Desde que el 26 de mayo de 2013 la web del Barça, de madrugada, colgaba la noticia del fichaje del gran jugador brasileño procedente del Santos, las fases del futbolista que hoy juega en el Paris Saint Germain han pasado del amor a la indignación y a la indiferencia por parte de muchos barcelonistas. Cuando en agosto de 2017, en plena canícula, se perpetraba el traspaso más caro de la historia con el abono de 222 millones de euros por parte del PSG, se anunciaba que Neymar quedaba desvinculado del club. Los buenos recuerdos de sus genialidades en el Barça todavía perduran hoy. Pero no se ha borrado de la memoria culé el que se hubiera ido por dinero, que interpusiera una querella contra el Barça, que no está retirada, y que desde hace meses haya filtrado informaciones mostrando su interés por volver al lado de Leo Messi y Luis Suárez.
El tema no es su calidad futbolística o si puede ser muy útil para ganar títulos a partir de la temporada próxima. Hay dos cuestiones que pienso desaconsejan su vuelta al club. La primera es haber despechado al Barça solo por dinero pensando que en el PSG de Nasser Al-Khelaïfi cosecharía los títulos que había conseguido al lado de Messi. La segunda prevención es su inmadurez personal que pienso que no inspira confianza ni a la afición ni al club que ahora tampoco dispone de recursos. Las cosas han cambiado. Se fue por dinero y ahora insinúa volver en busca del afecto y reconocimiento que no ha encontrado en París. Mejor que no.