Laberinto No.814 (19/01/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENSAYO

ENSAYO

STEPHEN GREENBLATT

SILVIA HERRERA

Visiones del Infierno

En el centenario de la muerte de Rosa Luxemburgo

Foto: Shutterstock

SÁBADO 19 DE ENERO DE 2019 AÑO 15 - NÚMERO 814

Serotonina de Michel Houellebecq José Abdón Flores/ FOTOGRAFÍA: EFE

Foto: Wikipedia


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ANTESALA

19 DE ENERO 2019

ARTES VISUALES

Creatividad y acción política MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA SAPS

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a colectiva Fragmentos americanos, que se presenta en la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS), reúne 17 obras que plantean una crítica, desde el hacer de las artes visuales, del presente contexto social-político-económico. Esta visión ha sido el eje durante los últimos nueve años, en los cuales se ha trabajado con artistas invitados en proyectos colaborativos. A través de distintos medios, como escultura, fotografía, instalación, video y archivo, la curadora Michele Fiedler ofrece una lectura de la colección que exalta el discurso político y conceptual, en correspondencia con la vocación de la SAPS. Así, esta exposición está marcada por tres ejes: la pieza comisionada por el Proyecto Siqueiros que retoma el archivo o el trabajo del muralista como detonador; la obra que propone un enfoque crítico de las prácticas occidentales y su eco en las tradiciones fundacionales de América; y, por último, la propuesta que exhibe la crítica política directa a través de un diálogo museográfico entre el pensamiento de David Alfaro Siqueiros y las piezas contemporáneas expuestas. Una mano sosteniendo un tornillo da gravedad al vestíbulo, escultura del alemán Christian Jankowski, es parte de un proyecto más extenso y realizado ex profeso que aborda la paradoja de la izquierda política de principios del siglo pasado. Cónica, de la mexicana Tania Candiani, es una estructura de bambú que impacta no solo por su belleza, sino por la tradición que alberga; esta “casa del pensamiento” está inspirada en la arquitectura de la comunidad kogui, en Colombia, para la cual las viviendas son estructuras cósmicas que la vinculan con su mitología. Melodía de sombras, de la jalisciense Cinthya Gutiérrez, está conformada por 50 cabezas vaciadas en yeso de Hera; su intención es puntualizar la perpetuación de una educación enfocada en lo clásico y al mismo tiempo evidenciar la violencia creciente en el país. En este mismo sentido está Cómo explicar lo inexplicable, de José Carlos Martinat, que retoma la campaña homónima de la Secretaría de Turismo, pero en lugar de promocionar la belleza de México cuestiona la virulencia cotidiana. El visitante camina sobre un tapete de papelitos que caen de impresoras colocadas en el techo, los cuales son fragmentos de esas noticias inenarrables. Fragmentos americanos es una colectiva aguerrida que revisa y polemiza a través del arte, exaltando al acto creativo como una acción política en la que espectador, museo y artista son compañeros.

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Cónica, de Tania Candiani.

Suspiria. Dirección: Luca Guadagnino. Italia, 2018.

HOMBRE DE CELULOIDE

Dos visitas a 1977

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA FIRST SUN

econstruir Suspiria, la película de Dario Argento, para hacer un remake, es arriesgado. No se trata solo de que Argento sea, por su simplicidad, intraducible; se trata sobre todo de interpretar lo que se entiende por arte en épocas tan distantes. En 1977 la gente iba al cine. Para ver Suspiria se metía en hoyos jipis en los que se fumaba y se podía consumir drogas. Suspiria, con su rojo subido, su actuación caricaturesca y un Miguel Bosé bailando en puntas, fue una experiencia estética próxima al arte total que buscaba Wagner. Es arte que tiene menos de guion que de impacto visual. Salpicada de música escrita por el mismo Argento, Suspiria apela a los sentidos casi tanto como un concierto de Pink Floyd. Los estudios Amazon han decidido traducir esta experiencia pero, sabedores de que el mundo ha cambiado, de que el individualismo está consumado y la gente mira su televisor inteligente en soledad (poniendo pausa cada dos por tres para revisar el celular), tenía que cambiar no tanto la historia como el impacto sensual que consiguió Dario Argento. Suspiria, en el 2018, comienza por explicar quiénes son esos chocantes alemanes que pueblan la Academia de baile Markos a la que nuestra heroína ha venido a

estudiar. Se trata de germanos que aún cargan fresca la culpa del Holocausto y que han vuelto a caer en la efervescencia política durante el Otoño Alemán del 77. Son seres malévolos que no han dejado nunca de ser nazis; son espíritus demoniacos que todo lo contaminan con su ambición política. Así, pues, la película del 2018 lo primero que hace es situar históricamente la narración. Las brujas de Argento adquieren un espacio y un tiempo en el que han vuelto a surgir los aires de la masacre. La organización Baader-Meinhof es la más notable, pero hay muchas otras que pintan Berlín con los mensajes rojinegros de la muerte. En este contexto, una jovencita de Ohio viene a la ciudad para aprender el arte del baile moderno, ese que no necesita música y que se baila descalzo; ese que tiene algo de libidinoso, es dionisiaco y exalta el amor a la tierra. Los bailarines se arrastran más que saltar. Al menos así lo describe esta bailarina que de inmediato se convierte en objeto de atención

Suspiria es una obra autónoma y por ello sus logros deben ser juzgados al margen de la original

de las brujas arcaicas que dirigen la Academia Markos, un aquelarre de arte transgresor que dirige Tilda Swinton. Comienzan las ideas cinematográficas: una de las más notables incluye robar el cuerpo de la heroína para asesinar a otra alumna descarriada. Es una de las mejores secuencias de terror en los últimos tiempos. Lo es porque mediante el uso del montaje los frenéticos movimientos de Sussie Bannon, la inocente menonita de Ohio, terminan por servir para enredar textualmente el cuerpo de su compañera como si fuese una muñeca viviente de vudú. En fin, que el remake de Suspiria funciona bien. Es sobre todo una obra autónoma y por ello sus logros deben ser juzgados al margen de la original. Suspiria es una obra inteligente, de carácter sombrío y cuyos guionistas han sabido adaptar lo que se puede adaptar. Porque lo dicho: la experiencia del cine como arte total que propone Argento en la original resulta intransmisible y requeriría viajar a un tiempo en que el cine era ante todo un acto social. La Suspiria de 2018 está hecha para los amantes del terror de este tiempo: seres humanos solos y que en todo momento se distraen. Más que un remake, Suspiria es como otra visión de los mismos hechos macabros de Alemania en el otoño de 1977.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Respiración SAÚL IBARGOYEN

El hombre respira con su pecho de alambre: arterias de cobre como fuego joven venas de hierro adelgazadas por el oxígeno negro de la asfixia tubos obturados por mantecas de sangre espinas huecas con su mensaje de ácidos gases pelos de aceros oscurecidos por las flemas filamentos rígidos como coágulos de esperma hilachas pegosteadas entre espumas y glándulas estambres revolcados encima de sórdidos gargajos redes de seda como calcinantes roncares. Así se respira el hombre enteramente y no lo sabe y vuelve a escribir de espaldas a este sueño. Y escribe y escupe y respira. Este poema del escritor uruguayo nacido en Montevideo, el 26 de marzo de 1930, y fallecido en la Ciudad de México, el 9 de enero de 2019, pertenece a El poeta y yo (1956-2000).

EX LIBRIS

La pesadilla/ EKO

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Tristes verdades ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

a figura de André Gide (18691951) reúne prodigiosamente al dandy decimonónico con el intelectual público contemporáneo. Gide no solo fue un creador refinado y admirado, sino un pensador de insólita intrepidez y franqueza, que protagonizó algunas de las controversias más sonadas de su tiempo. En particular, su idilio y luego desencanto con el comunismo soviético constituye uno de los episodios ideológico-pasionales más tórridos de la historia intelectual del siglo XX. En Tristeza de la verdad, Andre Gide regresa de Rusia, Alberto Ruy Sánchez rememora, con una sustentada perspectiva histórica y penetración psicológica, este episodio. Publicado por primera vez en 1991 y reeditado en 2017, el libro de Ruy Sánchez mantiene una pasmosa actualidad. Gide inicia su trayectoria guiado por el rigor de Mallarmé y por la audacia cáustica de Wilde. Con libros como Corydon, que escandaliza y reta prejuicios, o Viaje al Congo y Regreso de Chad en los que (cuando todavía no era moda) denuncia el colonialismo francés, Gide comienza a ejercer un creciente ascendente moral. Hacia los años treinta, la pasión justiciera de Gide comienza a coincidir más estrechamente con el comunismo y la política de la URSS. Tanto por su prestigio literario como por su independencia (su adhesión no partía de la doctrina sino de una espontánea simpatía moral), el respaldo de Gide implicaba uno de los mayores triunfos propagandísticos para la URSS. Cuando en 1936 Gide aceptó viajar a ese país por nueve semanas, acompañado con una comitiva de amigos, se pensó que sería el flechazo definitivo entre el escritor y la patria socialista. La estancia de Gide en la URSS fue similar a la de un jefe de Estado y él y sus amigos fueron mimados, aunque cuidadosamente supervisados. No obstante, entre el oropel, el escritor logró observar alarmantes incongruencias. Tras su viaje, Gide decidió publicar su Regreso de la URSS. Su crítica era moderada y comedida, Gide consideraba que la URSS constituía un experimento social de vanguardia que enfrentaba problemas de los que, finalmente, podría salir avante. Gide observaba una sociedad con marcadas desigualdades, con nula productividad y mucha escasez y, sobre todo, con un culto a la personalidad del líder, una conformidad y unanimidad de la opinión y un clima de temor, desconfianza y delación entre la población. El desenlace es conocido: el idolatrado escritor se volvió un paria y un traidor para muchos de sus antiguos compañeros de ruta. Ruy Sánchez aporta varios valiosos detalles a esta historia: cierto dejo de protagonismo e ingenuidad de Gide, la fuerza de los aparatos de propaganda de los regímenes totalitarios de la época y, sobre todo, el ansia de creer de los intelectuales, aun los más dotados y perspicaces. Gide sufragó el costo de la fidelidad a su verdad y, tras el purgatorio de unos años, su discreto pero firme “no” se volvió uno de los paradigmas más duraderos de autenticidad y probidad intelectual.

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LITERATURA

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Este texto reflexiona sobre Serotonina, de Michel Houellebecq, una novela sobre la búsqueda inútil de la felicidad

La fórmula equívoca del placer

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JOSÉ ABDÓN FLORES FOTOGRAFÍA EFE/ ANDREU DALMAU

o es raro que Michel Houellebecq (1956), de formación científica, haya acudido a la rimbombante nomenclatura bioquímica para titular uno de sus libros. Serotonina aprovecha esa carga de interés y encanto que puede generar una molécula cuya función es por demás sorprendente. En efecto, la serotonina es un neurotransmisor que está asociado con el placer, con la felicidad accesoriamente; de hecho, es conocida como la “hormona del placer” e integra uno de los sistemas de recompensa que tiene el cerebro para procurar bienestar:

Es una pastillita blanca, oval, masticable. […] El descubrimiento a principios de 2017 del Capton D-L iba a abrir una puerta a una nueva generación de antidepresores, con un mecanismo de acción más simple, que favorecía la liberación por exocitosis de la serotonina producida a nivel de la mucosa gastrointestinal. Al final de ese año, el Capton D-L se comercializó con el nombre de Captorix. De inmediato demostró una capacidad sorprendente, permitiendo a los pacientes integrar con cierta facilidad los ritos principales de una vida normal en el seno de una sociedad civilizada (aseo, vida social reducida a un buen trato con los vecinos, trámites administrativos sencillos) sin favorecer en nada, como lo hacían los antidepresores de la generación precedente, las tendencias al suicidio o a la automutilación. Los efectos secundarios más frecuentes

del Captorix eran náusea, desaparición de la libido e impotencia. Yo nunca había padecido náusea.

Quien habla es Florent-Claude Labrouste, un hombre de 46 años, funcionario del Ministerio de Agricultura, cuya formación y lazos familiares le han permitido llevar una vida relajada en el plano económico. Sin embargo, esa vida relajada termina ahí, pues fuera de este plano la condición de Florent-Claude raya en la desesperanza, un estado que lo persigue desde que sus padres eligieron esa ridícula combinación de nombres para designarlo. En plena madurez, el eficiente funcionario visualiza toda perspectiva trunca, especialmente en su vida sentimental, donde ha acumulado fracaso tras fracaso, reveses que, como buen antihéroe houellebecquiano, atribuye a la sociedad moderna:

Era feliz, nunca había sido tan feliz, y nunca más lo sería; en ningún momento olvidé lo que la situación tenía de efímera. Camille hacía sus prácticas profesionales en la DRAF, ineluctablemente debería partir a finales de enero para retomar sus estudios en Maisons-Alfort. ¿Ineluctablemente? Habría podido proponerle que dejara la escuela, que se dedicara al hogar, es decir, que se convirtiera en mi mujer, y cuando pienso lo que pudo ser (y lo pienso casi todo el tiempo), creo que ella habría dicho que sí. […] Pero no lo hice, y sin duda ya no podría hacerlo, yo no había sido formateado para hacer tal proposición, no era parte de mi software, yo era un hombre moderno, y para mí, como para todos mis contemporáneos, la carrera profesional de las mujeres era una cosa que debía ser ante todo respetada, era el criterio absoluto, la

superación de la barbarie, la salida de la Edad Media. Al mismo tiempo, tal vez yo no era tan moderno, ya que habría podido considerar, incluso por algunos segundos, sustraerme de este imperativo; pero una vez más no hice nada, no dije nada, dejé que los hechos siguieran su curso, cuando en realidad no tenía confianza alguna de este regreso a París. París, como todas las ciudades, estaba hecha para engendrar soledad, y no habíamos tenido suficiente tiempo juntos, en esa casa, un hombre y una mujer, solos cara a cara, habíamos constituido el uno para el otro el resto del mundo, ¿podríamos mantener eso? No lo sé, los años han pasado, no recuerdo muy bien, pero me parece que ya entonces tenía miedo, y que había comprendido, ya en esa época, que el mundo social era una máquina para destruir el amor.

La nueva novela de Houellebecq llegará a México en la segunda quincena de febrero.

El desprecio por la vida es uno de los temas recurrentes en la obra del autor de Plataforma

Gran observador de su tiempo, Michel Houellebecq es un cronista de la época que le ha tocado presenciar. Un cronista eficaz, de esos cuya prosa ilumina cualquier situación o episodio banal y lo vuelve sustancial. Su universo es en buena medida París, y escribir sobre París sin aburrir —pues la Ciudad Luz ha sido tocada en incontables obras— no es tarea sencilla. Pero también es Francia, la actualidad francesa que en esta segunda década del siglo ha sido foco de atención mundial. En Sumisión, su anterior novela, Houellebecq escribió sobre la islamización del país, sobre las consecuencias que ello tendría. Libro profético o no, el día que salió a la venta el semanario Charlie Hebdo fue blanco de un ataque terrorista.

En Serotonina se insinúa el fenómeno de los “Chalecos Amarillos”, solo que con un trasfondo diferente: la lenta agonía del sector agropecuario en Francia, uno de los más protegidos en el mundo pero que está inexorablemente condenado. Saint-Aubert-surOrne, Bazoches-au-Houlme, Putanges, Canville-la-Rocque, Coutances…, son nombres anónimos que trazan el paisaje de Normandía y sus habitantes, buena parte de ellos agricultores obligados a transformar sus granjas en hôtel de charme o en simples casas de huéspedes debido a que el campo, si no es a gran escala, es una inversión perdida: la agricultura francesa es compleja y múltiple, son pocos los que dominan los desafíos de todas las ramas, y mis aptitudes eran por lo general apreciadas, me pagaban por mi capacidad de ir a lo esencial, por no perderme en una multitud de cifras, por saber aislar algunos elementos clave. Por otro lado, no podía sino enumerar una serie de fracasos en defensa de las posturas agrícolas de Francia, pero en el fondo estos fracasos no eran míos, eran directamente de los negociadores, especie rara y vana cuya repetida falta de éxito no merecía siquiera la morgue, me las vi con algunos de ellos (pocas veces, en general nos comunicábamos por mail) y había salido asqueado de estos intercambios, por lo general no


se trataba de ingenieros agrónomos sino de antiguos alumnos de escuela de comercio, desde siempre he sentido repugnancia por el comercio y todo lo que se le parece, la idea de “estudios mercantiles avanzados” era a mis ojos una profanación de la noción misma de estudios, pero después de todo era normal que se emplee en este puesto de negociador a jóvenes egresados de estudios mercantiles avanzados, una negociación es siempre la misma cosa, poco importa si se trata de chabacanos, turrón de Aix, celulares o cohetes Ariane, la negociación es un universo autónomo, que obedece a sus propias leyes, un universo inaccesible a los no negociantes.

Al descubrir en el Canal del Congreso una emisión sobre los “Desaparecidos voluntarios”, decide que esa es la solución que más le conviene en las circunstancias actuales de su vida: desaparecer del mapa, abandonar a su concubina japonesa cuya presencia solo consigue angustiarlo, y sondear su pasado desde una nueva libertad, una libertad absoluta que nunca antes ha vivido. Es en los parajes rurales de Normandía, los que el turista que visita Francia no verá nunca, donde FlorentClaude Labrouste buscará elucidar qué hacer con una vida que lo asfixia. Excusas para abandonar París no le faltan, y el vehículo narrativo que

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LITERATURA

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es todo personaje permite a Houellebecq expresar un supuesto desprecio por la capital francesa:

Nuestra pareja estaba en fase terminal, ya nada podía salvarla y además eso ni siquiera era deseable, sin embargo hay que dejar en claro que el departamento tenía una “vista magnífica”. Tanto la sala como la suite principal daban al Sena, y se veía el Bosque de Boloña, el Parque de Saint Cloud y demás; cuando hacía buen tiempo también se alcanzaba a distinguir Versalles. Mi recámara daba al hotel Novotel, situado a menos de una cuadra, y después París, pero esta vista no me interesaba, a menudo dejaba las cortinas cerradas, no solo detestaba el barrio de Beaugrenelle sino que detestaba París, esta ciudad infestada de burgueses ecorresponsables me repugnaba, quizá yo también era un burgués pero no ecorresponsable, manejaba un 4 x 4 diesel —tal vez no he hecho nada bueno en mi vida, pero al menos he contribuido a destruir el planeta— y saboteaba sistemáticamente el programa de reciclaje selectivo de mi edificio echando botellas de vino vacías en el contenedor destinado al papel y cartón, y los desechos orgánicos en el receptáculo del vidrio. Mi

ausencia de civismo me enorgullecía un poco, pero también obtenía una venganza mezquina respecto al elevado pago de los servicios —pagados renta y servicios, más el dinero que le pasaba mensualmente a Yuzu para “solventar los gastos domésticos” (esencialmente, ordenar sushis), había gastado el 90 por ciento de mi salario, en suma, mi vida de adulto se resumía a consumir lentamente la herencia de mi padre.

La búsqueda de una felicidad que el personaje presiente imposible es el motor narrativo de Serotonina. Para conseguirla, Florent-Claude está dispuesto a todo, incluso a eliminar con un rifle de francotirador al hijo de la que presiente pudo haber sido la mujer de su vida; un hijo que obstaculiza esa felicidad. Pero su fracaso es absoluto, y haber aprendido a disparar será una enseñanza que al amargado especialista en agricultura solo le reportará un efímero placer. Tras suprimir su vida social —y sexual, debido a la ingesta del Captorix—, Claude-Florent volverá a París para finiquitar de manera pragmática sus últimas semanas en el planeta. La serotonina, lejos de procurarle placer, ha hecho de él un alma errante que disecciona la realidad de manera

egoísta. El desprecio por la vida es uno de los temas recurrentes en la obra del autor de Plataforma; de hecho, es un tema en el cual, se podría decir, se ha vuelto experto, y esta conducta proporciona la mejor y, al parecer única, salida a su personaje:

Había valido la pena haber hecho estudios científicos: la altura h recorrida por un cuerpo en caída libre en un tiempo t estaba en realidad precisamente dada por la fórmula h=1/2gt2, siendo g la constante gravitacional, lo que daba un tiempo de caída, para una altura h de 2h/g. Habida cuenta de la altura (casi exactamente cien metros) de mi edificio, y del hecho de que la resistencia del aire podía considerarse cero para esa altura, se obtenía un tiempo de caída de cuatro segundos y medio, cinco segundos máximo en caso de considerar la resistencia del aire, cosa de nada, como se puede ver; con algunos tragos de Calvados encima ni siquiera era seguro de que tuviera el tiempo para pensar. Habría más suicidios si las personas conocieran esta simple cifra: cuatro segundos y medio. Alcanzaría el suelo a una velocidad de 159 kilómetros/ hora, lo que era un poco menos agradable considerar pero, bueno, no era el impacto de lo que tenía miedo, sino del vuelo, y, la física lo establecía con certeza, mi vuelo sería breve.

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Con base en la antología The Penguin Book of Hell, el autor traza las coordenadas de ese lugar donde solo se concibe el castigo eterno

¡Al diablo con todo!

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STEPHEN GREENBLATT FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK

ienso que el Infierno es una fábula”, exclamó el famoso profesor —una declaración sorprendente no solo porque fue hecha a finales del siglo XVI, cuando muy poca gente se hubiera atrevido a decir algo así, sino porque en ese momento se encontraba conversando con el diablo, a quien le estaba ofreciendo su alma en venta—. El profesor en cuestión era el Doctor Fausto en la grandiosa tragedia isabelina de Christopher Marlowe. Fastidiado por el dominio de la filosofía, la medicina y las leyes, Fausto anhela el conocimiento prohibido. “Y tú —interroga a Mefistófeles, el demonio al que ha invocado—, ¿dónde habéis sido condenado?” “En el Infierno”, fue la pronta respuesta, pero Fausto permaneció escéptico: “Y a razón de qué artes habéis conseguido escapar de él?”. La réplica del diablo es por completo devastadora: “Porque este es el Infierno. No me encuentro fuera de él”. ¿Acaso Marlowe (un notable librepensador que según un reporte policial declaraba que el “principio original de la religión era el de provocar temor en la gente”) creía en realidad en la existencia literal del Infierno? ¿Imaginaba que los humanos debían pagar por sus fechorías (o ser recompensados por sus actos virtuosos) en una vida después de la vida? ¿Pensaba que había un enorme reino bajo tierra a donde las almas de los pecadores eran arrastradas para sufrir castigos eternos impuestos por demonios? Es difícil decir que sí, pero no hay duda de que el Infierno era efectivo para el negocio teatral de su tiempo, tal como el exorcismo lo es para la industria cinematográfica del nuestro. En su diario, el empresario isabelino Philip Henslowe inventarió los accesorios que se guardaban en el Teatro

Rose. Incluían una roca, una jaula, una tumba y una boca del Infierno, utilería perfecta para recibir a un pecador como Fausto al final del acto 5. Hay evidencia de que la obra de Marlowe produjo un poderoso efecto en sus contemporáneos. Durante una función en el Teatro de Londres (un galerón de madera donde el público permanecía de pie), un crujido causó pánico entre los asistentes; en el poblado de Exeter los actores salieron en estampida cuando creyeron ver a un demonio de más sobre el escenario; y muchos rumores circulaban sobre “la visible aparición del demonio” surgiendo inesperadamente durante la escena del conjuro. The Penguin Book of Hell, editado por Scott Bruce, profesor de historia de Fordham, es una antología de fantasías sádicas que para millones de personas a lo largo de varios siglos constituyen verdades soberanas. No toda la gente en todas las culturas acepta esas fantasías. Los antiguos egipcios estaban obsesionados con la vida después de la muerte, y no había un sufrimiento en el Reino de los Muertos que los espantara más que la idea de que su existencia se extinguiera. Por otra parte, en la antigua Grecia, los seguidores de Epicuro aceptaban de buena gana la idea de que cuando esto se terminaba… se terminaba: tras la muerte, los átomos que formaban el cuerpo y el alma se separaban, y no había nada más allá a lo cual temer o rogar. Epicuro no estaba solo en la idea de que el comportamiento ético no debía de depender de amenazas o promesas. En su Ética Nicomaquea, Aristóteles indaga en las fuentes de la virtud moral, la felicidad y la justicia sin hacer referencia ni por un momento al apoyo de castigos y recompensas después de la muerte. Los hebreos escribieron la Biblia sin ninguna mención al Infierno. Tenían un reino al que llamaban sheol, pero era solo el lugar de silencio y oscuridad donde todos los muertos —tanto los justos como los malvados— terminaban.

Para los antiguos rabinos, el cielo era el lugar en el que podías estudiar la Torah todo el tiempo. Su opuesto no era un lugar de tortura; era más bien un estado de depresión tan profundo que eras incapaz incluso de abrir un libro. ••• The Penguin Book of Hell no ofrece ninguna explicación de cómo el cristianismo, de un contradictorio revoltijo de nociones antiguas (egipcias, hebraicas, babilónicas, persas, griegas y romanas) llegó a la peregrina pesadilla que el editor llama “la más poderosa y persuasiva construcción de la imaginación humana en la tradición occidental”. Platón hizo una importante contribución al imaginar distintos grados de castigos para los pecadores, así como Virgilio, al darle al inframundo una topografía más gráfica y convincente, para persuadir a cualquiera que hubiera cometido un crimen secreto de arrepentirse de él “antes de que sea demasiado tarde”. Pero ninguno de estos artífices paganos de la cultura occidental puede dar cuenta de algo que la antología saca a relucir: la llamativa insistencia de Jesús en el Gehenna (el infierno o purgatorio al que van a purificarse los judíos malvados), el siniestro valle en Jerusalén donde en tiempos inmemoriales se les indicaba a los seguidores de Moloch que tenían que sacrificar a sus hijos. “Si tú dices ‘Eres un necio’ a tu hermano, serás merecedor del Infierno de fuego”, declara en el “Sermón de la Montaña” (Mateo 5:22), y los educativos Evangelios atribuyen esta advertencia del Salvador al menos diez veces más: “Es mejor para ti perder uno de tus miembros, a que tu cuerpo entero sea lanzado dentro del Infierno de fuego” (Mateo 5:29); “Si uno de tus ojos te hace tropezar, arráncatelo y

¿Qué clase de dios inflige horribles torturas a aquellos que no le simpatizan?

arrójalo lejos de ti; es mejor para ti pasar la vida con un ojo, que tener dos y ser lanzado al Infierno de fuego” (18:9); “Si tu mano te hace tropezar, córtala; es mejor pasar tu vida entera mutilado que ir con dos manos al Infierno del fuego incansable (Marcos 9:43); “Pero yo te advertiré a quien temer: teme a aquel quien después de muerto tenga la autoridad para enviarte al Infierno” (Lucas 12:5); etcétera. La buena noticia de los Evangelios está estrechamente unida a la autoridad que tiene el hijo del propio Dios, con la repetición de esas terribles amenazas acerca de un lugar donde los gusanos no sacian su hambre y el fuego jamás se sofoca y hay llanto y rechinar de dientes. Ya sea que derive de los fariseos o de los esenios o de una visión personal, el énfasis de Jesús en un lugar ardiente de tormentos para los pecadores parece una licencia para sacar a relucir textos, muchos de ellos traducidos por el editor, que constituyen un volumen, dada la ausencia del budismo y otras tradiciones, cuyo título más adecuado debía haber sido: The Penguin Book of Christian Hell. El antecedente de estos textos es un breve extracto del Apocalipsis apócrifo de Pablo, que data del siglo III, que de hecho incluye muchas de las características favoritas de los adoradores del Infierno. El recuento, como es típico del género, dice que proviene de un testigo ocular; una especie de documental de viaje malo. Ahí están los ríos de fuego, gusanos insaciables, remolinos de azufre y lluvia tormentosa de piedras afiladas y calientes como granizo sobre los cuerpos desnudos de los condenados. Hay adúlteros colgados de sus cejas y pelo; sodomitas cubiertos de sangre e inmundicia; niñas que perdieron su virginidad sin el consentimiento de sus padres sujetas con cadenas de fuego; mujeres que se practicaron abortos empaladas en asadores llameantes. Hay virtuosos paganos quienes “tuvieron un alma y todavía no reconocen al


Dios Creador” y por lo tanto son ciegos y permanecerán para siempre en un pozo profundo. Los demonios —aquí llamados los “ángeles de Tártaro”— cumplen torturas especiales diseñadas para pecadores especiales. Por ejemplo, un “lector” —aquellos que leen las lecciones en los templos durante los servicios eclesiásticos— que no siguió las indicaciones divinas: “Y el Ángel encargado de sus tormentos arribó con una lanza flamígera, con la que cortó en rebanadas los labios de este hombre y su lengua también”. Ante la expresión de horror del testigo presencial, este ángel guardián que

le sirve de guía responde que no hay nada de qué preocuparse, que todo está en el plan de Dios. “He llevado luto y gemido por la raza humana. En respuesta, el ángel me dijo: ‘¿Por qué llevas luto? Acaso eres más piadoso que Dios?’ ” ••• Esa pregunta, aunque se supone que sea retórica, ronda las páginas de The Penguin Book of Hell y trae consigo otras preguntas perturbadoras. ¿Qué clase de dios inflige horribles torturas a aquellos que no le simpatizan? ¿Por qué no previene que no ocurra lo peor? ¿O por qué, después de un pe-

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riodo razonable, da fin a este desagradable asunto de la penitencia? ¿Qué tan buena es una sentencia penal por toda la eternidad? ¿Acaso disfruta el espectáculo de tanto sufrimiento? Y si es así, ¿se supone que nosotros nos unamos a él en ese regocijo? ••• Algo de la satisfacción que la creencia en el Infierno evidentemente ofrece, ayuda a explicar la continuidad de su atractivo. Se deja ver en el castigo que le corresponde al desafortunado lector al que le cortan la lengua o en el sacerdote fornicador que es atacado por sus propios genitales. En todos los

Católicos y protestantes difieren de su concepción del Infierno.

rincones del Infierno, le dice el ángel a Tundal, los pecadores obtienen lo que merecen: “Podrás ver el tormento que corresponde a tus andanzas”. El principio es conocido como contrapasso —contrapeso, tal como lo tradujo Longfellow—, y Dante es su maestro supremo. Esta forma de la justicia consiste en que el pecador tiene que sufrir lo contrario de aquello que lo condujo a la condenación. Así, los adivinos, que en vida trataron de husmear en el futuro, son condenados a caminar para siempre con sus cabezas volteadas hacia atrás. Pero el castigo puede también ser una especie de continuación demoniaca: el colérico es condenado por la eternidad a desgarrarse los miembros uno por uno; los usureros se inclinan en agonía con bolsas de dinero atadas a su cuello; los amantes que se precipitaron en una pasión adúltera son azotados ahora por un viento infernal que no se termina nunca. El estupendo logro poético de Dante es demasiado rico y complejo para sentirse confortable en The Penguin Book of Hell. En su profunda simpatía humana, el Infierno se resiste a funcionar como una pieza adoctrinadora o de pedagogía estricta, y las pocas citas que incluye el editor parecen fuera de lugar entre las crudas fantasías y horrendas advertencias que dominan la antología. Aunque después de la Reforma tanto los católicos como los protestantes siguieron predicando sobre el Infierno, jalaron, tal como indica la selección de Bruce, de alguna manera, en sentidos opuestos. Los católicos continuaron resaltando los horrores físicos de la vida después de la muerte —piensa en el hedor, descrito por el repelente jesuita del siglo XVII Giovanni Pietro Pinamonti: “que tiene que exhalar esa mazmorra en donde una multitud de demonios y todos los cuerpos de los atormentados penan al unísono”—, mientras los protestantes tienden a enfatizar las miserias psicológicas. ••• Uno de los principales motivos de los textos reunidos en The Penguin Book of Hell es la ira, la ira contra gente que ocupa puestos de excepcional confianza y poder que mienten y hacen trampa y pisotean los valores más básicos y aun así escapan al castigo que tan manifiestamente merecen. La Historia es una crónica interminable de estos canallas, y es una crónica asimismo de frustración e impotencia, ciertamente entre la masa de gente ordinaria, pero incluso entre aquellos que sienten que están dentro del sistema. El Infierno es el último recurso de la impotencia política. Para tu consuelo —te ayuda a permanecer dormido, como Freud sugiere—, al imaginar que esos personajes repugnantes que detestas recibirán su justo castigo después de la muerte. Pero Voltaire y la Ilustración traen consigo un mensaje diferente: despierta. Deshazte de toda esa esperanzadora e impotente fantasía; es, en todo caso, la herramienta no solo de las víctimas sino de los victimarios. Debemos luchar contra los criminales aquí y ahora, en el único mundo en el que podemos esperar que se haga justicia.

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© The New York Review of Books. Traducción de Juan Manuel Gómez.


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PENSAMIENTO

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ENSAYO

Inteligencia y rebeldía En el centenario de su muerte, Rosa Luxemburgo sigue alumbrando la Revolución rusa

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e entre las figuras que el feminismo ha elegido como emblemas, las artistas ocupan un sitio preponderante. Extrañamente, las mujeres que se han dedicado a la política han sido soslayadas. Rosa Luxemburgo (Zamość, Polonia, 5 de marzo de 1871-Berlín, Alemania, 15 de enero de 1919) tendría que ocupar un lugar privilegiado. El centenario de su muerte es un buen momento para reivindicarla y, de hecho, entre las actividades que se han preparado destaca una discusión a través de internet que se llevará a cabo el 20 de enero con el tema “Feminismo y clase social en política”. La Rosa Roja, como se le conoce, fue una de las mujeres más inteligentes de su tiempo. Vladimir Lenin, el líder bolchevique y rival intelectual, la trataba de igual a igual. En la opinión que tenía de ella, comparándola con un águila, cita sus equivocaciones; no obstante, termina rindiéndole homenaje. Rosa Luxemburgo comenzó su militancia a los quince años. Por sus actividades contra el gobierno polaco, tuvo que huir a Suiza en 1889; en la Universidad de Zurich fue compañera de Anatoli Lunacharsky, futuro comisario de Instrucción tras el triunfo bolchevique. Fue una de las fundadoras del Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y por esta época comenzó su labor teórica que la llevó a enfrentarse con Lenin por la situación polaca. En 1898, al casarse con Gustav Lübeck, consigue la nacionalidad alemana; vive en Berlín y se hace miembro del Partido Socialdemócrata Alemán (PSD); para Rosa Luxemburgo, la socialdemocracia está ligada al pensamiento marxista. Como observa su biógrafo Ernst Piper, luchó “por un partido por el que ni siquiera podía votar”. Será cruelmente asesinada durante la revolución alemana de 1919. Reforma o revolución (Akal, 2015) —que fechan en 1899 y 1900—, aunque en alguna página hace referencia a hechos ocurridos en 1907 y 1908, fue su primera obra importante. Rosa Luxemburgo la escribió como respuesta a una serie de artículos que publicó Eduard Bernstein, entre 1896 y 1898, en Neue Zeit, el periódico del PSD, cuya tesis principal era que para alcanzar el socialismo podía omitirse la revolución y que con efectuar reformas graduales al sistema capitalista sería suficiente; en la discusión involucra también

SILVIA HERRERA FOTOGRAFÍA WIKIPEDIA

Entre los libros de la pensadora polaca, Akal ha publicado Reforma o revolución (2015), La crisis de la socialdemocracia (2017) y La revolución rusa (2017).

a Konrad Schmidt, quien estaba de acuerdo con la opinión de Bernstein. Con sus artículos, Bernstein negaba los fundamentos marxistas del partido. En la primera parte del libro, Rosa Luxemburgo se dedica a refutar los argumentos de Bernstein y Schmidt; la discusión se hace desde el ámbito económico. La teoría de la adaptación bernsteiana, como la llama Luxemburgo, se centra básicamente en los siguientes puntos: el crédito, el monopolio, las aduanas y el militarismo. Si desde la perspectiva marxista el revisionismo de Bernstein falla porque sus argumentos favorecen al capitalismo,

Era una pacifista que sostenía que la guerra favorecía la reproducción del capitalismo

por lo que ha sucedido, que el sistema siga vigente con todas sus crisis, tendremos que decir que Bernstein acertó, pues el capitalismo ha sabido, precisamente, adaptarse. Si Reforma o revolución es el libro más teórico y abstracto de Rosa Luxemburgo, más allá de la jerga económica, es porque parte de un supuesto y la argumentación sigue una línea lógica en la que el error de Bernstein consiste en favorecer el capitalismo en detrimento de la teoría marxista. Los libros La crisis de la socialdemocracia (1915; Akal, 2017) y La revolución rusa (1918; Akal, 2017) parten de hechos concretos y en ellos se manifiesta su gran capacidad analítica. El primero fue escrito en la cárcel y el título hace referencia al voto a favor que dio el Partido Socialdemócrata para que

Alemania entrara en la Primera Guerra Mundial; se considera el primer documento de la Liga Espartaquista que Rosa Luxemburgo fundó. Ella era una pacifista que se oponía al militarismo porque éste favorecía la reproducción del capitalismo; y si se opuso a la Primera Guerra se debió a que consideraba que el proletariado no tenía por qué matarse entre sí. En noviembre de 1912, en el Congreso Internacional de la Paz se dispuso que los participantes, en palabras de Victor Adler, debían oponerse a la guerra que se avecinaba. Al final, el Partido Socialdemócrata Alemán, al que Rosa Luxemburgo consideraba la vanguardia del movimiento obrero, no cumplió esta demanda. La crisis de la socialdemocracia expone las razones por las cuales se cambió de parecer. Como se sabe, por los sistemas de alianzas, el peso de la guerra recayó en Alemania, Inglaterra y Francia; Rusia, que figuraba al principio, salió del conflicto y se enfrentó a su revolución. Luxemburgo hace una historia de las diversas guerras europeas en general y sobre el imperialismo alemán, encabezado por Prusia, en particular. En un principio, la propaganda de guerra se orientó contra el zarismo, pero al final dicha propaganda se dirigió contra Inglaterra. Las conclusiones a las que llega Luxemburgo son categóricas: no importando quien triunfara, una segunda guerra mundial era inevitable. El proletariado, resume, no podía apoyar a ninguno de los dos; seguir el juego de la guerra suponía un suicidio. La revolución rusa no se trata de una historia, sino de un análisis de los sucesos según van aconteciendo. Inevitablemente, supuso otro encontronazo con Lenin. La independencia del pensamiento de Rosa Luxemburgo se manifiesta aquí cuestionando las medidas que van tomando los líderes. Para ella, los movimientos revolucionarios no podian seguir acríticamente el modelo de la revolución bolchevique. En puntos como la implantación de la dictadura su visión es profética; en el modo en cómo agricultura e industria deben ir desarrollándose también hace observaciones pertinentes. Pero con todo y las críticas que hace, no deja de reconocer el valor de lo hecho por Lenin, Trotsky y sus seguidores. Con cabeza fría concluye sobre esa primera etapa revolucionaria: “En Rusia solo podía plantearse el problema. No podía resolverse”.

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EN LIBRERÍAS

19 DE ENERO 2019

NARRATIVA, CRÓNICA, ENSAYO El bendito arte de robar

Quién no

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A FUEGO LENTO

La guerra no tiene rostro de mujer

All in, Sinatra México, 2018

Christopher Brookmyre Malpaso España, 2018 377 páginas

Claudia Piñeiro Alfaguara México, 2018 234 páginas

Svetlana Alexiévich Debolsillo México, 2018 365 páginas

Autor de diecisiete novelas y presidente de la Sociedad Humanista de Escocia, Brookmyre es uno de esos autores que casan muy bien con la imaginación desparpajada. Quien aún no lo conoce, puede empezar por esta novela en la que una detective acostumbrada a tratar con toda clase de malhechores se ve de pronto rebasada por una banda de atracadores de bancos que actúan como si fueran Chagall, Jarry, Dalí… El crimen, pues, adquiere la estatura del arte.

El nuevo libro de la autora de Las viudas de los jueves contiene 16 piezas, narraciones en las que revolotean los enigmas, los malos entendidos, la tristeza que tantas veces acompaña la vida cotidiana. Como la de una mujer que descubre la doble vida de su marido, como el marido que de pronto se encuentra a la deriva cuando su esposa le pide que se vaya de la casa, como la madre de un hijo con problemas sicológicos. Son cuentos que hablan de los enigmas que habitan en cada ser humano.

Un millón de mujeres soviéticas combatieron en la Segunda Guerra Mundial. Sirvieron en todos los frentes militares como conductoras de carros de combate, tiradoras y en la infantería. La Premio Nobel de Literatura recoge el testimonio de cientos de ellas y así consigue un mural en el que están presentes el dolor de la pérdida, el recuerdo del frío y el hambre, las huellas de la violencia sexual, la angustia del sobreviviente y el tufo omnipresente de la muerte.

Las ilusiones de la modernidad

Las décadas de Nexos I

Las décadas de Nexos II

Bolívar Echeverría ERA México, 2018 205 páginas

Varios autores Fondo de Cultura Económica México, 2018 373 páginas

Varios autores Fondo de Cultura Económica México, 2018 393 páginas

Publicado originalmente en 1997, cuando se discutía la derrota del socialismo real en los países de Europa Central, este ensayo “quisiera poner a prueba una propuesta de inteligibilidad para la época de transición en que vivimos”. Echeverría repasa los conceptos de posmodernidad, identidad, izquierda y capitalismo para reflexionar al mismo tiempo sobre las ideas de Braudel, Heidegger, Lukács y Marx y cuestionar la certeza de que la crisis presente es la crisis de la modernidad.

Nacida en enero de 1978, la revista Nexos ha hospedado a la discusión política, la reflexión histórica, el análisis social, la antropología, la ecología, la cultura y las artes. Este primer volumen antológico va desde aquel año fundador hasta 1997. Los textos responden, sobre todo, a la necesidad de llevar el saber académico a la escena pública y de crear una tribuna para discutir las debilidades y fortalezas de un país que recién adoptaba la costumbre democrática.

Este segundo volumen transita de 1998 a 2017, un periodo marcado por la llegada de una auténtica competencia democrática y de las nuevas formas productivas de la era digital. No es de extrañar, por lo mismo, que muchos de los textos aquí reunidos analicen el triunfo de Vicente Fox y la escalada de la impunidad y el narcotráfico. La crónica ocupa un lugar destacado, así como el registro personal, la vida cotidiana, la crítica literaria, el ensayo científico y los usos de la tecnología.

¿El póker es la vida? ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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os novelas obtuvieron el Premio Mauricio Achar Literatura Random House 2018: All in, Sinatra, de Pedro Zavala, y Pistolar, de Iván Soto Camba, de la que me ocupé hace unas semanas. De vez en cuando me acompaña la sensación de que algunos narradores escriben solo para ver cómo su nombre aterriza en un set cinematográfico. Ajenos a la construcción de un estilo, se concentran en montar un argumento por el cual avanzan toda clase de efectos y fuegos de artificio. Esta es la sensación que me ha dejado All in, Sinatra, una novela cuyo protagonista —Génesis Montesinos, un doctor en Literatura de 64 años— gana 53 mil dólares en una mesa de póker y ve cómo se trastoca su proyecto de suicidio: no solo se convierte en el amuleto de un grupo de apostadores profesionales sino que termina enredado en una turbia operación ¡en Macao, y, más tarde, en Río de Janeiro! Sí, leyeron bien: de un cubículo universitario a Las Vegas y de ahí a Macao y a Río de Janeiro, no sin dejar de recorrer la noche insomne al lado de una joven drogadicta y bisexual. El argumento se hilvana de modo tan hollywoodense que Zavala no escatima argucias para incluir además un copioso soundtrack. Es posible que All in, Sinatra satisfaga los anhelos de ese tipo de lector que intenta combatir el hartazgo cuando le esperan veinte horas a bordo de un avión comercial con rumbo, digamos, a Melbourne. Tiene cocaína, mujeres exuberantes, ex presidiarios, chinos vulgares e incluso agentes del FBI (y hasta la evocación de Ronaldo, Ben Affleck y Tiger Woods en una mesa de juego). Tiene asimismo un par de escenas que podrían haber salido de la mente sulfurosa de Quentin Tarantino (catana y chorros de sangre incluidos). Esos lectores hipotéticos solo podrían lamentar las ausencias de una persecución en automóvil por las calles populosas de Macao y una gran explosión en una reserva ecológica de la selva hondureña… pues hasta allá conduce el enredo. Aceptemos que All in, Sinatra es literatura. Pero de qué literatura se trata. De mala literatura, sin duda (son chocantes sus incontables oraciones sin verbo y los títulos de sus capítulos en inglés). Su temperamento pertenece a la sección de los libros escritos para ofrecer nada más que un trivial entretenimiento, y sin los arrestos suficientes para competir con el cine o las series de televisión, aunque quiera formar parte de su nómina.

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ESCENARIOS

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RESEÑA

ENTREVISTA

Los relámpagos de Jorge

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ANDREA SERDIO

orge Ibargüengoitia nació el 22 de enero de 1928, en Guanajuato, ciudad que inspiró varias de sus historias, entre ellas Estas ruinas que ves, ganadora del Premio Internacional de Novela México en 1975, llevada al cine cuatro años más tarde por Julián Pastor, con Fernando Luján, Pedro Armendáriz Jr. y Blanca Guerra como protagonistas; como la novela, la película es tan incisiva como divertida; en ella, un profesor de literatura (el recientemente desaparecido Luján) regresa a su pueblo, Cuévano, para sumergirse en un ambiente mediocre de chismes, intrigas, deseos y parrandas con sus compañeros de la universidad donde trabaja, con los que frecuenta a las familias más poderosas y conoce su hipocresía y sus intereses. Estas ruinas que ves inauguró la Biblioteca Ibargüengoitia en editorial Planeta, en la que también se encuentran Los relámpagos de agosto, supuestas memorias de un general revolucionario. Fue la primera de las seis novelas que escribió y con ella se hizo acreedor al Premio Casa de las Américas en 1964. La vida y muerte de un dictador hispanoamericano es el tema de su segunda novela, Maten al león, que en 1977 fue filmada por José Estrada, con David Reynoso, Jorge Rivero y Lucy Gallardo en los papeles estelares. La película, sin la sátira demoledora de Ibargüengoitia, se convirtió en una comedia poco apreciada por la crítica y el público. Las siguientes novelas de Ibargüengoitia fueron Las muertas, que aborda el célebre caso de nota roja de “Las Poquianchis”, tratantes de mujeres en el Bajío mexicano, y Dos crímenes, filmada por Roberto Sneider en 1994. Fue el debut como director de Sneider y obtuvo premios en México y el extranjero. Con Damián Alcázar, José Carlos Ruiz, Leticia Huijara, Margarita Isabel y Dolores Heredia, entre otros actores, tiene como ingredientes los malentendidos, las mentiras, las traiciones, la ambición de quienes esperan una supuesta herencia y los amores clandestinos en un pueblo de la hermosa provincia mexicana. La última novela de Ibargüengoitia fue Los pasos de López, una delirante mirada a los inicios de la guerra de Independencia. Dramaturgo y novelista, Ibargüengoitia también escribió un libro de cuentos: La ley de Herodes, relatos para niños y una gran cantidad de artículos periodísticos, compilados en varios libros. Entre sus obras se encuentran la comedia Susana y los jóvenes y El atentado, sobre el asesinato de Álvaro Obregón, con la cual obtuvo en 1963 el Premio de Teatro Casa de las Américas. Jorge Ibargüengoitia murió el domingo 27 de noviembre de 1983 en un accidente aéreo en las inmediaciones de Madrid. Llegaba de París, donde radicaba con su esposa, la pintora inglesa Joy Laville, en una escala hacia Bogotá, Colombia, para participar en un encuentro de escritores.

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El buen cristiano documenta el periodo de gobierno de José Efraín Ríos Montt.

Izabel Acevedo

“Guatemala es un país que no aprecia la memoria” HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA CENTRO DE CAPACITACIÓN CINEMATOGRÁFICA

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n 1979, José Efraín Ríos Montt se convirtió al cristianismo. En ese año también compañeros de religión lo convencieron de que debía gobernar Guatemala. El militar cumplió su meta entre el 23 de marzo de 1982 y el 8 de agosto de 1983. Diecisiete meses fueron suficientes para ejecutar a más de diez mil personas, la mayoría indígenas. En la recta final, el dictador se sometió a un juicio polémico. La cineasta guatemalteca Izabel Acevedo reflexiona sobre aquel periodo en su documental El buen cristiano. ¿Por qué regresar al periodo que gobernó José Efraín Ríos Montt? Guatemala es un país con una historia compleja y por medio del documental quería aportar elementos para entender algo de la guerra que mi país padeció durante 36 años. Aunque el periodo de Ríos Montt no toma más de diecisiete meses. Sí, pero fue el periodo con la mayor cantidad de muertes, desapariciones y torturas de toda la guerra. A partir de su mandato se reconfiguró el país y por eso me parece importante entender quién fue este hombre, qué cambios realizó y cuál es su sombra. Todavía hay viejas deudas en ese sentido. De hecho, su juicio es apenas un paso. En diez años de dictadura militar hubo tres gobiernos: los de Benedicto

Lucas García, Ríos Montt y Mejía Víctores. Durante esa década sucedieron una cantidad de cosas de las que todavía no se ha hablado: desaparecidos y víctimas de la violencia. En los últimos años se han filmado varias películas alrededor de este periodo. ¿Percibe una inquietud entre los realizadores jóvenes por ajustar cuentas con el pasado? Hay una tendencia por comprender lo que sucedió. Creo que, en parte, se debe a que después del juicio a Ríos Montt se abrió un umbral de información. No obstante, Guatemala es un país que no aprecia la memoria y no ha preservado archivos más allá de los diarios, así que conseguir material audiovisual de esos años es difícil. Una de las virtudes de su documental es darles voz a los propios militares. Algunos de los mejores materiales audiovisuales los obtuve gracias a un militar. Creo que la gente necesita hablar, pero depende de su situación personal y del momento político. Los militares tenían una necesidad tremenda de contar su versión porque los medios internacionales estaban con las vícti-

“Los militares tenían una gran necesidad de contar su versión; los medios estaban con las víctimas”

mas. En la izquierda también hay gente que quiere dar su testimonio, pero aun persiste el miedo, la tensión. Desde el título mismo hay una crítica velada a la Iglesia y su participación en este tipo de conflictos. En el caso de Ríos Montt, el papel de la Iglesia protestante fue muy importante. Los evangélicos intercedieron para que Reagan lo apoyara. A partir de Ríos Montt, Guatemala se fue convirtiendo al cristianismo y hoy es más evangélica que católica. Muchos militares reconocieron que no tenían tanto poder hasta que la Iglesia llegó al poder. De alguna manera, el documental quiere demostrar que un proceso de esta magnitud se compone de varios factores. De manera tangencial, El buen cristiano habla del perdón, algo que en México se discute. Es interesante que lo relaciones con México. López Obrador tiene razón cuando dice que el país necesita paz, pero en Guatemala la amnistía nunca cubrió el genocidio o crímenes de lesa humanidad y eso fue lo que permitió llevar a juicio a gente como Ríos Montt. Es válida la amnistía, pero es necesario saber ponerle límites. Algo muy importante es recuperar la verdad. Una de las cosas buenas que dejó el proceso de paz en Guatemala fue la instauración de la Comisión del Esclarecimiento Histórico. A México le vendría bien contar con una, así como con procesos de justicia transitoria acordes a su realidad.

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TERTULIA

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PERIPECIA

PERSONERÍO

La vejez recobra la infancia

La isla fantasma de Stevenson

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA MUSEO UNIVERSITARIO DEL CHOPO

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Nenitas se presenta de jueves a domingo en el Museo Universitario del Chopo.

l montaje de Nenitas es uno de los más claros ejemplos de que el espectador mexicano aplaude honesta y copiosamente el esfuerzo realizado por quienes muestran sobre el escenario su capacidad para vencer obstáculos, como en este caso lo hacen cuatro actrices de la tercera edad, que desde el proscenio narran por turnos la historia de su personaje, sin escenografía ni colega que les dé réplica, como si estuvieran en un trapecio de la memoria sin red protectora. Definido como gerontólogo teatral, según lo describe el programa de mano, el director de la compañía Soy Pájaro y de esta puesta en escena, Josafat Aguilar Rodríguez, se propone “generar un lenguaje que ponga en entredicho los principales prejuicios estéticos y morales sobre las mujeres que se encuentran en la vejez”. En busca de cumplir ese propósito, el joven Aguilar Rodríguez adapta Nenitas, de Silvia Aguilar Zéleny (Sonora 1973), cuyo libro, merecedor del Premio Nacional de Cuento La Paz, Baja California Sur, 2012, relata historias cotidianas de abuso en la infancia que, transformadas en monólogos, son interpretadas por alumnas de la Unidad de Vinculación Artística del Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM e integrantes del elenco de la Compañía. Cuatro de trece cuentos se eligieron para cada función, del mismo modo en que alternan solo cuatro de las dieciséis actrices, por lo que en esta oportunidad los títulos —al menos de tres de los monólogos observados— son Total,

Sobreexpuestos y La vida después del agua que, expresados en tono y volumen medio, como si narraran sucesos habituales, comparten breves historias permeadas de violencia, sorda en esta ocasión, que desde la percepción ingenua de cada niña, afianzada a un interés reconstructivo, permite a los personajes encontrar la vía para resistir y transformar su realidad. La pureza de la mirada femenina infantil plasmada en los textos expresados en voz de mujeres de la tercera edad y engarzada a la interpretación actoral en formación de las participantes cruza una infinidad de significados —a veces contradictorios— que se liberan a partir de la presencia de estas actrices quienes, de pie ante un grupo de espectadores durante toda su intervención, emergen filtradas por la experiencia de su vida, que deja abierta una cauda de cuestionamientos, emociones y reflexiones sobre la historia, el personaje y en torno a ellas, tanto en lo individual como en lo colectivo. Aderezado con dos coreografías de pasos acordes a la capacidad física de las actrices, a su necesidad de expresión y a lo que cada una otorga o sustrae de su historia, abriendo así una nueva posibilidad de lectura, el montaje detona el asombro del espectador.

Aderezado con dos coreografías, el montaje detona el asombro del espectador

La encomiable labor del director y todos los involucrados por abrir la opción de expresarse sobre un escenario a un sector de la sociedad cada vez más denostado, necesita encontrar vías para arropar mejor a las intérpretes mediante la conformación de un espacio que les permita sentirse cómodas, quizá con las mismas sillas con las que ya cuentan, pero óptimamente utilizadas, donde su energía pueda fluir mejor y sientan un apoyo que les dé la posibilidad de concentrarse más en abrillantar al personaje y hacerlo crecer, hasta donde su lúcida percepción y su riqueza interna lo permitan. Cabe la reflexión de redimensionar la música para que las motive y atenuar el conglomerado de reflectores, cuya luz ciega al espectador, mientras las actrices ejecutan la coreografía final, entre sombras y humo, portando una máscara creada a partir de los diseños de Freya Jobbins, escultora australiana que utiliza piezas de muñecas Barbie, entre otras, para crear torsos y bustos de figuras femeninas y masculinas, con textura de carne plástica que, en esa amalgama de diminutas piernas, brazos y rostros, produce una imagen grotesca con las partes de infancia desechada. Nenitas confronta prejuicios, desde el título que en su dulzura esconde una afilada punta, para después abrir paso al asombro, entre la belleza en los ojos de unas mujeres que se plantan puras sobre la escena y lo grotesco de una ingenuidad mancillada, cubierta con retazos de una ilusión rota que se apresta a la reparación después del camino andado.

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JOSÉ DE LA COLINA

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na de las leyendas que persisten acerca de un gran escritor, Robert Louis Stevenson, es la que lo presenta distrayéndose él mismo de su manuscribir y dejando que la pluma se entretenga haciendo al margen del texto un dibujo cualquiera que obedece a su desvarío momentáneo y no pretende tener una forma precisa. Así, el gran narrador se entrega a su fantasma plástico sin buscar un pretexto o un asunto que tenga alguna pretensión salvo la de distraerse precisamente. Es de este modo como a la izquierda de su texto y mientras hacía este dibujo brota un fantasma que resultaba ser, poco más o menos, una isla. Es ese dibujo del que surgió el libro prodigioso, entonces se titularía El cocinero marino, aunque sea un título anodino. Se conoce el argumento muy simple y casi habría que decir simplón de La isla del tesoro. Fue para aplicar esa contrahecha isla que Stevenson concibió su relato en largas noches de invierno que dedicaba a seducir contando historias a gente menuda y a los isleños del lugar donde había elegido su última estadía. Así surgió un grupo de personajes que están presididos por la figura de John Silver el Largo que es lo que hoy llamaríamos un villano atractivo. No imaginó, al ritmo de su invención oral, un mundo de buenos y malos, sino un personajerío multicolor en el que destaca el llamado cocinero que el originador mueve como en un teatro de títeres. Stevenson no pone acentuación moral en ninguno de sus relatos, ni siquiera en el que más se prestaría a ello, El misterioso caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, donde el problema del bien y el mal se transmuta en un juego de contrastes que los seres por él imaginados viven en una peripecia fantástica que se acerca a lo que hoy llamamos ciencia ficción. Para el novelista que ante todo quiere entretener finamente a su público, Larsen es una pieza más que en su girar evolutivo es a veces un canalla y a veces un buen compañero de viaje y de juego. De este modo, La isla del tesoro es, antes que nada, un “entretenimiento” en que lo que mueve el asunto son las variantes que un ser humano puede tener a nuestros ojos. Larsen, el pirata cocinero, surge así de la narración como un ente que se nutre de una prosa magistral para tomar proporciones épicas. Adorado por el niño que resulta ser el narrador adulto de la novela, Larsen despliega su seducción lo mismo si se mueve hacia el mal que hacia el bien o la simpatía. Es una de las creaciones “humanas” más satisfactorias y gran parte del encanto que el libro desplegó se debe a él. La pluma de Stevenson es todoamparadora; lo mismo ampara al bueno que al malo y aquí encontramos una de las llaves de su encanto como escritor: la literatura aparece como un juego en que los lectores o los oyentes se pierden buscando su propia aventura. La isla del tesoro reside en nuestro corazón, ahí desarrolla sus fantasmas adorados y acaso adorables. La literatura es un juego para Stevenson, un juego al cual el tusitala enfoca todo su saber y origina un mundo en que lo “humano” gira causando como la piedra arrojada al lago causa cada vez mayores y más delicadas circunferencias.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

19 DE ENERO 2019

http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto

TOSCANADAS

Éxito DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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ay montones de libros que tienen en su título la palabra “éxito”. Desata tu éxito, Las leyes del éxito, Los principios del éxito, El ABC del éxito, El emprendedor de éxito, Las siete leyes espirituales del éxito, Éxito: una guía extraordinaria, y sigue la mata dando. No sé si haya algo que diferencie estos libros o si sean la misma gata, pero revolcada; aunque sí se nota que pretenden convertir el éxito en algo alcanzable si se sigue una receta, fórmula o pasos sencillos de comprender. Y me parece que los lectores de estos libros son más bien gente fracasada y condenada al fracaso, gente que al estilo del personaje de “Bienvenido, Bob”, de Onetti, acabarán “moviéndose sin disgusto ni tropiezo entre los cadáveres pavorosos de las antiguas ambiciones”, o acabarán aceptando aquel himno a la mediocridad de “cada vez que tengo fe, tengo éxito” o, peor aún, “cada vez que pienso en Dios, tengo éxito”.

ARTURO TOSCANINI

Un ejemplo de disciplina, estudio y dedicación.

El detalle es que cualquiera conoce el precio del éxito, pero llega el momento en que no desea pagarlo sino tomar un atajo. El que se pone a leer estos libros es el que no se preparó en la vida, no conoce idiomas, fue un haragán durante los estudios, pasó media vida frente a la televisión, debe mantener a una pequeña y angustiada familia; entonces le vuelven a la cabeza los consejos que desoyó y busca a uno de esos falsos gurús para que le proponga un atajo. Pero no hay atajos, salvo en la política, en la que cualquier incompetente puede llegar hasta la presidencia de un país o cualquier dama sin luces obtiene abundancia. Estoy leyendo una biografía de Arturo Toscanini, por Harvey Sachs. Vaya un ejemplo de disciplina, estudio y dedicación. Un hombre seguramente tocado por el talento, pero consciente de que el talento sin rigor solo agranda el desperdicio. No se tocaba

el corazón para alcanzar la excelencia en una ópera o un concierto. Si algo no le convencía el día anterior al estreno, cancelaba el evento, así se hubiesen gastado una fortuna en la producción, así amenazaran los melómanos con incendiar el teatro. Sin entrar en detalles o ricas anécdotas, que esta página no da para tanto, quiero decir que la mejor forma de educar no son las recetas, sino el ejemplo. Eso se sabe desde siempre. Entonces habría que hacer un canon del éxito para jóvenes compuesto por diez, veinte o cincuenta biografías de personajes ejemplares. Y si escribo “para jóvenes” es porque el ejemplo les servirá a ellos, pues como dice el viejo refrán alemán: “Lo que no aprendió Juanito nunca lo sabrá Juan”. O, en los versos de Porfirio Barba Jacob: “¡Oh, quién pudiera de niñez temblando, a un alba de inocencia renacer! Pero la vida está pasando y ya no es hora de aprender”.

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BICHOS Y PARIENTES

El poder o la energía

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a gasolina y su escasez, fabricada desde el poder, son una maqueta del conflicto que viene. Las fuentes de energía que activan nuestra era vienen todas del consumo de recursos naturales: yacimientos, minas, el mar, la tierra. Al petróleo le quedan menos de 30 años de vida viable. Y todo bajo un concepto que no existía hasta la Revolución Industrial: concentrar la combustión y reducirla a usos productivos transformó nuestra relación con el mundo. Cundió un nuevo esquema de pensamiento, que consiste en dos grandes procesos: primero acumular y distribuir después. Todo en el Estado moderno está imaginado según el esquema de acumular y distribuir: el agua, la electricidad, los combustibles, el transporte público, los hospitales, las escuelas; el capital, las riquezas, los dineros públicos, y, desde luego, el poder. Concentrar y repartir. El Estado es un armatoste de la era industrial y reproduce las taras de su concepción: vigila y castiga a sus ciudadanos, pero se olvida de incluir su propio costo, es decir, lo más caro del proceso. El Estado es una bestia irreflexiva, pero no es el único animal idiota. Muchos conglomerados industriales se hallan en peligro, no porque sus productos hayan quedado fuera del mercado sino porque ya no les alcanza para costear su propio tamaño. El proceso de acumular y distribuir esconde gastos y costos improductivos, enormes desperdicios y contamina: lo mismo el agua, la energía eléctrica, los combustibles o el dinero público. Mientras no tuvimos miedo de ver agostadas las fuentes del poder, la energía o el capital, los anarquistas eran un pensamiento marginal, jipi, con ensueños o bombas, generoso u

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA ENLIGHT

homicida, pero marginal. Y con un conflicto: es una pura teoría, una ética, pero con una práctica imposible: el acto anarquista, por más que busque restablecer la dignidad humana, resulta criminal. Difieren mucho los anarquistas, pero quedan dos grandes tendencias básicas. Unos, como Michel Foucault o Noam Chomsky, han vivido bajo la obsesión del poder; otros persiguen, con igual obsesión, la energía. Por

El Estado es un armatoste de la era industrial y reproduce las taras de su concepción

ejemplo, Pierre Clastres y, sobre todo, Ivan Illich. Curioso, de paso, que los anarquistas prendidos del poder hayan vivido toda su vida como académicos universitarios, mientras que los de la energía hayan intentado un poco de todo. Foucault quedará entre lo más importante del pensamiento del siglo, pero mientras él averiguaba la eficacia del poder, Illich observaba la energía y la torpeza de su gasto. Hace 50 años, cuando ni en sueños aparecían las computadoras personales, ni mucho menos internet, Illich dijo que “dos terceras partes de la humanidad pueden aún evitar atravesar por la era industrial si eligen, desde ahora, un modo de producción basado en un equilibrio posindustrial, ese mismo contra el cual

La conversión por celdas fotovoltaicas sigue siendo una esperanza sostenible.

las naciones súper industrializadas se verán acorraladas por la amenaza del caos” (La convivencialidad, que se halla en la edición de las Obras reunidas, FCE, 2006). Como “teóricos de una sociedad por venir que no sea híper industrial”, dice Illich, “debemos reconocer la existencia de escalas y de límites naturales... Hay umbrales que no deben rebasarse. Debemos reconocer que la máquina no abolió la esclavitud humana; solamente obtuvo un rostro nuevo, pues al trasponer un umbral, la herramienta se convierte de servidor en déspota. Llamo sociedad convivencial a aquella en que la herramienta moderna está al servicio de la persona integrada a la colectividad y no al servicio de un cuerpo de especialistas. Convivencial es la sociedad en la que el hombre controla la herramienta”. Nuestro actual consumo de energía dejó de ser sostenible. A futuro queda una realidad austera. Casi todos imaginan que austero quiere decir pobre. No necesariamente. Y tampoco, suponer que el próximo colapso sumergirá el mundo en una era renegrida. Las alternativas son modestas: la generación eólica resultó menos eficaz que lo deseado; la conversión por celdas fotovoltaicas sigue siendo la esperanza, pero es disfuncional y pobre si se piensa bajo el modelo de la acumulación y distribución en gran escala; su posibilidad es el menudeo: cada casa, cada edificio, cada vehículo. En principio, suena carísimo: costear desde ahora cada inmueble con su propia fuente energética. Pero queda la gran esperanza: siempre aparece el ingenio individual, o grupal, con nuevas soluciones. Pero hay que pensar en pequeña escala. Sin el Estado.

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