Opinión

Arce, Chile y Santa Cruz

8 de noviembre de 2020, 5:00 AM
8 de noviembre de 2020, 5:00 AM

El triunfo electoral de Luis Arce seguramente no alterará el rumbo prefijado por Evo Morales en su relación con Chile, a menos que Santa Cruz le haga pensar al presidente electo en las consecuencias de ello. Un guion con final abrupto, la peor derrota internacional de Morales, dejó la relación bilateral en punto muerto. Literalmente, un inédito clima de pugnacidad, cultivado desde las aulas de las escuelas hasta la alta política boliviana, tuvo como correlato en Chile la incubación de una enorme desconfianza, un distanciamiento y el germen de desinterés en la sociedad chilena por “lo boliviano”.

Durante el breve periodo de gobierno de la presidenta Áñez, hubo algunos tímidos intentos por mover la relación. Primero, partiendo por un encuentro de cancilleres en Brasil, luego con la idea de unir a Bolivia con el futuro cable digital submarino a Asia. Pero quizás lo menos ruidoso y lo más exitoso haya sido un diálogo portuario eficaz, técnico y productivo con la ASPB y el interés chileno de abrir el mercado interno a la importación de carne bovina cruceña. En ese contexto, la Cancillería chilena emprendió un serio esfuerzo por avanzar en el manejo de los recursos hídricos compartidos y en la incorporación diferenciada de nuevos puertos chilenos según carga y origen de la carga boliviana a fin de promover una lógica comercial eficiente. Así, el canciller Ribera albergaba la idea de puertos diferenciados para el litio, la minería metálica y agilizar en Arica el puerto agropecuario. En otras palabras, migrar desde una sociedad geográfica a una sociedad colaborativa. Pero, el avance ideal estuvo condicionado a la permanencia de un gobierno que aquí y allá, sabíamos transitorio. Fin de la historia y el saco del Silala pendiente.

“La anunciada (no realizada) visita del presidente Piñera a Bolivia con motivo de la transmisión del mando”, no abrigaba luces de esperanza y no hay que engañarse. En 2010 y durante su primer mandato, Piñera se reunió en siete ocasiones distintas con Morales. Entonces, muchas fotografías y declaraciones enmarcadas dentro del concepto “medidas de confianza mutua”, terminaron con la generación de falsas expectativas que, en pocos meses, terminaron resolviéndose en La Haya.

Arce es uno de los arquitectos de la estabilidad económica durante la era de Morales. Negarlo sería un error y discutir su eficiencia, no es nuestro ánimo. Negar que los indicadores bolivianos de la mano del superciclo del precio del gas, se tradujeron en un cambio en Bolivia y un inédito crecimiento del aparato público, sería torpe. Sin embargo, por cada saco de cemento, y cada cancha de futbol, se sumaron miles más de ideología nacionalista y revolucionaria, dependiente de bonos e importaciones gasíferas desde Brasil y Argentina. Lejos del desarrollo industrial, y aún más lejos de la promoción de inversiones, Bolivia se estancó mucho antes de la pandemia. Chile lo sabe.

De una rápida mirada a las exportaciones cruceñas, observamos un potencial sin límites. Ahí se dejaron las ideas del IBCE de promover exportaciones alimentarias y las ideas de la Cadex de diversificar los puertos de salida. A causa de Morales también se frustró el corredor bioceánico, que en vez de pasar por Bolivia hoy pasa por Paraguay.

Iniciándose un nuevo gobierno, Arce tendrá que tomar una decisión: si seguirá con la idea de alimentar el odio binacional o bien, optará por reconocer que Chile lleva largo tiempo y pese a los pleitos, buscando tener una relación estable, tranquila y segura con Bolivia. El oriente boliviano debe saber que una ácida relación con Chile solo la postergará. El muro de un relato dibujado y beatificado por las elites políticas tradicionales podría amarrarla a la frustración y de paso, impedir -tal y como lo ha sostenido Víctor Hugo Limpias reiteradamente- el desarrollo de Puerto Busch. En esta era pospandemia, habrá que sumar y no restar. Así, debería mejorarse el sistema logístico nacional, cuidar los cobros desmedidos de la Aduana Nacional boliviana y atajar el narcotráfico para ser un país competitivo.

Si Arce actúa de forma independiente a Morales, lo sabremos, y si no, Santa Cruz tiene que saberlo.



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