Frivolidad de las élites

La gran mayoría de los europeos, si exceptuamos los que viven en las repúblicas balcánicas, no hemos conocido la guerra. Pero en la conciencia colectiva existe el recuerdo lejano de que lo natural en Europa ha sido la guerra y que la paz debería ser la máxima prioridad de gobernantes y gobernados. Éric Vuillard lo recuerda nuevamente en La batalla de Occidente , un relato que evidencia cómo la Gran Guerra fue una irresponsabilidad de las élites políticas y militares, que con sus frivolidades llevaron a Europa a la primera guerra civil del pasado siglo, que dejó diez millones de cadáveres en los campos de batalla. Jugaron con la política y con los pueblos, que fueron llevados alegremente a la confrontación en nombre de la patria. Aquel dedo propagandístico de lord Kitchener, el héroe de Jartum y principal militar británico en la contienda, parece que todavía nos señala a todos: “Your country needs you” (su país le necesita). Y la juventud europea se enroló con entusiasmo infantil en una matanza injustificada que depositó las semillas de la venganza para la guerra siguiente, que fue mucho más bárbara. Cuidado con las alegrías y con las frivolidades en la política. Cuando veo la teatralidad de las cumbres en las que se está pendiente de las ocurrencias de Trump o de las imprevistas reacciones de Boris Johnson, detecto que el mundo camina hacia una peligrosa incertidumbre. Europa no puede dar lecciones a nadie porque lleva a cuestas el siglo más negro de la historia humana. Fue en Europa donde se incubaron los dos cataclismos de las guerras mundiales y donde germinaron los dos regímenes más autoritarios y que infligieron más víctimas en la historia de la humanidad. Y todo ocurrió en unos treinta años, desde 1914 hasta 1945. Cuando la política cae en manos de personas que han olvidado el pasado y piensan que no pasa nada si se repiten las frivolidades y falta de ­responsabilidad, cualquier desgracia es posible. Si la astucia, el alboroto, la retórica, las ilusiones cargadas de simbolismos o la falta de respeto al adversario entran en la escena pública, no cabe esperar nada bueno. Las tensiones en la apertura de la legislatura en el Congreso no auguran un gobierno largo ni fuerte.

La teatralidad en la política suele tener consecuencias graves para los pueblos

En Catalunya vivimos instalados en la teatralidad de los gestos que no conducen a ninguna parte y que alimentan resentimientos inútiles.

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