Las rosas de Heliogábalo
Se cuenta que, en uno de sus excéntricos banquetes, este emperador romano del siglo III asfixió a los comensales con pétalos de rosa derramados desde lo alto.
El emperador romano Heliogábalo (203-222) pertenecía a la dinastía Severa. Su nombre de nacimiento era Vario Avito Bassiano, que él mismo cambió en honor del dios fenicio El-Gabal (más conocido como Baal), al que veneraba en su ciudad natal de Emesa, situada en la Siria romana. Subió al trono imperial con 14 años en 218, tras el asesinato de Caracalla, e ignoró las tradiciones religiosas de Roma: reemplazó a Júpiter por el Dios Sol Invicto. Se casó cinco veces, una de ellas con una virgen vestal, lo cual estaba totalmente prohibido por la ley y la tradición, pero su gran afición eran los hombres bien dotados (onobelos: pene de asno, en griego), a los que mandaba buscar por toda Roma, y los excesos y provocaciones de todo tipo. Eso incluía fiestas bañadas en vino, orgías y comportamientos excéntricos como vagar por las calles vestido de mujer, pero también actos de crueldad con animales y mutilaciones y sacrificios humanos.
Según narra Elio Lampridio en la Historia augusta, los susodichos excesos de Heliogábalo no tuvieron fin. Goloso y gourmet –de ahí que la palabra heliogábalo haya quedado en castellano como sinónimo de persona dominada por la gula–, le gustaba organizar banquetes y cenas que nadie se atrevía a rechazar, a pesar de los sobresaltos que normalmente esperaban a los invitados: el menú incluía a veces alimentos de pega elaborados con mármol, cristal o marfil, aunque casi era peor cuando se trataba de comida de verdad, porque no era raro encontrarse arañas en la gelatina o excrementos de leones como parte de la repostería.
Precisamente en uno de estos banquetes, concibió la idea de derramar violetas y pétalos de rosa desde lo alto de la sala sobre los invitados, pero al parecer sus sirvientes echaron tal cantidad que algunos comensales se asfixiaron. La escena ha quedado inmortalizada por el pintor del siglo XIX Lawrence Alma-Tadema en un cuadro titulado Las rosas de Heliogábalo (arriba a la izquierda).