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Negacionismo verde

Uno de los casos más desconcertantes ha sido la campaña contra el ‘arroz dorado’.

A pesar de que negar las evidencias de la ciencia parece absurdo, el hecho se repite vez tras vez. El negacionismo más de moda es el desconocimiento del cambio climático global. Los argumentos y las mediciones se acumulan, pero esto no ayuda. Es un negacionismo generalmente de derecha. Hay quienes no aceptan la evolución de las especies e insisten en que el mundo fue creado hace 6.000 años. Es un negacionismo de algunos grupos religiosos. Hay quienes se niegan a vacunar a sus hijos por supuestos terribles males, sin ver el inmenso bien que realmente han producido. Esos son de derecha, de izquierda y de centro.
Pero uno de los casos más desconcertantes ha sido la campaña de Greenpeace y otras organizaciones ambientalistas contra el ‘arroz dorado’. En diciembre pasado se aprobó por primera vez su cultivo en Filipinas, y se espera que muy pronto, este año, se apruebe también en Bangladés. La lucha por llegar a esto duró veinte años, durante los cuales Greenpeace ejerció toda su capacidad de lobby y movilizó a sus activistas, que hicieron manifestaciones, sabotearon laboratorios y quemaron cultivos experimentales, todo por una obsesión dogmática contra los cultivos genéticamente modificados.
La deficiencia de vitamina A es uno de los mayores problemas de salud pública en el mundo pobre. Causa anualmente 500.000 casos de ceguera en niños menores de 5 años, de los cuales mueren el 70 por ciento. Para el 2018 se calculó que esa deficiencia produjo en el mundo 670.000 muertes. Se ha tratado de combatir con suplementos vitamínicos, pero las campañas han fracasado porque es difícil llegar a todas partes con pastillas y convencer a la gente de que las tome.
El arroz dorado fue la idea de dos científicos alemanes, apoyados por centros de investigación y por Syngenta. Desde un principio fue sin ánimo de lucro, sin propiedad intelectual ni industrial, auténticamente humanitario. El arroz produce en sus hojas precursores de la vitamina A, pero no en el grano. Los científicos le introdujeron dos genes, uno de maíz y otro de una bacteria del suelo, que activaron la síntesis también en las semillas. Es dorado porque la vitamina le da un color amarillo como el del azafrán. Basta con el consumo de menos de 100 gramos al día para eliminar completamente el mal. Se hicieron todas las pruebas de inocuidad y de efectividad, y ya desde hace algunos años ha sido aprobado en Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, pero ellos no lo cultivan porque no tienen el problema.
Greenpeace se opuso con fiereza, y declaró como uno de sus grandes logros que el “principio de precaución” se interpretara de tal forma que hiciera extraordinariamente difícil la aprobación de este producto. Con hipótesis muy rebuscadas sobre presuntos peligros (que fueron siendo descartados uno por uno y seguidos por otros cada vez más rebuscados), se mantuvieron con la obligación de “en la duda, abstenerse”, mientras que los muertos y los ciegos se suman diariamente, sin dudas ni precaución.
Detrás de la mayoría de los negacionismos hay una inmensa vanidad. Todos argumentan que lo hacen en defensa de ideales puros que les otorgan superioridad moral para desechar argumentos científicos. Se reclaman defensores del bien y hacen el mal. En este caso, pedían prueba tras prueba, pero quemaban los cultivos experimentales que se hacían para generar la prueba recién pedida. El argumento iba así: ‘No actúe porque yo tengo dudas de los resultados, y no haga nada que pueda resolver mi duda’ (¿a alguien le suena?).
Los negacionismos son torpes y malvados, sin importar su color. La pretensión vanidosa de virtud se limita al discurso y desconoce el daño real que está generando. A veces, el mejor instrumento de la moral es una calculadora.
Moisés Wasserman
@mwassermannl
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