Coronavirus, el terror de la obesidad

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La lección de la pandemia es reveladora: el coronavirus se multiplica más fácil en un cuerpo obeso y la muerte prácticamente está garantizada. Cuando dos enfermedades se juntan, potencializan el pronóstico de muerte, una enfermedad viral, en este caso el coronavirus con el sobrepeso, la obesidad, la hipertensión, la diabetes, o las enfermedades del sistema inmune, es una garantía de hospitalización en terapia intensiva y una muerte segura.

Una cosa es contagiarse del virus, y otra cosa es tener una enfermedad que multiplique el riesgo de muerte. Las personas obesas sufren de múltiples complicaciones, problemas circulatorios, articulares, cardíacos, respiratorios, y metabólicos, ahora la novedad mundial es la amenaza por el coronavirus.

Además de los riesgos naturales de una masa corporal arropada por kilos y kilos de grasa, hoy tenemos el riesgo de un virus letal, es decir, si una persona sana se contamina con el coronavirus tiene un 20 por ciento de posibilidades de experimentar síntomas y un 2 por ciento de ser hospitalizado, si esto le pasa a una persona sana, lo que le espera a una persona obesa al contagiarse con el virus es letal.

Hoy cobra vigencia el principio de “eres lo que comes”, y la comida puede ser la invitación a las complicaciones y la muerte. Los hospitales y las funerarias son los principales testigos de la asociación maldita entre obesidad y coronavirus, los familiares que pierden un familiar cuya obesidad fue la cama de descanso del virus, sienten doble impotencia, la impotencia de no despedirse de su ser querido, todos los infectados graves permanecen aislados y el único contacto es con el médico y el servicio de enfermería, después, viene un segundo episodio doloroso para los deudos, por instrucción de las autoridades sanitarias, no se permiten las pompas fúnebres, es decir, no hay funeral, los fallecidos se trasladan del lugar de muerte ya sea hospital o domicilio, al crematorio, después las cenizas son entregadas para su resguardo o disposición de los familiares.

A veces las lecciones son más que duras, son ilustradoras de un estilo de vida pernicioso que mantiene a la vida en la antesala de la muerte. No se trata de ser pesimistas, se trata de ser realistas, se trata de aprender de las experiencias, de estar o ser conscientes de los factores de riesgo, por ejemplo, la obesidad sola es una comorbilidad funesta para cualquier infección, pero el coronavirus es un patógeno que se ensaña en el tejido graso, por eso, los pacientes obesos deben permanecer completamente aislados, encerrados en cuatro paredes hasta que pase la contingencia.

La prevalencia de obesidad en el mundo debe bajar después de la pandemia, si las personas obesas no aprenden después de esto, hay que pensar que, además de la obesidad hay un problema psicológico de autoagresión. Coronavirus, el terror de la obesidad.

Artículo publicado el 10 de mayo de 2020 en la edición 902 del semanario Ríodoce.

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