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MovieReview: ‘Mi tío’ (Jacques Tati, 1958)

Considerada una película fundamental para cualquier amante de la arquitectura, la película francesa ‘Mi tío‘ es una brillante crítica a la modernidad que sin duda contiene algunos de los momentos más hilarantes de la historia del cine.

Escrita, protagonizada y dirigida por Jacques Tati, la película cuenta la historia del señor Hulot, un curioso ciudadano francés cuya única ocupación es la de llevar y traer a su sobrino a la escuela. Su hermana, casada con un hombre de negocios, intentará que su marido le consiga un puesto decente a su hermano en la empresa de fabricación de tubos donde trabaja.

Con una escenografía espectacular y haciendo uso de una ironía desternillante, la película versa sobre uno de los temas más peliagudos de la época: el irrefrenable paso de lo tradicional a lo moderno. En plenos años 50, el ciudadano estaba presenciando cómo la tecnología iba abriéndose camino a pasos agigantados en todos los ámbitos de su vida: su ciudad, su trabajo, su casa… El director trata de contar, a través de distintos lugares, cómo esos avances que parecen estar sucediendo para hacernos la vida más fácil, se convierten sin embargo en meros aparatos, condicionantes y normas autoimpuestas que limitan, cohartan y complican la vida del usuario.

La casa de la hermana del protagonista es el perfecto ejemplo de esto. Cada pieza de mobiliario de las estancias podría estar hoy considerada una auténtica obra de arte. Diseñada con la última tecnología del momento, consta de una cocina donde todo está automatizado, causando un ruido ensordecedor; una puerta del garaje que se abre al captar la presencia, pero que se cierra también cuando un perro pasa; un jardín diseñado y sectorizado al milímetro, que pierde totalmente su capacidad para dar uso a actividades que surjan espontáneamente… En resumen, una casa ultradiseñada pero que ha perdido el alma. Y eso que tiene hasta ojos…

Así, Tati nos condena la modernidad como algo innecesario. Critica la pérdida de valores y sentido común y apuesta en sus imágenes por una ciudad más tradicional, donde cualquier persona pasee por entre las casas de su barrio y pueda saludar al resto de convecinos; donde los niños puedan jugar en la calle sin miedo a estropear algún artefacto o máquina; donde no haya necesidad de cerrar tu vivienda con un alto muro y donde los perros puedan pasear tranquilos. El director juega con la colorimetría de las escenas y nos presenta tonos ocres y marrones cuando nos habla de la ciudad tradicional, mientras que nos mueve hacia el gris y lo metálico cuando nos lleva a la moderna casa. Los movimientos de los propios actores también son diferentes, e incluso la música, según en el mundo en el que se sitúe la escena.

Esta sátira, ganadora del premio Oscar a la mejor película extranjera, puede pecar de ser una comedia simple en cuanto a guion y algo extensa (120 minutos de metraje), pero el espectador no debería verla sin ser capaz de ubicarse en la mente del espectador de la época. En 1958, disfrutar de esta película tuvo que ser algo inaudito. Amantes o no de la arquitectura, todo cinéfilo no puede perder la oportunidad de conocer a ‘Mi tío’.

Lo que más me ha gustado: el diseño de la casa, y la idea de hacer una cinta tan crítica basada en una premisa tan simple. ¡Y los créditos de entrada!

Lo que menos me ha gustado: algunas escenas se alargan y hacen que los 120 minutos pudieran quedarse en bastante menos sin perder ni un ápice de calidad.

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