La tasa de mortalidad por covid de CABA es la más alta de Argentina. Según los datos que aporta el físico y analista Jorge Aliaga, al 2 de septiembre reporta 3.624 fallecimientos por millón de habitantes. Le siguen, con bastante diferencia, Neuquén (3.165) y Buenos Aires (3.074). Un estudio realizado por la Dirección General de Estadística y Censos y el ministerio de Salud porteños midió la seroprevalencia (es decir, los anticuerpos que permiten saber cuánta gente tuvo covid) en CABA, a noviembre de 2020. Los resultados son contundentes: mientras en los barrios populares el 42 por ciento de los vecinos y vecinas dio positivo, en el resto de las comunas que componen la Ciudad fue del orden del 7,4 por ciento. En efecto, hasta el año pasado, los vecinos y vecinas de barrios humildes de la Ciudad tenían seis chances más de enfermarse de coronavirus, respecto los que no vivían en condiciones precarias.

"El estudio identifica anticuerpos en sangre, un marcador de quién tuvo y quién no tuvo la enfermedad, dado que en ese momento no había nadie vacunado", detalla Matías Gallastegui, médico generalista, docente de la cátedra de Salud Pública de la UBA y precandidato a legislador porteño por el Frente de Todos. Si bien en los barrios populares dio 42 por ciento, en Villa 31, por ejemplo, dio un 53 por ciento, con lo cual, más de la mitad de los vecinos y vecinas se habían contagiado de covid. Para Gallastegui "estos datos son ilustrativos en la medida en que la seroprevalencia del resto de la Ciudad indica que un 7,4 de la población se había contagiado. Esa diferencia muestra una profunda inequidad, una desigualdad en el acceso a la salud. Una muy pobre intervención estatal para prevenir la circulación de los contagios".

Desde el punto de vista del médico, esta es apenas una muestra de lo que caracterizó a una "administración liberal de la pandemia". El hecho de que el Estado no intervenga y que se retraiga lo máximo posible implica que cada uno se tiene que cuidar como pueda.

"Cuesta mucho visibilizar la pésima gestión de la pandemia que viene realizando CABA. Existe un blindaje mediático que, claramente, funciona muy bien porque los números y la desigualdad que existe en el acceso a la salud son notables", señala Gallastegui. Su afirmación no surge de intuiciones ni meras suposiciones, sino de los datos.

No alcanza con apuntar que la pandemia es un "estado de excepción". Si el cuidado queda librado al individuo, con las condiciones de desigualdad estructural que caracterizan al país y, sobre todo a la Ciudad, algunos accederán a cuidarse y evitarán enfermarse, mientras que otros no podrán hacerlo. Aunque el Sars CoV-2 no distingue entre personas pobres, de clase media y ricas para infectar, como siempre, quienes peor la pasan son los que menos recursos tienen. "Un trabajo como este no hace más que corroborar un modelo conceptual vinculado a la administración que el gobierno porteño hizo de la pandemia. Sencillamente, no entendieron al Estado como una herramienta para cuidar a la gente. Los que tenían un piso económico y acceso a la salud, salieron mejor parados, mientras que quienes menos derechos tenían la pasaron bastante peor", subraya Gallastegui.

La comparación con la provincia

Se podría pensar que en todas las jurisdicciones los sectores de menos recursos fueron los que más sufrieron la covid en 2020; sin embargo, la brecha que muestra CABA no se advierte en la provincia de Buenos Aires. "La comparación es muy gráfica porque se trata de estudios del mismo calibre", apunta Gallastegui. Y propone el contrapunto con un barrio que conoce de cerca, Villa Itatí en Quilmes, considerando que podría equipararse en su situación socioeconómica a la Villa 31 de CABA. Se trata del barrio que está justo enfrente de Villa Azul, que fue cerrado en mayo de 2020 luego de que se detectara allí un brote de covid.    

"Mientras los estudios de seroprevalencia indican que alrededor de un 13 por ciento de sus vecinos y vecinas se habrían infectado con covid hacia fines de 2020, el promedio general de infectados que reporta la provincia durante 2020 en sus estudios de seroprevalencia es 11,6 por ciento", compara el médico. Luego construye una hipótesis: "Aquí, la diferencia entre lo que sucedió con el coronavirus en los barrios carenciados y el resto es casi nula, a diferencia de lo que mostró CABA. ¿Por qué digo esto? Por la intervención estatal, una presencia del Estado que equiparó esas desigualdades".

Un reporte complementario de PBA difundido a fines de agosto de 2020, según los operativos realizados en barrios populares, informaba que en el barrio San Jorge de Tigre, el 13,2 por ciento de la población total estuvo contacto con el virus; en Villa Azul del lado de Quilmes, el 14,5 por ciento; en la parte de Villa Azul que corresponde a Avellaneda, el 14,8 por ciento; en Villa Itatí (Quilmes) el 7,93 por ciento; en La Cava (Lomas de Zamora) alcanzó el 14 por ciento; en el barrio IAPI (Quilmes) el 10 por ciento; y en Villa Hidalgo (San Martín), el 14 por ciento.

Malas condiciones habitacionales

Desde el ministerio de Salud porteño enfatizan que el hecho de tener la tasa de mortalidad más alta "obedece a la lógica" ya que, de alguna manera, se relaciona con el envejecimiento poblacional y, además, con la densidad demográfica que facilitó la transmisibilidad en la Ciudad. Sin embargo, Gallastegui plantea algunas objeciones. "La densidad poblacional no influye en el desarrollo de la pandemia, más bien, lo que hay que tener en cuenta son las condiciones habitacionales. Si se infecta la gente que vive en malas condiciones, los casos se disparan con velocidad y la situación se torna muy compleja, porque cumplir con las normas de higiene y el aislamiento necesario se hace muchísimo más difícil", comenta.

Y aunque todas las provincias y distritos exhiben desigualdades (básicamente, porque el país es desigual), lo que se puede evaluar es qué hacen los gobernantes con esas brechas. El sociólogo (UBA) y especialista en estudios urbanos Diego Vázquez lo explica con claridad: "La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el distrito más rico de Argentina, con un Producto Geográfico Bruto (PGB) per cápita más cercano al de algunas ciudades europeas que a las de Latinoamérica y a las del resto del país", describe. "El PGB no es otra cosa que la suma total de bienes y servicios generados dentro de una jurisdicción en un determinado periodo. Una especie de Producto Bruto Interno (PBI), pero a nivel subnacional. Para darse una idea, el PGB de la CABA representa alrededor de la cuarta parte del PBI de la Argentina cuando, en rigor, concentra, según el último censo disponible (de 2010), solo el 7 por ciento de la población total y el 0,008 por ciento del territorio nacional".

A pesar de sus abultados recursos presupuestarios, la Ciudad presenta una enorme desigualdad sociodemográfica; tanto que una importante parte de su población posee condiciones precarias de viviendas. "Se calcula que alrededor de 600 mil personas, algo así como 1 de 5 habitantes, sufren un déficit habitacional en este distrito. Este número se obtiene a partir de la suma de aquellas personas que viven en villas, asentamientos y Núcleos Habitacionales Transitorios (NHT); en Complejos Habitacionales y Barrios Municipales; en hoteles-pensión, conventillos y paradores; en casas ocupadas; o directamente en situación de calle", puntualiza Vazquez. 

Si de los 3 millones de habitantes de CABA, 600 mil enfrentan una crisis habitacional, quiere decir que aproximadamente, el 20 por ciento de la población vive en condiciones precarizadas. De manera que lo que desde el gobierno porteño justifican como "densidad demográfica", en verdad, encubre condiciones habitacionales precarias.

Lo que vio Rodolfo Walsh 

Esto de denunciar cómo actúan las condiciones socioeconómicas estructurales en la salud y en la enfermedad de las personas tiene un antecedente valioso. Entre 1966 y 1967, Rodolfo Walsh recorrió, como parte de su trabajo periodístico, algunos puntos de Argentina, acompañado por el fotógrafo Pablo Alonso. El objetivo era escribir una serie de artículos para la revista Panorama, que se proponía construir un proyecto periodístico "de calidad", con profesionales "reconocidos" y con productos de "esmerada confección gráfica".

En ese marco, ambos pasaron una semana con personas enfermas de lepra en la Isla del Cerrito, en la selva chaqueña donde se ubicaba el Sanatorio Aberastury, uno de los cinco leprosarios que había en ese momento. En su crónica, Walsh exhibe que "la enfermedad son los enfermos que la padecen" e insiste en denunciar la desigualdad: "Tenemos una política sanitaria digna de un clásico país subdesarrollado, (…) que divide a los enfermos ricos y a los enfermos pobres". Y remata: "Las víctimas, en general, pertenecen a un mismo sector social, la gente más desamparada de las provincias cálidas y pobres". Como la lepra solo se contagia de persona a persona, a partir del contacto prolongado y estrecho, atacaba especialmente a los que vivían hacinados, en condiciones deplorables.

Achicar la Salud: una vieja costumbre

Achicar el Estado a su mínima expresión, asimismo, impactó en la postura del gobierno porteño relacionada con la administración de las cuarentenas, la imposición de las restricciones y la disposición de flexibilizaciones. "Luego de los cierres que dispuso el gobierno nacional en AMBA, se puede visualizar con claridad cómo el descenso de casos en la Ciudad fue mucho más lento que en PBA. Eso es el resultado de que siempre que se dispusieron medidas para restringir la circulación, CABA tensionó para salir más rápido a partir de habilitaciones tempranas de actividades", plantea Gallastegui. 

"Toda la población que queda comprendida en una curva que decrece más lento es una población que se infecta y muere cuando podría haberse evitado. Uno podría pensar que, al menos, en CABA priorizaron la economía pero la realidad es que el gobierno porteño no puso un peso cuando los comercios permanecieron cerrados. Las intervenciones económicas solo vinieron de parte del gobierno nacional", denuncia también.

El mal manejo de la pandemia, sin embargo, va en consonancia con lo que históricamente hizo el oficialismo desde 2007. Para Gallastegui hubo más continuidades que rupturas en este sentido. "Desde hace 15 años se experimenta un retroceso en materia de Salud Pública en CABA. Un distrito que, a partir de sus hospitales y calidad médica, supo ser un faro en Latinoamérica y hoy está muy lejos de aquello que fue. El oficialismo piensa que lo público no debe estar a la vanguardia ni traccionar el progreso, cree que solo se debe encargar de solucionar la emergencia", expresa el médico. Lo público es definido como la rueda de auxilio de lo privado, por eso, no vacilan en bajar los presupuestos del área sin tapujos. A nivel nacional, durante su mandato como presidente, Mauricio Macri no dudó en degradar el Ministerio de Salud a Secretaría.

Una de las medidas que permiten advertir más claramente la negligencia de los gobiernos en materia de salud es la tasa de mortalidad infantil. En CABA, calculada por mil nacidos vivos, de 2010 a 2019, creció de 5,4 a 7,1. Y aquí, la desigualdad también es la norma: mientras en las comunas del sur, como la 4 (que comprende Barracas, Parque Patricios, La Boca y Nueva Pompeya) alcanza 9,8 y la 7 (Flores y Parque Chacabuco) 8,9 puntos; en las de mayor poder adquisitivo, como la 13 (Núñez, Belgrano Y Colegiales) llega a 4,1.

Vázquez propone que la desigualdad no se reparte de manera equitativa en el territorio. Las diferencias en las tablas de seroprevalencia en relación a la covid, en los déficits habitacionales y en el poder adquisitivo siempre se terminan cruzando y perjudican a los que menos tienen. El Estado, en teoría, es el encargado de hacer disminuir esas brechas, pero en CABA se suelen privilegiar otros asuntos.

[email protected]