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La escalada en Oriente Próximo, el proyecto de defensa europeo y la estrategia con Venezuela quiebran las relaciones entre Trump y la UE

El presidente estadounidense, Donald Trump.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

Hay una pata de la construcción europea que la UE tiene, de alguna manera, externalizada: la política de defensa. Es herencia de la Guerra Fría, de cuando Estados Unidos y la Unión Soviética competían en hegemonía política, cultural, económica y geoestratégica. El Muro de Berlín cayó, pero la OTAN acaba de cumplir 70 años.

Europa tiene en la OTAN su paraguas militar comandado por EEUU ante amenazas externas, un seguro por el cual si un país es atacado, el resto de aliados tiene que responder. Es decir, Europa tiene a Donald Trump, en estos momentos, como principal garante de la seguridad y defensa. Y resulta que las relaciones entre la UE y Donald Trump se encuentran bajo mínimos.

El penúltimo episodio ha sido la retirada por parte del Gobierno de España de la fragata Méndez Núñez del grupo de combate del portaaviones Abraham Lincoln cuando se dirigía al Golfo Pérsico. La misión supone un paso más en la escalada bélica con Irán, con la que discrepa la Unión Europea.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, acudió este lunes a Bruselas para insistir sobre la “amenaza creciente” que, a juicio de Washington, supone Irán. El jefe de la diplomacia estadounidense mantuvo reuniones bilaterales con los ministros de Francia, Alemania y el Reino Unido, así como con la alta representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior, Federica Mogherini y con el secretario general de la Alianza Atlántica (OTAN), Jens Stoltenberg.

La UE, por su parte, pidió a Pompeo “máxima contención y evitar cualquier escalada del lado militar” con Irán, según explicó Mogherini este lunes al término de un Consejo de ministros de Exteriores en Bruselas.

Pero en la última semana, EEUU ha enviado al golfo Pérsico el buque de asalto anfibio USS Arlington, misiles Patriot, el portaaviones USS Abraham Lincoln y bombarderos. Y Donald Trump ha advertido a Irán: “Si hacen algo, será un error muy grave. Será un problema muy malo para Irán si ocurre algo, eso puedo decírselo. No van a estar contentos”.

La tensión en el Golfo Pérsico ha aumentado desde que Washington anunció en abril pasado el fin de las exenciones que había concedido a ocho naciones o territorios para que siguieran comprando petróleo a Irán. Como consecuencia, las autoridades iraníes amenazaron con bloquear el estratégico estrecho de Ormuz, por el que cruza una gran parte del crudo mundial, si las sanciones impuestas por EEUU tras retirarse del acuerdo nuclear de 2015 impiden sus exportaciones de petróleo, vitales para la economía del país.

Debido a las sanciones estadounidenses y el fracaso del resto de firmantes de acuerdo nuclear (Rusia, China, Francia, el Reino Unido y Alemania) en contrarrestarlas, Irán informó el pasado miércoles de que suspende la aplicación de algunos de sus compromisos nucleares.

“Me ha tocado una época en la que los desencuentros entre Europa y EEUU son más importantes y numerosos que en el pasado”, ha reconocido en Bruselas el ministro de Exteriores, Josep Borrell: “Hasta hace poco había armonía. Con Obama no teníamos desencuentros y trabajábamos en común en Oriente Medio, Rusia, Afganistán, cambio climático...”.

En el asunto de Venezuela, la discrepancia fundamental pasa por los tambores de guerra que ha hecho sonar EEUU desde el día que se autoproclamó Juan Guaidó presidente de Venezuela. La Casa Blanca ya había anunciado que apoyaría las pretensiones de Guaidó si decidía dar el paso y autoproclamarse presidente. Poco después del juramento de Guaidó, desde el Despacho Oval se hacía público el apoyo explícito de la administración estadounidense al líder opositor como sustituto de Maduro al frente de Venezuela.

“Seguiré utilizando todo el peso de Estados Unidos y su poder económico y diplomático para presionar por la restauración de la democracia en Venezuela”, asegura Trump en el comunicado. El presidente estadounidense ha sido más contundente en Twitter donde ha asegurado que los venezolanos “ya han sufrido demasiado en las manos del ilegítimo régimen de Maduro”.

En una entrevista reciente en TVE, Borrell abogaba por dar continuidad al papel del Grupo de Contacto de la UE en Venezuela por cuanto “no está en la misma longitud de onda que la administración norteamericana”. Según Borrell, Donald Trump y su gabinete están actuando como “un cowboy que va diciendo 'mira que desenfundo'”, y en cambio, el Grupo de Contacto de la UE apela a la negociación y a decisiones como la adoptada ayer: el envío de una delegación para favorecer dicho diálogo. “Esto sólo puede tener una salida que permita ir a elecciones y rechazamos manifestaciones que bordean intervenciones militares”.

Y es que los desencuentros con EEUU no sólo pasan por Irán o Venezuela. También están con el acuerdo sobre armas nucleares de alcance medio y la defensa común europea, que EEUU ha rechazado por carta. En cuanto al acuerdo sobre armas nucleares, la Unión Europea (UE) ha hecho repetidos llamamientos a Estados Unidos y Rusia a mantener en pleno cumplimiento el acuerdo de desarme nuclear INF. EEUU ha iniciado en febrero el proceso de retirada del INF, que dura seis meses, tras acusar a Rusia de violar el tratado de eliminación de misiles de corto y medio alcance suscrito en 1987.

Y en relación a los proyectos europeos de defensa, Borrell se muestra sorprendido por la reacción furibunda de EEUU. “No veo por qué tendrían que ver en ello nada que les incomode”, ha dicho en Bruselas, “porque los europeos tenemos perfecto derecho de desarrollar [la defensa], y nuestras capacidades militares son complementarias de las suyas. Europa tiene que tener la capacidad de desarrollar sus recursos militares”.

Y es que, como publicó El País, la subsecretaria estadounidense de Defensa, Ellen Lord, ha cuestionado los últimos pasos de la UE en esta materia en una carta dirigida a la Alta Representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE, Federica Mogherini. “EEUU está profundamente preocupado con la aprobación del Reglamento del Fondo Europeo de Defensa y con las condiciones generales de la PESCO [Cooperación Permanente Estructurada]”, dice la carta, que incluye amenazas de posibles represalias si la UE desarrolla proyectos de armamento propios.

Una reacción de Washington que llega tras la votación en la Eurocámara, en su último plenario en abril, del Fondo de Defensa europeo –13.000 millones de euros para 2021-2027– y del primer aniversario de la PESCO –34 proyectos militares de 25 países, incluido España–.

Este martes, el consejo de ministros de Defensa de la UE reunido en Bruselas ha destacado que los Estados miembros participantes han avanzado a la hora de incrementar el nivel de los presupuestos de defensa y de las inversiones conjuntas en defensa, con un aumento de los presupuestos agregados de defensa del 3,3 % en 2018 y del 4,6 % en 2019, que hayan comenzado a prepararse para el Fondo Europeo de Defensa que sustituirá al Programa Europeo de Desarrollo Industrial en materia de Defensa durante el periodo 2021-2027.

“La carta sobre los temas de armamento es importante”, reconoce Borrell, “y España no está de acuerdo, Europa debe tener la capacidad de desarrollar sus recursos militares y era extraño que la Comisión no hubiera intervenido en un sector que está en la punta del desarrollo tecnológico. Los europeos tenemos perfecto derecho de desarrollar nuestras capacidades militares, que son complementarias de las suyas”.

Donald Trump había mostrado anteriormente su enfado ante los discursos de líderes europeos como Emmanuel Macron y Angela Merkel, a favor de un ejército europeo.

A Trump le ofende el esfuerzo económico que hace EEUU con la OTAN, y también que Emmanuel Macron haya reivindicado una defensa europea propia, como hizo Angela Merkel en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo: “He propuesto un consejo de seguridad europeo, una tropa de intervención rápida europea y seguir trabajando en la visión de que tengamos un auténtico ejército europeo. Un ejército europeo demostraría al mundo que entre los países de Europa nunca puede haber una guerra. Y no es un ejército contra la OTAN, es un buen complemento de la OTAN, nadie quiere echar por la borda una alianza que se ha probado valiosa”.

Trump critica la “ridículamente injusta” relación con Europa al insistir en que “o pagan por la protección militar” de Washington o deberán “protegerse a sí mismos”.

Una idea parecida defendió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo: “Para garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos y reforzar nuestro papel en el mundo, como auténtico actor global, es necesario avanzar con decisión, con determinación, en la Europa de la Seguridad y de la Defensa. Hace algo más de un año lanzamos la Cooperación Estructurada Permanente. Estamos dando los primeros pasos para la creación de capacidades propias en el ámbito de la defensa tras décadas de parálisis. Y este es el momento de hacerlo con decisión. De avanzar, abiertamente, en la creación de un verdadero ejército europeo”.

Una estrategia de defensa europea que, según la Comisión Europea, debe ser “complementaria a la OTAN”, como respondía recientemente el vicepresidente Jyrki Katainen en la presentación de un proyecto de defensa europeo de 500 millones de euros.

Las tensiones no son sólo geopolíticas. También son económicas y geostratégicas. Por ejemplo, Alemania, Reino Unido y la UE en su conjunto se han negado a vetar a Huawei en el desarrollo de la telefonía 5G en Europa. “Tenemos preocupaciones concretas con algunos operadores concretos”, reconoció el vicepresidente de la Comisión para asuntos digitales, Andrus Ansip: “Todos saben que estoy hablando de Huawei, porque en 2017 China aprobó una ley de espionaje por la cual todos los productores –software, hardware, etc– deben colaborar con los servicios secretos. Tenemos que estar preocupados por esto. Pero como sabemos, los asuntos de seguridad nacional son cosa de los Estados miembros, no de la Comisión”.

Y es que desde hace varios meses EEUU y China sostienen una guerra económica desatada por Washington y que no baja su intensidad pese a los diálogos entre representantes de ambos países. A mediados de 2018 EEUU y China se impusieron aranceles recíprocos del 25% a mercancías por un valor ascendente a los 50.000 millones de dólares. Luego Washington amplió la medida al aplicar tarifas del 10 % a las importaciones de Pekín por un monto de 200.000 millones de dólares, y el pasado viernes incrementó los aranceles al 25 %. China respondió con la imposición de aranceles a bienes importados de Estados Unidos por valor de 60.000 millones de dólares.

En el terreno de lo económico, las diferencias son continuas. La penúltima es sobre la reactivación a principios de mayo por parte de Estados Unidos del título III de la ley Helms-Burton, que permite demandar en tribunales de EEUU a empresas extranjeras con intereses en Cuba, aquellas que supuestamente se beneficien de terrenos o inmuebles que les fueron expropiados en la isla tras la Revolución de 1959.

El embajador de la UE en Cuba, Alberto Navarro, ha recordado el jueves pasado la posición unánime europea –primer inversor en Cuba–: la aplicación extraterritorial de esa legislación estadounidense “es ilegal y contraria al derecho internacional”. Las exportaciones europeas crecieron el año pasado un 7,4 % hasta los 2.200 millones de euros y el intercambio comercial se elevó a más de 2.500 millones, “más de un tercio del comercio exterior cubano”, según Navarro.

Pero la disputa comercial llega más lejos. Hasta las videoconsolas, el ketchup y los palitos de pescado. Son algunos de los productos que se encuentran en una lista elaborada por la Unión Europea que se pueden ver afectados por aranceles comerciales a la importación en respuesta a las ayudas públicas del Gobierno de Estados Unidos a Boeing. La Organización Mundial del Comercio decidirá en última instancia el calibre de la respuesta de la UE a finales de este año o principios de 2020.

El plan de respuesta de la UE llega también después de que Estados Unidos quiera reclamar daños y perjuicios por valor de 11.000 millones de dólares –9.700 millones de euros– a través de los derechos de los productos europeos, desde helicópteros hasta quesos, para contrarrestar las ayudas públicas a Airbus.

Ambos movimientos se derivan de disputas paralelas durante 14 años en la Organización Mundial del Comercio sobre las ayudas que distorsionan el mercado de los fabricantes de aviones.

Y todo esto ocurre mientras UE y Estados Unidos se preparan para las negociaciones sobre la eliminación de los aranceles industriales.

Hasta el momento, la UE ha aplicado aranceles por valor de 2.800 millones de euros (3.200 millones de dólares) a productos estadounidenses en respuesta a los impuestos sobre los metales aprobados por la administración de Donald Trump, y amenazó con alcanzar otros 20.000 millones de euros de productos estadounidenses con impuestos si Washington limita las importaciones de automóviles.

El 11 de abril de 2019, la OMC adoptó su informe sobre la disputa en relación con Boeing, confirmando que los subsidios gubernamentales a Boeing continúan causando un daño significativo a Airbus, incluida la pérdida de ventas.

Ya sea por los aranceles, Cuba, Venezuela, Irán, Oriente Próximo, China o el ketchup, lo cierto es que las relaciones entre Estados Unidos y Europa, entre Donald Trump y la Unión Europea, están bajo mínimos. Salvo con el derechista primer ministro húngaro, Viktor Orbán, a quien este martes alababa Trump en el Despacho Oval: “Viktor Orbán es un líder enormemente respetado, respetado en toda Europa. Un poco controvertido, probablemente, como yo, pero no pasa nada. Usted está haciendo un gran trabajo y está manteniendo seguro a su país. Ha hecho lo correcto en temas de inmigración, según mucha gente. Algunos de los problemas que están teniendo en Europa son tremendos, porque han hecho las cosas de forma diferente que el primer ministro [húngaro]”.

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