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Con una declaración de cuarentena temprana, el Gobierno nacional viene desarrollando distintas acciones de intervención en el marco de la pandemia. Con casi un mes desde la suspensión de espectáculos y con tres semanas de aislamiento social obligatorio el impacto para el sector cultural ha sido brutal, tal como lo explican Cristian Palacios, Osvaldo Nemirovisci y Juan Francisco Barón en otras notas. Para contener esta crítica situación sectorial, el ministro de Cultura Tristán Bauer anunció una política de “Cultura Solidaria” con diferentes medidas implementadas desde el Ministerio, en articulación con el Consejo Federal de Cultura y junto con sus organismos descentralizados. El dato de color, tal como lo cuenta Leandro Vovchuk, es que el anunció se dio luego de una inédita reunión con los responsables de Cultura del Área Metropolitana Buenos Aires, Enrique Avogadro (CABA) y Augusto Costa (GBA), quienes se comprometieron a implementar medidas en sus respectivos distritos, a la que también se sumó el anuncio de ayudas de Mariela Quirós, responsable del Instituto de Cultura de Chaco. Hay que destacar que a estas medidas se suma el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de 10 mil pesos, implementado por el Gobierno nacional para todas las personas que trabajan en la informalidad o en casas particulares, o están inscriptas en las categorías A y B del Monotributo o en el Monotributo Social y que no poseen ningún otro subsidio o apoyo estatal, y otras impulsadas mediante iniciativas público-privadas, como el de la Unión de Músicos Independientes y Spotify, o normativas como la definición del cobro de aranceles por conciertos en redes sociales anunciada por SADAIC, por ejemplo. Y ni que hablar de las múltiples y diversas redes desarrolladas en el anonimato, o con muy bajo perfil, por redes y colectivos culturales que se ocupan de tender una mano para aquellas personas que están en la emergencia total, ya sea acercando alimentos o ayudando en la gestión de las ayudas estatales. 

Las principales medidas implementadas por el Ministerio de Cultura fueron de apoyo económico, entre las que se destacan los fondos para el programa Puntos de Cultura (50 millones de pesos) y para el Fondo Desarrollar (30 millones de pesos) orientado a espacios culturales. Para el sector de las artes escénicas fue implementado el Plan PODESTA del Instituto Nacional del Teatro (100 millones de pesos), al que se sumó el concurso Nuestro Teatro del Teatro Nacional Cervantes, mediante el cual se premiarán 21 obras cortas inéditas de autores nacionales con premios de 60 mil pesos, y las Becas Sostener Cultura del Fondo Nacional de las Artes (ayuda de hasta 20 mil pesos por solicitante, si bien el FNA no aclara monto total a otorgar ni criterios de evaluación para determinar el monto a asignar). 

Un caso aparte es la Convocatoria de Fomento Solidario del Instituto Nacional de la Música (12 millones de pesos), que en dos llamados repartió 1200 ayudas de 10 mil pesos para músicxs que no cuenten con ingresos y no califiquen para el IFE, con el detalle de que además fue abierto un Fondo Solidario a partir de la iniciativa del músico-luthier Oscar Fischer, para recibir donaciones de personas jurídicas y físicas, inaugurando un interesante sistema de seguridad social ad hoc para artistas. 

También en el caso del sector audiovisual pueden verificarse este tipo de articulaciones, como por ejemplo el convenio firmado entre Netflix y la Academia de Cine para la implementación del Fondo de Ayuda COVID-19 para la Industria Cinematográfica y Audiovisual por 40 millones de pesos, que será repartido entre el personal técnico de la industria afectado por la pandemia por un monto de 35 mil pesos por persona, o el convenio firmado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales con el Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina para realizar un aporte extraordinario de 6 millones de pesos a la obra social del personal de la industria.

Además, el Ministerio de Cultura firmó un convenio con el sector editorial (Fundación El Libro y la Cámara Argentina del Libro y la Cámara de Publicaciones) mediante el cual se duplicó el presupuesto (casi 50 millones de pesos) para el tradicional programa Libro% mediante el cual la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares apoya a las bibliotecas populares para la compra de libros durante la Feria del Libro.

A estas medidas de ayuda directa hay que sumarles las diferentes acciones de producción y difusión de contenidos digitales de las distintas reparticiones públicas, y de una infinidad de artistas y productorxs culturales, quienes solidariamente han puesto a disposición sus producciones. Sobre estos últimos han realizado un importante trabajo de sistematización les cumpas del portal Recursos Culturales y del Observatorio Cultural de la Universidad Nacional de General Sarmiento, entre otros. 

También el sector más formalizado de las industrias culturales ha comenzado a estructurar sus ofertas de consumo digital con venta de tickets para el acceso o como medidas promocionales, tal es el caso del renovado Quilmes Rock que sucedió días atrás, y que suscitó un interesante debate sobre los aranceles por derechos de autor aplicables a este tipo de eventos a partir de una comunicación de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música

Por otro lado, las abundantes producciones audiovisuales en las que el Estado cuenta con derechos de exhibición fueron organizadas en el canal Cine.ar del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y en la plataforma Cont.ar.

Además se destaca la estructuración de un espacio orientado a la formación en línea con la reconversión de la plataforma La Cultural en el nuevo espacio FORMAR. La nueva oferta incluye propuestas propias del Ministerio, pero también de universidades y espacios ligados a la Red Argentina de Gestión Cultural, además de todas las publicaciones de RGC ediciones, que se encuentran disponibles para la descarga. En el caso del análisis de datos, a través del Sistema de Información Cultural de Argentina (SINCA), el Gobierno nacional estructuró una Encuesta Nacional de Cultura para recabar datos sobre el impacto de la pandemia en el sector, aunque hasta el momento no se han presentado datos resultantes de la pesquisa, aunque sí se anunció una Medición regional del impacto del COVID-19 en la cultura, liderada por Argentina, en el ámbito de los países del Mercosur Cultural, con apoyo del BID, la Unesco, la SEGIB y la OEI.

Existen además algunas medidas que exceden el marco de las políticas culturales pero que es importante mencionar debido al protagonismo que el Ministerio de Cultura, o los organismos a él ligados, han tenido para su concreción. La más impactante de todas es la reconversión de Tecnópolis como centro de atención sanitaria, donde se han dispuesto 2500 camas para la internación de pacientes leves de COVID-19, que afortunadamente aún no ha sido necesario utilizar. En la misma línea puede citarse el convenio entre los Ministerios de Cultura y Educación a partir del cual se dispusieron las instalaciones del Museo de Malvinas y de Educar SE para la instalación de 1000 impresoras 3D que producen entre 6 mil y 7 mil máscaras faciales por día para personal de salud y de las fuerzas de seguridad. En esta línea de articulación entre actores del ecosistema cultural y del sistema de salud el ejemplo más interesante tal vez sea el convenio celebrado entre el Teatro Nacional Cervantes con el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia de Buenos y las Cámaras de Empresarios Textiles para la reconversión de los talleres de vestuario del teatro para la producción de tapabocas destinados a ser distribuidos entre sectores vulnerables de la provincia de Buenos Aires. La propuesta, ideada por el personal del teatro, ha logrado integrar un circuito productivo que fabrica más de mil tapabocas por día.

Por otro lado, algunos gobiernos locales también han lanzado políticas de apoyo al sector cultural. En algunos casos las medidas son de apoyo económico, como la edición extraordinaria del Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con un presupuesto de casi 40 millones de pesos para apoyar proyectos de creación, formación o capacitación, o funcionamiento de espacios culturales; la convocatoria “Mi vida en Cuarentena” con una inversión de 350 mil pesos, mediante la cual el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires entregó un apoyo económico de 8 mil pesos para 363 artistas que desearan compartir contenidos digitales con propuestas creativas, a través de las redes sociales y otras plataformas de cultura de la Provincia; y el Fondo Provincial Solidario de Cultura 2020, del Gobierno de la Provincia de Chaco, que dispone del 10% del total de las aportaciones recibidas de todos los proyectos que cuenten con Mecenazgo.

En otros casos las medidas tienen que ver con el estímulo de las industrias culturales, como la feria virtual “Finde” organizada por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, en la que distintos sectores de la industria cultural provincial pudieron promocionar y vender sus productos.

Hacia la nueva “normalidad”

Hasta aquí la República Argentina ha tenido un gobierno que ha reaccionado con determinación para contener la pandemia, y especialmente los efectos económicos que el COVID-19 está causando. En el caso de las políticas culturales, la emergencia sanitaria desnudó los problemas estructurales que tiene el sector cultural en nuestro país. Sin dudas que no es lo mismo enfrentar esta emergencia con un Ministerio de Cultura que sin él, en eso no hay ninguna discusión. Pero es importante que reconozcamos que la crisis del sector cultural es anterior y muy profunda. La informalidad laboral, la desigualdad y la concentración del mercado cultural, y la falta de cooperación intra e intersectorial son algunas de las consecuencias de no haber enfrentado al proyecto neoliberal con una mayor institucionalidad cultural. Argentina cuenta con una enorme riqueza y diversidad cultural, también con un importante digesto de protección y fomento de las actividades culturales, seguramente perfectible y con faltantes, pero de los más sólidos en nuestra región. Además de una clase artística muy movilizada y activa, cuya militancia hizo posible la discusión y la sanción de gran parte de esas leyes. Sin embargo el último Plan Nacional de Cultura en ser elaborado naufragó en el ocaso del siglo XX, hace veinticinco años. Sin juzgar dicho plan y su forma de elaboración, así y todo, hasta con los problemas que pueden tener las políticas culturales no participativas, nunca desde entonces hemos podido contar con un Plan de Desarrollo Cultural que nos permita superar las medianías de las gestiones de gobierno. Pero tal vez en la actualidad, y en el marco de la emergencia sanitaria, tengamos una oportunidad para revisar esto.

El profesor Rubens Bayardo suele decir que cuando inició sus investigaciones en el campo era muy común que las personas que entrevistaba le dijeran que la acción o la gestión no les dejaban tiempo para la reflexión. Si hoy el mundo paró, y con él la posibilidad de acción, sería muy interesante que podamos aprovechar el momento para que nuestra gestión sea ocuparnos de la reflexión. 

Y aquí llega una pregunta que aún ha sido poco explicitada, pero que ya se encuentra ecoando en nuestros sentipensares cotidianos: ¿Cuál es el rol de la gestión cultural en la nueva “normalidad? Sin dudas, y fieles a nuestro espíritu, creo que el proceso para la respuesta a esa pregunta ya se está desarrollando, con distintos niveles e intensidades y a partir de distintos dispositivos. 

En primer lugar, en la recuperación de una gestión cultural estatal que esté a la altura de las circunstancias. La recuperación del Ministerio de Cultura ha sido una de las mejores muestras de esto, lo que ha permitido poner una importante cantidad de recursos en función de la contención de la crisis de los espacios culturales, y en menor medida, de los y las trabajadoras de la cultura. Mucho más tímida ha sido la reacción de los gobiernos locales, que salvo algunas escasas medidas, no han demostrado estar a la altura de las necesidades, especialmente los gobiernos de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires. También ha sido inexistente la respuesta del Consejo Federal de Cultura, y esto es algo de lo que en algún momento cercano nos debiéramos ocupar. 

En segundo lugar, en la gestión cultural de transición. Con esto me refiero a cómo rápidamente los sectores más profesionalizados de las industrias culturales han comenzado a trazar nuevas acciones y formatos adaptados a la red, posibilitando la generación de renta con la venta de tickets y otras modalidades de monetización, e incluso, para el diseño de protocolos para la vuelta de las actividades en las localidades donde la evolución de la pandemia lo permite.

Y en tercer lugar, en la infinidad de encuentros, foros, conferencias y simposios realizados en la red para discutir sobre gestión cultural, políticas culturales y similares. Estos encuentros cuentan con una variada participación de referentes del campo, incluyendo personas que se dedican a la gestión pública, a la producción cultural o a la investigación, lo que produce un interesante cruce de perfiles y experiencias para la discusión sobre el rol de la gestión cultural en la nueva “normalidad”.

Parece que uno de los efectos concretos de la emergencia fue poner en valor la importancia de los bienes y servicios culturales para el desarrollo de nuestra vida, aunque, también corresponde decirlo, para una parte de nuestra población este hecho no tenga relación aparente con la situación de los y las trabajadoras que hacen posible que estos bienes y servicios existan. 

Ojalá que podamos aprovechar estos procesos como la oportunidad que representan, y que nuestra acción y reflexión puedan ponerse en función de un plan nacional de cultura, inclusivo y diverso. Para que esto suceda es menester que asumamos nuestras responsabilidades y tomemos la decisión de participar en todos los ámbitos que sea posible, ya sean nuestros sindicatos, cámaras u otro tipo de asociaciones, pero también con nuestros partidos políticos, y fundamentalmente con el Gobierno, que debe llamar a la construcción de una “Comunidad Organizada” de la cultura, para que todes, en unión y diversidad, podamos construir un proyecto de democracia cultural emancipatorio. 

Imagen: Daniel Santoro (2011) Rescate de la mamá de Juanito Laguna frente a la costa de Chapadmalal.  Óleo sobre tela, 200 x 155 cm

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