Cine: ‘Dulce familia’

dulce familia

En los últimos años se observa más presencia de cintas mexicanas en las marquesinas. Eso es bueno, pero en el intento de inflar la taquilla se apuesta por filmes básicos y complacientes, y se guardan o relegan otros más creativos e interesantes. El ejemplo más reciente de eso —también aplica para Mirreyes vs Godínez (2018), La boda de mi mejor amigo (2019), Lady Rancho (2018) y No manches Frida 2 (2019)— es Dulce familia (México/2019), dirigida por el chileno Nicolás López y escrita por él y Guillermo Amoedo, una película multi promocionada, prometedora de mucha “azúcar” que, al final, queda “desabrida”.

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Como tiene que entrar en el vestido de novia, Tamy (Fernanda Castillo) inicia el estricto método para bajar de peso que promociona su hermana Bárbara (Regina Blandón), del que tiene muchas dudas Ale (Paz Bascuñán), su otra hermana, al cual se resiste su sobrina Juana (Vanessa Diaz), pero del que abusa su mamá, la famosa actriz Verónica Trujillo (Florinda Meza), para cuidar su delgada figura. En el proceso, la familia entiende que el peso no es lo único que debe ajustar.

Aunque se le reconoce que aborde la obesidad, el error de Dulce familia es mencionar varios temas de pasada y no profundizar en ellos —programas inadecuados, estrictos y dañinos para bajar de peso; mayor relevancia a la imagen y el exterior, y menos atención a la salud; desórdenes alimenticios; conflictos de pareja; relaciones entre padres e hijos y cómo hacerse cargo de estos ante una separación; vínculo entre hermanos; pasar a otra etapa laboral…— cuando pudo haberse enfocado en uno o menos y abordarlos más a fondo. Paraíso (2015) lo intentó y le salió mucho mejor.

Alrededor del sobrepeso hay irrespeto en todas sus formas, discriminación, chistes de mal gusto, incomprensión de familiares y amigos, crueldad, impotencia, frustración, recaídas, incapacidad para dimensionar la problemática… situaciones difíciles y delicadas, por lo cual, la cinta debió haberlas tratado con más seriedad.

Al final, ¿Qué se debe entender? ¿Qué todo se resuelve con un pedazo de pastel? Si el propósito de bajar de peso era caber en una prenda y, por orgullo, ganarle a la mamá, entonces, después de la boda, con el apoyo del esposo ¿hay que seguir comiendo? Como la adolescente se encapricha, incluso en un crítico estado de salud, ¿hay que dejarla que coma lo que quiera y se responsabilice sola? ¿Así es como se trata a los menores de edad? La cinta no es clara con lo que pretende decir.

Según Florinda Meza tardó 30 años en regresar al cine. Para lo que hizo, mejor lo hubiera evitado. Su catártica interpretación es muy plana e inverosímil —espero le haya valido el desahogo. Por lo general, Fernanda Castillo actúa bien y es muy carismática, pero en esta ocasión no fue así. Su único mérito, igual que Vadhir Derbez, es haber aumentado más de diez kilos para su papel, pero Andrés Almeida ya lo había hecho en Paraíso y fue mucho más creíble. Blandón insiste en su expresión de desagrado para todo; Díaz solo alza la voz y Bascuñán nada más reniega.

Por cierto, aunque la historia, plagada de estereotipos en personajes y situaciones, se desarrolla en la Ciudad de México, la cinta se filmó en Chile, lo cual se nota en el acento de algunos actores, así lo hayan querido evitar: Paz Bascuñán, Ariel Levy y Boris Quercia. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 26 de mayo de 2019 en la edición 852 del semanario Ríodoce.

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