Agencias
CIUDAD DE MÉXICO.- Tradicionalmente los países que son grandes productores de petróleo se ven beneficiados sustantancialmente en materia económica, por contar con este recurso.

Nuestro país, vive otra realidad. Por un lado presenciamos constantes incrementos en el precio de los combustibles mes con mes, por otro lado la Reforma Energética nos promete gasolinas más baratas el próximo año, publica dineroenimagen.com

Mientras tanto, quienes sufren los estragos de su pago son los millones de conductores que a diario ven mermados sus tanques de combustible debido a los incesantes congestionamientos viales en las calles de las ciudades mexicanas.

Bloomberg realizó un análisis del costo de las gasolinas en el mundo. Consideró 61 países entre los que México reportó ser uno de los que ofrece los combustibles a menor precio en relación con otras naciones.

Por litro de combustible México se encuentra en la posición 15 de 61, debido al –relativamente- bajo costo por su litro de combustible, sin embargo, no todo es lo que parece.

La dura realidad

Aunque en el análisis de precios, México mantiene un precio relativamente asequible, cuando se consideran los bajos salarios a los que tienen acceso sus trabajadores, la situación se dispara. Para los mexicanos (considerando su salario mensual), resulta prácticamente un sacrificio llenar un tanque de gasolina.

Tras realizar un promedio entre el salario del mexicano en relación al costo de un litro de combustible, México cae estrepitosamente a la posición 60 del listado de gasolinas más caras: ¿el motivo?, el precio no está ajustado en realidad a cuánto ganamos en nuestro país.

Cada litro de combustible representa el 3.4% del salario diario del mexicano. Claro, siempre y cuando el mexicano promedio gane 431 pesos diarios (12 mil 930 pesos mensuales) que es el salario considerado por Bloomberg.

Si se analiza a otro tipo de mexicanos con sueldos inferiores, el porcentaje del salario para abastecer de combustible a sus vehículos crece y empeora la situación. 

Tras estas cifras, la presunción de que contamos con combustibles “baratos” queda en entredicho, pero todo termina en la opinión de los consumidores finales.