El Informe de 2010 de la Rockefeller Foundation que previó el Coronavirus y el caos económico

Por Fausto Frank

Así como en octubre de 2019, se realizó una “simulación de pandemia” de coronavirus en Nueva York, el “Event 201“, auspiciado por la Gates Foundation, y el propio Bill Gates “pronosticó” en 2015 que “Si algo ha de matar a 10 millones de personas, no serán misiles sino virus”, mientras hablaba con la imagen de un coronavirus detrás, en 2010 la elitista Rockefeller Foundation planteó en un informe los pasos que se darían a nivel mundial ante una pandemia, anticipándose una década a las medidas que hoy están tomando los distintos países del mundo, detallando una por una las medidas a adoptar, las consecuencias geopolíticas, la instalación de sistemas de vigilancia y control que “permanecerán después de que la pandemia se desvanezca”, los agrupamientos regionales en Sud América y las futuras rebeliones dentro de esa planificación a largo plazo.

El informe se titula “Scenarios for the Future of Technology and International Development”, o sea, “Escenarios para el Futuro de la Tecnología y el Desarrollo Internacional”. Judith Rodin, quien preside la fundación planteó la “planificación de escenarios” de futuro para el posterior desarrollo de “estrategias” de largo alcance. Por su parte, Peter Schwartz, presidente de la Global Business Network, planteó que la planificación respondía a la necesidad de adelantarse a “cómo la tecnología podría cambiar las vidas de las personas”. Esta planificación se propuso con el objetivo de potenciar el “trabajo futuro” colaborativo entre “gobiernos, filántropos, corporaciones y ONG’s”.

En el escenario que coincide con nuestro presente, la Rockefeller Foundation menciona que se marchará hacia“un mundo de control gubernamental de arriba hacia abajo más estricto junto a un liderazgo autoritario“, destacando a China como el país que quedará mejor posicionado y a EEUU hundiéndose en la propagación masiva del virus por su inicial “indulgencia” para con el mismo.

El informe comienza a desplegar los elementos, los que, para el analista de inteligencia conceptual, Daniel Estulin, son “un calco de la situación actual”. Si bien no menciona al actual coronavirus, habla de una “nueva cepa de influenza extremadamente virulenta y mortal”. Kontrainfo tradujo las partes más significativas del informe:

“La pandemia de la que el mundo había sido anticipando por años finalmente golpeó. A diferencia de la H1N1 de 2009, esta nueva cepa de influenza era extremadamente virulenta y mortal. Incluso las naciones más preparadas para una pandemia se vieron abrumadas rápidamente cuando el virus ha infectando al 20 por ciento de la población mundial en siete meses”.

“La pandemia también tuvo un efecto mortal en la economía internacional: la movilidad de las personas y bienes se ha paralizado, se han destruido industrias como el turismo y se han roto las cadenas de suministro mundiales. Incluso a nivel local, los comercios normalmente bulliciosos y los edificios de oficinas estuvieron vacíos durante meses, desprovistos tanto de empleados como de clientes”.

“La pandemia cubrió el planeta, números desproporcionados murieron en África, el Sudeste de Asia y América Central, donde el virus se propagó como un incendio forestal, en ausencia de protocolos oficiales de contención. Pero incluso en los países desarrollados, la contención fue un desafío”.

Pronostica un caos en EEUU:

“La política inicial de los Estados Unidos de “desalentar” a los ciudadanos a viajar resultó mortal en su indulgencia, acelerando la propagación del virus no solo dentro de los EEUU sino a través de las fronteras”.

Y elogia a China como la mejor posicionada:

“Sin embargo, algunos países hicieron mejores resultados, China en particular. Las rápidas medidas impuestas y la ejecución de la cuarentena obligatoria por el gobierno para todos los ciudadanos, junto al cierre instantáneo y casi hermético de todas las fronteras, salvaron millones de vidas, deteniéndose la propagación del virus mucho antes que en otros países y permitiendo una recuperación más rápida”.

Pronostica que los países copiarán a China y que mantendrán muchas de las medidas adoptadas luego del paso de la pandemia:

“El gobierno de China no fue el único que tomó medidas extremas para proteger a sus ciudadanos del riesgo y la exposición. Durante la pandemia, los líderes nacionales de todo el mundo impusieron desde el uso obligatorio de barbijos, a controles de temperatura corporal en las entradas a espacios comunes como estaciones de tren y
supermercados. Incluso después de que la pandemia se desvaneciera, estos controles más autoritarios sobre los ciudadanos y sus actividades se mantuvieron e incluso
se intensificaron”.

“Para protegerse de la propagación de problemas cada vez más globales, desde pandemias a terrorismo transnacional, para crisis ambientales y aumento de la pobreza, los líderes en todo el mundo tuvieron un control más firme sobre el poder”.

Explica la pasividad con la que los ciudadanos aceptarán los nuevos controles:

“Al principio, la noción de un mundo más controlado. ganó amplia aceptación y aprobación. Los ciudadanos voluntariamente renunciaron a su soberanía y su privacidad a Estados más paternalistas a cambio de una mayor seguridad y estabilidad. Los ciudadanos eran más tolerantes e incluso estaban ansiosos por la dirección y supervisión de arriba hacia abajo, y los líderes nacionales tenían más libertad para imponer orden en las formas en que lo creían conveniente. En los países desarrollados, la supervisión tomó muchas formas: biométricas, identificaciones para todos los ciudadanos y más estrictas
regulaciones de industrias clave cuya estabilidad se consideró vital para los intereses nacionales”.

Explica el desarrollo económico desigual en ese hipotético mundo futuro:

“En muchos países desarrollados, la cooperación forzada con un conjunto de nuevas regulaciones y acuerdos restablecieron el orden y, lo que es más importante, el crecimiento económico. En todo el mundo en desarrollo, sin embargo, la historia fue diferente, y mucho más variable. La autoridad de arriba hacia abajo tomó diferentes formas
en diferentes países, dependiendo en gran medida de la capacidad, el calibre y las intenciones de sus líderes. En países con fuertes líderes, el estado económico general de los ciudadanos y la calidad de vida aumentó. En India, por ejemplo, la calidad del aire mejoró drásticamente, cuando el gobierno prohibió los vehículos. En Ghana, la introducción
de ambiciosos programas gubernamentales para mejorar la infraestructura básica y garantizar la disponibilidad de agua limpia para toda su gente llevó a una fuerte
disminución de enfermedades transmitidas por el agua. Pero el liderazgo autoritario no funcionó bien, y en algunos casos trágicamente, en países administrados por
élites irresponsables que usaron su mayor poder para perseguir sus propios intereses a expensas de sus ciudadanos”.

Pronostica el surgimiento de fuertes nacionalismos, a los que la entidad globalista fustiga:

“Hubo otros inconvenientes, como el surgimiento de nacionalismos virulentos, los que crearon nuevos peligros: fuertes regulaciones sobre la tecnología sofocaron la innovación, manteniendo altos costos. En el mundo en desarrollo, el acceso a tecnologías “aprobadas” aumentó pero más allá de eso permaneció limitado: el lugar para la innovación tecnológica fue en gran medida en el mundo desarrollado, dejando muchos países en desarrollo en el extremo receptor de tecnologías que otros consideran las “mejores” para ellos”.

Analiza el probable desigual desarrollo científico tecnológico:

“Algunos gobiernos se negaron para distribuir computadoras y otras tecnologías considerándolas de “segunda mano”. Mientras tanto, los países en desarrollo con más
recursos y mejor capacidad comenzaron a innovar internamente para llenar estos vacíos por su cuenta”.

“Mientras tanto, en el mundo desarrollado, la presencia de tantas reglas y normas de arriba hacia abajo en gran medida inhibieron la actividad empresarial. Científicos e innovadores reciben instrucciones de los gobiernos acerca de qué líneas de investigación seguir y se orientaron principalmente hacia proyectos que harían dinero o eran “apuestas seguras” dejando una investigación más arriesgada o innovadora sin explotar. Países acomodados y empresas monopolistas con gran investigación y los presupuestos de desarrollo hicieron significativos avances, pero sus avances permanecieron cerrados detrás de una estricta protección nacional o corporativa”.

Pronostica el conflicto geopolítico y económico entre las principales potencias:

“Rusia e India impusieron normas nacionales estrictas para supervisar y certificar productos con innovaciones tecnológicas. Estados Unidos y la UE contraatacaron con represalias y estándares, limitando el desarrollo y la difusión de tecnología a nivel mundial”.

Adelanta el surgimiento de alianzas y acuerdos regionales:

“Especialmente en el mundo en desarrollo, actuando en el propio interés nacional a menudo significaba buscar alianzas prácticas, ya sea para obtener acceso a
recursos necesarios o agrupándose para para lograr crecimiento económico. En Sur America y África, se estructuraron alianzas regionales y subregionales”.

“La inversión de China en África se expandió a medida que surgieron nuevos empleos e infraestructura a cambio de acceso a minerales clave o exportaciones de alimentos. Se gestaron lazos transfronterizos en forma de ayuda oficial en cuestiones de seguridad. El despliegue de equipos de seguridad extranjera fueron recibidos en algunos de los estados fallidos, sin embargo dando pocos resultados positivos”.

Finalmente prevé un hartazgo de la población con ese mundo autoritario luego de 13 años:

“La gente parecía estar cansada de tanto control de arriba hacia abajo y de dejar que los líderes y las autoridades toman decisiones por ellos”.

“Dondequiera que los intereses nacionales chocaban con intereses individuales, hubo conflicto. El rechazo esporádico se fue organizando cada vez más y de forma más coordinada, mientras jóvenes y personas descontentas veían cómo se les escapaba su estatus y sus oportunidades, principalmente en los países en desarrollo, incitando
disturbios civiles. Manifestantes en Nigeria derribaron al gobierno, hartos de los amiguismos arraigados y la corrupción. Incluso aquellos a quienes les había gustado la mayor estabilidad y previsibilidad de este mundo comenzaron a ponerse incómodos con las restricciones, tantas reglas estrictas y el rigor de las fronteras nacionales. El sentimiento era que tarde o temprano, algo inevitablemente trastornaría el orden por el que los gobiernos del mundo habían duramente trabajado”.

Como se puede ver, mientras la mayoría de la población solo se anticipa a los próximos días de su vida, las élites globales planifican nuestros destinos con décadas de anticipación.

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