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Epitafio Fractal: Adrián fino Sosa - Tus preguntas indiscretas, tus gemidos de placer

Por todas las ilusiones, por todas las veces que no te encontré, estoy pagando los platos rotos, los saldos pendientes que dejamos mientras huíamos de nosotros. A oscuras. Y llegaron en cascada, los ríos repletos de barro, las palabras que no supimos decir, las ruedas mágicas, los anillos prestados, el aliento apestoso de las bestias. Las manadas de zorros desollados, las curvas cerradas a toda velocidad, los pasajes, los puñados de arroz reseco, las lunas de marzo, los anillos de saturno. Los acuarios abandonados, el musgo verde y los anuncios oxidados en carreteras eternamente oscuras.

Desde Montevideo: Hambre y Cerrojos - Crónica de Adrián Fino Sosa

Sobre la textura suave de tu cuerpo no descanso, brillo y bailo sin control. Mi alimento, el nutriente primario que proviene de tus senos turgentes no me llega y ya no tengo colores en esta neblina de tiempo perdido. Casi como un lamento me desvela el deseo de morder, de llevarte a mi boca y de explorarte en la ceguera del amor. Cargo con la traición de los sentidos en este hastío, giro ciego en esta calesita infinita, giro, es todo lo puedo decir. 
Ahora debo salir a ganarme la sangre que me falta para no sumarme al descanso triste y frío del desencanto. Los colmillos comienzan a asomar en mi boca pálida y tiemblo por los nubarrones que llegarán antes de la media noche.

"ÁngelDiabla", un relato de Adrián "fino" Sosa - Ella me paso el porro

Foto de Jenna Hamra

Llegue buscando a Alicia. Golpee la puerta descascarada de la casa ocupada esperando que ella me abriera, pero no. Me atendió Violeta, después de un rato me enteré que se llamaba así. Era rubia, delgada y con los ojos más azules que jamás había visto en mi vida. Tenía en brazos una bebé tan rubia como ella colgada de su pecho izquierdo que se alimentaba como si no hubiese mañana. La niña tenía cuatro meses, de eso también me enteré después. Apenas nos vimos a los ojos con Violeta supimos que algo iba a suceder.

"Las veinticuatro horas del día", un relato breve de Adrián Sosa - Sabemos donde encontrarlo, en la avenida fatal

"Las veinticuatro horas del día", un relato de Adrián fino Sosa

Regreso caminando. Siempre al mismo lugar. La distancia muere cada día bajo mis pies congelados. Descalzo, abrazado a mi interminable condena, las tinieblas y el humo del camino dispersándose en el silencio. Todo me cuesta trabajo, incluso respirar. Caminando lento, regreso al dolor.
Lo ven llegar, arrastrando los pies, descalzo, un paso tras otro. Seguro esta pensando en esas cosas, como siempre lo hace. Revive una y otra vez las imágenes. El accidente, seres amados atravesando las ventanas de la camioneta. Lo ven yendo de esquina a esquina por el cantero central. Descalzo, congelado. Le cuesta respirar. Lo ven.

"Dos maneras de ser el amor", un cuento de Adrián "fino" Sosa

Unas pocas palabras bastarían y tal vez alguna frase introductoria.
Ella estaba dispuesta a oír. Ya lo tenía pensado. Se encontraba segura de todo, sin ánimo de pelear ni discutir. Y eso sería una sorpresa para quién tenía a su frente. Ella respondería a todo diciendo que si, se dejaría envolver en el discurso que Soledad había preparado. Estaba segura que ya estaba todo preparado, incluida la frase inicial. Alma y Soledad, sentadas frente a frente, ya habían pasado dos semanas desde la última vez. Dos largas, eternas y convulsionadas semanas, pero eso

La vuelta de siempre: un relato del escritor uruguayo Adrián "fino" Sosa

¿Que carajo estoy haciendo por acá, caminando en estas calles gastadas, vencidas e imposibles de recuperar? Está claro que no es suficiente con la nostalgia, con los recuerdos. Estas calles ya no son aquellas. No guardan casi nada de lo que me hicieron amarlas, son mucho más tristes, más viejas y borroneadas. Ya fue. Tengo que avisarle a mis estupideces que paren de mandar mala información a mi cerebro cenagoso. Ya fue. Doblo en la esquina con una puteada en la boca y con el cansancio acalambrándome las piernas y el alma. Esto de caminar por el barrio viejo ya no sana ni alivia ¿Que vengo a buscar? ¿Que quiero encontrar? Acá no hay nada que me salve.

Desde Montevideo: «Mejor callar», un relato perteneciente al libro «Mil bares», de Adrián Sosa

 
El relato "Mejor Callar" de Adrián Sosa presenta una atmósfera oscura y pesimista en la que el protagonista, Marcos, se encuentra en un bar bebiendo solo y tratando de escapar de sus pensamientos. A través de un diálogo tenso con el cantinero, y cuando sus palabras son desestimadas, se muestra la profundidad de la desesperanza y la desilusión de Marcos, lo que finalmente lleva a un enfrentamiento violento. La historia refleja el hastío, la falta de comunicación y empatía en la sociedad, así como la incapacidad de algunos para encontrar una salida.

Dos relatos pertenecientes al libro «Expreso Caníbal», de Adrián Sosa

El primer relato, titulado "T.Q.M XXL", se centra en una pareja que se encuentra en una plaza de comidas y está tan absorta en su teléfono móvil que no interactúa ni se presta atención mutua. La historia muestra cómo la tecnología puede ser tanto un medio para la conexión como una barrera para la comunicación real y la intimidad.

El segundo relato, "Ojos dentro de ojos", sigue a un hombre que queda fascinado por una gigantografía de una mujer que anuncia un perfume en una pared de un edificio. Se queda atrapado en la profundidad de sus ojos verdes y comienza a ver dibujos extraños en las pupilas que lo atraen hacia el núcleo de su ser. La multitud lo empuja, pero él sigue siendo hipnotizado por la mirada de la mujer en la gigantografía...

Desde Montevideo: «Apagones», un relato de Adrián Sosa

El cuento "Apagones" de Adrián Sosa describe la historia de Nicolás, quien se encuentra en una habitación sellada, rodeado de sus posesiones más preciadas. A través de la descripción detallada de los objetos que lo rodean, el autor nos muestra la obsesión de Nicolás por el pasado y su negación de enfrentar el presente.
A medida que la historia avanza, el lector se sumerge en la mente de Nicolás y su lucha contra el inexorable paso del tiempo. El autor utiliza una prosa poética para describir los sentimientos de su personaje, así como para transmitir la atmósfera de la habitación y los objetos que la adornan.


«Intención poética… Mi vida», por Washington Daniel Gorosito

Uno nace, crece, vive, 
se descubre poeta
entrega palabras
y el verbo se queja,
aunque lo tapan
los dulces trinos
de aves migratorias
a las que las palabras 
apuntan, 
se dirigen,
son flechas,
que hieren las nubes de colores.
Abajo, un gorrión
camina a saltitos
deambulando entre letras.
Las nubes heridas,
mimetizan su cromática

«Gajes del oficio», un relato del escritor uruguayo Adrián "fino" Sosa

Me llamaron porque no podían sacarle una palabra. Al cruzarme con “El Oso” en la puerta de la sala me dijo: Oscar a ver si vos tenés más suerte, pero andá suave, no te pases. Es que todos lo saben, me gusta el olor a carne chamuscada y los chispazos azules del corto-circuito. Que puedo hacer si eso me hace sentir que soy importante. Es como que dejo mi cuerpo, entro en éxtasis y puedo gobernar el planeta en el encierro sofocante de esas cuatro paredes. Debo decir que es delicioso, que nada se compara a ese idioma incomprensible que les sale de

Desde Uruguay: «Algún puente», un relato de Adrián Sosa

-¿Esta frío no?
-Parece –dijo Carla cortante.
-Y si, pleno invierno, no se puede pedir otra cosa.
-...
-Si al menos lloviera un poco, serviría para algo.
-...
-¿Dieron lluvia para hoy?
-...
-Es un disparate 
-...
-Que locura, siento tanto frío.
-...  
-Pero ahora te encontré a vos. Ya no me puedo quejar.

Carla miraba por la ventana hacia afuera del bar sin siquiera asentir

«La noche del Lobo», un texto perteneciente al libro «Hijos de Abril» de Fino Sosa

La carga demoledora de una canción rebotaba y rebotaba sobre su mente entrenada. El Lobo enjaulado estaba a punto de explotar. Lo sabía. Aguantó la respiración todo lo que pudo, luego exhaló buscando purificar algo de la sangre espesa que corría por sus venas apretadas a fórceps contra la carne. Un vacío insoportable se acomodaba en su pecho al tiempo que los cambios robóticos de las luces marcaban sus ojos con diferentes tonos de rojo. La saliva blanca y espumosa, comenzó a escapársele de su boca dura, empedrada. Siempre lo mismo, siempre igual, las caricias nunca eran suficientes y ella dormía desnuda sobre la cama

Washington Daniel Gorosito: Tras los pasos de Fray Gorosito en Atlixco-Mexico

                                                        Corría el 1700 cuando hubo de llegar
a la hermosa Nueva España
desde el Reino peninsular.

A territorios lejanos y extraños
con la fe en la mente y corazón
para cumplir su misión
continuar con amor y devoción
el plan de evangelización.

Fray Francisco Gorosito
de la Orden Mercedaria
una vez en la Nueva España
en la bella Puebla recibirá
cuál será su nuevo destino 
en el México Virreinal.

A la Villa de Carrión

«Ludwig Van», un relato de Adrián Sosa


No podía descansar, tenía tormentas en el alma. Daba vueltas en la cama sin pensar en el cuerpo que sollozaba a su lado. Una lluvia de palabras inconexas, giraban en su mente, al tiempo que daba manotazos esporádicos en la oscuridad del cuarto. La reja del miedo era  y eso lo volvía loco. Fue con la explosión cerca de su oído, que sus pensamientos se desvanecieron. Sólo un salto al vacío podía acomodarle los nervios. Abrió la ventana para respirar, no estaba dispuesto a morir y eso lo tenía claro, saltar no era una alternativa. El cielo estaba gris, la calle mojada. En su cabeza aún retumbaba el sonido del disparo. Fue un casi. Hasta su nariz llegó el olor a pólvora y se sintió limpio.

Desde Uruguay: «Soy del Bene», un relato de Adrián Sosa

Me recuerdo mirando hacia afuera, a través de las grietas en la pared de madera, ver la lluvia formando charcos barrosos en las calles de tierra del cantegril. Recuerdo que escuchaba crujir mis tripas, escuchaba los gritos, los reproches, los ruidos de ollas vacías golpeándose contra el suelo. “Ay mi dios, que no se enojen conmigo”, era mi único pensamiento.
Todo sucedió por seguir a Juan, por ver si era posible. 
-¿Vamos a buscar a Luis? -me preguntó Juan-.Y yo fui.

A mi me gustaba jugar con Luis, me divertía, nos perdíamos entre caramelos y sonrisas, pero a Juan, Luis no le caía nada bien. 
Caminamos los tres hacia el

«En el lugar equivocado», un relato de Fino Sosa perteneciente al libro «El Gen de la Bestia»

La fiesta había terminado, mi rencor y yo éramos los únicos que permanecíamos despiertos. Por enésima vez me preguntaba que hacia en este lugar. Restos de papel picado, serpentinas y globos desinflados invadían el salón, el caos imperaba en los rincones más improbables. El piso estaba alfombrado por una masa chiclosa de restos de comida y líquidos sospechosos, los cuerpos anestesiados por los vapores de la fiesta yacían semidesnudos y desparramados, cubiertos de cotillón desmembrado. Durante toda la noche los invitados se habían entregado a un festejo sin freno como pocas veces en la vida, si a esto que vivíamos se le

«El inconsciente cósmico» un texto del autor uruguayo Pablo Helvecio Scasso

En 1903 Henri Poincaré postulaba acerca de lo aleatorio en los siguientes términos: "El azar no es más que la medida de la ignorancia del hombre". Felizmente azaroso fue el azar que hizo que dijera dicha máxima en un momento revulsivo como fueron los primeros años del siglo pasado y no unos siglos antes durante la Santa Inquisición francesa, y que además haya nacido en Nancy y no más al sur, en ese caso no hubiese podido ni siquiera balbucear la palabra ‘azar’ que ya lo habrían incinerado para que dejase de pensar cosas raras. 

Desde la ciudad de Montevideo: «Disparos», un relato de Fino Sosa

A Gonzalo lo despertó el rocío de la madrugada cayendo sobre su cuerpo desflecado. Desmayado por el alcohol dormía desde hacia tres horas sobre pasto húmedo en la soledad de la plaza que esta en medio de las viviendas. Los pies helados, la boca pastosa por una sed asesina terminaron de sacarlo del colapso. Una luz mortecina iluminaba desde hacia ratos el contorno de los bloques de apartamentos de paredes grises y de ladrillos rojos gastados por tanta intemperie y demasiada

Desde Montevideo: «Su Perro Andaluz», un relato de Fino Sosa

La navaja estaba apoyada sobre el ojo de Silvana, como una lengua rozando la espina dorsal. Al final fui yo quién percibió el corte que la foto nunca mostró. Lo que veía ante mi era la síntesis de todos los engendros sobrenaturales con los que Silvana había coqueteado tanto. Su ojo y también su cuello pagarían por invocar al innombrable. No era un recuerdo, ni una fantasía, ni una ensoñación, para ella era un ritual de resurrección. En la foto en blanco y negro que sostenía en

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