Marisol García Walls
3 min readMar 24, 2019

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#MetooEscritoresMexicanos

Afortunadamente, el mundo de los escritores en México me queda cada vez más lejos, pero sí quería decir algo porque una de las cosas que más me duelen de los testimonios que he leído en estos días es su cercanía: por supuesto que a muchos perpetradores los conozco, he trabajado con ellos, hemos sido amigos o coincidido en distintos momentos de nuestras vidas. Es durísimo aceptar que alguien a quien le tienes cariño pueda ser el que violenta a otra. Pero pasa, pasa muchísimo. Por eso es importante hablar de esto.

Se necesita un valor enorme para señalar públicamente a una persona que te hizo daño. Admiro a mis compañeras que han tenido el valor de denunciar, particularmente a las que, además de contar sus historias, se han confrontado directamente con sus agresores. A Marta, Patricia, Mireia, Zel y otras que no conozco personalmente — pero que las leo — las admiro. Quien diga que lo hacen por protagonismo, por inflar un movimiento, por dinero, por fama, está en un error. Yo sí les creo, y también las apoyo y les abro mi casa y los espacios que tengo para cuando quieran platicar o que escribamos algo juntas. Esto va especialmente para mis compañeras y amigas de la Fundación para las Letras Mexicanas. En retrospectiva me doy cuenta de lo tóxico que era ese ambiente. Nunca fui agredida por nadie de ahí — como sí lo fueron varias — pero las que estuvimos en esa casa sabemos que todo en el ambiente estaba puesto para minar nuestra confianza en nosotras mismas, en nuestro talento y nuestra escritura. Me arrepiento de haberme comprado comentarios que me hicieron alejarme de mí misma. No me sorprende que tantas de las denuncias tengan ahí su origen.

A mis compañeras y amigas quiero decirles que no le debemos a nadie nuestro testimonio. En estos días en los que todo está muy fresco es importante tener la cabeza fría y no ceder ante la presión de “presentar pruebas” que puedan ponernos en peligro . Es muy importante hablar, pero hacerlo asegurándonos que no estamos solas, de que lo hacemos en medio de redes de cuidado. También hay que ser escépticas con la fiscalización en nuestros propios grupos: los agresores no son nuestros amigos nomás porque sí, sino que muchas veces se presentan como “tipazos”. Hay que cuidarse especialmente de decir que una mujer solapa a alguien, a menos de que nos conste. Va a haber quienes usen esto para desmovilizar, así que urge cuidarnos y protegernos, sobre todo si sabemos que alguien puede estar frágil emocionalmente o físicamente en peligro. Es importante estar muy atentas a las redes, pero no desgastarse con lo que sucede en Twitter: no hay que descuidar los espacios, como la casa, el trabajo, la calle y las leyes para las que estamos en desventaja.

Los hombres tienen mucho, mucho trabajo que hacer, sobre todo si creen que lo que tienen que hacer es “limpiar sus nombres”. Son de pena ajena las respuestas que he leído cuando sus víctimas los confrontan. Peor: son respuestas violentas. Supongo que más de uno de mis conocidos está temblando o esperando que salga su nombre. Ojalá salgan todos los machitos.

Dicho esto, hay que pensar en cómo nos movemos hacia adelante con esto. El escrache cumple con sus funciones, pero es una batalla, no la guerra entera. Lo más difícil está en lo que se viene, que es, en concreto, ver cómo reconstruimos nuestras relaciones como comunidad ahora que podemos ponerle nombre a todas las violencias que hemos normalizado. Creo que éste es un buen momento para pensar en eso: hay que aprovechar la coyuntura. Tengo muchos amigos hombres que saben que trabajo temas de género, pero ni uno solo se acercado nunca para preguntarme si conozco a alguien que pueda dar un taller de sensibilización a escritores, o si puedo darlo yo misma. Tengo muchos amigos que leen teoría de género, pero lo hacen como si tuvieran miedo a quedarse fuera del hype teórico: nunca veo que se junten entre ellos a discutir sus lecturas o que las confronten con sus propias experiencias y con la violencia que han ejercido contra mujeres de nuestros círculos. Piénsenlo. Pregúntense por qué no lo hacen. Tomen cartas en el asunto, pero no de dientes para afuera.

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