Libro: Ecología del miedo.
Persona autora: Jens Soentgen
Año original de publicación: 2019
Editorial: Herder.
Reseñado por: Roy González Sancho
Palabras clave: ecología, miedo, antropoceno, comportamiento
Citación del libro: Soentgen, J. (2019) Ecología del Miedo. Herder.

El autor inicia su trabajo definiendo la ecología como la ciencia que estudia primordialmente las relaciones que establecen los organismos con el mundo exterior circundante, al tiempo que destaca el hecho de que estas interacciones pueden ser estudiadas de forma separada solo en el acto del pensamiento, pues cada organismo tiene relaciones dependientes visibles e invisibles con muchos otros en el ecosistema en el que se encuentre. Con lo cual, enfatiza en la idea de que eso a lo que llamamos naturaleza, es decir la biosfera, corresponde a un gran sistema interconectado e interdependiente, que funciona como un todo.

Al mismo tiempo hace hincapié en la idea de que es el ser humano quien se ha concebido como un ente separado de todo lo que le rodea. Ilustrando esta idea menciona:

“El ser humano —y muy en particular el occidental— se ve como adversario de la naturaleza y procura sustraerse a los ciclos ecológicos. Sepulta sus muertos en ataúdes y pone piedras sobre las tumbas para evitar que los cadáveres sean consumidos por animales salvajes y devengan con ello parte del ciclo universal. La ecología muestra cuán insensato es todo esto: el ser humano está implicado en sistemas ecológicos globales desde el momento en que respira, ingiere o excreta.” (p.9)

De esta forma, esa noción antropocéntrica, es la que rige la gran mayoría de las acciones que se ejecutan con respecto a la naturaleza, es decir todas las políticas ambientales, la “explotación” de los recursos y el manejo de los desechos generados por los procesos productivos. En consecuencia, de acuerdo con lo mencionado por el autor, la ecología alejándose de esta postura, se avoca al estudio de los organismos no humanos examinando su vida en común.

No obstante, el autor realiza la mención de que en ecología también se ha trabajado la faz subjetiva o interior de las relaciones que investiga. La cual explica de la siguiente manera:

“Hay una faz interior de los procesos en la naturaleza tanto como hay una faz interior de los procesos en la sociedad humana. En la naturaleza también hay conciencia y, con ella, sensaciones como el dolor, la alegría o el miedo. Y todo ello no solo en el momento en que un ser humano va de paseo al bosque: las relaciones como las que existen entre el depredador y la presa tienen también un momento subjetivo, emocional y cognitivo para abordar, para el que hace falta una metodología compleja, a saber, una metodología consistente en una combinación de métodos de las ciencias sociales y naturales, de la experimentación y la hermenéutica.” (p.11)

Es precisamente en este punto en el cual se discute la idea central del trabajo de Soentgen, es decir el miedo como parte o expresión de esa faz interior y subjetiva de las relaciones existentes entre los organismos que forman parte de cualquiera de los sistemas a analizar. En esta medida dicho estado subjetivo es compartido tanto por humanos como por el resto de los animales, activando desde el estado de vigilancia del entorno, hasta la explosión de las reservas de energía disponible para luchar o huir. Se desata de forma explosiva o pasiva, pero inmediata. De esta forma, a diferencia de otras necesidades centrales como el deseo sexual, el hambre o la sed, el miedo no se puede aplazar.

En este punto, de acuerdo con el autor, sin importar la especie la capacidad de tener miedo implica necesariamente la capacidad de conciencia de sí mismo, pues para ya que sentir miedo implica necesariamente sentir que es uno mismo quien se encuentra de peligro, cuya integridad individual se encuentra amenazada por algo mayor y más fuerte. No obstante, en el caso de los animales esta conciencia no es reflexiva, a diferencia de los humanos, pues no se encuentra mediada por un lenguaje -hasta donde se tiene conocimiento en la actualidad-. Pero, sí se expresa en la necesidad o sentido de conservación que se materializa en la huida, en las decisiones y los planes de escape, afrontamiento o evasión del peligro.

De esta forma, siguiendo los aportes del autor, el miedo está en el presente todo el tiempo, en la vida cotidiana, incluso se anticipa en ausencia de amenazas reales, en fantasías o causado por estas -en los humanos, por ejemplo-. De manera que interviene como uno de los factores que configura la administración del tiempo y el espacio, al modo de un “a priori” trascendente a lo inmediato, de ahí que se eviten lugares o localidades a determinadas horas o temporadas, por temor a ser asaltados o a un accidente, o a ser cazados o devorados en el caso de los animales.

Así mismo de acuerdo con Soentgen, el miedo puede ser interpretado como una crisis, como un factor que superpone la necesidad de decidir y que reclama la total atención, que supone la urgencia de huir, permanecer firme para la lucha, pedir ayuda, o asirse a alguien y ponerse a cubierto detrás de el o ella, etc. Opciones que en presencia de una amenaza o de sentirse en peligro, están presentes y a la vista todo el tiempo, y frecuentemente ligadas. De modo que el miedo saca al sujeto de su sostén racional, y le confronta directamente con su “presente primitivo”, es decir con s subjetividad primordial. 

No obstante, en la comprensión de éste como factor determinante de las relaciones con otros organismos y en sistemas especializados, también se ha entendido que el miedo puede ser aprendido, moldeado e infundado cotidianamente, aunque de igual manera éste puede ser inhibido. Dicho de otro modo, que este puede generarse, manejarse o eliminarse según las condiciones contextuales, como en el caso de la domesticación de los animales o procesos clínicos en el caso de las personas, o bien el espanto o evitación que han aprendido prácticamente toda la fauna con respecto a la presencia humana en sus hábitats. 

Así el miedo, además de una emoción subjetiva es un elemento clave en la coexistencia entre seres vivos de diferentes especies y entre la misma -caso de la humanidad-. Quienes sobreviven a una experiencia en la que estuvo seriamente en peligro su vida, experimentan las imágenes del suceso una y otra vez, las presas o las víctimas se guarecen, se refugian, prefieren pasar hambre que abandonar su resguardo, de alguna manera el miedo hace patente que quizás sea uno quien mañana pueda ser alcanzado. En el caso de la humanidad exclusivamente, el miedo es un factor tan determinante en la propia existencia que sin su comprensión poco se puede entender de eventos históricos, de las relaciones de poder y del dominio.

El autor propone que como forma de reconciliación con la naturaleza, no se trata de eliminar el miedo pues este es un fenómeno biológico originario, sino de reducir el miedo crónico de los animales a los seres humanos, de generar situaciones en las que se pueda crecer la confianza necesaria para que la convivencia sea menos atropellada, más próxima y apacible.

Si bien, las recomendaciones finales de autor hacen hincapié en las relaciones entre humanos y animales, valdría la pena ensayar la inhibición del miedo entre nosotros, ante determinados grupos humanos excluidos y marginalizados por los prejuicios -miedos- aprendidos en nuestros procesos de socialización, los cuales en demasiadas ocasiones pertenecen más al mundo de las fantasías que a la misma composición de la realidad ambiental en la que se vive.

Al mismo tiempo, también puede verse que el miedo y sus reacciones, como otras emociones, puede ser manipulada, aprendida y exacerbada incluso en condiciones ambientales en las que no amerita su aparición. Esto implica que ante lo impostergable que resulta en comparación con otras necesidades fundamentales, su entendimiento puede ser relevante para impedir su uso o exacerbación por motivos políticos, ideológicos, económicos, sociales, xenofóbicos, entre otras acciones o medios que vayan en contra de la propia vida en su sentido amplio.