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Después de la batalla: sobre el tiempo colonial

Duen Sacchi

Imagen: «Abuela», técnica mixta, 279 × 216 mm, Duen Sacchi, 2020. (Imagen cortesía del artista)

EL ACONTECIMIENTO

El ruido de la moto retumba contra el polvo del camino. Atraviesa el Chaco con determinación, rugiendo al monte y desentonando con la delicadeza de sus ramas. La mano vibra a la par del sol sobre la piel. El algodón de la remera recién lavada con jabón blanco y secada al aire esparce su aroma hacia todos lados. La piel suave y oscura se rinde a la caricia de la brisa que el movimiento inventa en la quietud de la yunga a la mañana. Huele dulce alrededor, el pie se mueve bajo la zapatilla Flecha decolorada por la luz del trópico, el empeine sube y baja sobre el pedal, los músculos se tensan, la piel suda contra la cuerina nueva del asiento. Las pestañas empolvadas de arena hacen resaltar los ojos negros bajo la gorra. El cuello terso recibe el impacto del movimiento de los brazos al frenar. Baja. Llegan otras cinco motos y una pequeña, más vieja, de poca cilindrada. Una coreografía de manos, brazos, piernas y sonrisas arman el saludo. Algunas manos refregándose entre sí o sobre las piernas, nerviosas, emocionadas. Cuando baja la abuela de la moto y entrega las remeras estampadas todo comienza. ¿Entramos?

La escuela primaria es pequeña, de color amarillo tostado y rosa viejo. El nombre es un número pintado en marrón sobre la puerta de entrada. El acto del 12 de Octubre está por comenzar, les niñes están ordenades en hileras. La currícula escolar dice que toca conmemorar el “Día del respeto por la diversidad cultural”. En 2010 se cambiaría el decreto de 1917 que declaraba el feriado en conmemoración del “Descubrimiento y conquista de América” como “Día de la Raza”, pero no suspende la conmemoración, no suspende el feriado. Cambia la nominación, en la currícula entran otros contenidos que hacen referencia a la pluralidad intercultural, pero la universalización en la mirada del acontecimiento no se modifica, la referencia es invariable. El decreto de 1917, firmado por el Presidente Hipólito Yrigoyen, y promovido por la Asociación Patriótica Española y otras asociaciones españolas en el país, ademas de asociaciones literarias argentinas, expresaba:

1) El descubrimiento de América es el acontecimiento de más trascendencia que haya realizado la humanidad a través de los tiempos, pues todas las renovaciones posteriores se derivan de este asombroso suceso que, al par que amplió los límites de la tierra, abrió insospechados horizontes al espíritu.

2) Se debió al genio hispano —al identificarse con la visión sublime del genio de Colón— efemérides tan portentosa cuya obra no quedó circunscripta al prodigio del descubrimiento, sino que la consolidó con la conquista, empresa ésta tan ardua y ciclópea que no tiene término posible de comparación en los anales de todos los pueblos.

3) La España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus guerreros, el denuedo de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, las labores de sus menestrales y, con la aleación de todos esos factores, obró el milagro de conquistar para la civilización la inmensa heredad en que hoy florecen las naciones a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que debemos de afirmar y de mantener con jubiloso reconocimiento.

El grupo entra, sin más gesto que la propia presencia. No hace falta más, el imaginario les precede. Las leyes de Burgos o Nuevas Leyes de las Indias, establecieron un tipo de libertad específica para todo un continente que será la que está delimitada por los lazos del trabajo forzado, la entrega de tierras y la sumisión a un orden político externo y un orden espiritual interno a cambio de la vida. Por otra parte, además, inventará una categoría: Indios. La directora de la escuela, trasladada desde la Capital, se incomoda ante la presencia del pequeño grupo en medio del patio, y sonríe. La abuela se detiene y explica que el acto no se realizará. Los más jóvenes piden a les niñes que se sienten en el suelo, no hace falta seguir de pie, ni firmes, ni tomar distancia: hoy no hay conmemoración. No habrá acto. Entonces, como primera acción, se abandona el castellano. El grupo detiene así unos quince actos escolares. En cada uno alguno de los jóvenes habla en una o más de las ocho lenguas de los Pueblos que representan.

La abuela ha venido a dar testimonio del despojo. No vamos a leer hoy, vamos a escuchar, dice, mientras se acomoda para sentarse. Cuenta la historia de cuando por la misma época que se firmaba el decreto del día de la raza, eran inauguradas las grandes plantaciones y sus patrones y capataces salían a buscar gente al territorio. Comunidades enteras eran trasladadas a la fuerza hacia las plantaciones. Amparados por leyes escritas en las ciudades. Herederas de otras leyes más antiguas pero con el mismo espíritu de esclavaje, miseria y opresión, obligaban a ir andando a pie por todo el Gran Chaco hasta tomar los trenes que los dejarían en las puertas de los Ingenios azucareros. Muches quedarían a la vera del camino, entristeciendo la tierra con la carga de su muerte.

EL PASAJE

Crecí en un lugar cuyo relato de origen es sobre el día posterior a la batalla. La laguna sembrada de cuerpos ya no está, pero sobreviene de otras maneras, es ahora monte, en sus ramas aña-s cantan. Ahora, hay un tiempo en que suenan los tambores, las cajas, y la cadencia del ritmo de las voces recuerdan al cuerpo el movimiento de los pies sobre el polvo, que a veces se suspende, a veces se sostiene, otras se abraza a la piel. Las calles asfaltadas, siguiendo los parámetros del orden y la belleza Occidental moderna, de las pequeñas y empobrecidas urbanizaciones en medio del Chaco salteño, arden bajo el sol del trópico. Resistiendo se ondulan y muestran sus escamas copiando a los rococos, las serpientes, los lagartos y las tortugas. Algunas noches el polvo de colores del Carnaval y cientos de pequeños pies de infancias les rodean el torso, los “Gorros” emplumados les dan rostro y el pin-pin les hace por fin moverse y abandonar la impávida misión de ser cemento. Las sayeras, el tinku despiertan a las ancestras, las travestis y chamanes recuerdan que somos de una estirpe mucho más antigua que la de los quinientos años. Luego todo vuelve a la calma de la cotidianidad de la sobrevivencia que nos dejan los términos del orden patriarcal colonial del capital. El decreto de 2010 sobre feriados nacionales argentinos también establece que se incorporan, además, como feriados nacionales al lunes y martes de carnaval, especificando que

el carnaval es una de las manifestaciones más genuinas de las diferentes culturas que habitan nuestro vasto territorio que fomenta la participación y la transmisión de los valores que nos identifican, a la vez que permite la integración social y cultural en una suerte de sincretismo religioso que expresa la fusión de los diferentes pueblos que habitan nuestra Nación. A esto se le suma la posibilidad de generar un movimiento turístico hacia los diferentes destinos de nuestro país, con el consiguiente beneficio económico para las economías locales.

El carnaval ha sido y es ese espacio reglado, comprimido y constreñido primero por la evangelización Colonial y luego por el Estado, donde es posible encarnar y a la vez hay que hacer suceder el todo de lo que excede al orden establecido por la Colonialidad. Es un tiempo acotado en el que es posible la presencia pública de los conocimientos espirituales, prácticas artísticas, saberes, lenguas y voces, códices de movimiento, cuerpos y elaboración crítica de legados históricos de los Pueblos originarios, ancestrales e indígenas. Pueblos entre los que incluyo a los africanos de la diáspora forzada por el esclavaje. Estrictamente son pre-existentes a la colonización, y son sus saberes, junto a los de los diferentes pueblos indígenas de Abya Yala, los que conformarán las naciones originarias del continente. Por otro lado, hablar de comunidades ancestrales permite dar cuenta no sólo de las comunidades originarias, sino de personas, colectivos y comunidades que se reconocen como parte de estos Pueblos y Naciones en resistencia al blanqueamiento de la mestización y sus categorías de racialización. Elaborando así nuevas formas de comunidad de reconocimiento, en oposición y en tensión con las clasificaciones antropológicas, estatales y lingüísticas que, muchas veces, lo que es entendido como “índígena” no habilita, pues se trata de una clasificación colonial re-apropiada de forma reivindicativa y con impactante potencia de transformación, pero que muchas veces ha sido reducida, al igual que “originario”, a un número de expediente de reconocimiento, borrando una vez más la creatividad de las formas de dar noticia de existencia y resistencia ante el régimen colonial patriarcal del capital.

¿Cómo es que se creían nuestros dueños? No estábamos ni en el continente ni en el cuerpo equivocado, no éramos indios ni estábamos en las indias.

Es en el espacio del Carnaval donde esa antigua y profunda alianza con los pájaros, los truenos y la memoria puede hacerse presente. Un espacio de tensión y conflicto también, donde todo es puesto una vez más para la mirada de la blanquitud, del capital, para la vigilancia del buen orden colonial del género. Un tiempo donde también a su vez se muestran, trastocan y se vuelven a restablecer las jerarquías sexo-genéricas, raciales, económicas, espirituales. Un tiempo figurado como el del disfraz, la mascarada, un tiempo extraño donde también es posible dar noticia de existencia. El Carnaval aparece así como un tiempo que es impuesto para la aparición bajo la idea de la leyenda, el pretérito y lo increíble de un no-tiempo. Uno de los efectos de poder del ordenamiento temporal y espacial de la conmemoración del 12 de Octubre, como acontecimiento, es que se impone un tiempo antes del cual no hay tiempo. La agenda civilizatoria colonial moderna occidental se hace presente en un aspecto crucial: la imposición de una temporalidad única.

EL BORDADO

El acontecimiento de la invención de un tiempo único modulará todas las instancias de nuestra vida. Una niña es enviada por la maestra fuera del aula, al patio de mujeres, a bordar; la niña en rebeldía se desdobla los pantalones que temprano la propia maestra le había plegado con cuidado antes de la formación para izar la bandera. En el Chaco salteño estaban prohibidos los pantalones y más aún si se veían por fuera del delantal. Los patios estaban divididos. La niña había dicho que el “Descubrimiento de América” era un invento ¿Cómo es que se creían nuestros dueños? Había espetado con rabia. No estábamos ni en el continente ni en el cuerpo equivocado, no éramos indios ni estábamos en las indias, había alcanzado a decir mientras sobrevolaba el suelo colgando desde el codo por mano de la maestra que le expulsaba hacia afuera, mientras en un último esfuerzo gritaba: ¡Y no soy una niña!

La ley de Educación 1420, de educación elemental argentina, aprobada bajo la presidencia de Julio A. Roca, quien organizara las campañas militares de conquista y exterminio en los territorios indígenas en Argentina en el Siglo XIX, aún se aplicaba en 1986 y mantenía en su currícula la obligatoriedad estipulada por el Art.6 de las actividades manuales solo para las mujeres, entre ellas el bordado. Una familia completa podía llegar a reunirse alrededor de una tela para culminar la tarea del bordado. Sin bordado no había promoción. Los puntos que se enseñaban eran los españoles. Se enseñaban como forma de corrección corporal, disciplina de género y civilización. El tejido, la labor del barro, el arte plumaria indígenas, por el contrario, estaban prohibidas en la escuela.

La conmemoración fijada a partir de 1917, y resignificada a partir de 2010 en Argentina, sostiene la relación colonial constitutiva según la cual se necesita de la creación de categorías políticas, lingüísticas y jurídicas que permitan el sostén en el tiempo de una distinción, una excepción humana para el gobierno de los otros. Para el gobierno de los géneros, del Nuevo Mundo. Quienes venimos de las comunidades originarias, ancestrales indígenas de Abya Yala, sabemos que hay un tiempo largo, el tiempo de nuestres ancestres, y un tiempo corto, el que comienza y se impone luego de la colonización.

Quienes venimos de las comunidades originarias de Abya Yala sabemos que hay un tiempo largo, el tiempo de nuestres ancestres, y un tiempo corto, el que comienza y se impone luego de la colonización.

En el tiempo corto fueron perseguidos los cuerpos sodomitas. La sodomía, a diferencia del significado en Europa de prohibición de algunas prácticas sexuales que se consideraban contra la naturaleza propia de la generación por la procreación, durante la colonización se volverá polisémica, y estará asociada a la prohibición de prácticas espirituales que ponen en funcionamiento conocimientos ceremoniales, epistémicos y lingüísticos en cuerpos y comunidades ancestrales. Danzar será de sodomitas. Organizarse políticamente será de sodomitas. Pintar el cuerpo será de bestias sodomitas. Transitar entre espíritus y subjetividades corporal o comunitariamente será de legiones de sodomitas. Estas normativas especialmente serán usadas para perseguir, marginalizar y desterrar prácticas de intervención corporal, individuales o comunitarias, que estaban relacionas con la construcción de poder político, la autonomía económica y los conocimientos sobre la curación, tanto física como espiritual, además de las prolíficas formas de interacción erótica de las comunidades. La tortura física, la persecución espiritual, el encierro, el destierro, la exhibición y la muerte serán las formas del castigo.

Estas prohibiciones estarán evidentemente relacionadas a la acumulación originaria y el control económico sexo-racial de las comunidades en Abya Yala. Un orden racial sexo genérico es más rentable, estable, productivo. Heredera de estas prohibiciones será la instauración de un tiempo corto para la manifestación de nuestros cuerpos en toda su complejidad erótica y política: el carnaval que es del tiempo del colono, un tiempo exiguo de unos cuantos días donde, ordenadamente y bajo el epítome del disfraz, podemos caminar con nuestros sexos abiertos al cosmos, nuestros ojos vueltos a los pies, donde danzar es nombrar, y reír es caminar. La Colonia y su práctica espiritual de la evangelización unívoca y monoteísta creó un tiempo donde indígenas, afros, mestizas impuras y travestis de los mil sexos pudiéramos salir con nuestros cuerpos ceremoniales a la calle. Un espacio y un tiempo acotados que culminan en la obediencia al Señor, en el recordatorio de la inauguración de Su tiempo el 12 de Octubre.

LA BATALLA

Este año he decidido retomar la tarea del bordado. Mi familia en su momento bordó conmigo cientos de florecitas rosas. Me recuerdo arrastrando esa tela por todos lados, como un manto sagrado. Este año he recordado a la maestra que enseñaba punto cruz bajo los lapachos en flor y he pensado en seguir sus enseñanzas para bordar con prístino cariño en honor al día y al Colono: Maldito Genocida. Y esperar el tiempo por venir para hacer el relevo de las abuelas y así sentarme en algún patio de escuela a seguir dando testimonio sobre la infinita resistencia al despojo.

Duen Sacchi (Aguaray, Argentina) es artista y escritor, trans Guaxu. Su trabajo indaga las relaciones entre escritura, dibujo y grabado en relación al legado ancestral de sus prácticas artísticas. Su último libro Ficciones Patógenas ha sido publicado en Brumaria (2018) y Rara Avis (2019).

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