerró los ojos y volvió a su meditación. Durante el penoso viaje de regreso a su monasterio, el abad sentía cómo su corazón se debocaba al pensar que el Mesías, ¡el mismísimo Mesías!, había vuelto a la tierra y había ido a parar justamente a su monasterio. ¿Cómo no había sido él capaz de reconocerlo? ¿Y quién podría ser? ¿Acaso el hermano cocinero? ¿El hermano sacristán? ¿El hermano administrador? ¿O sería él, el hermano prior? ¡No, él no! Por desgracia, él tenía demasiados defectos... Pero resulta que el gurú había hablado de un Mesías «disfrazado». ¿No serían aquellos defectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos en el monasterio tenían defectos, y uno de ellos tenía que ser el Mesías.

Cuando llegó al monasterio reunió a los monjes y les contó lo que había averiguado. Los monjes se miraban incrédulos unos a otros: ¿El Mesías... aquí? ¡Increíble! Claro que, si estaba disfrazado... entonces, tal vez... ¿Podría ser Fulano...? ¿o Mengano, o...? Una cosa era cierta: Si el Mesías estaba allí disfrazado, no era probable que pudieran reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto y consideración. «Nunca se sabe», pensaba cada cual para sí cuando trataba con otro monje, «tal vez sea éste...». El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo desbordante. Pronto volvieron a acudir docenas de candidatos pidiendo ser admitidos en la Orden, y en la iglesia volvió a escucharse el jubiloso canto de los monjes, radiantes del espíritu de Amor.

Eso fue lo que le pasó a Tomás. Quería ver «en sus manos las heridas de los clavos» y meter su mano en su costado para poder creer. Jesús resucitado se hace presente entre nosotros de una forma tan cotidiana, que corremos el riesgo de no reconocer su presencia y pasar de largo junto a él. La Pascua es un tiempo propicio para reconocer en aquellas personas con quienes vivimos, la presencia resucitada del Señor.

 

RECORRIDO HACIA LA FE

Estando ausente Tomás, los discípulos de Jesús han tenido una experiencia inaudita. En cuanto lo ven llegar se lo comunican llenos de alegría: «Hemos visto al Señor». Tomás los escucha con escepticismo. ¿Por qué les va creer algo tan absurdo? ¿Cómo pueden decir que han visto a Jesús lleno de vida, si ha muerto crucificado? En todo caso, será otro.

Los discípulos le dicen que les ha mostrado las heridas de sus manos y su costado. Tomás no puede aceptar el testimonio de nadie. Necesita comprobarlo personalmente: «Si no veo en sus manos la señal de sus clavos... y no meto la mano en su costado, no lo creo». Solo creerá en su propia experiencia.
Este discípulo, que se resiste a creer de manera ingenua, nos va a enseñar el recorrido que hemos de hacer para llegar a la fe en Cristo resucitado a los que ni siquiera hemos visto el rostro de Jesús, ni hemos escuchado sus palabras, ni hemos sentido sus abrazos.

A los ocho días se presenta de nuevo Jesús. Inmediatamente se dirige a Tomás. No critica su planteamiento. Sus dudas no tienen para él nada de ilegítimo o escandaloso. Su resistencia a creer revela su honestidad. Jesús le entiende y viene a su encuentro mostrándole sus heridas.

Jesús se ofrece a satisfacer sus exigencias: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos. Trae tu mano, aquí tienes mi costado». Esas heridas, antes que «pruebas» para verificar algo, ¿no son «signos» de su amor entregado hasta la muerte? Por eso Jesús le invita a profundizar más allá de sus dudas: «No seas incrédulo, sino creyente».

Tomás renuncia a verificar nada. Ya no siente necesidad de pruebas. Solo experimenta la presencia del Maestro, que lo ama, lo atrae y le invita a confiar. Tomás, el discípulo que ha hecho un recorrido más largo y laborioso que nadie hasta encontrarse con Jesús, llega más lejos que nadie en la hondura de su fe: «Señor mío y Dios mío». Nadie ha confesado así a Jesús.

No hemos de asustarnos al sentir que brotan en nosotros dudas e interrogantes. Las dudas, vividas de manera sana, nos rescatan de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, sin crecer en confianza y amor. Las dudas nos estimulan a ir hasta el final en nuestra confianza en el Misterio de Dios encarnado en Jesús.

La fe cristiana crece en nosotros cuando nos sentimos amados y atraídos por ese Dios cuyo rostro podemos vislumbrar en el relato que los evangelios nos hacen de Jesús. Entonces, su llamada a confiar tiene en nosotros más fuerza que nuestras propias dudas. «Dichosos los que crean sin haber visto».

JESÚS VIVE LA VIDA VERDADERA A PESAR DE LA MUERTE 

Este relato es la clave para entender el mensaje teológico de todas las apariciones pascuales. No pretenden decirnos qué pasó sino transmitirnos su propia vivencia interior. La experiencia pascual demostró que solo en la comunidad se descubre la presencia de Jesús vivo. La comunidad es la garantía de la fidelidad a Jesús. Es la comunidad la que recibe el encargo de predicar. La misión de anunciar el evangelio no se la han sacado ellos de la manga, sino que es un mandato que reciben de Jesús.

Juan es el único que desdobla el relato de la aparición a los apóstoles. Con ello personaliza en Tomás el tema de la duda, que es capital en todos los relatos de apariciones. “El primer día de la semana”. Jesús está ya fuera del tiempo y el espacio. Para él ya no hay días ni meses ni cuarentenas. En él no puede pasar nada, porque para que pase algo se necesita el tiempo y el espacio. Lo último que pasó en Jesús fue su muerte. Más allá de ella entra en la eternidad donde nada puede pasar.

Jesús aparece en el centro como factor de unidad. La comunidad está centrada en Jesús. No atraviesa la puerta o la pared, no recorre ningún espacio; se hace presente en medio de la comunidad. El saludo elimina el miedo. Las llagas, signo de su entrega, evidencian que es el mismo que murió en la cruz. La verdadera Vida nadie pudo quitársela a Jesús. La permanencia de las señales de muerte, indica la permanencia de su amor. Garantiza, además, la identificación del resucitado con el Jesús crucificado.

El segundo saludo les refuerza para la misión. Les ofrece paz para el presente y para el futuro. En los relatos de apariciones la misión es algo esencial; los había elegido para llevarla a cabo. La misión deben cumplirla, demostrando un amor total, semejante al suyo. Si toman conciencia de que poseen la verdadera Vida, el miedo a la muerte biológica desaparecerá por completo. La Vida que él les comunica es definitiva.

El verbo soplar, usado por Juan, es el mismo que se emplea en Gn 2,7 para indicar que Dios comunicó vida al monigote de barro que había fabricado. Con aquel soplo el hombre barro se convirtió en ser viviente. Ahora Jesús les comunica el Espíritu que da otra Vida. Se trata de la nueva creación del hombre. La condición de hombre-carne se transforma en hombre-espíritu. Esa Vida es la capacidad de amar como ama Jesús. Les saca de la esfera de la opresión y les hace libres (quita el pecado del mundo).

El Espíritu es el criterio para discernir las actitudes que se derivan de esa Vida. Debemos tener cuidado de no hacer decir a los textos lo que no dicen. El Espíritu no es la tercera persona de la Trinidad. Se trata de la Fuerza que les capacita para la misión. Del mismo modo, deducir de aquí la institu­ción de la penitencia es ir mucho más lejos de lo que permite el texto. El concepto de pecado que tenemos hoy no se elaboró hasta el s. VII. Lo que se entendía entonces por pecado era algo muy distinto.

En la comunidad quedará patente el pecado de los que se niegan a dar su adhesión a Jesús. Para Juan, el único pecado es la opresión, es decir la falta de amor. Ni Dios, ni Jesús, ni la comunidad condenan tienen que condenar a nadie. La sentencia se la da a sí mismo cada uno con su actitud. El Espíritu capacita a la comunidad para discernir la autenticidad de los seguidores de Jesús y salir del ámbito de la injusticia al del amor.
La referencia a "Los doce" designa la comunidad cristiana como heredera de las promesas de Israel. Tomás había seguido a Jesús, pero, como los demás, no le había comprendido del todo. No podían concebir una Vida definitiva que permanece más allá de la muerte. Separado de la comunidad, no tiene la experiencia de Jesús vivo. Una vez más se destaca la importancia de la experiencia compartida en comunidad.

Hemos visto al Señor. No se trata de una visión ocular sino de la constatación de una presencia de Jesús que les ha trasformado porque les comunica Vida. Les ha comunicado el Espíritu y les ha colmado del amor que brilla en la comunidad. El relato insiste, porque al tratarse de una vivencia, no puede ser demostrada. Jesús no es un recuerdo del pasado, sino que está vivo y activo entre los suyos. A pesar de todo, los testimonios no pueden suplir la experiencia; sin ella Tomás es incapaz de dar el paso. A los ocho días… Cuando se escribe este texto, la comunidad ya seguía un ritmo semanal de celebraciones.

Jesús se hace presente en la celebración comunitaria, cada ocho días. La nueva creación del hombre que Jesús ha realizado durante su vida, culmina en la cruz el día sexto. Estaban reunidos dentro, en comunidad, es decir, en el lugar donde Jesús se manifiesta, en la esfera de la Vida, opuesto a "fuera", el lugar de la muerte. Tomás, reintegrado a la comunidad, puede experimentar lo que no creyó.

La respuesta de Tomás es extrema, igual que su incredulidad. Al llamarleJ Señor, reconoce a Jesús y lo acepta dándole su adhesión. Al decir “mío” expresa su cercanía. Jesús ha cumplido el proyecto, amando como Dios ama. “Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros”. “Quien me ve a mí, ve al Padre”. Dándoles su Espíritu, Jesús quiere que ese proyecto lo realicen también todos los suyos y lo manifiesten con el amor como él lo manifestó.

Tomás tiene ahora la misma experiencia de los demás: Ver a Jesús en persona. El reproche de Jesús se refiere a la negativa a creer el testimonio de la comunidad. Tomás quería tener un contacto con Jesús como el que tenía antes de su muerte. Pero la adhesión no se da al Jesús del pasado, sino al Jesús presente, que es a la vez, el mismo y distinto. El marco de la comunidad hace posible la experiencia de Jesús vivo.

La experiencia de Tomás no puede ser modelo. El evangelista elabora una perfecta narración de apariciones y a continuación nos dice que no es esa presencia externa la que debe llevarnos a la fe. La demostración de que Jesús está vivo tiene que ser el amor manifestado. La advertencia es para los de entonces y para todos nosotros. El mensaje queda abierto al futuro. Muchos seguirán creyendo, aunque no lo vean.

El mensaje para nosotros hoy es claro: Sin una experiencia personal de Vida, llevada a cabo en el seno de la comunidad, es imposible acceder a la nueva Vida que Jesús anunció antes de morir y ahora les está comunicando. Para nosotros se trata del paso del Jesús aprendido al Jesús experimentado y manifestado en la entrega a los demás. Sin ese cambio, no hay posibilidad de entrar en la dinámica de la Vida. Que Jesús siga vivo no significará nada para mí, si yo no vivo su misma Vida.


sábado, 30 de marzo de 2024

Domingo de Pascua – La Resurrección del Señor – Ciclo B (Reflexión)

Domingo de Pascua – La Resurrección del Señor – Ciclo B (Juan 20, 1-9) – marzo 31, 2024
Hechos 10,34.37-43; Salmo 117; 1 Corintios 5,6-8



¡Feliz Pascua! … este domingo es el más importante del año, el que da sentido a todos y cada uno de los días del año: ¡Jesucristo ha resucitado!

Evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Reflexión:

¿Dónde está Jesús?

Jesús no está en el sepulcro, es primer testigo, María Magdalena, se pregunta quién se lo llevó y dónde está; confirman Pedro y Juan, el sepulcro está vacío… finalmente entendieron lo que se le había dicho: el Señor Jesús, resucitó.

La Resurrección es el triunfo del Señor (cfr. Sal 117); triunfo de la vida, sobre la muerte; del bien sobre el mal; de la luz, sobre la obscuridad; de la esperanza, sobre el derrotismo.

Como los apóstoles, hay que salir corriendo, para decirle a los demás que, “el que pasó haciendo el bien, sanando a los oprimidos” está vivo… ¡ha resucitado!

Citando al Papa Francisco: “En Pascua el andar se acelera y se vuelve una carrera, porque la humanidad ve la meta de su camino, el sentido de su destino, Jesucristo, y está llamada a ir de prisa hacia Él, esperanza del mundo. Apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones. Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades“ (Mensaje Urbi el Orbi, 9 de abril de 2023)

Hoy, y cada día tenemos que dar testimonio de que Él vive en nosotros, que sus enseñanzas siguen vigentes, para dar vida… que creyendo en el resucitado, somos salvados de lo que nos aparta de la vida (vicios y maldad), así como los apóstoles, que dejaron solo a Jesús, tuvieron la oportunidad de reparar su falta, nosotros también podemos, tener la vida que nos trae la Resurrección.

Jesús, camino, verdad y vida, nos ha mostrado con su ejemplo, que la vida triunfa sobre la muerte.

¿Dónde encontrar al Cristo resucitado? ... ¿Qué tiene que resucitar en mí?... ¿A dónde tengo que ir, para reconocer a Jesús resucitado?

 

#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Tercer Domingo de Pascua – Ciclo B (Reflexión)

  Tercer Domingo de Pascua   – Ciclo B (Lucas 24, 35-48) – Abril 14, 2024 Hechos 3, 13-14.17-19; Salmo 4;  1 Juan 2, 1-5   La liturgia del T...