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LA ECONOMÍA SOCIAL Y SOLIDARIA Y EL PAPEL DE LA ECONOMIA POPULAR EN LA ESTRUCTURA ECONÓMICA (MARCO CONCEPTUAL) 

LA ECONOMÍA SOCIAL Y SOLIDARIA Y EL PAPEL DE LA ECONOMIA POPULAR EN LA ESTRUCTURA ECONÓMICA1

José Luis Coraggio

Resumen

Se propone un marco categorial para ubicar la Economía Popular y Solidaria como intersección de la Economía Popular y de la Economía Solidaria, todo dentro de un sistema de Economía Mixta con tres sectores: Público, empresarial capitalista, popular, con lógicas intrínsecas distintas: el bien común, la acumulación de capital, la reproducción ampliada de la vida. Se muestran las raíces históricas de la invisibilización de la Economía Popular a partir del desarrollismo modernizante. Se plantea la tesis de que la EP es sustrato imprescindible del sistema económico en su conjunto, cumpliendo funciones vitales pero aún subordinadas a la lógica del sistema de mercado capitalista, lo que la hace irresponsable por la sociedad y reacia a la cooperación y la solidaridad ampliadas. Se destaca el papel de las unidades económicas domésticas (familias, comunidades) y sus extensiones bajo la misma lógica reproductiva (cooperativas, mutuales, asociaciones, redes) y la masividad de su presencia en la demografl ecuatoriana como las remesas.s para la economes).jo la misma l formal, individualista SOBRE TODO LO DE SOCIAL Y SOLIDARIO...toía laboral, como mercado, como productores de bienes y servicios (alimentos, servicios financieros, turismo, transporte, vivienda,…) para el mercado y para el autoconsumo, y a través flujos macroeconómicos esenciales para la economía ecuatoriana como las remesas internacionales.

Se plantea que una transformación progresiva de la matriz productiva debe incorporar no sólo los recursos y capacidades de la economía popular y particularmente de su subsector solidario, formal y no formal, sino convocar y co-construir políticas con sus sujetos colectivos. Se señala la importancia de esto en tanto la economía deba acentuar su dinámica endógena por medio de una desconexión selectiva de las fuerzas globales. Finalmente se enfatiza que un enfoque de Economía Social y Solidaria es sistémico y no trata de una economía dual, con un sector de economía para pobres sino que se distingue por no pretender separar la lógica económica de la lógica social en el usual esquema: crecer y luego distribuir. A nivel micro y meso económico la cooperación, la asociación y la autogestión de los productores directos sobre bases territoriales y/o intersectoriales, constituyen una fuerza productiva eficiente que, sin embargo y sobre todo inicialmente, debe contar con acceso a medios de producción mediante políticas redistributivas de los activos. 

1. Introducción

La doctrina neoliberal examina las economías reales con la perspectiva utópica de un sistema de mercado perfecto, lo que considera condición de posibilidad del crecimiento sin límites de la riqueza. Desde allí evalúa, diagnostica y propone políticas en la línea ya conocida: la privatización, la reducción del Estado social y regulador, la mercantilización generalizada y abierta al mercado global y la minimización de las garantías estatales de cumplimiento de los derechos sociales, dejando librada la vida de cada uno a su propia iniciativa, negando los efectos destructores del mercado capitalista.

Los efectos de tres décadas de esas políticas para América Latina quedan a la vista. Entre otros: polarización y fragmentación social, pérdida de consistencia e identidad de las clases sociales, extendiendo un lumpen-proletariado por destitución o inserción nunca lograda; pérdida de seguridad social; desindustrialización con la consecuente pérdida de complejidad y articulación interna de las actividades productivas; acentuación del perfil especulativo del empresariado, financiarización y compradorización; reinserción internacional basada en el extractivismo y  la producción de commodities;  crecimiento sin desarrollo humano ni pleno empleo digno; dependencia externa de las importaciones y recursos de capital y una exorbitante deuda acumulada. En el caso de Ecuador se agrega la pérdida de soberanía monetaria.

La economía, librada a un mercado no solo no concurrencial sino dominado por grupos concentrados nacionales e internacionales, corporativizó la sociedad política, debilitó al Estado e impactó negativamente sobre la sociedad y su capacidad de autodeterminación.  Se contribuyó así al vaciamiento de la política. Esa situación ha comenzado a ser revertida en varios países de América Latina y en particular en el Ecuador se han venido planteando opciones para regenerar el proceso de reproducción económica, recuperando el significado de la política y asumiendo el Buen Vivir como su nuevo sentido trascendente.

La caracterización que hace la Constitución ecuatoriana del sistema económico como “social y solidario” implica imbricar lo económico y lo social a través de relaciones de solidaridad dentro de un nuevo modo de convivencia, integrador de la diversidad como positividad y no como base de discriminación. Aunque amenguada por casi una década de política anti-neoliberal, persiste una gran brecha multidimensional entre el punto de partida y la sociedad deseada. Esa brecha solo puede cerrarse mediante transformaciones estructurales que requieren largos plazos para consolidarse, mucho más largos que los plazos de recambio electoral. En esa dirección, resulta estratégica la constitución de sujetos  capaces de dar continuidad a un proyecto compartido de transformación de las bases materiales de la sociedad. En ese proceso de constitución es de esperar una verdadera revolución cultural en la que una parte significativa de los valores y representaciones de la economía, introyectadas por tres décadas de neoliberalismo,  se modifiquen fuertemente, algo a lo que deben contribuir nuevos esquemas mentales, nuevos marcos conceptuales. Ello es tanto más importante cuando para realizar esas transformaciones se requiere incorporar productiva y significativamente las capacidades de todos los ciudadanos, no como recursos sino como sujetos creadores, necesariamente colectivos y autónomos, cuyo sentido es precisamente lograr la plenitud de las capacidades de todos a través del trabajo como parte esencial de la realización de sus necesidades.

Para una perspectiva de cambio estructural como la del Buen Vivir es importante diferenciar entre:

a) el sistema económico deseado (un sistema económico social y solidario), a alcanzar, de producción y reproducción material de la vida con dignidad, cuya nueva estructura y modos de coordinación están por ser definidas en la teoría y en la realidad como objetivos estratégicos,

b) el sistema económico existente (un sistema económico periférico, con dominio de la lógica capitalista aunque estructuralmente heterogéneo,), que aun sigue coordinado directa o indirectamente por la lógica dominante del mercado global y la reproducción del capital, y

c) el proceso de transición impulsado desde la política, por el que debe darse la emergencia –seguramente desigual- del sistema económico deseado, a construir desde el interior del existente.

La pregunta que se plantea este seminario se refiere al lugar que la economía popular solidaria puede ocupar en ese proceso de transición. En lo que sigue propondremos elementos de un marco conceptual que pretende contribuir a plantear más analíticamente esa cuestión.

2.  La economía mixta

Para ubicar la Economía Popular (EP), sustrato socioeconómico de la EPS, puede ser útil la visión de una economía que combina tres sectores en un solo sistema de generación y apropiación de recursos, con tensiones y contradicciones:2

i) un sector heterogéneo y altamente fragmentado de economía empresarial de capital, actualmente con predominio de comportamientos cortoplacistas especulativos (sector bancario-financiero, comercio de importación, oligopolios del comercio minorista), con bajo dinamismo inversionista en el ámbito productivo salvo el ligado a la captación de renta internacional agraria o minera habilitado para el sector privado, y con un alto grado de extranjerización,

ii) un sector de economía pública altamente centralizado, con capacidades de regulación, inversión y dirección económica parcialmente restablecidas pero con un alto grado de ineficacia y rigidez burocrática, si es que no una abierta resistencia al cambio de parte de los funcionarios permanentes;

iii) un amplio sector de Economía Popular, altamente heterogéneo, con una parte cristalizada (como su sector financiero o en determinados servicios) y con escasa vinculación con la actividad productiva, además de fragmentada, y otra en estado magmático en buena medida limitada a una economía de subsistencia;

Cada sector resulta de identificar y agregar conjuntos de organizaciones que participan del proceso económico según una misma lógica intrínseca que se diferencia netamente de las otras dos aunque no implica que sus componentes estén articulados (salvo en el caso del Estado). Esas lógicas son:

  1. La lógica del sector de empresas capitalistas la reproducción- acumulación ilimitada de capital privado o el mero enriquecimiento particular, a través de la apropiación y uso de recursos con el fin de maximizar las ganancias sobre el capital invertido; a pesar de defender ideológicamente el mercado no deja de demandar la protección y subsidio del Estado.
  2. La lógica del sector de entidades político-administrativas y empresas públicas el bien común; sin embargo se combina con la gobernabilidad social y la acumulación de poder particular, que pueden llegar a predominar en determinadas coyunturas.
  3. La lógica del sector de unidades domésticas, emprendimientos y extensiones de la EP la reproducción ampliada de la vida de los trabajadores y sus familias y comunidades primarias, históricamente subordinada a la lógica individualista del mercado.3

Los actores de los tres sectores coexisten –representando básicamente el capital, el Estado y el trabajo- interactuando en un sistema económico nacional, que está abierto a relaciones con actores de otras economías, otros Estados, otras sociedades, en un campo de fuerzas no separado de la política y la sociedad.

3.  El sector de Economía Popular

3.1. La economía popular (EP) bajo el paradigma desarrollista

América Latina ya experimentó un proyecto político y una transformación efectiva de su matriz productiva, cuyo éxito puede medirse por la industrialización lograda “contra natura” y frente a actores conservadores opuestos al cambio. Después vino el neoliberalismo, que desde la segunda mitad de los 70 también construyó otra economía, la que heredamos.

Al menos durante las décadas de los 50 a los 70, bajo el paradigma desarrollista extendido en América Latina, el término “Economía Mixta” hacía referencia a un sistema compuesto por un sector de economía estatal y otro de economía empresarial privada, también presentado como una contraposición entre plan y mercado. En los extremos se contraponían dos racionalidades:  a) la del orden modernizador, idealmente planificado centralmente desde el Estado desarrollista y regulador, considerado condición para el progreso de la sociedad, b) la del orden resultante de la multiplicidad de iniciativas y fuerzas que configuran un sistema (incompleto e imperfecto) de mercados, considerado condición para la reproducción de la estructura económico-social tradicional, básicamente centrada en la extracción de renta y su redistribución parcial con la mediación del Estado.4 En todo caso, en nombre de “la verdadera racionalidad” se enfrentaban dos proyectos políticos, uno de transformación en nombre del progreso, otro conservador.

La eficiencia en términos de rentabilidad, y la productividad del trabajo, componentes de la industrialización, finalmente reflejadas en la tasa de crecimiento del PIB, fueron criterios comunes de la propuesta de modernización. La visión de las economías desarrolladas como estructuras diversificadas impulsaba la estrategia de sustitución de importaciones.  Lo demás (protección del mercado interno, urbanización, educación, derechos del trabajo, etc.) venía como condición o consecuencia de lo otro. La constatación de que en general los mercados internos eran insuficientes para evitar monopolios y altos costos por la reducida escala para las tecnologías importadas, hizo plantear la propuesta de la integración de los mercados, no así de las estructuras productivas de América Latina. En todo caso, por diversas razones, la idea no llegó a concretarse.

Esa perspectiva de modernización no podía dejar de reparar en un vasto segmento de la población cuyos recursos y capacidades no estaban integradas al modelo de economía mixta de dos sectores. Para situarlo se recurrió a conceptos tales como “marginalidad”, “polo marginal de la economía”, “sector informal”, etc., indicando la disfunción de un amplio segmento socioeconómico que –fuera en el campo o en la ciudad- no respondía al modelo de la empresa de capital ni al de las instancias del Estado. El desarrollismo presumía que -siendo considerada su presencia un indicador del subdesarrollo o del atraso-, sería subsumido a medida que avanzaba el crecimiento de la economía formal, mediante procesos de mercantilización/asalariarización, de formación de una clase empresarial nacional y de modernización de las estructuras burocrático-profesionales del Estado. Esta caracterización negativa equivalía a un no reconocimiento de un sector fundamental en el proceso nacional de producción y reproducción material con su propia racionalidad.

Predominó la prejuiciosa visión de un supuesto estado vegetativo y pasividad estructural de la EP y sus actores, en comparación con el modelo de unos actores empresariales supuestamente innovadores shumpeterianos, dispuestos a correr riesgos con sus inversiones. Esa mirada no se modificó con la constatación estadísticamente probada de que en momentos de crisis de empleo y de limitaciones de la economía pública para contrarrestarla, ese sector “marginal, informal” cumplía una función compensadora ante recurrente insuficiencia dinámica del sector empresarial. Es más, al incluirse posteriormente el trabajo contratado precariamente en el “sector informal”, se acentuó el rasgo de ilegalidad que se le atribuía.mica de a﷽rreras que ya ten o nos uestamente innovadores ahumpetrianosonomios de dicha modernizacilo de carreras que ya ten o no

Para ese imaginario económico el desarrollo consistía, entre otros aspectos, en la reinserción de ese sector “atrasado” al sistema de división social del trabajo como trabajadores útiles desde la perspectiva de su contribución directa o indirecta al crecimiento económico medido por el PIB. Ello implicaba su conversión a las formas modernas, ya fuera como asalariados con derechos sociales, como trabajadores autónomos individuales o asociados, o como empresarios empleadores. Todo lo cual se daría en un contexto dinámico de urbanización, industrialización, extensión del mercado despersonalizado y monetización de las transacciones, y de reducción de la heterogeneidad medida en términos de la productividad y de diferencias culturales, acabando con la denominada “heterogeneidad estructural”. En esto, ya fuera con el concurso de la inversión extranjera o mediante la clausura parcial de la economía para fomentar la capitalización de nacionales, se confiaba en la combinación interdependiente de inversión privada y pública orientada por la política estatal de desarrollo. En ese modelo la EP como sector y sus actores fueron visto como objeto de las políticas, invisibilizados como sujetos económicos, y se especuló con que con suficiente crecimiento su segmento mercantil informal sería integrado por la vía del “derrame”.

3.2. Las opciones ante la crisis y el lugar de la Economía Popular

Una característica estructural de la economía ecuatoriana ha sido el peso de ese sector de actividad económica más recientemente referido como “economía popular”, rural y urbana. Como ya vimos, bajo el paradigma desarrollista, dicho sector, que a nivel microeconómico incluye el pequeño comercio, el artesanado y el campesinado, usualmente organizados como emprendimientos familiares, así como el trabajo por cuenta propia individual y una multiplicidad de formas de trabajo marginal, fue caracterizado como “informal”, si es que no como remanente y atrasado. Esto por contraposición  con un sector “formal-moderno”, identificado con las empresas basadas en dotaciones de capital, regímenes de propiedad y tecnologías de alta productividad del trabajo, vistas como motores de la modernización; a este sector “formal” se suman las estructuras burocráticas del Estado, altamente formalizadas aunque puestas en tensión por cualquier proceso de modernización.

Una primera opción de cómo salir de la crisis dentro del mismo sistema capitalista es retomar y completar aggiornado aquel modelo de acción estatal, en el supuesto de que la producción y la distribución pueden ser separadas, que primero hay que hacer crecer la torta y luego distribuirla. En esta concepción sigue la incomodidad conceptual y práctica frente a la presencia masiva, no marginal en absoluto, de la EP.

Sin embargo, ese modelo parece perimido, en parte porque cambiaron las condiciones: se viene experimentando una globalización acelerada que diluye las barreras nacionales al libre juego del mercado controlado por grandes grupos globales. Una cosa es cerrar el campo nacional para la circulación de la renta internacional, otra es hacerlo para una estructura industrial compleja. A esto que suma la financiarización y extroversión del capital de origen nacional, el regreso a los comportamientos como enclave extractivo de excedente de la inversión extranjera y la condicionalidad y costo del financiamiento externo. Todo lo cual hace hoy difícil contar con una inversión dirigida al desarrollo de largo plazo del mercado interno, lo que sitúa a la captación de renta internacional por la venta de commodities como la principal fuente de excedente para la indispensable redistribución y a la vez para la inversión para el crecimiento económico. La opción es una pugna por el excedente que captan los sectores empresariales nacionales, lo que implicaría reconocer que el capital privado no será el actor del desarrollo buscado y desechar la idea de que se puede coexistir en base al interés compartido aunque haya diferencias políticas. Tal escenario puede verse como riesgoso desde el punto de vista de la gobernabilidad.

Una concepción alternativa o complementaria a ese desarrollo parece necesaria, lo que supone nuevos sujetos de la transformación. En una coyuntura de cambio epocal, de agotamiento del paradigma civilizatorio de la modernidad, la segunda concepción alternativa que se viene perfilando, en buena medida impulsada por movimientos sociales, implica un giro crítico respecto a la visión uniformizante del progreso y sus agentes económicos y demanda un efectivo realismo (reducir los ideologismos y reconocer la realidad concreta con todas sus contradicciones y las posibilidades que contiene) y otras estrategias políticas.

Aún desde otra propuesta de lo posible, el adversario común siguen siendo los grupos capitalistas más concentrados, apoyados por los Estados de las grandes potencias (grupo de Davos) y por la institucionalidad global neoliberal (FMI, BM, OMC, CIADI…) pretenden sostener y hacer irreversible la brutalmente desigual economía de mercado. Frente a eso, hacer factible una verdadera economía alternativa supone un alto grado de recentramiento y “desconexión” -nacional y regional- y de resistencia  a esa estrategia.

La desconexión no implica aislacionismo sino, entre otras cosas, proteger la economía interna nacional a la vez que coordinar espacios regionales con escala y sinergia suficientes para resistir y contrarrestar las fuerzas de la globalización y desarrollar estructuras productivas y reproductivas superadoras de las heredadas del neoliberalismo. Asimismo implica impulsar: (i) una competitividad no basada en la explotación del trabajo y la expoliación de la Naturaleza; (ii) la autarquía en áreas estratégicas como la soberanía alimentaria y energética; (iii) la socialización o regulación fuerte de servicios públicos esenciales para el proceso de producción y reproducción material; (iv) el fortalecimiento y universalización de la protección a la población; (v) el desarrollo de la capacidad de innovación tecnológica con sentido social; (vi) la construcción de una institucionalidad alternativa (MERCOSUR, UNASUR, BANCO DEL SUR, ALBA, CELAC…).

Es en este contexto que se sitúa la cuestión de la Economía Popular, la Economía Popular Solidaria y su papel en la construcción de un Sistema Económico Social y Solidario.

3.3. Contenido y alcances de la Economía Popular

Para situar la EP en este segundo proyecto alternativo de construcción de otra economía, cabe destacar que ello conlleva advertir, entre otras cosas, que ese sector es más que los emprendimientos “informales”, sean rurales o urbanos, y que se distingue tanto por sus formas básicas de organización como por su lógica, contrapuesta (pero eventualmente funcionalizada) a la del capital. En su alcance más amplio, la EP es la economía de los trabajadores, sus familias y comunidades primarias y, como anticipamos más arriba,  su lógica no es la de la acumulación sin límites sino la de obtención de medios para la reproducción de sus vidas en las mejores condiciones posibles. Esto se diferencia en varios aspectos de la caracterización basada en la comparación con el sector “formal” orientada por el tipo ideal de las empresas capitalistas (centrada en las actividades mercantiles de la EP, y caracterizándolas como empresas ineficientes):