San Martín Jilotepeque quiere una plaza sin vendedores

06 octubre 2020

Los vendedores piden diálogo y consenso porque no están conformes con su nueva ubicación, pero la municipalidad responde que el traslado no es negociable.

Esta es la plaza. Un grupo se trasladó al nuevo mercado, el antiguo destacamento militar, a un kilómetro y medio del centro del municipio. Los que se resisten venden en las calles aledañas. Foto: Jhonny Anona.

 

Por Jhonny Anona

 

En abril, cuando empezaba la pandemia, la municipalidad de San Martín Jilotepeque, Chimaltenango, trasladó a un terreno abierto a los vendedores que se encontraban en la plaza y calles aledañas al mercado municipal, a un kilómetro y medio del centro. La iniciativa fue un ejemplo para propiciar el distanciamiento físico, así lo pregonaban la comuna y los medios de comunicación.

Semanas después recibieron el aviso de que ese traslado sería definitivo, no volverían a ocupar la plaza para vender. Ahí empezó el conflicto entre la alcaldía y vendedores.

La plaza es un bien histórico que no ha recibido el mantenimiento adecuado desde hace décadas, argumenta la comuna. Para los vendedores la necesidad de trabajar y sostener a sus familias está sobre el patrimonio. Ambos tienen su propias versiones y razones sobre el uso de la misma.

 

Vendedores de la plaza y calles

Según Sergio Cumatzil, representante de los vendedores de plaza y calles, fueron más de 1 mil 200 comerciantes los que abandonaron la plaza. La medida era temporal por el coronavirus, les dijo la municipalidad.

Los trasladaron al antiguo destacamento militar, pero “la gente no iba, muchos vendedores tiraban su producto, empezaron a perder”, dice Cumatzil. Por entonces la municipalidad daba los puestos conforme los comerciantes llegaban. La mayoría quebrantó el toque de queda para llegar temprano y ocupar los primeros lugares. Hubo ocasiones en que a algunas mujeres las intentaron asaltar y agredir sexualmente durante la madrugada, denuncia.

Cumatzil, comerciante de zapatos, no tenía lugar en el nuevo mercado, era solo para productos no perecederos. Dos meses después se organizó con otros vendedores y decidieron volver a ocupar las calles y plaza. La Policía Municipal de Tránsito (PMT) les impedía utilizar el espacio. Sus productos eran decomisados y, en ocasiones por el forcejeo, terminaba tirado en el suelo.

También la Policía Nacional Civil (PNC) y Ejército les intimidaba. Cuando retomaron sus lugares, oficiales de la PMT y PNC se ponían a su lado para firmar un documento en el que se comprometían a trasladarse al nuevo mercado.

 

En el nuevo mercado la municipalidad levantó tres galeras para los vendedores, pero se quejan de que la población no llega a comprar por la distancia de más de un kilómetro del centro. Foto: Facebook de la municipalidad San Martín Jilotepeque.

 

En varias ocasiones solicitaron dialogar con el alcalde, pero sus peticiones no eran atendidas, la comuna rechaza tal acusación. Empezaron una causa legal contra el acuerdo que les prohíbe regresar a la plaza.

“Puede ser muy valioso e histórico (la plaza), pero la necesidad y los derechos de su gente también deben ser analizados”, señala el representante. El “lujo” que a su parecer es una plaza vacía, no es viable por ahora. “Yo no digo que esté mal, pero si él quiere que nos salgamos que construya un buen mercado céntrico y yo soy el primero en irme”, añade.

Los comerciantes se agruparon con las vendedoras de las casetas para presentar sus demandas. Solicitaron el arbitraje de la gobernación departamental para reunirse fuera del municipio. En dos ocasiones han intentado llegar a acuerdos, pero hasta ahora no hay nada concreto. Los vendedores se niegan a dejar el lugar en el que han trabajado desde hace más de dos, tres y hasta cuatro décadas. La municipalidad no presenta otra opción: todos se van.

Así es la versión de los vendedores de la plaza y calles.

 

Vendedoras de casetas

 

El 2 de septiembre, las vendedoras de las 25 casetas en las orillas de la plaza recibieron una notificación municipal en la que se les ordenaba desocupar sus puestos en 24 horas. Así lo decidió la comuna un día antes, en el acta número 35-2020. No decía en dónde reubicarse, simplemente desocupar.

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Ellas también se niegan a irse, aunque se les presente otra opción de traslado. Proponen construir nuevas casetas con el estilo colonial acorde a los edificios que la rodean. Según su versión, también reciben las mismas intimidaciones que los vendedores de la plaza por parte de los cuerpos policiales.

“Solo queremos trabajar, estamos peleando por ese derecho. Uno se siente intimidado porque no sabe ni qué nueva cosa va a hacer (la municipalidad)”, dice una de las representantes. En las redes sociales se han visto atacadas por pobladores que apoyan la iniciativa municipal. “Quieren dividir a la población, quieren ponerlos contra nosotros”, asegura.

 

El poder local

 

El alcalde Bartolomé Chocoj Camey, llegó a la alcaldía con el comité cívico Más Unidos, este es su primer período. Señala que los planes de traslado estaban planificados desde antes de la pandemia, pero la emergencia los apresuró. Desde su punto de vista no hay conflicto sino una actitud normal de resistencia a un mejor cambio.

Entre los argumentos, la categoría de patrimonio cultural que tiene la plaza es un impedimento para permitir utilizarla como hasta ahora. “No quieren cargar con una acción penal por el descuido del espacio. La situación es insalubre”, dice, “tampoco podría tolerarse más”. En el nuevo mercado (el antiguo destacamento militar) sí es posible seguir con los protocolos de la pandemia, asegura.

Ahí, los vendedores se ubican en cuadros separados en tres grandes galeras levantadas para cubrir a los comerciantes del sol y la lluvia. Instalaron baños portátiles y ofrecen gel en la entrada. Allí están los pocos vendedores que aceptaron el traslado. Permanecen en el lugar por voluntad y por cuidar de su salud y de la población, dicen, pero les gustaría volver al mercado de la plaza porque sus ventas son bajas. Sus compañeros los rechazan por alinearse a la municipalidad.

“El proceso de traslado es algo que ya estaba en agenda desde antes del coronavirus”, insiste el jefe edil.

De la mesa técnica pocos son los resultados que se han logrado hasta ahora. Los comerciantes de la plaza, calles y casetas interpusieron un amparo para dejar sin efecto el acuerdo municipal de traslado. El alcalde deja ahora la decisión a los tribunales. “Ahorita ellos no lo entienden, el día que vean los resultados cambiarán de opinión, yo tengo esa esperanza”, señala.

En el municipio hay 73 mil 469 habitantes. Solo el 15 por ciento vive en el área urbana, 10 mil 812, según el censo 2018. El 85 por ciento en el área rural, es decir 62 mil 657 personas viven en las 12 aldeas y 113 caseríos que tiene el municipio.

Jueves y domingo, los días de mercado, los carros van contra la vía, cabezales de tráiler recorren el centro, las personas compran amontonadas en los puestos de las calles. En una esquina de la iglesia, donde están prohibidas las ventas, un grupo de jóvenes ofrece papas. A lo lejos se acerca la PMT, al instante levantan su improvisado puesto y corren a esconderse. Desde el inicio de la pandemia los vendedores ambulantes están prohibidos. Un joven no alcanza a huir de los oficiales, a forcejeos le quitan una bolsa negra con ropa que vende. Para recuperarlo debe pagar una multa de Q300.

 

Los vendedores que se resistieron al traslado se ubicaron en calles aledañas a la plaza. Foto: Jhonny Anona.

Vecinos

 

Hasta hoy la plaza se mantiene vacía, pero las calles aledañas las ocupan los vendedores. No es posible el distanciamiento físico mientras se compra. A las entradas unos jóvenes ofrecen jabón en gel, los locatarios lo compran.

No se quieren ir, moverse al mercado nuevo representaría pérdidas, aseguran.

Entre los vecinos las opiniones varían. Por un lado, están quienes apoyan la decisión de la alcaldía del traslado definitivo y una plaza limpia. También los hay que ven necesario el ordenamiento, pero que la reubicación en el nuevo mercado tampoco es la solución.

Miguel Ángel Car, un vecino, médico y cronista local, asegura que la plaza empezó a ocuparse sin control después del terremoto de 1976. Antes de esa fecha las ventas eran pocas, asegura. Muestra un voluminoso álbum de fotografías antiguas para apoyarse.

Trasladar el mercado es necesario, opina, no solo por la parte estética sino por la salubridad del municipio. Sin embargo, cree que con un solo mercado no bastará. “San Martín es grande. A futuro deberíamos tener dos o tres mercados”, arguye.

Los vendedores y municipalidad esperan resolver por medio del diálogo. En la última reunión en gobernación departamental el 21 de septiembre, asistió la diputada por Chimaltenango, Samantha Figueroa y se comprometió a darle seguimiento al caso. Visitó ambos mercados y escuchó las quejas de vendedores y la versión municipal.

 

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