Paraguay es uno de los pocos países del mundo que reconoce a Taiwán como estado, y ahora el supuesto izquierdista Fernando Lugo anuncia que seguirá consolidada la relación con el antiguo bastión anticomunista donde se refugiaron Chiang Kai Sek y los suyos tras la epopeya maoísta.
Taiwán, en contrapartida, comunicó que no tolerará un relacionamiento de Paraguay con China Continental.
Las relaciones carnales de Paraguay con Taiwán son una herencia de la dictadura de Alfredo Stroessner, quien aislado por la mala imagen de su régimen, debió estrechar lazos con varios estados parias de la comunidad internacional para sobrevivir. Paraguay es el único país de Sudamérica que reconoce a Taiwán, y arroja en ello su prestigio junto a países africanos como Burkina Faso, Gambia o Suazilandia.
Paraguay es el único país sudamericano que mantiene vínculos diplomáticos con Taiwán, isla considerada como una provincia rebelde por Pekín, posición heredada de la dictadura anticomunista del general Alfredo Stroessner, un gran admirador del dictador Chiang Kai Shek. La capital paraguaya es la única ciudad del mundo que honró al dictador que enfrentó a los maoístas dando su nombre a una de sus principales avenidas, homenaje que preservó hasta mucho después de que en la misma isla de Taiwán se renegara de su memoria.
El anticomunismo y el apoyo militar de Estados Unidos en tiempos de la guerra de Corea permitió a Taiwán, que entonces era presidida por Chiang Kai Shek, conservar bajo su control a esta isla, así como las islas Pescadores (Penghu), y los pequeños archipiélagos de Matsu y Quemoy (Jinmen), frente a las costas de Fujian.
Taiwán es la misma isla contra la cual los seguidores de Lugo denostaron con furia durante su proselitismo, acusándola de denigrar al Paraguay con su política de la chequera y financiar además las campañas del Partido Colorado.
El luguismo llamaba a esta ayuda como “los dólares de la vergüenza”, con los cuales Taiwán compra a las autoridades de turno para evitar que el Paraguay entable relaciones con China Continental, en un caso solitario en Sudamérica.
El obispo dijo en varias oportunidades durante su proselitismo que su deseo era entablar relaciones con China y que para el efecto se acabaría con las relaciones excluyentes con Taiwán, pero la firmeza nacionalista ha quedado en evidencia como otra más de las tantas mentiras de su movimiento, que se presentó como partidario del socialismo del Siglo XXI.
Sin embargo, este cambio de opinión era anunciado por la posición claudicante de algunos de los principales líderes luguistas, como Carlos Filizzola, quien en una oportunidad falsificó una sesión de honor para el presidente de Taiwán, Chen Shui-bian, haciendo que el personal administrativo y de limpieza del Parlamento ocupe las sillas de los senadores que boicotearon el homenaje.
Un signo de que las relaciones carnales con Taiwán seguirán aún por mucho tiempo es el enorme monumento al héroe militar derrotado por Mao, que orna una importante avenida de Asunción, y su nombre que nunca fue retirado de varias instituciones.
Lo cierto es que la actitud de Lugo indica que si Chiang Kai Shek fuera aún considerado un prócer en la isla, el izquierdista perdido en Taiwán no tendría inconvenientes en aceptar que en Asunción sea instalada una estatua del líder anticomunista chino del tamaño de la estatua de la Libertad de New York, si así lo deseara Taipei.
Ya lo advirtió Mao en una de sus frases famosas: lo urgente por lo general atenta contra lo necesario.